lunes, 3 de septiembre de 2012

En este blog estoy escribiendo tanto sobre el modo en que la crisis está afectando a los españoles como de la falta de resistencia de la población para defenderse de estos cambios negativos. Considero que esta incapacidad de la gente para impedir los recortes es un problema sobre todo mental, ya que los españoles vivimos en democracia. La clase media española se ha acostumbrado a tener una mentalidad de persona rica sin serlo y, como consecuencia, adopta una actitud pasiva en política, como si sólo importaran los problemas económicos. Esta mentalidad de creerse ricos procede, a mi entender, de que hace décadas que la pobreza ya no es un problema importante en España y también de que, desde finales de los años noventa, la población se acostumbró a consumir muy por encima de su verdadera capacidad adquisitiva. España vivió, en los años anteriores a la crisis, un periodo de pujanza que fue falso para la mayoría de los españoles, pero que contribuyó a hacerles sentir como ricos. En esta época dorada escribí un ensayo, titulado Sociedad, individuo y voluntad, en que ya denunciaba muchas de las insuficiencias democráticas de España y que es el que quiero reproducir a continuación. Está dividido en tres partes, teniendo mayor interés la primera: 




SOCIEDAD, INDIVIDUO Y VOLUNTAD



PREFACIO

Los textos que siguen a continuación son un compendio de diferentes pensamientos que el autor lleva desarrollando a lo largo de su vida. Es una especie de filosofía social, si es que hay que darle algún calificativo. Como obra primeriza cuentan con importantes defectos, tanto de claridad expositiva como de redacción, taras que en un futuro esperan ser corregidas a través de la crítica ajena. Este trabajo se divide en tres partes, de las cuales la más significativa y cuidada es la primera. Las otras dos partes son un complemento que ha permitido desarrollar algunas ideas que se habían evitado en un principio a la vez que se produce una insistencia en otras ya vistas. Estas dos últimas partes cuentan con pocos ejemplos así que, a diferencia de la primera, se ha prescindido de poner en ellas notas a píe de página.
La base de los tres textos es similar y, por ello, aunque están preparados para tener una lectura independiente, conforman un conjunto coherente. Todos ellos se basan en el reconocimiento del miedo a sufrir daños o padecer sufrimientos físicos como el punto de partida para explicar muchos comportamientos agresivos o insolidarios del hombre hacia sus semejantes. En el primer texto se incide ante todo en la repercusión que tiene este factor para explicar las diferencias sociales entre los individuos que componen una sociedad. En la segunda parte se aborda su efecto en la moral. Por último, en la tercera parte se ahonda en su contribución a acentuar el subjetivismo propio de cada ser humano. Los tres textos acaban en una llamada a la necesidad de una mayor humanización de la percepción que tienen de sí las personas.
Los textos citados conforman así un ensayo que refleja el punto de vista de una persona que, sin pertenecer a la clase privilegiada de una sociedad, tampoco entra dentro del grupo de los más desfavorecidos. Lleva de este modo, y al haber nacido en una sociedad occidental, una vida que se puede considerar cómoda vista desde parámetros objetivos. Sin embargo, ha sufrido diferentes desengaños al chocar en varias ocasiones con los obstáculos que siguen existiendo para que los individuos de clase media puedan ver despejado en algún momento su futuro laboral y económico. Es un libro, por tanto, hecho sin excesivos resentimientos pero con el suficiente malestar para ejercer una crítica de los aspectos más sangrantes de la sociedad española, de ahí que muchas veces derive al comentario de sucesos políticos.
En este sentido, aunque el círculo de amistades del autor no es excesivamente amplio, a tenor de los comentarios que han hecho aquellos amigos suyos que han leído el libro, parece que éste refleja, al menos en su primera parte, un sentir bastante extendido entre la generación de españoles situada en torno a los treinta años. Hay una fuerte desconfianza en el sistema político que, sin llegar a ruptura con él ni profundizar mayormente en sus causas, está constantemente presente.
Sin nada más que decir, la única meta que se persigue con este ensayo es que sea legible por todo tipo de gentes. Con esta intención se ha hecho y, si existen puntos oscuros, es más debido a una incapacidad para encontrar las palabras adecuadas que a un propósito de dificultar la comprensión del texto. Ha habido una voluntad de facilitar la lectura ya que quien escribe ni tiene capacidad para hacer un escrito excesivamente intelectualizado ni cree que sea conveniente para difundir un pensamiento que tiene un contenido social.  La comprensión con los aspectos formales y literarios es, pese a todo, un requisito obligado para su lectura.


EL PODER DE LA IDEA DE VOLUNTAD

INTRODUCCIÓN

            En la sociedad actual occidental, al menos en España, existe una dificultad para encontrar un trabajo que reúna las mínimas condiciones de calidad por un gran número de gente. Este grave inconveniente se suele resolver de dos maneras: unas personas, por las obligaciones a las que tienen que hacer frente aceptan cualquier clase de trabajo para poder ir salvando el día a día mientras que otras, generalmente protegidas porque otros miembros de su familia trabajan en mejores condiciones, se quedan en su hogar buscando la manera de planificar su futuro. Este último es el caso de quien escribe estas líneas, que lleva bastante tiempo preparando oposiciones a funcionario, concretamente  buscando conseguir plaza de profesor de instituto de Educación Secundaria.
            Aunque el tiempo de estudio por esta causa ocupa varias horas al día, indudablemente una persona que está todo el día metida en casa siempre tiene a su disposición una parte del día para destinarla a quehaceres propios. En mi caso, este tiempo libre ha sido destinado a reflexionar sobre la situación en la que estoy inmerso, y junto a mí, un número muy alto de personas. En consecuencia, las páginas siguientes tratarán de buscar las posibles causas que expliquen el modo en que la sociedad acepta este estado de cosas, a causa del cual muchas veces los derechos laborales de las personas quedan anulados o desvirtuados.
            No es el caso de quien escribe el más preocupante ni mucho menos de quienes sufren este problema. Sin embargo siempre he tenido la preocupación de que, en el futuro, cuando no tenga el respaldo económico del que me proveen mis padres pueda llegar a pasar algún tipo de penalidad ya que no está claro que la sociedad vaya a mejorar en estos terrenos y, más bien al contrario, parece que cada vez se evoluciona hacia un mayor retroceso en lo que respecta a las garantías de conseguir un empleo digno por parte del ciudadano corriente.
            Este miedo al futuro es la llave de toda la argumentación de la que se tratará en las páginas siguientes porque, habiéndose convertido casi en una obsesión para mí, llegué a darme cuenta de que el sentimiento de miedo, la inseguridad en la que vive normalmente la persona, está en la raíz de la mayoría de los comportamientos de la persona. De hecho, antes de acometer el análisis de las cuestiones específicamente sociales considero que se debe tratar de aclarar el conjunto de motivaciones irracionales que influyen en la conducta humana.
            Por tanto, en este breve texto se analizará en un primer momento a la persona desde un punto de vista de su interioridad, al ser la base que explica las posibles razones que, dentro del ordenamiento social, hacen que determinados miembros de la sociedad tengan problemas para ver reconocidos parte de sus derechos sin que por ello, ni la sociedad en su conjunto ni sus valores se vean debilitados.
            Siempre que una persona neófita en la cuestión, como es el caso, trata de desarrollar temas de pensamiento, más propios de personas con alto nivel intelectual, corre el riesgo de que sus elucubraciones sean ininteligibles y sólo sea capaz de verles sentido ella misma. Es el inconveniente propio de no contrastar información con otras personas y adolecer, por ello, de un discurso cerrado. No obstante he tratado de ser lo más claro posible y si no consigo hacerme entender en todos los puntos que planteo, espero al menos que los fundamentales sean comprensibles.
            Como nota aclaratoria, y aunque es un aspecto que se verá de modo evidente a lo largo del texto, al ser quien escribe de origen asturiano muchos de los ejemplos que se pondrán para aclarar los argumentos esgrimidos en el texto tendrán como base sucesos ocurridos en esta región. En otros, como es obvio, el marco será el territorio español. En el terreno internacional, el país más citado serán los Estados Unidos, por ser la principal potencia de este tiempo y sobre la que más información existe de sus actuaciones. También Argentina será un país repetidamente mencionado, por haber siempre tenido el autor interés por su problemática.


CAPÍTULO PRIMERO: LA NATURALEZA HUMANA COMO CONDICIONANTE

            -repercusiones del miedo como principio vital
            No existe nada tan obvio y, a la vez, algo tan recurrentemente negado de modo implícito como es la condición animal y frágil del ser humano. Las potencialidades de las que está dotado éste, gracias a su inteligencia, son siempre la faceta más resaltadas como rasgo propio de su especie en detrimento de reconocer unas limitaciones a nivel de individuo que, por mucho que progrese la humanidad, estarán presentes a perpetuidad. Dicho en otras palabras, pese a novelas como Robinson Crusoe o cualquier otro mito similar[1], la persona, si tuviera que hacer frente por ella misma a situaciones de supervivencia, tendría muy reducidas sus posibilidades de superarlas con éxito.
            De esta debilidad intrínseca, aunque le resulta sumamente desagradable al ser humano, éste es plenamente consciente y, tanto como a la muerte, teme sufrir cualquier clase de accidente o enfermedad que le deje impedido. Al mismo tiempo, el hombre posee un desarrollo mental capaz de abstraer todo tipo de realidades y darles una nueva forma, gracias a la fuerza de su pensamiento. En esta contradicción entre la gran capacidad de su mente y lo limitado de su cuerpo se desenvuelve la acción humana.
            Una de las consecuencias de lo anterior es una pérdida de percepción de la realidad. Al estar esta última transformada por el poder de la mente humana, a la persona le cuesta valorarla en su justa medida. El efecto inmediato de esta falta de objetividad es que la realidad se ve como una amenaza por parte del ser humano al no tener éste un control sobre ella. Hay una tendencia, por tanto, a sobrevalorar sus peligros y dejarse conducir por elucubraciones interiores.
Sirve como exponente de esta conducta la creencia popular de que una persona joven que coge el hábito del tabaco tiene muchas posibilidades de acabar en la droga. Mentalmente es sencillo imaginarse un proceso de rápido tránsito de fumar un pitillo a consumir drogas duras pero en la realidad hay una serie de estadios intermedios que la mayoría de las personas jamás pasan[2]. Otros dos ejemplos cualesquiera de este tipo de actitudes en que el análisis de la realidad queda absorbido por prejuicios irracionales son, por un lado, la afirmación de los obispos españoles de que el uso del preservativo no evita el sida o la prohibición del gobierno estadounidense de que los homosexuales donen semen porque son un grupo de riesgo. Son comportamientos similares al hecho que ocurría en épocas pasadas de no dejar entrar en los lagares asturianos a las mujeres que tenían menstruación durante los procesos de elaboración de la sidra por miedo a que se corrompiera ésta[3].
Esta manera de proceder de la mente se traslada a campos muy variados. En política internacional, basta recordar la teoría del dominó, que guió la política internacional de los Estados Unidos en su intervención en Vietnam: si no se paraba a los comunistas en este país todos los demás estados del Extremo Oriente caerían de forma sucesiva y rápida en manos del comunismo. En España, una paranoia de ese tipo se generó con motivo del conflicto con Marruecos por un islote, el denominado de Perejil, de nulo valor económico. Anteriormente, en época de Franco, fue muy típico del discurso público de su dictadura aludir a una conspiración judeomasónica internacional contra España sin ninguna base real.
Incluso aquellas personas más sensatas no dejan de sentir cierto temor ante determinadas supersticiones como pasar debajo de una escalera, ver un gato negro, romper un espejo o hacer determinadas actividades en martes y trece. Esta capacidad de percibir distorsionada la realidad llega a extremos tales como que a muchas personas no se les puede mencionar la mala suerte porque piensan que la alusión a ésta provoca alguna fatalidad venidera.
Otra cara de esta ausencia de objetividad afecta a la propia opinión que la persona tiene sobre sí misma. El ser humano, genéricamente hablando, tiene una incapacidad evidente para apreciar sus carencias de todo tipo ya que su propia mente dulcifica y embellece los aspectos más deslucidos de su existencia. En la cabeza de la persona se produce una síntesis entre un elemento de ficción y otro que deriva de la aprehensión de la realidad, ayudando el primero por lo general a sobrellevar la vida cuando ésta no aporta la felicidad esperada. La importancia que tiene el juego de lotería para animar la vida de muchas personas, con la esperanza que aporta de que la suerte del individuo va a cambiar, se relaciona con este fenómeno psíquico.
La relevancia que tienen para la vida de las personas mayores, especialmente del género femenino, la consulta de echadoras de cartas o adivinos, también señala con claridad este deseo de evasión de la vida cotidiana. Otro ejemplo de esta clase es el interés de la gente normal por la vida de los famosos, que ha dado lugar incluso a un tipo de fotógrafos especializados en perseguirlos, los llamados paparazzis, a la vez que a un tipo de tertulianos que indagan en su vida íntima para contar sus descubrimientos en diferentes programas de televisión.
-diferentes planos de conformación de la mente
Otra de las consecuencias de esta dualidad del ser humano es que provoca que su conciencia se mueva en diferentes planos, que se van a analizar con detalle a continuación. Antes de seguir adelante, hay que indicar que se va a proceder con frecuencia a lo largo de las páginas de este texto a una disección del tema a tratar por motivos de claridad expositiva, sin que ello indique que las separaciones efectuadas tengan que ser interpretadas de modo rígido.
El primero de estos planos citados parte de un enfoque psicológico: la persona corriente no puede vivir con una sensación de angustia permanente por el miedo a sufrir un daño o enfermedad inevitable, así que reacciona con un deseo de evasión de su condición intentado superar ésta a cada momento. Por ir aclarando el sentido de lo que está explicando, cualquier acto que provoque a la vez dolor y admiración, una hazaña de cualquier tipo, es una muestra de lo referido. También cualquier actitud ascética, el recurso a las drogas o la búsqueda de las sensaciones más exquisitas pueden comprenderse aquí. La confusión entre sexo y misticismo[4], propia de la moral contrarreformista que se dio en España en el Siglo de Oro y que se detecta en el lenguaje de muchos de los religiosos de esta época, posiblemente tenga una lógica interna mucho mayor de lo que parece a primera vista.
Un libro de Peter Laurie, que se dedica al estudio del efecto de las drogas en el ser humano, dispone a lo largo de su contenido de ejemplos que ayudan a entender lo afirmado en el párrafo anterior. En un momento dado su autor afirma que hacer viajes a países remotos e inyectarse heroína son diferentes formas de escapar de la civilización para la juventud[5] (en alguna medida es el sentido que tiene el término “viajar” dentro del universo del toxicómano) mientras que en otro lugar de este libro se indica que, a causa de sus sensaciones internas y de sus peligros externos, volar, esquiar, hacer paracaidismo y escalar son actividades en cierto modo análogas a las experiencias con LSD[6].
            No es el momento de sembrar polémica comparando entre sí actividades de índole tan diferente o personajes aparentemente tan distintos como un alpinista o un drogadicto. El primero es un deportista que procura mantenerse en forma y tiene una capacidad de resistencia física muy alta mientras que el segundo es una persona enferma que sufre una adicción a sustancias dañinas. Sin embargo, cualquier conjunto de actos que tienen un fin similar aunque sea empleando medios opuestos guardan claramente un fondo común.
Aclarando lo anterior, con motivo de una ascensión al K-2, ocurrida en el verano del 2004, dos montañeros bastante conocidos, Edurne Pasabán y Juanito Oiarzábal, acabaron con congelaciones que les hicieron perder parte de sus dedos. Sin embargo, pese al daño físico sufrido, mostraron ambos el deseo de, en cuanto recuperasen fuerzas, volver a realizar otra peligrosa ascensión de una montaña. Es dudoso que esta actitud se pueda considerar una concepción sana de la vida y, en cierta manera, estos dos deportistas están haciendo una renuncia de ella similar a la del drogadicto.
Estos dos extremos, además, se tocan, muy a menudo en el deporte profesional. En este sentido, si se tiene en cuenta que, en principio, se debe reprobar cualquier acción humana que pueda conducir a daños a la salud, y hacer deporte es sinónimo de  lo segundo, el recurso al dopaje demuestra claramente que cualquier camino hacia la negación de la propia condición es válido. En este caso, la explicación del recurso a las drogas en el deporte de alto nivel viene motivada por la búsqueda incesante de récords y el deseo de superar los límites físicos humanos, respondiendo, por tanto, a una necesidad humana más profunda. 
            Este temor psíquico lleva a las personas, entre otras cosas, a intentar evitar tareas que pongan al descubierto sus limitaciones, sean del tipo que sean, por lo que constantemente habrá un deseo en muchos seres humanos de aprovecharse del trabajo de los demás para resolver sus deficiencias. Se establece una rivalidad en que la posibilidad de tener otra persona al servicio de uno parece significar una superioridad en cuanto que sirve para elevar la condición propia y ayuda, con ello, a tranquilizar el espíritu[7]. Al estar este comportamiento tan extendido la desconfianza es una regla en entre las personas y el deseo de evitar los engaños también, de ahí la aspiración humana a gozar de una libertad lo más completa posible en su relación con los demás.
            No existe evidencia más clara de lo anterior que, cuando empezó en las sociedades occidentales el proceso de emancipación de la mujer, uno de los objetivos de ésta fue liberarse del rol de ama de casa. Por culpa de éste, muchas veces la mujer se convertía en una mera criada del hombre. Es un comportamiento parecido al de la juventud del mundo occidental, que adopta poses de rebeldía, con el propósito de remover aquellas costumbres sociales que preconizan la subordinación de los jóvenes a los más mayores. Sobre la tensión permanente que existe entre los seres humanos, hay que recordar una cuestión tan menor como la irritación y los conflictos que se pueden llegar a generar en una cola del médico o en una retención de coches cuando alguien intenta ganar algún puesto sin esperar su turno.
            La desconfianza innata entre los seres humanos es uno de los puntos que más perjudica la construcción de cualquier sociedad. El hombre tiende a no ayudar a otro hombre hasta que no está seguro de que tal auxilio es completamente imprescindible porque, sino, teme que sea un intento de aprovechamiento de su esfuerzo y buena voluntad. Aunque más adelante se volverá a tratar la falta de sensibilidad del ser humano hacia sus semejantes a no ser en casos dramáticos, una de las razones básicas de este embrutecimiento radica en esta actitud refleja defensiva.
            Una muestra de lo expresado en el párrafo anterior es la facilidad que tiene una persona para trazar un análisis diferente de la sociedad que la rodea según las cosas de la vida le vayan mejor o peor. Si su situación vital es buena, la persona tenderá a deslegitimizar cualquier muestra ajena de descontento en torno a la realidad social que opera a su alrededor. Esta actitud se debe a que defiende el status alcanzado, sobre todo cuando éste no está asegurado a medio y largo plazo. Sin embargo, si pasa por una coyuntura vital negativa, tratará de exagerar sus problemas para poder llegar a la sensibilidad ajena[8].
            Un segundo plano de conformación de la mente tiene un carácter puramente práctico y entra un poco en colisión con el anterior. La capacidad de una persona para mejorar su nivel de vida dependiendo de sí misma es muy limitada. El principio de cooperación entre los seres humanos, por tanto, está en el origen de la creación de las sociedades ya que son evidentes las ventajas que tienen éstas como solución a la mayoría de los problemas del individuo. Además, la necesidad de que toda persona aporte su esfuerzo en favor del colectivo para beneficiarse a su vez parece una cuestión de sentido común que tácitamente es admitida por cualquier sociedad, sea cuál sea la distribución de papeles que ésta establece entre sus miembros.
Las dificultades, en este caso, surgen en torno al reparto igualitario de las cargas que conllevan estas tareas. Nadie, en principio, por la natural tendencia del hombre al disfrute y el placer quiere renunciar a tener el máximo tiempo de ocio posible y, por ello, uno de sus mayores puntos de fricción con el resto de las personas es conseguir evitar un excesivo número de horas de trabajo en estas ocupaciones que afectan a todos. Una de las exigencias, por tanto, de todo individuo es la implicación de los demás en las tareas al servicio de la comunidad. El mito del pícaro, tan querido a nuestro país y que ha marcado gran parte de la producción literaria española, se encuadra en esta lucha de los elementos productivos de una sociedad contra aquellos que, a criterio de los primeros, intentan parasitarla.
Esta referencia a la figura del pícaro sirve para recordar que, junto al lógico deseo de un reparto del trabajo común, hay que añadir el efecto distorsionador previamente citado de la vigilancia mutua que se establece entre las personas para evitar abusos que tengan un fundamento irracional. En este sentido, una de las características del mundo contemporáneo reside en la lucha emprendida contra las jerarquías propias de sociedades tradicionales, en las que una mayoría lleva la carga del trabajo de una sociedad mientras que una minoría se ocupa de actividades más nobles, detentando el poder por ello.
            Por último, el tercer plano de los citados tiene un alcance puramente físico al girar sobre el temor que tienen casi todas las personas a posibles comportamientos agresivos de los demás seres humanos como consecuencia de la parte animal de nuestra naturaleza (y también de la inclinación irracional que persigue poner a nuestro servicio a los demás individuos, cuando para ello se recurre a la intimidación física). La mayoría de las morales se basan en establecer mecanismos correctores que limiten la posibilidad de que el ser humano saque a relucir sus malos instintos. Es de este modo común que casi todas las sociedades tengan una moral –dependiente por lo general de ideas religiosas- basada en establecer límites a la efusión de los deseos humanos y canalizarlos en la dirección correcta.
            Por efectuar un pequeño repaso, que ejemplifique lo anterior, conviene recordar las diferentes peleas que tienen las principales religiones que hay en este mundo contra determinadas manifestaciones sensuales propias del ser humano. Así, en el cristianismo se combate sobre todo aspectos de tipo sexual, en el islamismo se lucha contra la ingestión de cualquier clase de sustancias alcohólicas, muchas religiones orientales establecen restricciones a comer carne, etc[9]. El concepto de pureza se manifiesta esencial para comprender la admiración que la persona común siente por determinados personajes irreprochables, piénsese en un Gandhi o en muchos de los santos cristianos.
            En este sentido, cualquier moral debe valer para imponer una cortapisa a cualquier apropiación por la violencia de las personas o los bienes ajenos y, de ahí, la fuerza que tiene el desarrollo de un tipo de ética en que sea el propio hombre el que es capaz de disciplinar sus propias apetencias. En la estimación del ser humano en la sociedad en la que se integra este apartado cumple un papel muy relevante y puede llevar, incluso, a la marginación de los transgresores. Se vincula, de este modo, la seguridad colectiva al hecho de vigilar que en todas las personas exista un autocontrol de la parte más visible de su condición animal, los deseos dependientes de los sentidos.
            Del peso de esta moral una buena muestra es que el presidente de la nación más importante del mundo, Bill Clinton de los Estados Unidos, estuvo a punto de perder su cargo por el asunto de una felación que le hizo una mujer empleada a su servicio[10].  En cambio, otro asunto aparentemente más grave que éste, como fue el bombardeo injustificado de una fábrica en Sudán, donde, por una decisión suya, el ejército de su país asesinó a un número de víctimas muy alto no tuvo ninguna trascendencia política.
            Un caso análogo, en que todavía se ve con más nitidez la rigidez a que conduce esta moral tradicional, se dio en el ejército español. En esta institución levantó una gran polémica la conversión de uno de sus soldados en un transexual, llegándose a la expulsión del afectado, María del Mar Gordo. En cambio, otro suceso coetáneo, más serio, como fue la corrupción en los ascensos de una promoción, la cuarenta y uno de la Academia General del Aire, en que se vieron favorecidos los hijos del jefe y segundo jefe del Estado Mayor del Aire, pasó bastante desapercibido.
            Otro ejemplo de cómo actúa esta moral se puede ver, recuperando un tema tratado al inicio de este capítulo, cuando a un atleta se le sanciona por consumo de cannanbis, suceso que ocurre con relativa frecuencia. En principio, tomar esta sustancia no sólo no mejora el rendimiento del deportista sino que, posiblemente le sea perjudicial. Sin embargo, al verse como un vicio recibe el castigo que se merece un producto dopante. No es entendible esta postura a no ser que su consumo sirva para el enmascaramiento de algún otro tipo de medicación.
            -conclusiones
            Tres son, por tanto, los problemas impuestos por la condición humana a cualquier planteamiento de organización social: el recelo mutuo entre los seres humanos, la necesidad de cooperación y el temor a las manifestaciones más brutales de nuestra naturaleza. Como es lógico, todos ellos funcionan al unísono y van imbricados entre sí.
            Estos tres planos interactúan entre sí porque todos tienen el mismo origen, las características de la condición humana, al mismo tiempo que todos conducen a una necesidad insoslayable, la de establecer algún tipo de reglas que permitan la vida en común de los seres humanos. La comprensión de este proceso resulta básico: a partir de unos condicionantes de tipo interno se generan unos principios básicos cara a organizar cualquier tipo de convivencia.
            Tales principios giran en torno a nociones abstractas como libertad con respecto al plano primero, igualdad en el segundo y seguridad en el tercero. Teóricamente tales ideas aseguran que cualquier sociedad que se organice teniéndolas en cuenta cuente con unas bases sólidas de justicia. Sin embargo, estas nociones tienen una difícil concreción, quedando las más de las veces en un referente hacia el que aspiran las distintas sociedades y, sobre todo, los miembros que las componen. Pese a ello, siempre suponen la guía que informa cualquier marco legal de un país avanzado.
            El sistema democrático es el predominante en todos los estados desarrollados en la actualidad y, por tanto, el más válido en el momento actual porque presupone que detrás de toda la actividad de los poderes ejecutivo y legislativo hay un refrendo popular, existiendo un control suplementario por parte de otros poderes como el judicial o los medios de comunicación. Todo lo que se va a contar en los capítulos inmediatos se aplica fundamentalmente a este modelo de organización social. No obstante, más que entrar en su descripción, se tratarán los posibles motivos que justifican un descontento de una parte de la población por su escasa representatividad real.
            Por tanto, en las páginas siguientes se analizarán las causas que llevan a que los principios básicos citados con anterioridad de libertad, igualdad y seguridad queden en muchas ocasiones soterrados por la propia dinámica de la sociedad y, en consecuencia, su aplicación pueda ser cuestionada con razón por parte de sus miembros. La propia debilidad de estas ideas está en la base ya que el citado miedo consustancial del ser humano reclama pruebas claras que le garanticen la mayor inmunidad posible y le liberen del temor constante a ser engañado por sus semejantes. Las tensiones originales debidas a la condición humana operan así de un modo constante y sólo pueden ser mitigadas con evidencias de un orden superior. A su análisis se dedica el siguiente capítulo.


             
CAPÍTULO SEGUNDO: FUNDAMENTOS PARA LA ORGANIZACIÓN SOCIAL

            La existencia de la sociedad siempre ha sido una característica relacionada con la historia del hombre tanto por sus innegables aspectos prácticos como, por seguir la línea de pensamiento predominante en estas páginas, porque da cobijo al ser humano y le permite la realización de muchos de sus sueños, permitiéndole mantener la ilusión de que puede proyectarse por encima de su condición. Por otro lado, responde al deseo por parte de las personas pacíficas de protegerse de la arbitrariedad de los actos de otros seres humanos más violentos.  
Hay una exigencia básica que se imponen mutuamente las personas con el objeto de crear una sociedad, que es la necesidad de encontrar una vía de organización aceptada por los miembros que la componen. Este requisito obliga a dar pruebas de que todo el mundo que participa en ella es capaz de hacer una dejación de sus intereses en beneficio del colectivo. Cualquier modelo de sociedad tiene que tener en cuenta esta obligación ya que es consecuencia tanto de la aceptación tácita por el ser humano de la desconfianza hacia el resto de las personas como de la imposibilidad de enfrentarse en solitario con éxito a los obstáculos impuestos por la realidad.
            Respondiendo a este fin, son varios los elementos que aseguran una cohesión profunda entre los miembros que componen una sociedad. Éstos se basan en lo fundamental en varias ideas, especialmente las de amor, imagen y saber, que serán tratadas a continuación, analizando tanto sus aspectos positivos como, sobremanera, los negativos.
           

-la idea de amor
            La importancia que tiene la noción de amor como manera de garantizar vínculos estables entre diferentes seres humanos es muy importante. Ya sea a través de una relación directa con otra persona o de la comunión con una entidad más abstracta –del tipo de la nación por ejemplo-, el amor supone una capacidad de renuncia propia que espera ser correspondida por la otra parte. Una definición de amor es difícil de lograr pero quizá la más adecuada se base en la capacidad por parte de la persona de dar pruebas constantes del olvido de sus egoísmos particulares ya que éste es el argumento más eficaz que lleva al ser humano a creer que no es objeto de engaño por sus semejantes. En este sentido, otras proyecciones de esta idea de amor se vinculan a los lazos de gratitud y a la capacidad para el sacrificio.
            Sólo en base a esta idea, se puede entender que un país como Alemania Federal haya decidido, tras la caída del Muro de Berlín, integrar a la Alemania Democrática, un estado mucho más pobre. La convicción de su pertenencia al mismo pueblo y el convencimiento de que, si ocurriera al contrario, la reacción de los alemanes orientales sería la misma, explican esta generosidad de los habitantes de Alemania Federal porque, por otro lado, la operación es ruinosa para ésta[11].
            El punto más negativo de este concepto aparentemente tan sólido se basa en que exige a todos los miembros de la sociedad una prestación mutua equivalente para asegurar que no haya engaño por parte de nadie; por tanto, no se tienen en cuenta las posibilidades respectivas de cada persona a la hora de comprometerse. De hecho, si hay relaciones de desigualdad de partida, un elemento como amor no hace más que asentarlas firmemente ya que determinadas personas se verán obligadas a renunciar proporcionalmente a más cosas que otras. Dicho de otra forma, el amor es un sentimiento de tipo moral que se considera algo tan elevado que, en vez de ser un complemento a los principios basados en una búsqueda de justicia social, los sustituye.
            Un buen ejemplo de lo que se quiere decir ocurrió al inicio de la Primera Guerra Mundial. Los partidos socialistas europeos, integrados en la II Internacional, habían acordado en un congreso de esta organización[12], no apoyar a sus gobiernos si éstos decidían ir a la guerra. Al final, cuando se inició el conflicto, cada partido socialista nacional apoyó a su país sin reservas, olvidando cualquier otro tipo de ideal. Se primó, en consecuencia, por parte de los dirigentes políticos de estos partidos mostrar su apoyo sin reservas al resto de los miembros de su nación, con los que les unían lazos de amor a la patria, que mantener los vínculos con el resto de las organizaciones obreras a nivel internacional, con las que sólo les unían aspiraciones de justicia[13].
            Incidiendo en esta cuestión, existen dos noticias en los Telediarios por las que suele salir reflejada Argentina. Una de ellas es la crisis económica constante en la que vive, que perjudica el nivel de vida del pueblo argentino, mientras que la otra es la pasión de los argentinos por sus futbolistas y, en particular, por su selección nacional. Son contradictorias entre sí porque resulta difícil de asimilar este sentimiento tan profundo de los aficionados argentinos hacia uno de los símbolos emblemáticos de su país cuando este último deja mucho que desear en cuanto a justicia social. Es un caso análogo, volviendo a un episodio histórico, a la lucha del pueblo español contra los franceses en la Guerra de la Independencia, ya que no parece haber una justificación social al hecho de que las clases bajas españolas arriesgaran su vida por Fernando VII.
Otro tipo de ejemplo que también sirve para diferenciar las nociones de amor y justicia se relaciona con el fenómeno de la baja natalidad propio de las sociedades más desarrolladas actuales. Frente a las generaciones anteriores, acostumbradas a las mayores renuncias personales para sacar adelante una familia, los padres modernos valoran ante todo el tener un horizonte económico despejado antes de arriesgarse a tener un hijo ya que quieren tratar de asegurar un buen nivel de vida para éste. Aunque esta postura parece tener su lógica, los periódicos reproches al acomodamiento de la juventud por parte de diferentes órganos oficiales – en este sentido fueron frecuentes los toques de atención de Ana Botella, esposa del anterior presidente del gobierno español- demuestran su fragilidad mientras se mantenga latente el influjo de la noción de amor y su exigencia de sacrificio.
Aunque trágico, quizá el mejor elemento que ilustra como los diferentes grupos humanos se cohesionan en torno a la idea de amor es el terrorismo contemporáneo. Éste se caracteriza por su carácter indiscriminado, ya que a los terroristas no les importa dañar a los miembros inferiores del grupo humano al que se enfrentan aunque no tengan ninguna parte en la toma de decisiones que afectan a la lucha reivindicativa de la banda terrorista en cuestión. Ésta considera enemigo por igual a cualquier persona perteneciente al grupo al que se enfrenta porque conoce que, aquella, teniendo que tomar partido entre una causa justa y la secundación de la posición adoptada por su grupo, optará habitualmente por esta segunda opción al ofrecerle mayor seguridad vital. De este modo, la forma en que el terrorismo afecta sobre todo a población humilde demuestra como no existe ningún tipo de solidaridad entre los estratos bajos de diferentes sociedades, que funcionan como compartimentos estancos.
Completando el párrafo anterior y ya que éste trataba de terrorismo, se puede poner un buen ejemplo de esta toma de postura ciega a favor del grupo con un caso ocurrido en el País Vasco. Con motivo del asesinato de un concejal socialista del ayuntamiento de Lasarte, se hizo una semblanza por los medios de comunicación de una de las ediles de Herri Batasuna que no condenó tal asesinato. Esta mujer, muy joven, se dedicaba a ejercer de payaso, lo que lleva a pensar que, fuera del estricto terreno de la política, no es mala persona. Sin embargo, como sus propios gestos demuestran, fue capaz de aprobar implícitamente un asesinato.
-la idea de imagen
            El concepto de imagen se identifica, por su parte, con una corrección en la apariencia y las conductas habituales del ser humano. Para conseguir este estado normalmente es necesaria una educación de la persona que modifique su manera de obrar más espontánea, haciendo que acepte unas reglas de comportamiento. Generalmente se traduce en cuidar el gesto y las expresiones así como, dentro de lo posible, los actos. Se trata de una domesticación de la persona, hasta cierto punto indispensable para facilitar la convivencia de los seres humanos en sociedad. Se trata de ejercer, en apariencia, un control sobre la parte animal del ser humano.
El problema de esta idea de imagen viene de que los juicios de valor sobre la persona casi siempre se basan en el examen de sus actitudes públicas. Esta circunstancia lleva a establecer categorías entre las personas lo que a su vez conduce a que, en demasiadas ocasiones, la sensibilidad de un ser humano hacia otro se base más en criterios de tipo estético que ético. O, invirtiendo los términos de razonamiento, funciona un prejuicio en que se considera mejores y más fiables a aquellas personas que son capaces de mostrar un aspecto y unas formas agradables sin tener en cuenta el análisis de sus actuaciones.  Aunque la comparación es en parte incorrecta, la aplicación de esta idea de imagen hace entender el atractivo de muchos protagonistas de películas cuyo argumento está basado en las actividades de la mafia. Tales personajes, pese a su faceta criminal, siempre guardan unos modales correctísimos[14].
Como muestra de lo que se quiere expresar, hay que pensar en la obligación que todas las empresas imponen a sus comerciales de ir de traje y corbata aunque a la vez, en una mayoría de ocasiones, les impongan tácticas agresivas de venta. Si, por poner un caso de una práctica muy frecuente hoy día, un banco cualesquiera manda a un cliente una tarjeta de crédito que éste no ha pedido, si el afectado va a reclamar se encontrará con un empleado entrajetado y correcto que insistirá en que acepte la tarjeta de crédito que no desea. El cliente tendrá que contener su enfado por esta situación si no quiere pasar por una persona maleducada.
Una derivación de la idea de imagen es la convicción humana de que la extensión de una educación apropiada a todos los miembros de una sociedad traerá mayor felicidad a ésta. Esta creencia viene motivada porque el aprendizaje de las normas sociales se considera la manera en que las personas alcanzan a percibir la presencia de otros seres humanos y, por tanto, a reconocer los límites entre sus mutuas esferas de interés. El espíritu de determinados momentos del año, como la Navidad, en que parece de poco gusto estar de mal humor o enfadado con el resto de personas tiene su base en esta forma de ver las cosas, que considera a la educación la herramienta básica para conseguir una reciprocidad en los comportamientos amables entre los hombres. 
El peso de la idea de imagen está basado sobremanera en una asociación que se establece, en un plano superficial, entre la consideración animal de la persona y los actos de fuerza. Cualquier ser o entidad que quiera ser valorado en sociedad tiene que mostrar en su comportamiento un respeto acusado por las normas sociales. Sólo en casos muy graves se ve lícito un uso de la fuerza por parte de la persona y por motivos meramente defensivos. Es solamente el estado en quien reside la potestad de castigar, a veces con severidad, la ruptura de las reglas de juego sociales, especialmente la infracción de las leyes.
La consecuencia de esta mentalidad es la siguiente: la mejora de las condiciones de vida de las clases más humildes de la sociedad siempre pasó por la protesta y la reclamación ante las ventajas adquiridas por las más privilegiadas (que tienen más posibilidades de influir en la elaboración de las leyes). Si se establecen modelos de conducta en los que las quejas normales generadas por una situación de injusticia son catalogadas como actitudes incívicas se está negando el derecho básico y natural de la mayoría de la gente a reivindicar una mayor atención y respeto hacia ella en sus dificultades. Tal estado de cosas supone un freno a la hora de expresar sus quejas por numerosas personas, sobre todo cuando sufren abusos sólo a título individual. Por otra parte, y aunque es una obviedad decirlo, al ser la imagen un tipo de valoración en gran medida estético, la apariencia de los pobres actúa en su contra ya que generalmente es menos agradable a la vista que la de los ricos.
Del equilibrio necesario entre la idea de imagen y el derecho a una protesta efectiva es un buen referente las tácticas de resistencia preconizadas por Gandhi en la India contra el gobierno de la Gran Bretaña. A pesar de vivir en un país ocupado, sólo mostrando una actitud de protesta completamente pacífica tuvieron los indios manera de mostrar la injusticia de su estado. Gandhi comprendió, por tanto, que, aunque posiblemente justa, una vía violenta de resistencia podría llegar a ser contraproducente al provocar que la razón moral pasara al campo inglés.
La política de algunas grandes empresas de subcontratar las labores más peligrosas y donde mayores riesgos de accidente puede haber para los obreros, entra dentro de otro equilibrio derivado de la idea de imagen. Estas empresas, si quieren mantener su buen nombre, importante en un mundo como el actual en que la opinión pública es importante, no pueden verse salpicadas de sospechas de falta de preocupación por la salud de sus obreros; al mismo tiempo, un gran número de medidas de seguridad puede suponer un excesivo gasto. Derivando la responsabilidad a otra empresa se consigue sortear este escollo y, de paso, se evitan todo tipo de dificultades legales.
De hasta que punto la idea de imagen puede influir en la concepción de una sociedad, existe un buen ejemplo con los sucesos ocurridos en la ciudad sueca de
Gotemburgo con motivo de la represión de una manifestación antiglobalización. Es de suponer que los suecos llegaron a pensar que habían creado la sociedad perfecta, donde la violencia no tiene cabida y todos los conflictos se resuelven de manera pacífica, ya que sus fuerzas de seguridad no contaban casi con material antidisturbios. El absurdo de esta situación provocó que la policía sueca tuviera que reprimir la manifestación citada a balazos, con el resultado de varios heridos de gravedad.
Las grandes construcciones mentales sobre los mejores modelos de organización de la sociedad, aunque se inspiran fundamentalmente en la idea de saber que se analiza a continuación, también beben de este concepto de imagen. Todas estas elucubraciones tienen siempre un trasfondo de relaciones armónicas entre los miembros de una sociedad. En el liberalismo se da una perfecta sintonía entre el interés individual y el colectivo; en el feudalismo existía una total integración entre los diferentes órdenes feudales -nobles, religiosos y campesinos- con un reparto de papeles teóricamente al gusto de todos ellos; en la mentalidad ilustrada del siglo XVIII eran las clases dirigentes las que tenían que dirigir el progreso de la sociedad para alcanzar la felicidad material del resto de sus miembros, los cuales debían aceptar el papel rector de las primeras por su propia conveniencia. Incluso en aquellas ideologías más a la izquierda, aunque parten de una situación de confrontación, se llega a un estado ideal de sociedad: la superación de la lucha de clases en el marxismo o la visión ingenua de parte del anarquismo, en que basta con la desaparición del estado opresor para que la sociedad se convierta en un oasis de paz y ayuda mutua[15].
Esta idea de imagen impregna, muchas veces de modo inconsciente, toda reflexión sobre la sociedad, de modo que muchas veces se confunden la visión de cómo debería ser ésta y de cómo es en realidad. Me acuerdo de que a los pocos días de ver la película Una mente maravillosa, interpretada por Russell Crowe sobre la vida del científico John Nash, leí en el periódico un informe del Instituto Asturcantábrico para niños superdotados, en que exponía que una de las características de estas personas tan inteligentes es su gran sociabilidad y sus actitudes solidarias. Este informe no dejó de causarme una gran sorpresa porque la citada película retrataba a una persona extraordinariamente inteligente pero que más bien manifestaba un desdén por el resto de la gente. Aparte, al parecer la película había suavizado mucho el perfil real de este personaje, ególatra y bastante arrogante. 
-la idea de saber
En cuanto a la tercera idea, la de saber, se basa en la necesidad del hombre de contar con un sistema de explicación de la realidad que le dé seguridad. La persona busca siempre tener el máximo número de certezas sobre el mundo que le rodea, de manera que crea que gracias a su inteligencia siempre va a encontrar la forma de salvar  o tener bajo control los obstáculos que la realidad le impondrá a lo largo de su existencia. Aparte de las cuestiones de índole práctico, esta necesidad de conocimiento responde en gran medida al deseo de anular el miedo consustancial a su condición por lo que no tiene porque ser siempre una explicación de índole racional.
Del modo en que opera el saber sobre la mente humana un buen ejemplo ocurrió el verano del año 2004 con motivo de las fiestas de San Fermín en Pamplona. Uno de los corredores más populares de los encierros, Julen Medina, recibió cinco cornadas en el transcurso de uno de ellos. Este personaje era relativamente común que saliera en los reportajes televisivos que se hacen sobre esta peculiar fiesta navarra, dando indicaciones de cómo evitar el riesgo en estos encierros y señalando quienes solían ser los causantes, extranjeros por lo general, de provocar el peligro. A la hora de la verdad, como se vio en su caso, el toro no distinguió entre corredores inexpertos y expertos. Sin embargo, estos últimos seguirán convencidos de que ellos mismos son poco menos que invulnerables por su conocimiento del festejo.
En el plano social, el saber debe facilitar el conjunto de conocimientos más provechosos tanto para la protección del individuo como para el desarrollo de la comunidad. Cumple de este modo dos funciones: la primera, dar a la persona una confianza ficticia de que tiene un dominio sobre las circunstancias que operan a su alrededor y, por tanto, está a salvo de posibles amenazas y engaños. La segunda, integrarla del todo en la sociedad, al compartir la visión del mundo de sus conciudadanos.
Generalmente, al menos en los tiempos modernos, el saber humano es entendido desde un punto de vista lógico, como una manera de sacarle el máximo partido a la naturaleza ya que así se demuestra el dominio sobre ella. Es la fascinación por la ciencia y la técnica del hombre moderno, que se ha salido de sus campos de aplicación habituales y se ha trasladado a todos los ámbitos de la vida[16]. En épocas pasadas, el mito o la verdad relevada de muchas religiones también servían de explicación válida para liberar al hombre de muchos de sus temores (sólo hay que recordar el carácter sagrado de las vacas en un país como la India para captar las diferencias entre el saber propio del mundo occidental y el anclado en tradiciones religiosas[17]).
Los aspectos relacionados con esta idea que más rechazo pueden causar derivan de que el saber tiene un carácter empírico por lo que, de modo inevitable, acepta un principio de fuerza. A la persona le da más confianza en sí misma poder anticipar el resultado o las consecuencias de una acción que valorar el carácter justo o injusto de tal acción. De una manera inconsciente, basta con que se la de una explicación de cualquier tema para que en su interior se disipen las dudas sobre los efectos que pueda traer para otros seres humanos[18].
            Casos de este mal empleo del saber son numerosos; volviendo a un asunto tratado en la introducción de este texto, basta con repasar el concepto de parado desde el punto de vista de la economía moderna. Al parecer no está al paro quien no trabaja sino aquel que no busca trabajo activamente, con lo que ya de mano se niega una realidad evidente. A partir de aquí, existe un campo de interpretación grande para evaluar quien está parado y quien no, valiéndose de ello los responsables de combatir este mal para cuadrar las cifras a favor de sus intereses, hasta el punto de que cuando se dan los datos estadísticos desde los distintos gobiernos parece como si este mal estuviera a punto de desaparecer de un país como España.
            Por poner otro ejemplo aún más grave, ocurrido con motivo de una guerra disputada hace pocos años, una de las decisiones adoptadas por la OTAN en el curso de su intervención contra Yugoeslavia por la cuestión de Kosovo, fue la cortar el agua y la luz a la población civil yugoeslava así como la destrucción de las infraestructuras sanitarias. La justificación estaba en algo así como que servía para minar la moral de resistencia del enemigo, frase a la que se le puede llegar a encontrar sentido pero que oculta una brutalidad -innecesaria a causa de lo que pareció una clara superioridad militar visto el desenlace de este conflicto- de la que nadie pareció hacerse eco pese a que se repitió hasta la saciedad por todas las televisiones y radios. En la familia de quien escribe, que tuvo durante muchos años a su cuidado a un pariente cercano inválido, que necesitaba atenciones constantes, un hecho similar hubiera sido equivalente a una condena a muerte para esta persona[19].
            Con respecto al sentido racional del saber contemporáneo, heredero del pensamiento de la Ilustración decimonónica, hay que decir que se aprecia en aspectos tales como la tendencia a la especialización de todo tipo de actividad en una búsqueda de la máxima productividad. El resultado es una selección de la realidad en que sólo se admiten a aquellos seres o cosas que tienen una virtud utilitaria evidente[20]. Una consecuencia inmediata de esta concepción racional es que ayuda a una mecanización de la visión de la persona. Ésta es analizada desde la perspectiva del rendimiento que puede llegar a alcanzar en una determinada actividad, partiendo de unas condiciones ideales y comparándola con aquellos seres humanos mejores en tal función. Existe, por tanto, un proceso de deshumanización que se ha convertido en una de las características de las sociedades modernas[21].
            De esta deshumanización voy a citar dos exponentes. El primero tiene que ver con la discriminación que sufre la mujer a la hora de ser contratada para trabajar debido a los costes que supone para el empresario su maternidad. La segunda se refiere a las periódicas investigaciones de especialistas médicos que demuestran, frente a la creencia de la gente normal, que es mucho más sano dormir cinco horas al día que ocho. Todavía leí recientemente un artículo de Ramón Sánchez Ocaña con esta argumentación, que no tiene en cuenta que dormir es tanto una forma de descansar como un placer.
El uso frecuente de modelos teóricos en el campo de la economía es otra manifestación de la concepción actual del saber: uno destacado fue, tras la Segunda Guerra Mundial, el de Walt Rostow, que describía las fases por las que todos los países iban a pasar en su camino a la industrialización. La falsedad evidente de tal modelo en su aplicación a la realidad –cincuenta años después de su publicación muchos países siguen sin contar con una base industrial- sirve para indicar como el cientificismo actual adolece en muchas ocasiones de una falta de sentido común.
Confirmando este aspecto, se deben mencionar algunos de los trabajos que, cada cierto tiempo, publican universidades americanas como aquel estudio en que se llegaba a la conclusión de que los primogénitos son más intelectuales que el resto de los hijos, o aquel otro en que se afirmaba que uno de cada doscientos hombres actuales procede de Gengis Khan. También estadísticas tales como aquellas en que se indica la población que va a tener el planeta dentro de cincuenta años así lo prueban porque es imposible predecir cómo va a evolucionar la demografía mundial en tan largo periodo[22]. Estas series de datos indican sin más la necesidad humana de controlar todas las cosas aunque sea reduciendo su complejidad a una explicación cualesquiera. El predicamento que la llamada pseudociencia – por ejemplo, la creencia en que las pirámides de Egipto son obra de extraterrestres o la de que Colón se dirigió a América porque conocía su existencia a través de un predescubrimiento- tiene entre muchas personas avala esta tesis.
Para dar fin a este capítulo, aunque posiblemente sea la idea de amor la que más fuertemente cohesiona a las sociedades, la idea de saber, al afectar directamente al miedo intrínseco al ser humano, a veces llega a soslayar a la de amor. Es el caso de muchas de las guerras civiles dentro de un país, ya que suelen responder a conflictos basados en concepciones absolutas de la realidad, en las que la persona encuentra la explicación del mundo que le rodea. Así se entienden las guerras de religión en la Francia del siglo XVI o en la Alemania del siglo XVII o, por volver a un ejemplo anterior, la división de este último país a lo largo de gran parte del siglo XX debido a la fuerza de una ideología tan dominante como era el comunismo[23].
Generalmente, estas tres ideas se refuerzan entre sí. Compartir las creencias o las concepciones vitales básicas del resto del colectivo con el que se identifica a través de la idea de amor es importante para el ser humano ya que le da una mayor seguridad en sí mismo y hace que se sienta más protegido. Por otro lado, existe una concepción integral de la persona que lleva a creer que la corrección en sus actitudes es un producto de su capacidad para transformarse a través de la reflexión interior y, de este modo, espiritualizar sus inquietudes, cultivando actividades de corte intelectual, las que tienen que ver con la idea de saber[24]. Por supuesto, esta espiritualización, como renuncia presunta a los apetitos más carnales, también en muchas ocasiones se vincula a la idea de amor ya que ésta exige siempre un grado de desprendimiento y fidelidad.
En resumen, con los defectos ya citados, a los que se volverá a citar con posterioridad, la importancia de estas ideas es que son aceptadas por la inmensa mayoría de miembros de la sociedad como las idóneas para establecer cauces de relación entre los seres humanos. Por otra parte, suponen tanto una disciplina de la persona, necesaria para aceptar cualquier ordenamiento social, como favorecen su capacidad para pensar a escala del grupo, saliendo de los esquemas puramente individuales. Se da, en consecuencia, una nueva situación a partir de la cual se reformulan todas las relaciones humanas. Cada persona debe tratar de buscar un sitio en la sociedad aceptando estos conceptos de amor, imagen y saber, ya que aparentemente sin ellos la convivencia sería imposible porque los seres humanos estarían dentro de un estado de guerra perpetuo al no existir freno a su subjetivismo.


CAPÍTULO TERCERO: BASES DEFINITORIAS DE LA POSICIÓN SOCIAL RESPECTIVA DE LAS PERSONAS

-consecuencias de la integración en sociedad
Como se ha visto al final del capítulo anterior las ideas de imagen, saber y amor sirven a un propósito básico en cualquier sociedad: la aceptación de un orden[25]. Este aspecto es tan importante que basta recordar como el principio hereditario fue el que guió durante muchos siglos la sucesión en la cúspide del gobierno de los países occidentales, pese a que podía suponer que el máximo dirigente fuera un incapaz como pasó en España con Carlos II o con Carlos IV. Al principio de orden se subordinaban, en consecuencia, cualquier otro tipo de consideraciones.
Estas ideas son así parte imprescindible para imponer un sistema de valores que afecta a todo el mundo y cuyo respeto se sienta como una obligación por el conjunto de la sociedad. Gracias a estas ideas los problemas del ser humano empiezan a verse dentro de un marco más amplio, en el que la consecución de su felicidad se considera dependiente de la prosperidad del grupo en el que se integra[26]. Por lo tanto, se produce un deslizamiento imperceptible de la escala de los problemas que, de estar a nivel del individuo, pasan a estar a nivel de grupo. Se empiezan, por tanto, a dar las condiciones para una pérdida de las garantías individuales.
En efecto, la persona corriente empieza a tener únicamente percepción hacia los asuntos ajenos cuando éstos son, o muy dramáticos, o, lo que nos interesa en este caso,  tienen una relevancia colectiva. Hace pocos años las poderosas empresas eléctricas españolas tuvieron que adecuarse a una nueva normativa medioambiental y, por ello, como obligaba a fuertes costes recibieron una elevada indemnización del gobierno. En contraste, cuando se hace una circunvalación a una población cualquiera, también necesaria para el progreso de una sociedad, al pequeño comercio de la localidad afectada se le crea un fuerte perjuicio porque pierde muchos clientes. Por supuesto, como su volumen de negocio es mucho menor y operan de modo individual, estos autónomos no tienen derecho a reclamar compensaciones.
De esta pérdida de atención a los asuntos individuales sabe muy bien cualquiera que, a su pesar, haya tenido que pasar por una oficina de consumidores. Estas oficinas, que suponen una forma de conciliación prevista para evitar la vía judicial en asuntos de menor entidad, tienen muy poca capacidad de presión para defender los derechos de los reclamantes. Para aumentar su eficacia, quizá una de sus tareas sería reunir a todos aquellos afectados por un mismo problema, como uno que hubo sonado sobre la estafa a quienes se apuntaron en unas academias de inglés de nombre Opening y cuyos servicios, a veces inexistentes, había que pagar a través de un préstamo bancario.
Por otra parte, admitido el principio de orden, se asume tácitamente la existencia de una autoridad que ejerza un arbitraje ante conflictos internos entre los miembros del grupo así como una división de funciones dentro de éste. También, al menos en democracia, la aceptación voluntaria de un orden por los miembros de una sociedad supone que las reglas generales que afectan a ésta tienen que ser fruto de una negociación. De la forma en que se establece la posición respectiva de cada ser humano en el interior del cuerpo social se tratará a continuación.
De nuevo, para una mejor comprensión, se va a proceder a una simplificación, dejando en tres, como es lo usual a lo largo de los capítulos anteriores, las líneas de análisis. Cualquier marco organizativo de una sociedad debe tener en cuenta las aspiraciones ideales de los individuos que las componen, basadas en las nociones ya vistas de libertad, igualdad y seguridad. Estas tres aspiraciones tienen que integrarse con los principios puramente sociales de imagen, amor y saber. Aparte, como principio lógico básico para su buen funcionamiento, dentro del racionalismo contemporáneo, se considera que lo más beneficioso para cualquier sociedad es que al cargo de cada una de los diferentes cometidos a los que ésta debe hacer frente estén aquellas personas más capacitadas.
Hay tres tipos de méritos a través de los cuales las personas consiguen un status dentro de la sociedad: políticos, laborales y económicos. Los méritos de tipo político tienen su lógica en que alguien se debe hacer cargo de la coordinación de los esfuerzos de todos los miembros que componen una sociedad. Sin pretender hacer ningún juicio crítico de la manera en que cada sociedad ha resuelto este tipo de cuestiones prácticas,  se va a trazar sólo unos breves apuntes de las cualidades que exigen sus conciudadanos a la persona que se dedica a la política.
-méritos políticos
Dos son las virtudes principales que deben adornar a un dirigente. En primer lugar su capacidad para conquistar la confianza de la gente corriente basándose en la repetición constante de sus buenos propósitos y de su falta de interés personal en beneficiarse del cargo. Se persigue con ello partir de una base en que la verdad sea el principio de actuación que guía las relaciones entre gobernados y gobernantes, de modo que los primeros puedan creer que la jerarquización necesaria entre unos y otros no suponga una ruptura de los lazos de lealtad mutua.
También, dentro de este primer apartado, se incluye la necesidad que tiene el político en el poder de mostrar que mantiene siempre un control de las situaciones a las que debe hacer frente. Su honestidad debe estar acompañada de una capacidad de sintetizar todo tipo de cuestiones, de manera que aparentemente mantenga una visión de conjunto en que se no se le escape ninguna necesidad de sus gobernados. Se entienden así determinados reconocimientos por su parte de problemas sociales, aunque aparentemente indiquen una gestión ineficaz. Es el caso, por ejemplo, que se dio cuando el gobierno asturiano reconoció que sólo se regeneraban el 60% de los empleos destruidos por la crisis de la minería. Aparte de que el dato en sí pueda ser más o menos discutible, mediante esta asunción este gobierno autonómico de nuevo se hace dueño de la situación ante la opinión pública.
Un episodio histórico que demuestra la importancia que tiene para el político esta capacidad de inspirar confianza son las tremendas críticas que recibió Indalecio Prieto, cuando era ministro de economía de la II República en el año 1932 y reconoció que no tenía soluciones para los males económicos del estado español en ese momento. Otro episodio histórico que se puede aducir sobre esta cuestión, algo más grotesco y reciente, son las declaraciones que hacía el ministro iraquí de defensa, Sultan Hachem Ahmed, hasta el día antes de caer Bagdad en manos norteamericanas de que esta ciudad sería un nuevo Stalingrado para las tropas invasoras, cuando posteriormente no hubo ninguna resistencia.
En segundo lugar, y posiblemente más importante para la valoración de un político, es su valentía en afrontar determinados problemas que afectan al conjunto de la sociedad, sobre todo cuando está por el medio un choque con otras sociedades o con elementos que intentan alterar el orden de la sociedad. Es la actitud de firmeza a que están obligados en estos últimos años los dirigentes de los países occidentales ante la amenaza terrorista. En principio, esta capacidad de arriesgarse del político es en beneficio de todos los miembros de la sociedad. En una democracia, los méritos de este tipo para la dirección de la sociedad se adquieren por medio de una confrontación política previa entre aspirantes al gobierno.           
            La explicación de la valoración de un político como alguien capaz de dar la cara en representación de la sociedad deriva de que, al pensar al nivel de grupo, la lucha larvada entre individuos se reproduce a otra escala superior. Dicho de otra forma, las guerras entre grupos humanos diferenciados se deben al deseo del individuo de aprovecharse de la fuerza que le da el número o su identificación con un colectivo para dejar en posición subordinada a los seres humanos que pertenecen al otro grupo. Un buen dirigente de la sociedad es, por consiguiente, aquel que es capaz de conseguir que aquella a la que pertenece refuerce constantemente su posición frente a las demás[27]. Por tanto, a este tipo de personas se les da una precedencia[28] y se les ceden muchos de los recursos con los que cuenta una sociedad para que puedan desarrollar su labor de mejorarla y defenderla.
            Esta gestión de gran parte de la riqueza de una sociedad conlleva que las clases directoras posean una discrecionalidad bastante importante en su manejo. Así que, como consecuencia de sus cargos, su influencia personal se acrecienta enormemente. La posibilidad que tienen de favorecer o frenar el desarrollo de un individuo o de un conjunto de ellos condiciona que alrededor de ellos se establezcan relaciones de gratitud por parte de aquellos a quienes ayudan y, con ello, se puedan silenciar posibles voces críticas[29].
            Un ejemplo claro de cómo funciona la idea de gratitud se dio en la capital de Asturias, Oviedo. Ante la crisis económica del principal equipo de fútbol de la ciudad, el Real Oviedo, en estado de bancarrota, el alcalde trató de liquidar a este equipo e impulsar uno nuevo. Para ello utilizó un pequeño equipo local, el Astur, al que dio un importante respaldo económico, obligándole a cambiar su nombre por el de Oviedo ACF. A este proyecto se sumaron, por mediación del alcalde, significadas figuras del fútbol ovetense. Al final fue un fracaso porque el Real Oviedo no desapareció al mantener el apoyo de la afición y el alcalde volvió a respaldar a este equipo. Para ello, por supuesto, tuvo que renegar de una serie de personas, como el presidente del Astur, a quien dejó en posición desairada al denegarle ayuda económica para la siguiente  temporada. Por supuesto, este señor, Mario Rodríguez del Amo, tiene que callar porque, pese a que contaba con que el compromiso del alcalde con su equipo era firme y estaba previsto para muchos años, a la hora de la verdad vivía del favor municipal.
            Esta posibilidad de generar gratitud junto a la percepción de la valoración que tiene para los ciudadanos los avances evidentes en el progreso de una sociedad hace que los políticos sean bastante aficionados a los proyectos de carácter faraónico. Sólo así se entiende, por ejemplo, la hipoteca que la carrera espacial significó para las dos superpotencias en la época de la guerra fría, especialmente para la Unión Soviética. Los grandes proyectos arquitectónicos, los ambiciosos planes de carreteras o comunicaciones, las inversiones de empresas multinacionales, la creación de Parques Temáticos, la celebración de unas olimpiadas o la instalación de universidades suelen entrar también en este capítulo. Como por su propia magnitud algunas de estas propuestas son irrealizables, se llega al punto de que una de las funciones del político parece en muchas ocasiones más plantear y pensar soluciones a los males sociales que asumir responsabilidades sobre ellos[30].  No puedo olvidar, ya que mi familia tuvo muchos años a su cargo a una persona mayor impedida sin recibir ningún tipo de prestación económica por parte del estado, un discurso de Aznar en que, con motivo de la II Asamblea Mundial sobre el envejecimiento organizada por la ONU, animaba a los gobiernos a que ayudaran a las familias con ancianos.
            El manejo de los recursos públicos da a la clase dirigente un arma formidable para asentar su posición social, de ahí la habitual conversión de los profesionales de la política en una casta cerrada. Se combina, además, el uso citado del sentimiento de gratitud con la posibilidad por parte de esta gente de acudir a represalias de algún tipo contra otros miembros de la sociedad a causa del poder que atesoran. En democracia, esta posibilidad queda mitigada por la independencia del poder judicial y la existencia de medios de comunicación libres pero aún existen muchos derechos poco desarrollados, como los laborales o el de información, que mantienen la vulnerabilidad del ciudadano corriente ante los actos de gobernante.
            Esta indefensión del ciudadano queda patente a poco que se citen algunos casos. Quien escribe estas líneas vive en una comarca minera, actividad económica que está en regresión. Para paliar la crisis de estas zonas deprimidas llegan a ellas ayudas procedentes de la Unión Europea. Uno de estos programas de ayuda son las llamadas becas mineras. En éstas se concede un auxilio económico a los jóvenes de estas regiones mineras para que mejoren su formación y puedan encontrar empleo en otro sector productivo. Pues bien, el primer año que se concedían este tipo de becas no se le dio casi publicidad, mientras que los años siguientes la concesión de la beca estaba vinculada en gran parte a haber recibido ya la misma el año anterior. La trampa es evidente y, como es lógico, benefició a quienes gestionaban estas ayudas, en este caso los sindicatos mineros.
            Otra prueba de cómo la falta de información debilita la posibilidad de que las personas corrientes puedan hacer uso de sus derechos se basa en la falta de rigor aparente que hay en los gastos del estado. Cuando hubo un desastre en España relacionado con  una marea negra, la ocasionada por un petrolero llamado Prestige en las costas gallegas, para paliar el descontento de los afectados de repente apareció una cantidad de dinero público enorme por parte del gobierno o, al menos, eso anunció éste. Indudablemente, este dinero se tuvo que haber retrotraído de otras partidas o gastos ya comprometidos y lo lógico sería haber dado alguna explicación detallada al respecto porque, posiblemente, haya habido gente perjudicada por esta decisión.
            -méritos laborales
            Con respecto a la segunda clase de méritos, los de tipo laboral, responden a los pretendidos por una mayoría de la población que nunca va a destacar más que en tareas que el resto de la sociedad no valora excesivamente y nunca singularizando al trabajador, al que siempre se le puede encontrar un sustituto en su función. No quita, con ello, que la labor  que realizan estas personas sea necesaria para la marcha de una sociedad ya que en ellas descarga el peso de la actividad productiva de ésta. Uno de los mejores ejemplos de esto último es cuando ocurre una huelga de basureros, por el impacto que tiene en la sociedad cuando se prolonga en el tiempo.
            La reivindicación de estos colectivos que basan su contribución a la sociedad en su fuerza de trabajo gira en torno a que la importancia de su aportación común sea reconocida a través de ventajas a título personal. Intentan, con ello, conseguir que su bienestar sea una recompensa al esfuerzo que realizan. Sin embargo, estas peticiones suelen chocar con la realidad de que, tomadas una a una, ninguna de estas personas resulta indispensable. Es en este punto donde se ve la gravedad de valorar los problemas de una sociedad fundamentalmente a nivel de grupo.
            Por ello, ante su propia irrelevancia individual, muchas veces esta gente se agrupa en asociaciones que se basan, ante todo, en enaltecer su función. Como la división de trabajo dentro de una sociedad es muy amplia, esta situación va a producir una acusada fragmentación interna de ésta, ya que cada sector laboral pretende un máximo de beneficio a su tarea, única manera en que sus miembros vean que reciben un trato igualitario. Esta necesidad de equiparación constante es la otra cara a la conciencia de su indefensión cuando no son capaces de asociarse, o, incluso consiguiéndolo, no logran alcanzar la suficiente influencia para lograr sus objetivos. Una prueba de esto último es el pretexto para iniciar este texto, la difícil situación de la gente que está al paro o trabaja con muy poca remuneración.
            Son dos los efectos de este estado de cosas, el primero es que en los trabajadores prevalecen demandas de tipo materialista, de reparto de la riqueza que normalmente generan con su trabajo y, por otro, que estas reivindicaciones se agotan en el marco de cada sociedad, e, incluso, afectan muchas veces únicamente al ámbito del sector profesional que plantea el conflicto. No son, de este modo, exigencias de tipo universal, no respondiendo por ello a nociones de justicia, aunque tienen que hacer concesiones a ideales de este tipo ya que los colectivos dependientes del trabajo son la parte más necesitada de garantías de tipo jurídico.
            Otra consecuencia, por tanto, de las reivindicaciones de los colectivos de trabajadores mejor organizados es que complican la vida de los que lo están en menor medida o no lo están, ya que generalmente los primeros consiguen sus ventajas a costa de los últimos. Por ejemplificar este punto, el autor de estas líneas, como ya dijo en la introducción, prepara oposiciones a profesor de enseñanzas medias y ha llegado en una ocasión a aprobar todos los exámenes lo que teóricamente le daría derecho a una plaza de funcionario. Sin embargo, el proceso de selección está muy viciado por las exigencias de los sindicatos que defienden a un colectivo, el de profesores interinos, con bastante capacidad de presión. El resultado es que los derechos laborales que consiguen los sindicatos para estos profesores interinos se producen a costa de privar de derechos a otro colectivo, el de los opositores sin experiencia laboral, de mucha menor fuerza[31].
            Sobre el dato indicado de que, en una gran cantidad de casos, las aspiraciones  de los obreros no suelen tener un carácter universal el mejor ejemplo quizá sea, retrotrayéndose a la época del colonialismo, el de que la mejora de las clases trabajadoras de Europa se produjo a costa de terceros países[32] y no de un reparto de riqueza interno de sus sociedades. De la importancia de este factor da cuenta la  situación inversa que se produjo en los años setenta del siglo XX con la subida de los precios del petróleo, cuando algunos países del Tercer Mundo lograron controlar este recurso y subieron enormemente su nivel de vida.
-méritos económicos
            El tercer tipo de méritos son los de tipo económico que, en ocasiones, se solapan con los de tipo laboral. Su peculiaridad estriba en que  derivan de la común aspiración de toda persona a poder desarrollar al máximo su talento. Para ello, dentro de la sociedad hay que encontrar el equilibrio entre dar las mismas posibilidades de partida a todo el mundo en su carrera por mejorar su situación y aceptar las prerrogativas alcanzadas por quienes ascienden en la estructura social.
Para ello, el procedimiento más justo se fundamenta en dar a cada persona el número suficiente de oportunidades para que pueda demostrar su valía sin que se vea obstaculizada por otros miembros de la sociedad. La competencia consiguiente genera unos procesos a través de los que, debido a la inclinación humana a no quedar en  una posición subordinada[33], únicamente se reconoce el mérito ajeno cuando éste es claramente beneficioso para el grupo, ya sea contribuyendo a aumentar su riqueza global de modo evidente o destacando en alguna actividad particularmente apreciada por todos sus miembros[34]. Parecen a veces difíciles de entender casos como el de Van Gogh, artista despreciado en vida y considerado un genio con posterioridad, o el de Mendel, cuyos trabajos tardaron treinta y cinco años en ser reconocidos.
Paradójicamente esta vigilancia sobre las condiciones para el ascenso social, normalmente queda muy mitigada para un número importante de personas debido a lo que se va a referir a continuación. Lógicamente, el éxito en la vida se aspira a que tenga una traducción en bienes y dinero porque a través de éstos se pueden pagar tanto los servicios presentes como prevenirse para posibles calamidades futuras. Por tanto, el  patrimonio de una persona se convierte en el baremo más visible para juzgar su talento. Este tipo de valoración hace que la estimación de la capacidad humana se haga a posteriori, en función del poder económico alcanzado. En consecuencia, para definir el rango de una persona, en una gran cantidad de casos, tiene más importancia la herencia recibida que cualquier otro factor. La mayoría de las estrategias sociales se orientan al logro de la riqueza porque de ésta se deduce la dignidad y categoría de la persona.
Una de las pruebas más evidentes de lo anterior, sin entrar por el momento en la crítica de aquellas personas que controlan el capital de un país, es la cantidad de ocasiones en que los descendientes de artistas importantes continúan teniendo el éxito de sus progenitores, dentro de la ayuda lógica que los padres prestan a sus hijos. Basta, por citar algunos nombres, con recordar a familias como los Iglesias, los Flores, los Bardem, los Rabal, etc.  Indudablemente, en este caso, no sólo importa la capacidad económica sino la red de relaciones, generalmente de tipo corporativo, que se establecen dentro de cada profesión ya que sus miembros tienden a solidarizarse para defender el status alcanzado.
Completando este punto, se puede citar el funcionamiento de muchos colegios privados de élite. Estudiar en ellos supone por lo general un coste muy elevado y suele haber un proceso de selección de sus alumnos pero es creencia común que son un trampolín para adquirir trabajos casi inalcanzables para quienes provienen de la enseñanza pública, sin que la mayoría de las veces el nivel de esfuerzo sea más elevado. Son famosos en este sentido los llamados Corps franceses, colegios de los que salen la mayoría de los altos funcionarios franceses y también es conocida la manera en que los más importantes cargos del Civil Service, la burocracia ministerial inglesa, proceden de las universidades de Oxford y Cambridge[35]. De un modo similar posiblemente funcionen los centros de enseñanza del Opus Dei en España así como en su momento lo hicieron los Colegios Mayores de las universidades españolas, que estaban controlados por los jesuitas.
Como consecuencia, la teórica igualdad de oportunidades en una gran cantidad de ocasiones queda en nada al considerarse natural dentro del grupo la primacía de unas personas sobre otras, aprovechándose simplemente las primeras de sus mayores recursos de partida para seguir fortaleciendo sus posiciones de privilegio a costa de las demás. Es otra muestra de los efectos negativos que para muchos seres humanos tiene la deriva hacia la subsumisión de los problemas individuales en los colectivos.
Paradójicamente esta diferenciación es plenamente aceptada por amplias capas de la sociedad en las que se produce una identificación con aquellos personajes que tienen un elevado nivel de vida. Es el fenómeno de las estrellas de cine o de la canción, de los futbolistas o de cualquier otro tipo de personas famosas y las consiguientes masas que arrastran. Posiblemente esta mentalidad indique tanto una plena integración en su grupo de estos fans de la celebridad, ya que no cuestionan este estado de cosas, como una clara inseguridad en sí mismos, debida a la causa citada en el capítulo primero del miedo consustancial al ser humano: sólo a través de la participación imaginaria en la vida del famoso la persona corriente alcanza su realización y se abstrae del inevitable choque con la realidad.
Del poder de seducción de determinados famosos hacia sus seguidores no existe evidencia más clara que el juicio abierto contra la estrella de la canción norteamericana Mickel Jackson. Pese a que las acusaciones que recibió este artista, de abuso sexual a menores, son muy graves y le sitúan completamente fuera de la moral aceptada  por la sociedad, sigue contando con el apoyo total de sus incondicionales[36]. Un caso similar de ídolo caído que no por ello pierde la estima de sus fans es el de Maradona.
-convergencia entre los distintos tipos de méritos
 En cuanto el tipo de méritos predominante en las diferentes sociedades, los de tipo político parecen más propios de sociedades amenazadas, que tienen que cerrar filas en torno a sus dirigentes. Si antes se habló de la actitud de los partidos socialistas ante la Primera Guerra Mundial, una de las causas que se aducen para explicar este conflicto se basa en la actitud de los gobiernos implicados ante las reivindicaciones obreras. Para alejar este peligro y mantener unida la nación, hicieron una propaganda fuertemente chauvinista y bastante irresponsable, exagerando los peligros del potencial enemigo y creando una tensión prebélica. Es una actitud similar a la que parece tener el gobierno americano actual con episodios como la invasión de Irak que para algunos analistas políticos responde al propósito de acallar las críticas internas a su gestión.
Los méritos de tipo laboral se relacionan en gran parte con la existencia de una fuerte disparidad en el nivel de vida entre las diferentes capas sociales. Esta situación, sin entrar en los motivos que la provocan, hace que dentro de la sociedad se formen dos grandes grupos, los que pertenecen a la clase dominante y los que sacan escaso rendimiento a su trabajo. Éstos segundos pueden llegar a perder su identificación con los anteriores si toman conciencia de su situación y pierden la esperanza de resolver su futuro gracias a su sola capacidad[37]. La reacción consiguiente puede hacer que una parte de ellos mejore en su nivel de vida aunque generalmente es a costa de fuertes luchas, como los enfrentamientos en época de la Roma republicana entre patricios y plebeyos,  las revueltas de los grupos desfavorecidos en la Baja Edad Media europea, o las revoluciones del proletariado en época contemporánea, debido a las cuales en varios países los dirigentes obreros alcanzaron el poder.
Por último, los méritos de tipo económico predominan cuando el ser humano tiene el convencimiento de que su prosperidad depende sobremanera de su iniciativa y empeño. Son los predominantes en la ideología llamada liberal, la triunfante en las sociedades modernas, en gran parte por el poder del que primero dispuso Inglaterra y ahora tiene Estados Unidos y los valores que ambas potencias transmiten al resto de la humanidad. Esta ideología en principio respondía a los intereses de un grupo social, la burguesía, y con el tiempo fue siendo aceptada por el resto del cuerpo social. Aunque necesita de un poder político, teóricamente suele desconfiar de que éste sea excesivamente fuerte por lo que su aplicación favorece a la democracia[38]. Esta clase de méritos, para que funcionen mínimamente bien desde un punto de vista social necesitan de mecanismos correctores ya que, en su estado más puro, pueden ahondar las desigualdades entre los seres humanos y negar su propia esencia de oportunidades para todos. Un ejemplo claro es la tendencia al monopolio de las grandes empresas con lo que impiden la libre competencia en el mercado y, con ello, reducen a la nada al resto de los negocios privados.
Los tres tipos de méritos tienen expresiones diferentes en época contemporánea. Simplificando mucho la cuestión, a la ideología liberal citada habría que oponer la marxista y la fascista, más propias de los méritos de tipo laboral y de tipo político, respectivamente. Predomine la que predomine de ellas, sus componentes sirven para reforzarse mutuamente en la mayoría de las ocasiones al obedecer a la aspiración compartida de alcanzar una supremacía dentro de la sociedad. China es un ejemplo paradigmático de cómo se entienden los diferentes representantes de las fuerzas que actúan en una sociedad: los dirigentes de un partido comunista no tienen inconveniente en aliarse con los representantes de las grandes empresas capitalistas, al ser la forma de perdurar en el poder, a costa de la voluntad de una mayoría de la población.
Un caso de corrupción que se dio en nuestro país también sirve como muestra de la comunión de intereses entre las diferentes formas de alcanzar el poder. Una Fundación, de nombre Forcem, creada en 1992 por la patronal y los sindicatos para gestionar ayudas a la creación de empleo en España recibidas por la Unión Europea, había dado subvenciones a más de treinta y seis mil empresas inexistentes, con lo que ésto supone tanto de fraude y malversación de bienes públicos como de enriquecimiento privado. También las acusaciones que recibieron los sindicatos de no intervenir cuando se privatizó Telefónica por estar presos de las subvenciones del Estado son significativas de estas alianzas entre los grupos de poder. En Asturias, una región deprimida en que se crea mayoritariamente empleo de muy baja calidad o en que la población emigra, los sindicatos tienen un gran poder, especialmente SOMA-UGT, que también gestiona gran parte de las ayudas europeas para crear organismos semipúblicos de fomento del desarrollo regional en los que puede colocar a sus afines.
Esta situación es consecuencia de que, pese a que teóricamente están al servicio de la comunidad, todos esconden algún tipo de trampa conceptual: partir de una posición de ventaja en los méritos económicos, contribuir a formar grupos sin derechos en los méritos laborales o fomentar las relaciones de gratitud en los méritos políticos. Por tanto, generalmente es más frecuente una colaboración que un enfrentamiento entre los representantes de estos diferentes poderes que, para ello, se hacen algunas concesiones unos a otros, estableciendo un modelo de sociedad válido para todos ellos[39]. En este sentido en España es perceptible un desencanto en una gran parte de la sociedad por la analogía que existe en los programas de los dos principales partidos políticos del país aunque por suerte aún no se ha llegado al caso de Estados Unidos, donde las diferencias entre republicanos y demócratas no acaban de estar claras para la población[40], que no muestra gran entusiasmo por los procesos electorales pese a la duración de éstos.
La unión referida permite reforzar su posición a costa del resto de los integrantes del cuerpo social. Sin embargo, como se explicó al inicio de este capítulo, la aceptación de cualquier orden que no es impuesto por la fuerza, como es el caso de las democracias occidentales, implica que hay que contar con un asentimiento mayoritario de ciudadanos para impedir que se produzca una fractura de la sociedad. A este fin colabora el tipo de pensamiento dominante en el mundo occidental actual, basado en la idea de voluntad, que integra la mayoría de los aspectos tratados hasta ahora. Por un lado, mantiene la confianza en que el  sistema no es cerrado políticamente, base de la democracia, y que, por tanto, nadie va a tener una posición de mando en la sociedad por motivo hereditario. En un segundo lugar admite el juego de las reclamaciones laborales. Por último, alienta la iniciativa personal y favorece la creación de riqueza dentro de la sociedad con lo que ésta no se debilita.
La contrapartida, que se irá estudiando a lo largo del capítulo siguiente, en que se analiza más a fondo esta idea de voluntad, es que la persona corriente queda anulada si no consigue dar publicidad a sus problemas. El éxito o fracaso en la vida se vincula únicamente a la capacidad humana, con una paralela pérdida de percepción de los obstáculos de la realidad, y, por consiguiente, se da la existencia de una falta de sensibilidad de la persona hacia sus semejantes.
De esta pérdida de sensibilidad hacia el ser ajeno es una muestra la polémica desatada por un antropólogo norteamericano, David Stoll, sobre el libro autobiográfico que había escrito Rigoberta Menchú, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia. Una de las acusaciones de David Stoll era que, frente a la versión de Rigoberta Menchú, ésta no había asistido a cómo el ejército quemaba vivo a un hermano suyo, ya que éste simplemente había aparecido en una fosa común. Otra acusación se basaba en que Rigoberta, aunque era la única de todos sus hermanos que había tenido tal posibilidad, sí había aprendido a leer y a escribir de niña y no había sido tan analfabeta como pretendía en su libro. Que tenga razón o no David Stoll en este asunto en principio no tiene mayor importancia porque queda claro igualmente que la infancia de esta mujer guatemalteca fue dura; sin embargo, tras estas revelaciones parece que Rigoberta ha buscado engañar al resto de la humanidad[41].
La receptividad del ser humano a este tipo de denuncias sirve para mostrar hasta qué punto puede llegar a desentenderse de los padecimientos ajenos. Precisando el sentido de estas reflexiones críticas, no deja de ser chocante cómo, pese a no poder prescindir de ellos, el hombre occidental es incapaz de comprender la necesidad de que el resto de las personas tengan muchos de los elementos que facilitan la vida. Objetos tales como el papel higiénico o la pasta de dientes o los más importantes de la luz eléctrica y el agua corriente no parecen constituir un requisito asociado al ser humano. Quien escribe estas líneas, que sufre de asma, prefiere no pensar cuál sería su sufrimiento de haber nacido en un país donde no se pudieran adquirir ventolines con facilidad.
La persona vive actualmente en un universo bastante cerrado, en el que no cabe el ser ajeno, al estar basado únicamente en el logro de unos objetivos personales. Ésta es una de las acusaciones más fuertes que se hace a la moderna sociedad de masas, que provoca que el hombre pierda de vista los grandes problemas colectivos y se repliegue sobre sí mismo[42]. Con anterioridad ya se ha incidido en la manera en que el grupo absorbe los derechos individuales; ahora la pérdida de peso del ser humano encuentra su culminación con una forma de pensar en que los miembros de las clases medias y bajas no sólo no colaboran para una mejora global de su estado sino que rivalizan entre sí.


CAPÍTULO CUARTO: JUSTIFICACIÓN MORAL A LAS DESIGUALDADES CREADAS

En el capítulo anterior, se ha desgranado la evolución por la que, de modo imperceptible, se va conformando una preponderancia de una parte de la población sobre el resto. Al mismo tiempo, este proceso de diferenciación social tiende a una codificación porque quienes cuentan con mayores medios están en mejor situación de hacer valer sus méritos que el resto. Por otra parte, en una democracia el simple uso de la fuerza por parte de estos privilegiados para mantenerse en el poder cuando el resto de la sociedad reclama una igualdad ya no es válido. En consecuencia, para reforzar aún más su posición, esta gente acude a fundamentar su status superior con bases morales que, en una mayoría de ocasiones, se trasladan al marco jurídico[43].
-justificación de la idea de voluntad
En el mundo actual, este objetivo de justificar moralmente las desigualdades se ha conseguido plenamente. Es un criterio de tipo espiritual, basado en el concepto de voluntad, el que define el lugar que cada persona debe ocupar dentro de la sociedad. Se considera por la persona común que su suerte depende únicamente del empeño que ponga en la realización de sus propósitos. Por tanto, hay una pérdida de objetividad importante porque de esta manera no se analizan ni los medios disponibles ni los posibles obstáculos de tipo material que haya que superar. Es una concepción la de voluntad que abstrae la realidad fiándolo todo en la fortaleza mental de la persona, como si ésta fuera omnipotente y pudiera por sí misma alcanzar siempre la autosuficiencia.
            Este concepto de voluntad ha calado tan hondo en el conjunto de la sociedad occidental por varias razones. La primera de ellas es que hay una tendencia habitual en el hombre, a causa del deseo citado de negar su condición, de dejarse guiar por la imaginación y confiar demasiado en su vanidad. Dicho de otra forma, la persona sólo considera injustas las leyes de una sociedad cuando colocan obligatoriamente a otra persona por encima de ella, porque en el resto de los casos piensa que, compitiendo libremente, ella siempre será la mejor. La persona tiende a verse así en un espejo donde su imagen se proyecta siempre en el lado más agradable de la sociedad. Así se entiende, por ejemplo, que cuando se exalta desde un punto de vista económico la necesidad de flexibilizar la mano de obra, la comparación se establezca con Estados Unidos, un país donde parece que esta cualidad favorece el nivel de vida del trabajador, y no con Argentina, donde está claro que la precariedad laboral no trae grandes beneficios a la mayoría de quienes la sufren[44].
Una segunda razón es que la noción de voluntad es una síntesis perfecta entre los fundamentos de la sociedad analizados en el capítulo segundo y las causas también referidas de la diferenciación social vistas en el capítulo tercero. Por un lado da una explicación convincente de estas desigualdades lo que se relaciona claramente con la necesidad de saber del ser humano. Por otro lado, la noción de amor al suponer, a nivel social, una renuncia del individuo frente al grupo, le prepara para aceptar un lugar secundario en el ordenamiento social. Finalmente, el concepto de imagen retrotrae una posible protesta porque, al depender en teoría únicamente la fortuna de la persona de su capacidad innata, cualquier acto de rebeldía, al no estar justificado, se verá como una agresión a las normas de comportamiento de la sociedad.
Prueba de la relación entre las ideas de imagen y voluntad, es la diferente intensidad existente entre las protestas callejeras que había en la época de los últimos años de la dictadura de Franco y las que hay tras la venida de la democracia. Si con el anterior régimen se simpatizaba con aquellos que se atrevían a manifestarse contra el orden impuesto, aunque provocaran destrozos, con el nuevo sistema político el recurso a métodos violentos de queja contra el sistema se ve con evidente desagrado por una mayoría de los ciudadanos[45].
Además de todo lo anterior, el concepto de voluntad tiene un carácter totalizador al basarse en una superación de la condición humana: es la capacidad de vencer nuestras limitaciones naturales la que nos da el éxito en la vida. En consecuencia, también casa con la moral anteriormente mencionada de que, para reprimir la parte animal del hombre, éste debe recurrir a la contención o, lo que es lo mismo, a un control de la expresión de sus deseos. La lucha por el éxito en la vida se considera de esta manera que tiene su principio en la aptitud de la persona para autodisciplinarse y extraer lo mejor de sí mismo. En este sentido, se valora la intencionalidad en poner a prueba la capacidad humana: se considera una hazaña más meritoria que alguien como David Meca cruce el canal de Gibraltar a nado que un inmigrante magrebí intente atravesarlo en flotador por la necesidad de encontrar trabajo en España. Éste segundo no sólo no recibe ningún reconocimiento por su atrevimiento sino que posiblemente sea castigado[46].
Gracias a esta creencia se produce una justificación moral a lo comentado, al referirse a los méritos económicos, de que es el patrimonio de una persona el que da la medida de su capacidad. Se da así, por supuesto, de quien ha hecho dinero en la vida es gracias a su superior voluntad, teniendo que afrontar con éxito toda clase de inconvenientes y dificultades. Es un pensamiento tan firme que ni evidencias como el caso mencionado anterior de Mickel Jackson, en que parece clara la amoralidad de este personaje, consiguen hacer que se tambalee.
También es significativo en este sentido, la necesidad que tienen algunas personas de muy buena posición económica de, gratuitamente, crearse un pasado de sufrimiento y lucha por la vida, donde el conformismo no tiene cabida[47]. Un ejemplo claro es la hija del rey de España, la infanta Cristina, empeñada en llevar una existencia “normal” en Barcelona. No es criticable esta actitud pero tampoco es entendible para alguien que está a salvo de cualquier tipo de apuro económico (la prueba más evidente es que en el año 2004 se compró una casa que ronda los ocho millones de euros). Desde cierto punto de vista, puede estar quitando un puesto de trabajo a otra persona que quizá lo necesite más.
Relacionada con esta postura de la Infanta Cristina, son las declaraciones de muchos hijos de famosos de decir que ellos salieron adelante a pesar de sus apellidos. Todavía no hace mucho quien escribe contempló una entrevista en la televisión en que María Esteve, hija de Marisol y Antonio Gades, razonaba en esta línea. Es curiosa esta inversión conceptual cuando estas personas tienen la suerte de poder beneficiarse de unas oportunidades que otras no tienen. También en política se da un efecto particular, al que se volverá posteriormente, en que muchos dirigentes, que en la actualidad adoptan posiciones conservadoras, se vanaglorian de haber comenzado su carrera política en actitudes mucho más comprometidas. Un ejemplo paradigmático es Javier Solana que, de pacifista militante, pasó a ocupar altos cargos en la OTAN. Parece como que este político, con su posicionamiento primero, hubiera superado un proceso de iniciación que ya da un crédito ilimitado al resto de actuaciones que tenga en esta vida[48].
-concepción moral derivada de la idea de voluntad
Esta idea de voluntad tiene así un componente individual muy marcado, basado en la persecución del interés propio más que el colectivo. El peligro de ruptura social que tal cosa supone hace que las personas favorecidas por esta moral deban dar muestras de que mantienen un respeto por el resto de las personas. Por supuesto, gracias a las ventajas materiales con las que cuentan estos seres afortunados les resulta relativamente sencillo hacer determinadas concesiones que los reintegran fácilmente al cuerpo social cuando se pone en duda su capacidad para solidarizarse con él. Es la doble cara de muchas multinacionales, por un lado despiden gente a la mínima en que ven reducidos sus márgenes de beneficios, por otro lado suelen estar detrás de la financiación de muchas ONGs.
Es más, estos actos de generosidad generalmente refuerzan el status social de esta gente que, muchas veces, se convierten en ejemplos de comportamiento para las demás personas por dos motivos: su éxito en la vida y sus esfuerzos por ayudar a los demás. Sólo así se explica un fenómeno como el de la princesa de Inglaterra, Lady Di, tristemente fallecida en un accidente de coche, que se convirtió en un mito en su país.  Esta princesa, que llevaba un tren de vida fastuoso, se ganó la simpatía de su pueblo por sus obras de caridad. Se cierra de esta manera el modelo ideológico dominante en la actualidad que, sin ser rechazable en su totalidad, tiene una serie de puntos negros[49].
En primer lugar, introduce un factor de subjetivismo enorme. La persona privilegiada no tiene porque tener una implicación real con el resto de la sociedad porque tiene la posibilidad de decidir a su antojo cuando quiere ayudar, siempre de forma voluntaria y consciente de que se le va a reconocer. El juicio moral de la persona se va a revertir, de este modo, a un análisis cerrado de sus actuaciones, sin valorar la naturaleza de sus hechos en cada momento. O dicho de otra manera más entendible, como se ha visto con el ejemplo anterior de las multinacionales, una persona o institución que acuda a un acto de fuerza para reforzar su poder puede lavarlo posteriormente con un gesto de desinterés hacia la sociedad, sin que por el primer acto tenga porque ser juzgado.
Esta disociación entre los hechos y su crítica, hace depender ésta más de la entidad de la persona que los protagoniza que de su mismo carácter. Para las personas importantes se da así una posibilidad de justificar sus faltas que para los demás no existe. Por tanto, se mantiene presente un sentido de honor en la sociedad que hace que cuando muere un personaje tan poco recomendable como Jesús Gil, todo sean elogios a su figura cuando ésta tiene más aspectos negativos que positivos.
Lo anterior es un estado de cosas plenamente aceptado en la actualidad. Piénsese en el caso de una tenista famosa como Arancha Sánchez Vicario que durante unos años no quiso pagar impuestos en España porque perdía dinero. Pese a prevalecer un interés egoísta en esta mujer y a su actitud claramente incívica, siguió teniendo el reconocimiento público en su país hasta el punto de recibir importantes premios como el Príncipe de Asturias[50] o de que importantes autoridades, teóricamente encargadas de defender el bien público[51], acudieran a su boda. Como consecuencia, posiblemente para sí misma ella se considere una ciudadana ejemplar y, gracias a sus éxitos deportivos, muchos de los españoles sean de la misma opinión.
Sin salirse del mundo del deporte hay más ejemplos de que hasta qué punto, con el predominio del concepto de voluntad como justificante de las personas, se hacen depender el conjunto de los actos de las personas de sus realizaciones más positivas. Cuando un nadador como el citado David Meca recibió una sanción de dopaje, quiso demostrar que él no había realizado trampas efectuando una serie de hazañas de carácter sensacionalista. O, parecido, la reacción del ciclista italiano Marco Pantani en el momento de ser expulsado por la misma causa de un Giro de Italia en el que iba líder, al decir que no entendía cómo se le podía hacer eso con lo que él había hecho por el ciclismo italiano.
Incluso a nivel político, en los países que se acepta la democracia y, por tanto, existe mayor conciencia crítica de los límites que se deben poner a la arbitrariedad humana, operan muchas veces los análisis de la actuación de un personaje relevante desde el punto de vista únicamente de su persona. Sólo así se entiende, por ejemplo, que, cuando murieron, se valore desde occidente las virtudes de gobernantes como Hussein de Jordania o el rey Hassan II de Marruecos, ambos al frente de estados dictatoriales. Predominan más actitudes empáticas con estos dirigentes que un estudio de la situación de sus países.
La cuestión que se refleja en el párrafo anterior pone sobre el tapete una de las carencias de la democracia. En muchas ocasiones, por encima de los juicios objetivos operan cuestiones subconscientes que anulan parte de sus principios. Son aspectos como la superior credibilidad que tienen unas personas sobre otras en función de su status social, la necesidad del ser humano de mostrar una cohesión con el grupo al que pertenece para no debilitar éste, el entendimiento de los derechos humanos sólo en el marco de los miembros de la sociedad democrática en cuestión[52], la articulación de un sistema de comprensión de la realidad que sea ante todo eficaz y tranquilice los espíritus de los ciudadanos de a pie, la importancia que se concede a la imagen de una persona para juzgar a ésta, etc.
-sobrevaloración  del testimonio humano
Otro aspecto criticable de la mentalidad actual de cifrar el destino de la persona en su voluntad es que, en los acuerdos entre seres humanos, se impone como valor máximo el testimonio de las partes implicadas. Sin duda, este factor es básico para dar validez a un contrato porque supone el reconocimiento de un compromiso que se adquiere en un momento dado. Sin embargo, al partirse de la convicción de que es únicamente la disposición humana hacia un problema lo que cuenta a la hora de abordar éste, se hacen de obligado cumplimiento acuerdos en que las condiciones de partida son injustas para algunos de los implicados. O, dicho de otra forma, se da por supuesto una capacitación del ser humano para abordar sus problemas muy superior a la real, debido a la cual su consentimiento es la referencia principal a tomar para juzgar un asunto por encima, incluso, del estudio de los propios hechos.
Completando el párrafo anterior y volviendo al origen de estas páginas, muchos asalariados se ven obligados a firmar contratos laborales que no desean al no quedarles otra opción para poder vivir. Hay una situación, por tanto, de chantaje encubierto que se manifiesta en aspectos tan graves como asegurar a la persona por menos horas de las que trabaja, peculiaridad muy extendida en esta sociedad. Las consecuencias de ello pueden llegar a ser muy graves si la persona tiene un accidente fuera de su horario teórico de trabajo; aparte, pierde muchas de sus prestaciones futuras llegada la hora de la jubilación.
Esta sobredimensión que adquiere el testimonio humano puede volver la ley muy elástica, como puede verse en el ejemplo siguiente que ocurrió en el ayuntamiento donde vive el autor de estas líneas, en la localidad asturiana de Mieres. Esta corporación municipal convocó once plazas de operarios y en las bases, que se hicieron públicas, estableció que el examen iba a ser oral. En ese momento, nadie de los que se presentó a la oposición recurrió ese procedimiento de selección aunque sí lo hicieron más adelante, cuando a muchos les pareció que había habido trato de favor hacia los elegidos finalmente. Sin embargo, su presentación en el examen supone la aceptación implícita de esta prueba oral y, precisamente por su carácter intangible, ahora no tienen forma de demostrar que haya habido irregularidades, si es que las hubo. Se resuelva de la manera en que sea este caso, se cita para indicar lo fácil que es, en el  momento presente, manteniéndose dentro de la ley saltarse el espíritu de ésta.
Desde la perspectiva del poder político, esta importancia que se da al valor testimonial tiene otra derivación que consiste en que, en muchas ocasiones, la ley se fundamenta únicamente en la palabra de quien la promulga siendo el honor del dirigente el que valida los actos de gobierno. El testimonio del líder político tiene suficiente peso porque, dentro de la mentalidad de voluntad, por el propio motivo de ocupar el cargo que tiene, muestra de su ascenso social, ha demostrado que no necesita vivir de engaños a nadie para hacerse valer. O, explicado con otros términos, esta forma de pensar permite a quien detenta el poder apropiarse de la verdad.
Con los cambios de gobierno, como el que ha ocurrido en España, en marzo de 2004, siempre queda en evidencia el carácter absoluto de los actos de gobierno. Frente a las promesas que hace cualquier partido político de mejora de la realidad social y económica de un país cuando está en la oposición, si pasa a ejercer el poder sus decisiones vienen básicamente avaladas por el principio de autoridad aunque sean contradictorias con lo prometido anteriormente. En el caso del PSOE se pueden citar varios incumplimientos de este tipo: es conocida la mengua del ambicioso plan electoral de viviendas asequibles de Zapatero o cómo, tras haberse quejado de que las ayudas a mujeres con hijos no incluían a las madres que estaban al paro, tampoco modificaron este aspecto. O, la afirmación rotunda a primeros de junio de 2004 del ministro López Aguilar de que no habría una regulación extraordinaria de inmigrantes y, a los pocos meses, estar en marcha un proceso de este tipo.
De este modo, se explican también aberraciones como que la Unión Soviética aboliera la pena de muerte a finales de los años treinta, en plena época de las purgas stalinianas, o que el Pacto de San José, que obliga al cumplimiento de los derechos humanos a los países iberoamericanos entrara en vigor en 1978, en un momento de gran represión interna por parte de dictaduras como la chilena o la argentina, o que la primera Conferencia Internacional sobre derechos humanos se desarrollara en Teherán en el año 1968, en pleno régimen del Sha. Con respecto a esto último, qué decir sobre el dato de que en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU estén en la actualidad países como China, Sierra Leona, Cuba o Estados Unidos. Tan grave o más es el asunto de la reciente guerra que conllevó la ocupación de Irak por algunas potencias occidentales, si se tiene en cuenta que su justificación fue un tipo de armas de destrucción masiva que jamás se encontraron tras la invasión de ese país[53].
Por poner un ejemplo local de este proceso de subordinación de la realidad a la visión oficial, en la Comunidad Autónoma en que habito, Asturias, uno de los fenómenos corrientes es la emigración de los jóvenes a otras poblaciones de España o del extranjero en busca de trabajo. Más de la mitad de los amigos de quien ahora está escribiendo este párrafo se han tenido que marchar de Asturias y ahora viven en otros lugares. El presidente asturiano, Vicente Álvarez Areces, no sólo no reconoce esta situación sino que se significó por unas declaraciones en que calificó la emigración de los jóvenes asturianos como una leyenda urbana sin fundamento.
Sin embargo, un documento que evidencia el estado actual de la realidad laboral asturiana, es la entrevista[54] que se le hizo a un empresario andorrano que vino a buscar mano de obra en Asturias para la hostelería de ese pequeño estado, en que afirmaba que antes iba a buscar a trabajadores a Portugal pero, ante la mejora de los sueldos de este país, encontraba mejor disposición en los jóvenes asturianos. Al respecto hay que decir que, el recurso a la estadística, que se apoya por una parte en el cientifismo de la sociedad actual, que implica la conversión del hombre en una cifra, y por otra en la posibilidad de ocultar los problemas individuales dentro del análisis de los del grupo, permite por lo general a los políticos justificar sus opiniones[55]. Como se vio con los cambios en la medición del IRPF o de la EPA tras la entrada en la Unión Europea de España, la estadística hace gala de una excesiva flexibilidad a la hora de aprehender la realidad. Un ejemplo se vio anteriormente cuando se trató la definición actual de parado que deja fuera de esta categoría a muchas personas sin empleo.
Voy a disponer un último ejemplo sobre este proceso distorsionador de la  realidad basado en el testimonio ya que, aunque tiene un carácter anecdótico, me parece revelador. El ayuntamiento de Gijón contrató a unos dibujantes para realizar un cómic sobre la peligrosidad de las drogas. Por lo que sea, el cómic no gustó a los responsables municipales y fue censurado por ellos; sin embargo, este mismo cómic recibió uno de los premios Reina Sofía contra las drogas. Pues bien, la encargada de ir a recibir el premio fue la alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, acto al que no fueron invitados los autores del cómic. El contrasentido de todo este episodio es evidente, el valor de esta obra creativa tuvo una dependencia evidente de una querencia política oportunista.


-consolidación de las  diferencias sociales
Estas remisiones a las contradicciones existentes entre la acción política y la realidad permiten abordar uno de los puntos más cuestionables relativos a la visión del mundo basada en la voluntad. Los grandes objetivos que deben guiar a una sociedad, basados en nociones derivadas del bien común y la justicia necesaria para todos sus miembros, quedan subordinados a las relaciones de fuerza internas o externas a esa sociedad. Siempre va a llevar razón en un asunto aquella parte que tenga mayor poder porque podrá posteriormente dar una visión interesada de la cuestión[56].
Este predominio de relaciones de fuerzas se ve a todos los niveles de la sociedad. En el plano internacional se puede citar el asunto de la Olimpiada concedida a China para el 2008: un país que vulnera de modo evidente los derechos humanos debería causar el rechazo de los estados civilizados, como en su momento pasó con el apartheid sudafricano. Por el contrario, no sólo se le sanciona sino que se le premia ya que un evento deportivo de la magnitud de una Olimpiada cumple una labor propagandística muy importante a favor del gobierno chino. Tal concesión a este estado responde únicamente al poder político, económico y demográfico de China.
Situándose en otro orden de cosas, funciona de modo similar la política de los bancos porque estas entidades, de hacer una bajada de intereses a clientes preferenciales, favorecerán a aquellos más pudientes por encima de los más necesitados. Los propios estados, una de cuyas funciones es redistribuir riqueza, no dejan por ello de tomar decisiones en beneficio de los más ricos: basta con recordar las ventajas fiscales que tienen que dar a las grandes empresas para que hagan negocios o inviertan dentro de un país.
Esta situación es debida a que, desde la mentalidad actual siempre queda una puerta abierta para rebajar y desacreditar a las voces que se oponen a aquellos que tienen la fuerza de su lado. En primer lugar, estos últimos pueden justificar cualquier mal acción en un fin noble o en un propósito digno, ya que son ellos quienes patrimonializan la idea de orden, al convertirse en los símbolos de la sociedad por ser los mejores de ésta. Aclarando un poco este punto, quienes están en la cúspide social han demostrado pertenecer a una categoría superior, incluido el plano moral. Esto último es debido a que teóricamente su posición en la sociedad se la da su despliegue de energía o fuerza interior, no teniendo por tanto para mejorar que perseguir el perjuicio ajeno. Sus fines en la vida son, de este modo, más elevados.
La comunión entre grandes ideales y actos de fuerza parece una consecuencia de esta forma de entender la realidad. No hay país en el mundo actual que presuma en sus proclamas oficiales de más altos valores que los Estados Unidos, basta con escuchar un discurso de cualquiera de sus dirigentes. Ello no es óbice para que sea la principal potencia imperialista de este tiempo. En el pasado, la manera de razonar por los estados dominantes fue similar. El deseo de extender la civilización a los pueblos atrasados estuvo detrás del colonialismo europeo de la segunda mitad del siglo XIX y fue el deseo de Francia de llevar la libertad a toda Europa lo que provocó muchas de las guerras de la época napoleónica[57].
Esta concepción vital que favorece a los poderosos queda asentada por otra serie de factores. La idea de voluntad supone una lucha dentro de la sociedad por mostrar la capacidad personal basada tanto en celebrar los méritos propios como en decrecer los de los otros seres humanos. En una pelea entre un elemento poderoso de la sociedad y otro más débil el primero siempre tiene mayores posibilidades de poner en evidencia los defectos ajenos, más teniendo en cuenta que, como voluntad no pone límites a las teóricas metas humanas, su grado de exigencia es muy alto rozando cotas de perfección. Por lo tanto, los errores o tachas de unos posibles oponentes a las voces dominantes dentro del cuerpo social se pueden siempre magnificar.
Con respecto a este punto, pensar que un juez como Baltasar Garzón, convertido en defensor de los derechos humanos a nivel internacional, como se vio en los casos de Pinochet o cuando intentó llamar a declarar a Kisinger, podría procesar a Clinton por el episodio citado en el capítulo primero del bombardeo de una fábrica de medicamentos en Sudán es ponerse en una hipótesis irrealizable. Aparte de otras presiones, la campaña de prensa que se podría montar contra este juez por el gobierno de EEUU provocaría que el crédito de Garzón se agotara rápidamente. Por supuesto, procesar a Bush por la guerra de Irak queda en el terreno de lo inimaginable[58]. Por otro lado, en un tema tan sensible como los vicios, que tanto sirven para rebajar a las personas si se les da publicidad, las clases altas siempre tienen mayores medios de ocultarlos porque sus diversiones son más discretas y privadas.
También es muy importante para justificar este estado de cosas otra cuestión obvia ya que quien cuenta con mayor poder tiene la llave de la prosperidad o decadencia de una sociedad. Aunque sea por pragmatismo, tal situación conlleva que su influencia sea enorme. Otra razón no desdeñable que contribuye al predominio de una superioridad moral del estamento más elevado de la sociedad se basa en la concepción citada de analizar los actos de una persona o entidad en bloque y no en su concreción. Al juzgarse, por tanto, también  a la persona que protagoniza el hecho y no sólo la naturaleza de este último, se provoca que los atenuantes o las agravantes de una acción tengan más importancia que esta última.
Como aclaración a lo anterior, recuperando un asunto olímpico, se puede citar los casos de corrupción que afectaron al COI hace unos años. Su entonces presidente, el español Samaranch, no vio peligrar su cargo a pesar de la magnitud y evidencia del problema al tenerse en cuenta la dignidad del personaje[59]. Al contrario, el padre de quien escribe estas líneas estuvo a punto de perder el empleo porque, con unos indicios muy vagos que luego resultaron ser falsos, uno de sus jefes le acusó de quedarse con dinero de la empresa. Los raseros con los que se juzgan a las personas son muy diferentes y, sino, basta con recordar la mención anterior a Arancha Sánchez Vicario.
Otra derivación negativa de la importancia que ha cobrado la idea de voluntad consiste en que implícitamente hace suponer que unas personas son esencialmente mejores que otras ya que, como se ha anticipado, voluntad es un concepto de un carácter totalizador. Las favorecidas por este contexto, por tanto, se rodean de productos que estén a su altura y marquen esa diferencia con los demás. Dicho de otra forma, la distancia económica entre los miembros de una sociedad debe reflejarse de modo patente en los atributos respectivos de que disponen unos y otros.
Así, la calidad de un vino, de un vestido, de una joya, etc, parece que definen la condición de la persona que tiene el nivel adquisitivo suficiente para disfrutar de estos bienes por lo que existe una competencia por poseerlos. Se exacerba, así, esa lucha original entre las personas que parte del miedo congénito del hombre ya que ahora encuentra su refrendo en la propia moral. Ésta no sólo no penaliza el afán de lucro sino que alienta el deseo por parte de la persona de patentizar una superioridad sobre otro ser humano menos afortunado. Existe, además, el agravante de que, para alcanzar estos objetivos, los miembros privilegiados de una sociedad están en condiciones de aprovecharse de su posición. Sólo ellos pueden sustraer a su favor el número suficiente de riqueza para pagar el alto coste de estos caprichos.
-recapitulación sobre las consecuencias de voluntad
En este momento de su análisis, es donde la idea de voluntad se desarrolla con todo vigor. Sólo ella permite el equilibrio entre la creencia en que la persona puede mejorar su destino a través de su esfuerzo y su condición real de sujeto sometido a abusos. Con una pequeña base material, la justa para que el ser humano no se sienta abandonado a su suerte por la sociedad, y con un aparato jurídico que debe proteger y alentar la libertad de decisiones del individuo, se alcanza este milagro de confianza. Se genera, por consiguiente, una dialéctica entre permitir un orden social injusto y dar oportunidades para que, empleando una terminología ya superada, la persona mantenga la ilusión de que puede pasar de la clase explotada a la explotadora[60]. El fenómeno televisivo que se dio en España, basado en dar la posibilidad de hacerse estrellas de la canción a determinados jóvenes, dentro de un programa llamado Operación Triunfo, es un buen ejemplo de este tipo de pensamiento.
Un rasgo de la sociedad actual que, de manera indirecta, prueba todo lo dicho, es el cambio de valores que ha habido en la sociedad contemporánea, al privilegiar el consumo por encima del ahorro. En vez de existir en las clases medias una búsqueda de garantizar cara al futuro su bienestar actual, su mentalidad deriva hacia un proceso de emulación de las clases ricas, convencidos los individuos que componen las primeras que tienen derecho a comportarse igual que las segundas porque es cuestión de tiempo que alcancen su estado. Es como si estos individuos fueran incapaces de percatarse de que corren peligro, a poco que los asuntos de su vida rueden mal, de poder caer en la pobreza.
Repasando a grandes rasgos lo explicado hasta ahora, el punto de partida de la condición humana es, sin duda, el que explica esta irrealidad en que es capaz de vivir el ser humano. El universo imaginario que se crea cada persona para esquivar la asunción de su naturaleza hace que el individuo vea como algo básico su integración en una sociedad por dos motivos: el primero, porque al proyectarse en ella participa de su poder, y el segundo, porque teóricamente le defiende de posibles amenazas. Sin embargo, los condicionantes que conlleva la creación de una sociedad provocan la deriva progresiva hacia una disolución de la entidad del individuo en la del grupo.
 Aceptada esta necesidad de un principio superior colectivo que guíe la vida del ser humano, llega para éste el momento de luchar por conseguir un lugar dentro de la estructura social. La lógica aspiración de toda persona a desarrollar todo su potencial innato y subir en la escala social por medio de sus facultades se junta a la conveniencia de que una sociedad tenga a sus miembros en los puestos en que mayor rendimiento pueden dar. Sin embargo, aquí es el momento donde se produce una inversión del sentido original de sociedad, que debería implicar unos beneficios equivalentes para todos sus miembros.
Los diferentes tipos de méritos conducen a una posición de fuerza de determinados elementos de la sociedad que, una vez alcanzada, es difícil revertir. La propia estructura mental del ser humano favorece el mantenimiento de estas jerarquías tácitas porque el no reconocimiento de su inferioridad –lo contrario, le llevaría a una crisis de tipo existencial por el miedo a su propio ser- le lleva a aceptar como buenas las escasas puertas abiertas que dejan las clases privilegiadas hacia el ascenso social. Éstas han sabido crear un modelo ideológico, basado en la idea de voluntad, que refuerza, por otro lado, el sentimiento de evasión de su realidad en que vive el ser humano corriente  y por otro lado mantiene muy alto el nivel de exigencias para ascender en la escala social debido a sus connotaciones de perfección.
Esta última referencia al carácter perfectible de voluntad se debe a que con un sistema basado en esta idea, a la persona siempre se le puede pedir que haga algo más por sí misma y que continúe mejorando. La consecuencia es que la valoración de su esfuerzo siempre va a depender del juicio de otra persona que, a veces, puede acudir a criterios difícilmente verificables objetivamente. Muchas empresas, en las condiciones que imponen para la selección de personal, presumen de valorar más la capacidad de liderazgo e iniciativa del trabajador que su currículo y preparación. Sin entrar en la razón de ser de esta preferencia, deja sin lugar a dudas un espacio abierto a la arbitrariedad porque en estos procedimientos de selección, más que unos datos objetivos, se valora la impresión causada a la persona o personas encargadas de tales procesos.
Del mismo modo, y como resultado de este nivel de exigencia indefinible, la teórica igualdad de oportunidades que da la educación pública queda para bastante  gente en nada porque muchas personas que acaban una carrera universitaria no tienen capacidad de competir en el mercado de trabajo si no son capaces de completar su formación costeándosela. O dicho de otra forma, el esfuerzo de muchos años de estudio puede quedar sin ningún reconocimiento si se pertenece al estamento menos adinerado de la sociedad. La manera en que algunos profesores de Enseñanza Secundaria son capaces de suspender a un alumno por una sola asignatura en un año tan crucial para el futuro de una persona como es el correspondiente al último curso del bachillerato, no dejándole acudir a selectividad, es un exponente evidente de lo fácil que es echar por tierra el trabajo humano.
La cuestión tratada en el párrafo anterior es similar a esa valoración del fracaso como aprendizaje que se hace desde la mentalidad actual.[61] Este tipo de consignas dirigidas sobre todo a aquellos que aspiran a montar una empresa, a veces, roza el absurdo. El fracaso, sin duda, será una gran escuela para aquella persona que tiene bastante dinero y, por tanto, capacidad de minimizar las pérdidas. Sin embargo, para el que, para emprender un negocio, invierte todo su capital, la pérdida de éste o la previsible acumulación de fuertes deudas, suponen una hipoteca vital de una enorme gravedad.
Para quien escribe, que es un gran aficionado al fútbol, no hay mejor muestra de la falta de rigor del ser humano para valorar justamente la capacidad ajena que las fuertes críticas que, en cualquier tertulia de bar, reciben los futbolistas de mayor calidad, que en un momento y por una sola jugada, pasan a la consideración de jugadores mediocres. Aunque por su condición de millonarios no son los futbolistas unas personas muy perjudicadas por esta mentalidad, este ejemplo indica un hecho que, en otras ocasiones, adquiere mayor gravedad para el ser humano como es la sobredimensión que puede tener un error cualesquiera[62]. Uno de los sucesos más amargos de mi vida fue cuando, al llegar tarde por desconocimiento a una citación previa para la lectura de un examen de oposiciones, se me privó del derecho a tal lectura pese a que faltaban varias horas para que llegara mi turno. La consecuencia es que un esfuerzo de casi año y medio de estudios quedó anulado sin remedio.
Aparte, mientras se mantenga esta idea de voluntad, siempre es posible un retroceso en la concepción universal de determinados derechos. Como, a través de ella, teóricamente cada persona alcanza el lugar que se merece en la sociedad, las élites de una sociedad se ven reafirmadas en su superioridad de todo tipo. En el caso de la educación, en la región donde vivo, Asturias, son frecuentes las declaraciones de catedráticos de la universidad de Oviedo en la prensa en que abogan porque sólo estudien aquellos que tienen talento basándose en que la universidad no puede ser el refugio de mediocres y, por tanto, no puede estar destinada a las masas.
Siguiendo en esta línea, basta recordar las propuestas de años anteriores en que la OCDE instaba al gobierno a recortar el sistema público de pensiones o aquellas en que el Círculo de Empresarios exigía una reforma urgente del mercado laboral que incluyera aspectos como que las mujeres se costeasen la baja por maternidad, se pudieran contratar a jóvenes menores de veinticinco años con una retribución al margen del salario mínimo y se abaratara el despido. Más recientemente también se puede aludir a la petición del consejero delegado del banco Santander, Alfredo Sáenz, de desmantelar el estado de bienestar. Con motivo de la polémica que suscitaron sus declaraciones salió a la luz pública el sueldo que cobraba este personaje que, indudablemente no necesita de ninguna protección social a cargo del estado, ya que ganó sólo en el año 2003 casi seis millones de euros.
Por tanto, en las democracias occidentales, pese a que en sus cartas constitucionales vienen recogidas multitud de garantías para el ciudadano común, éstas suelen tener un carácter excesivamente abstracto en una mayoría de ocasiones. Incluso en aquellos estados democráticos, como ocurre con la mayoría de los de Europa occidental, que tienen desarrollado un sistema de Seguridad Social avanzado, sólo pueden hacer valer todos sus derechos aquellos grupos que tienen la suficiente fuerza. Es el contraste, por ejemplo, entre una persona que consigue su salario a través de una empresa de trabajo temporal y un prejubilado de una empresa pública[63].
Incluso, completando a lo anterior, es asombrosa la diferente sensibilidad que puede existir ante los derechos de colectivos aparentemente similares. En una película como “Pídele cuentas al rey”, del director José Antonio Quirós, rodada hace pocos años y con pretensiones de denuncia social, se retrata el presunto drama de un minero al que, con cuarenta y pocos años, se le jubila con un generoso sueldo. En cambio, pese a que la población joven de las cuencas mineras, que sirvieron de trasfondo a esta película, se encuentra en una situación económica mucho peor que el caso anterior –un dato claro que lo corrobora es la ya citada emigración en masa a otras regiones- su problemática no despierta la menor atención.
-arbitrariedad en el  uso del poder
Con la idea de voluntad se produce, bajo el prisma de una aparente visión racional de la sociedad que coloca a cada uno en su lugar correspondiente en función de sus méritos, un solapamiento de la pérdida de peso del individuo en cuanto tal. Esta circunstancia hace que la persona no sea un contrapeso al poder y dependa fundamentalmente del talante de éste, lo que conlleva un gran peligro. No hay que olvidar que algunos de los momentos básicos en la historia de la formación de la conciencia racional occidental derivaron en grandes guerras, la guerra del Peloponeso puso fin a la Atenas de Pericles, el Saco de Roma puso la puntilla al clasicismo renacentista y la Primera Guerra Mundial acabó con la llamada Belle Epoque y su optimismo en el progreso humano.
Se citan los conflictos anteriores para demostrar que la razón no pone siempre los frenos necesarios al ejercicio del poder. Por otra parte, las personas que dirigen las sociedades no siempre son los miembros más responsables de una sociedad[64] y la impunidad que les permite el sistema actual es preocupante[65], como se ve en el propio caso de España, donde su último presidente, José María Aznar, apoyó una guerra ya mencionada varias veces, la de Irak, que estaba poco justificada y no quería la opinión pública de su país. No basta en estos casos con hacer como Kruschev en el XX Congreso del PCUS del año 1956 y decir que los excesos de Stalin eran sólo culpa de él y no del sistema comunista.
Las fallas que tienen gran parte de los sistemas democráticos se ven en demasiadas ocasiones en la propia elección de las personas escogidas para detentar el poder. Aparte de casos de elección directa por el pueblo de dictadores tan famosos como Hitler o Napoleón III, en muchos países hay sagas de políticos que se suceden de padres a hijos, como si fueran dinastías regias. En Uruguay, la familia Batllé es un caso emblemático como lo son en Grecia las familias Papandreu o Karamanlis o, en cierta forma, la familia de los Gandhi en la India. Incluso en la democracia más antigua del mundo, parece difícil de entender que el partido republicano no encontrara un candidato más apropiado que George Bush, hijo de un anterior presidente del país. Todavía más triste, es la elección en Italia como primer ministro del que quizá sea el máximo empresario del país, Silvio Berlusconi, que, como es obvio, aprovecha su suma de poderes para blindarse legalmente.
Frente a la falta de control que se da en la práctica, la limitación de la discrecionalidad de las actuaciones del poder político es básica en la actualidad. Los políticos son los únicos que pueden poner alguna cortapisa al estamento económico que, con la llamada globalización, se muestra todopoderoso. La importancia de este punto se acrecienta porque las reglas de juego de las grandes empresas modernas dejan mucho que desear en cuanto a su limpieza moral.
Un ejemplo es la noticia dada tras la quiebra de la empresa Enron norteamericana, que tantos perjuicios trajo a muchos estadounidenses, de que sus ejecutivos se habían embolsado varias docenas de millones de dólares justo antes del desastre económico. Las altísimas indemnizaciones que se imponen los ejecutivos cuando cambian de empresa o, incluso, que a veces trabajen simultáneamente para empresas con intereses enfrentados, demuestra hasta que punto hay una falta de escrúpulos evidente en el funcionamiento actual de la empresa privada. En Europa, la forma en que el presidente de Parmalat inventó unos ingresos ficticios de 8000 millones de dólares y desvió 500 millones de dólares para sus fondos particulares es otro caso evidente de estas irregularidades.
Por desgracia, las instituciones públicas no sólo no actúan más eficazmente contra estos abusos sino que, a veces, les dan cobijo. La protección del anterior General Fiscal del Estado, Jesús Cardenal, a que no se investigara a Piqué por el caso Ercros, debido al cual desaparecieron unos 20000 millones de pesetas por la llamada ingeniería financiera, es una muestra. También el bloqueo por este mismo personaje del intento de investigación de si CEPSA y REPSOL pactaban el precio de los carburantes se puede citar aquí. Esta solidaridad del poder político con el económico generalmente responde al hecho ya aludido de la comunión de intereses entre los representantes de los diferentes méritos, conformando una superestructura por encima del resto de la población.
La opacidad en el funcionamiento de los partidos democráticos es causa de muchos escándalos, cuando se descubre que sus fuentes de financiación son privadas o, dicho de otra manera, se trata de favores que habrá que devolver cuando se esté en el poder. En España, están ahí los casos Filesa o Naseiro. Cuando se promulgó  recientemente una ley para ilegalizar a Herri Batasuna, gran parte de los analistas consideraron que tal ley, que versaba sobre el funcionamiento de los partidos políticos, venía con mucho retraso porque no interesaba a la clase dirigente una mayor transparencia sobre los recursos de estas organizaciones. En Estados Unidos, los partidos demócrata y republicano ven natural recibir ayudas de organismos o personas privadas y pagar la contrapartida correspondiente, como el indulto de Clinton a un millonario, Mark Rich, que estaba siendo perseguido por evadir impuestos pero que había ayudado a financiar  su campaña electoral. En Francia, un caso clarísimo de connivencia entre poderes públicos y económicos fue el de la petrolera ELF, que ocultaba una corrupción enorme.
De esta vinculación entre poder político y económico se podrían poner muchos ejemplos, como la conocida relación entre el PSOE y el grupo Prisa, o los manejos del PP con Telefónica. Que el que era secretario de estado de Hacienda en el 2002, Rodríguez Ponga, hubiera hecho con anterioridad un manual para captar dinero negro cuando era asesor fiscal del BBVA, es un exponente claro de cómo las personas que se eligen para defender los intereses públicos no son siempre las más indicadas. El año anterior había quedado reflejado en la prensa otro episodio sonrojante del mismo tenor, como fue el hecho de que la expresidenta de la Comisión Nacional de Valores, Pilar Valiente, había valorado todo su patrimonio, que incluía cinco viviendas y cinco coches, sin que ninguno de estos bienes fuera de carácter modesto, en veinticinco millones.
También conviene denunciar la hipocresía que existe en un punto, como es el de la supuesta exigencia de la limitación del poder del estado por los economistas liberales, cuando la mayoría de las veces es a las grandes empresas a quien más ayuda el estado. En Asturias, región donde vivo, la dependencia de las empresas privadas de las subvenciones públicas es tan evidente que constantemente están amenazando con marchar si no se incrementan éstas. Me acuerdo de unas declaraciones del presidente de AZSA (Asturiana de Zinc, una de las principales empresas de la región), Santiago Zaldumbide, en que se lamentaba de no poder invertir más en Asturias por la falta de ayudas oficiales. A nivel internacional, se da una perfecta convivencia entre un modelo económico liberal sustentado por la globalización y la potenciación del estado; el caso más evidente de esto último son las medidas adoptadas por los Estados Unidos tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001.
En el capítulo siguiente se tratará de las posibles soluciones para conseguir recuperar un mayor peso para la persona individual dentro del conjunto de una sociedad. Hay que decir, como es evidente por el tipo de términos manejados, que toda la crítica efectuada hasta el momento al sistema actual ideológico occidental se mueve en un terreno puramente teórico.  No cambiará gran cosa de aquí en adelante en este sentido pero el propósito de quien está escribiendo estas páginas es jugar un poco a ser arbitrista, a ver si es posible que alguna de las ideas que se van a apuntar, aunque no sean tomadas en sentido literal, lleguen algún día a tener un desarrollo y puedan aplicarse a la sociedad.



CAPÍTULO QUINTO: PROPUESTAS DE UN NUEVO MODELO DE SOCIEDAD

-voluntad como concepto espiritual
Quizá el mayor inconveniente que se le puede poner a la idea de voluntad es que permite fundamentar la sociedad en un concepto básicamente espiritual, en el que se obvia que la denominada calidad de vida pasa por tener cubiertas una serie de necesidades concretas así como satisfacer un números de deseos suficientes para vivir la vida con felicidad. Por tanto, en una sociedad que reconozca realmente los derechos de las personas, éstos deben tener también una base material. Se evitarían así situaciones paradójicas como la petición de recibir más inmigrantes por las clases rectoras de la sociedad española cuando muchos ciudadanos de este país están al paro o en precaria situación económica. Al ser reducidos los derechos reales de unos y otros[66], sobremanera los de los inmigrantes como es obvio, todos ellos se convierten en potencial mano de obra, de la que sólo interesa a los poderes establecidos que sea abundante y pueda presionar a la baja sobre los salarios.
Que las sociedades occidentales normalmente reciban acusaciones de exceso de materialismo al estar basadas en una economía de mercado que, a su vez, se apoya en un elevado nivel de consumo, puede llamar a engaño. Cuando en el párrafo anterior se hace una alusión a derechos, va implícita en ella la condición de que éstos tienen que ser universales y estar garantizados ante cualquier tipo de transformación social. Es un terreno el de los derechos que nunca se debe admitir un retroceso en el alcance de su interpretación material como, en demasiadas ocasiones ocurre, gracias al discurso subyacente citado basado en la idea de voluntad[67].
En este sentido, en la sociedad contemporánea occidental se produce una combinación de principios en que el afán de ganancia de unos, basado en parte en un concepto racional de maximización de beneficios, convive con el sacrificio obligado de otros, aquellos que cobran poco en sus trabajos o están al paro. Es el fenómeno cotidiano de que los precios que ponen muchos autónomos para sus servicios superan las posibilidades de pago de una gran parte de la población. Es la paradoja que sufren muchos ciudadanos, que no teniendo capacidad adquisitiva para comprar un coche nuevo, el coste de mantener uno viejo se convierte en una carga insoportable si el vehículo tiene muchas averías. Un caso similar es el apuro por parte de muchas familias  para pagar los alquileres de las viviendas que habitan.
Aunque sea un tanto recurrente el volver a poner como ejemplo a Argentina, este país es un caso revelador de esta doble ley con la que la sociedad trata a sus componentes[68]. En él convivió una fuerte liberalización de su economía, en los años noventa, con el llamado corralito de primeros del nuevo milenio. La liberalización primera, siguiendo los dictados del FMI, permitió a los más adinerados mover con gran libertad sus capitales mientras la economía argentina respondió. En cambio, cuando ésta entró en quiebra, quienes tuvieron que pagar los costes fue la parte débil la población, a la que ni siquiera se le permitió el acceso a sus ahorros.
Hasta qué punto hay una interpretación espiritual de los derechos de las personas se ve en cómo se entiende la igualdad. Si se hace una ley, como la aprobada en tiempos recientes por el gobierno español de ayudas a las mujeres que tengan hijos, para buscar que en todos los casos se reciba el mismo trato y no haya agravios, se da la misma cantidad a todas las mujeres en esta situación. La consecuencia es que es una cantidad muy baja para una mujer de baja condición social[69] y completamente gratuita para otra que tenga mucha mejor posición económica. Un caso similar, hasta cierto punto, se da con las ayudas a la agricultura española procedentes de la Unión Europea, un 80% de ellas se las embolsan los grandes propietarios.
La reforma del IRPF que planteó el último gobierno del Partido Popular también sirve de exponente de este sentido de la idea de igualdad. Se vendió como una rebaja de impuestos a las clases bajas[70], real por otra parte, pero se soslayó que quienes más beneficiados se veían por esta reducción de impuestos eran las clases altas, aquellas que menos necesitan de determinados servicios públicos al poder costeárselos.
Otras muestra clara de este sentido espiritualizado de la condición humana se ve en la valoración que existe de las culturas primitivas o de las comunidades rurales como mundos en que el hombre es más feliz y sencillo, al estar al margen de las apetencias materialistas de la sociedad moderna. Se olvida con esta visión que, si bien conservar las tradiciones culturales heredadas de un pasado es importante, la primera premisa que deben perseguir los hombres es evitar el estado de pobreza[71]. Otras manifestaciones actuales de esta visión espiritual de la realidad son las propuestas pacifistas de renunciar a guerras defensivas o por volver a la reflexión sobre una ley de educación ya vista, la Logse, la obligación de esta última de que el alumno promocione automáticamente y no repita curso[72]. También determinadas recomendaciones de la homeopatía, de que no es bueno vacunar a los niños, sirven para poner en duda la escasa lucidez con la que se abordan muchas cuestiones en el mundo actual.
Esta espiritualización de la realidad hace que no haya, en muchas ocasiones términos de comparación concretos y definidos a la hora de plantear un problema y que, por tanto, todo tipo de razonamientos estén justificados. Acudiendo a los libros de historia es posible encontrar muchos ejemplos de planteamientos faltos de sentido común: la defensa de que los siervos medievales eran libres[73], la justificación de que los campesinos romanos vivían desahogadamente en la Antigüedad[74], la crítica a los obreros ingleses de la primera mitad del siglo XIX porque no sabían ahorrar cuando tenían trabajo[75], la consideración por parte de los criollos sudamericanos a primeros del siglo XIX de que su suerte era peor que la de los esclavos[76], etc.
En la misma línea se puede encuadrar la petición de solidaridad con el resto de los españoles del ministro español de economía, Rodrigo Rato, a los pensionistas no contributivos, cuando se planteó hace unos años las posibles subidas de sus pensiones. O, la argumentación de Aznar que, en un tono similar al de Rato, con motivo de la reforma laboral que intentó implantar el Partido Popular en el 2002, adujo que si alguien rechaza tres veces un empleo, no se puede seguir obligando al resto de los españoles a que paguen su insolidaridad.
La postura del nuevo presidente español, Zapatero, ante las ayudas que da la Unión Europea a los países menos desarrollados que la componen es más que reveladora de esta falta de rigor en el manejo de los datos de la realidad. Con la ampliación de la Unión Europea a los países del este de Europa, todos bastante atrasados, España ve amenazada gran parte de los fondos europeos de cohesión que contribuían a su desarrollo, que deben ser renovados en el año 2006. Para esta fecha, Zapatero propone a la vez que los países más ricos no aporten más dinero, que los países del Este reciban importantes ayudas económicas y que España siga recibiendo la misma cantidad de dinero que en años anteriores, conformando así un auténtico encaje de bolillos.
Las sentencias judiciales también son una buena muestra de la falta de criterios realistas a la hora de analizar cualquier tipo de hecho. A veces, parece que todo depende tanto del capricho del juez como de poder contar con un buen abogado o no: en Asturias, con poco espacio de tiempo hubo dos sentencias que se pueden poner en contraste. En la primera se condenaba a tres años de cárcel a un sujeto que, en una pelea, había roto a otro un diente. En la segunda, un hombre que conducía borracho y a gran velocidad, habiendo atropellado a una familia y matado a tres de sus miembros, recibió una condena similar a la anterior.

-aceptación de ser humano
Por todo lo dicho, el fundamento moral de una sociedad, para tener la seguridad de que nunca habrá un olvido de los beneficios sociales a que es merecedora una persona, tiene que tener otros principios distintos a los actuales. Hay, en primer lugar, que buscar una recuperación de la realidad, no basar los juicios que valoran al ser humano sólo en un  modelo voluntarista. Por tanto, hay una necesidad de construir referentes más sólidos a la hora de evaluar los requerimientos humanos.
La aceptación de parte de la naturaleza humana se convierte en un objetivo básico por varias razones. En primer lugar porque el sentido de igualdad entre las personas sólo puede tener un desarrollo justo admitiendo la tendencia natural del hombre a buscar el placer. O, dicho de otra forma, una situación de carestía, por lo que implica de sufrimiento para la persona, debe ser borrada del horizonte vital de cualquier miembro de una sociedad si ésta cuenta con la suficiente riqueza para evitarlo.
En este sentido, hay que buscar una definición concreta de cuáles son los requisitos básicos de bienestar a que es merecedora una persona por el sólo hecho de serlo. Se debe delimitar, de este modo, hasta que punto la felicidad de la persona debe ser  resultado de su esfuerzo y hasta que punto debe tener la ayuda del resto de la sociedad para conseguirla. En consecuencia, se trata de alcanzar una fórmula equilibrada de organización social en que los méritos de unos no supongan el empobrecimiento de otros.
No es tarea fácil, sin duda, encontrar el lugar de encuentro más adecuado entre la libertad indispensable para dejar que cada persona tenga opción a hacer valer su talento, recibiendo la máxima recompensa por ello, y dotar de medios de vida suficientes a quienes son incapaces de prosperar por sí mismos. Aparte, en este punto opera con mucha fuerza el miedo de la persona a que otras se aprovechen de su trabajo. Hay que recordar que, dentro de una sociedad, se acepta la posición privilegiada de un número reducido de personas. Sin embargo, por el ciudadano medio, se teme especialmente a  que las concesiones a colectivos del mismo nivel social signifiquen una pérdida de derechos propia. Esto es debido a que, como la posición de quienes están en la cúspide social es muy sólida, los recursos a repartir entre los demás son limitados y, como se ha visto al hablar de los méritos laborales, las ventajas de unos se suelen conseguir a costa de otros.
Es complicado combatir este tipo de rigideces mentales. En primer lugar, la persona corriente debe tener claro que su identificación, más que con los seres humanos privilegiados, como ocurre con la idea de voluntad, debe ser con los que están a su mismo nivel social o, incluso, reconocerse en los que viven en un estadio inferior. Aunque es difícil, porque el miedo lleva siempre a un deseo de evasión, la persona debe refrenar su vanidad y juzgarse a sí misma dentro de un término medio. Este aspecto es básico porque elimina gran parte de la competencia interna entre clases  medias y bajas y ayuda a orientar las reclamaciones de una mejor organización social hacia quienes disponen de una mayor riqueza. Por lo tanto, sienta las bases para plantear los problemas sociales dentro de una clave material.
Con la idea de voluntad, la concepción vital del hombre se dispone desde la posición de los considerados mejores de cada sociedad, conseguida a veces por mérito y generalmente por herencia. Este tipo de seres defienden la libertad de acumular todas las riquezas posibles porque son el premio a su capacidad. Si la gente común, pensando en que puede llegar a formar parte de esta élite, comparte esta mentalidad cae en una trampa evidente ya que por perseguir un sueño puede encontrarse con una realidad desesperanzadora. Por muy dinámica que sea una sociedad y por muchos bienes que cree, la acumulación sin medida de ganancias por un parte de los miembros de una sociedad, a la fuerza tiene que repercutir negativamente en otros colectivos sociales. Las bolsas de pobreza que existen en las sociedades occidentales son un signo evidente de esta lógica.
También es importante conjurar un peligro demasiadas veces ligado a las concepciones morales tradicionales citadas de buscar el sentido del hombre en su autocontrol. Esta manera de pensar tiene una serie de implicaciones, algunas ya vistas, pero aquí interesa resaltar su faceta más negativa: permite la degradación de la condición humana simplemente basándose en la natural expresión de sus deseos. Los derechos de la persona nunca deben ser negados basándose en que determinados personas no son merecedores de ellos a causa de su conducta. Siempre recuerdo, por referir un caso concreto de esta forma de pensar, de una entrevista grabada a John Wayne que  una vez dieron por la televisión en que, preguntando el entrevistador a este actor sobre cuál era su opinión sobre la concesión de todos los derechos a los negros, dijo que él estaría de acuerdo si los negros supieran comportarse como personas.
Otro ejemplo fue el tratamiento que se dio a las clases obreras españolas a finales del siglo XIX y primeros del XX por parte de las clases dirigentes. Se incidió especialmente en determinados males que las afectaban, en concreto los efectos del alcoholismo en este tipo de población. En principio, esta actitud respondía a una preocupación loable por la salud de otros seres humanos[77] pero perfectamente pudo esconder otro tipo de intenciones, ya que era el momento del inicio de la lucha obrera por sus derechos y esta alusión a los vicios de los trabajadores les hacía perder peso moral en sus reivindicaciones. En cierta forma, la referencia constante por los medios de comunicación a los excesos de la juventud en la sociedad actual puede responder a un tipo de estrategia similar.
Indudablemente, este uso negativo de una moral basada en la contención de los deseos físicos, se ve reforzada por la influencia de la idea de imagen vista en el capítulo tercero. Todo individuo debe mostrar un comportamiento y un aspecto que entren en los cánones aceptados por su sociedad si quiere ser admitido como miembro de pleno derecho de ésta. Lo contrario lleva a situaciones como, cuando con motivo de algún evento extraordinario, como la celebración de los recientes Juegos Olímpicos de Atenas, se producen redadas y expulsiones de mendigos para que, con su presencia, eviten  manchar el buen nombre del país organizador. Por supuesto, para la boda entre el príncipe heredero español, Felipe, y su prometida, Letizia, hubo que adoptar medidas del mismo tipo.
Esta potencial animalización del ser humano sigue presente en todo momento en la sociedad actual. La semiclandestinidad de quienes practican naturismo es una prueba o, parecido, el rechazo a que homosexuales ocupen cargos públicos. Es poco entendible esta dependencia de la moral de la contención de los sentidos cuando ello no libra al ser humano de la maldad. La evidencia más clara es que la figura criminal más famosa del siglo XX, el dirigente alemán Adolf Hitler, era una persona ejemplar en este terreno y no tenía prácticamente ningún vicio. Tampoco al dictador que rigió España a lo largo de gran parte del siglo XX, Francisco Franco, se le puede reprochar nada sobre su comportamiento privado.
La confianza que se tenga o no en la condición humana tiene otra implicación básica que es la siguiente: el miedo que tiene el ser humano hacia la falta de autocontrol de su semejante es posiblemente una de las razones básicas para que en los juicios humanos se privilegie el análisis de la persona en su conjunto más que la valoración de los hechos concretos que efectúa. Nociones como el arrepentimiento cristiano o la reducción de penas por buena conducta en la cárcel son una de las muchas muestras, aparte de las ya vistas, en que se confunden los campos de la moral y de la justicia.
Además, desde la idea de voluntad, al ir interrelacionadas en ella una lectura moral con el éxito en la vida, la contrapartida es que el fracaso parece un producto de la falta de cualidades morales de la persona y, por tanto, es una consecuencia natural de la falta de constancia y esfuerzo de ésta. Como, por otro lado, para el reconocimiento de estas virtudes, los méritos no se miden objetivamente sino que se establecen desde un rasero de potencial perfección, sólo el hecho consumado de la posesión de riqueza evita la fácil disminución moral del ser humano.
En este sentido se debe dar mayor importancia a saber lo que lleva al ser humano a ser injusto que el mero aprendizaje de ideas morales[78]. Volviendo al origen del libro, el miedo consustancial al ser humano hace que éste siempre tienda a reafirmar su condición a costa de otras personas. Si el sistema de organización de la sociedad permite que una serie de hombres puedan acumular mucho poder y que otros puedan ver reducidos al mínimo sus medios de vida, la puerta hacia las situaciones de abuso siempre queda abierta, por mucho que los principios de la sociedad sean aparentemente racionales.


-requerimientos de la persona
Se abre con todo ello un debate sobre cuál es el auténtico ser del hombre. Hay un dicho de Le Corbusier, arquitecto suizo de la primera mitad del siglo XX, en que opinaba que el hombre tenía que dedicar, a lo largo de su vida, ocho horas del día a descanso, otras ocho horas del día a ocio y otras ocho horas del día a trabajo. Sin entrar a debatir estos números, que se deben tomar sólo como curiosidad, sirven para señalar las tres facetas básicas en la vida del ser humano en que éste tiene que tener un trato digno.
No es sencillo definir donde hay que colocar la dignidad del ser humano, al depender de las posibilidades de cada sociedad. Se necesita, ante todo, una legislación laboral avanzada que se cumpla, incluyendo un derecho efectivo al trabajo, que derive en unas fuentes de ingresos regulares que permitan a la persona otro tipo de gastos que los que cubren las necesidades básicas. También, dentro del consumo no indispensable es importante que la persona tenga la suficiente capacidad económica para poder optar a una variada gama de productos y poder, así, hacer uso de su gusto. El objetivo es conseguir un presente y un futuro económico seguros.
Para calibrar la importancia que tiene un futuro económico a salvo de contingencias penosas, basta con comprobar el atractivo que tiene conseguir una plaza de funcionario para la mayoría de los españoles, presentándose decenas de miles de personas como aspirantes a cubrir puestos como el de agente de justicia donde el sueldo es bajo. En este sentido, recuerdo un escrito dirigido a un periódico asturiano de un militar que, en contraste con la publicidad que acompaña a la captación de soldados voluntarios, se quejaba de que, tras pasar doce años en el ejército y habiendo completado por tanto el tiempo de estancia máximo en esta institución, se veía abocado al paro.
Llegados a este punto, hay que precisar que la seguridad económica no debe quedar dependiente de ningún factor aleatorio como puede ser, por ejemplo, un plan de pensiones. La madre de quien escribe, que se vinculó a uno hace bastantes años, convencida por su banco, se encuentra en la actualidad que la inversión efectuada no ha sido nada provechosa y, prácticamente, no le va a servir para nada en el momento de su jubilación. Mucho más conocida es la pérdida de los ahorros de gran cantidad de miembros de la clase media norteamericana tras la quiebra de la empresa Enron.
El concepto de autonomía económica se revela básico por distintos motivos. Uno de ellos es que, teniendo una seguridad plena en este terreno, el ser humano no se siente tan condicionado en su manifestación libre o, lo que es lo mismo, no se ve tan obligado por relaciones de gratitud como cuando su situación económica depende de un favor ajeno. Conviene recordar aquí que una de las acusaciones más importantes que se hacen a los grupos más críticos con el sistema actual, del tipo de los movimientos antiglobalización o ecologistas, es que muchas veces encuentran su financiación en las grandes empresas a las que dicen combatir. La esencia de una democracia debe estar basada siempre en que las opiniones de sus ciudadanos se viertan lo más libremente posible.
Para comprender la necesidad de autonomía económica como base de la libertad humana quizá no haya personas que mejor lo entiendan que las mujeres maltratadas. Muchas de éstas tienen que seguir conviviendo con una pareja indeseable porque, si no lo hacen, no tienen medios de vida propios. Todas las opciones legales que puedan existir para combatir la situación desgraciada por la que pasan estas mujeres quedan en gran parte faltas de operatividad porque la alternativa a liberarse del maltratador es pasar a depender de ayudas económicas inseguras. Un caso similar atañe a las prostitutas de menor rango.
Otro motivo para desear una certidumbre económica es que resulta la mejor manera de reducir el miedo congénito del ser humano y conseguir que éste renuncie a muchos de los comportamientos de base irracional estudiados en las páginas anteriores. Este miedo, al ser consustancial a la condición humana nunca puede ser eliminado, pero es mejor forma de reconducirlo conseguir privar al hombre del temor a un futuro incierto que alimentando una idea como la de voluntad que favorece la insolidaridad dentro del género humano.
Hay que invertir, por tanto, la evolución presente en que, incluso en los estados más avanzados en materia de atención al ciudadano se adelantan propuestas sobre la necesidad de reducir los servicios que ofrece la Seguridad Social. El constante bombardeo de determinados agentes sociales acreditados sobre el peligro de quiebra del sistema de cobertura social público parece que está preparando el terreno al desmantelamiento de éste. Aunque esta posibilidad hoy día todavía suena a aberración en muchos países europeos, la amenaza sobre su fin está ahí y casa perfectamente con un discurso en que la conjunción miedo-voluntad establece la pauta del sentir humano.
Es cierto, sin embargo, que el subjetivismo en que vive inmersa toda persona puede hacer que no se implique del todo en los deberes hacia la sociedad[79] si se siente protegida por esta última desde el nacimiento hasta la muerte. No por ello se debe buscar la implicación del ciudadano en base a una política de amenazas sino que se le debe intentar motivar para trabajar a través de los posibles beneficios que sean la recompensa del esfuerzo efectuado. Es la disyuntiva entre dar excesivos derechos a los trabajadores y que éstos pierdan la responsabilidad hacia sus tareas, o dejar que sufran las presiones de unos posibles jefes sin defensa efectiva porque está en juego su sustento[80].
En el mundo actual hay un predominio de la valoración de la empresa privada evidente. Sin entrar en su oportunidad en determinados casos, ya que en muchas empresas públicas se ha creado un sentido corporativista excesivo a todas luces, tampoco queda claro que el dejar el destino de la mayoría de los individuos de una sociedad en manos de unos pocos privilegiados sea la mejor solución. El peligro deviene sobre todo del carácter racional del pensamiento actual: si se trata de extraer el máximo de utilidad a la realidad, cuando no hay ningún contrapeso social a esta visión economicista el individuo fácilmente puede desaparecer como persona con derechos.
En Gran Bretaña, con Tony Blair y la llamada tercera vía, se están volviendo a reprivatizar muchos servicios públicos, provocando las quejas de los ciudadanos que denuncian su mal funcionamiento, especialmente en el caso de los ferrocarriles. Aunque no sé si los motivos de los accidentes que sufren los trenes en este país se deben a la privatización, una de las causas que se esgrimió en el 11-S para explicar la baja seguridad de los aeropuertos estadounidenses fue la escasa cuantía de los sueldos que tenían los trabajadores de las empresas privadas de seguridad contratadas al efecto. La polémica que hubo en España por las malas condiciones del avión en que viajaban sesenta y dos militares que se estrellaron en Turquía también refleja la falta de previsión a la que puede llegar la persecución de la máxima ganancia en un negocio. También en España, en el verano de 2004, en algunas comunidades autónomas, especialmente en el País Vasco, con motivo de la huelga de las empresas propietarias de grúas de carretera quedó en evidencia la precariedad de los servicios públicos concertados con empresas privadas.
Volviendo al punto anterior, otra consecuencia de identificar la dignidad humana con un nivel económico básico es que permite entender a los derechos humanos como algo realmente de carácter universal y no únicamente dependiente de la sociedad en la que cada hombre nace. Sirve, por consiguiente, para recuperar la entidad del individuo por encima de la del grupo y no al revés, como ocurre en el momento actual. Aunque está claro que ninguna sociedad rica se va a hacer cargo de la asistencia a los individuos de sociedades más pobres[81], este planteamiento ayuda, al menos, a eliminar hipocresía en este terreno[82]. Los derechos humanos, si no tienen una extensión generalizada unida a una interpretación material, pueden quedarse en una declaración formal. La democracia parece que no ha traído por el momento mayor felicidad al conjunto de los habitantes de la Rusia o el Irak actuales.
Para conseguir cambiar la dinámica del mundo actual e imponer la necesidad de dotar a la persona de autonomía económica, habría que introducir una serie de cambios. La idea de correlación parece básica: que el nivel de ganancias entre los miembros más beneficiados por la sociedad y los que peor suerte corren se mueva dentro de unos entornos determinados parece un objetivo esencial. Otra cuestión es qué tipo de relación establecer y de qué modo. Posiblemente, esta redistribución de riqueza tenga que ser tanto a través de una vía fiscal, por ser la más obvia y controlable. Es tarea difícil en un mundo como el actual donde los grandes capitales tienen mucha libertad para obrar a su antojo. Una nueva moral en que las personas más ricas se impliquen por vía legal con los demás integrantes de la sociedad y no les sean reconocidos ningún tipo de concesiones personales sería muy importante.
-modificaciones en la moral
En consecuencia, se trata de que la moral individual nunca se imponga a la moral social. Es la diferencia conocida entre justicia social y caridad ya que por la segunda los derechos de la persona dependen de la voluntad de otra persona y no son implícitos a su condición humana[83]. Con la idea de correlación se buscaría alcanzar una conformación de la sociedad en que la posibilidad de alcanzar la felicidad esté asegurada también para los miembros más débiles del cuerpo social. Por consiguiente, sirve para eliminar los peores aspectos asociados a la idea de voluntad, como es el olvido de las garantías materiales del ser humano.
Llegados a este punto, es imprescindible hacer la crítica de aquellas grandes empresas que aún teniendo beneficios deciden despedir a muchos de sus trabajadores. A lo largo de estos últimos años ha habido un aluvión de casos: Ercisson, Daimlier-Chrysler, Motorota, Coros, Siemens, Sony, Agüere o Moulinex, por citar algunos ejemplos. También hay que referirse en este sentido a aspectos tales como la actitud de aquellas empresas que emplean en sus campañas de marketing conceptos como solidaridad y ayuda al tercer mundo, y luego invierten en países donde se permite el trabajo infantil y no hay sindicalismo ya que éste se reprime violentamente[84].
Una crítica parecida hay que extenderla hacia las empresas que en sus países de origen tienen una política ecológica modélica y en otros países más atrasados no tienen reparos en saltarse las normas medioambientales: en España se vivió una situación así con el vertido de Aznalcóllar, que casi afecta al parque nacional de Doñana, a cargo de una multinacional sueca, Bolidén. Esta empresa, por otro lado, se negó a pagar la multa que le impuso el gobierno español, lo que demuestra tanto la falta de respeto a la legislación con la que actúa[85] como su fortaleza económica, que se impone a la autoridad política. Otra muestra evidente de esto último es el proceso de descolocación de algunas empresas tras haber recibido fuertes ayudas públicas para instalarse en un país. En España, el ministro de economía, Pedro Solbes, propuso fuertes sanciones a las compañías para evitar este tipo de maniobras pero existen pocas posibilidades reales de hacerlas cumplir.
El asentimiento de las clases privilegiadas en cualquier propuesta de reforma de la sociedad es completamente imprescindible y, a la vez, el punto más espinoso. En efecto, los modelos redistributivos de riqueza en que se daba el monopolio de ésta al estado han fracasado en el pasado, ya sea en su momento algunas propuestas del mercantilismo, el proteccionismo de algunos estados fascistas o de modo mucho más acusado el comunismo,  así que el respeto a la iniciativa privada parece una condición inequívoca para la conformación de una sociedad. Como es obvio, tal situación supone que el bien común siempre va estar en gran parte sujeto a intereses particulares.
 Las personas más pudientes, si en vez de implicarse en la creación de una sociedad justa, trasfieren recursos a otras sociedades para mantener sus beneficios[86], debilitan de modo radical la posibilidad de que todos sus miembros alcancen un mínimo bienestar. Los lazos de tipo moral entre todos los integrantes de una sociedad deben, por tanto, tener un componente jurídico de forma que cualquier comportamiento insolidario en este terreno lleve al descrédito total de quien lo protagoniza. La solidaridad de los millonarios con el resto de sus conciudadanos debe ser también a través de las inversiones que efectúen en sus países, obligándose a mantener en él un porcentaje de empleo en función del tipo de actividad y riqueza de la empresa correspondiente.
Como ejemplo de lo que se quiere indicar, una persona como Amancio Ortega, propietario del grupo Inditex, debe ser considerado un personaje execrable, indigno del aprecio popular, mientras que no cambie muchas de sus actividades empresariales, como la explotación laboral en países del Tercer Mundo. No basta con que su empresa firme el Pacto Global propugnado por la ONU para garantizar los derechos humanos, ya que estas declaraciones las avala sólo, como se ha visto en el capítulo anterior, una moral en que la verdad perfectamente puede quedar falseada por el peso social que tenga la persona en cuestión. Es más, este tipo de gestos, aunque al menos suponen un compromiso, pueden llegar a ser contraproducentes para conseguir una mayor justicia social ya que muchas veces sólo sirven para aumentar el prestigio del que los realiza.
Por otro lado, con la idea de correlación, teóricamente la creación de riqueza de una sociedad se debería incrementar ya que permitiría que muchas personas que actualmente no pueden desarrollar su talento por falta de medios[87] tuvieran esa posibilidad. Al igual que la aplicación de un modelo liberal permitió el desarrollo del mundo occidental a mayor ritmo que las civilizaciones que, como la musulmana o la china, hasta la Edad Moderna[88] estaban a la par que Europa, posiblemente un sistema que aún tenga más en cuenta al individuo favorezca un mayor desarrollo social.
Con respecto al aumento de representatividad del individuo dentro de una sociedad, hay una cantidad elevada de propuestas dentro de las democracias. La mayoría giran en torno a un mejor control de la clase política: castigo mucho más fuerte cuando existen connivencias entre los intereses privados y públicos, posibilidad de revocación de políticos impopulares, mayor frecuencia en el recurso al referéndum en temas muy importantes para la ciudadanía, limitación de los mandatos de los cargos públicos, etc. El propósito que buscan todas ellas es acabar con la impunidad en las actuaciones de los políticos.
-reformas en la dirección de la sociedad
Sin embargo, estas propuestas reformistas chocan con una realidad evidente, lo difícil que es discernir cuál es la responsabilidad concreta de un gobernante. Éste, para empezar cuenta con el apoyo incondicional de sus seguidores que suelen ser los miembros de su partido. A nivel político, por tanto, se repiten los procesos de asociación ya vistos cuando se trató de cómo este fenómeno afecta a los famosos. Por otro lado, cualquier estado tiene una estructura administrativa de elevada complejidad. Este factor conlleva una gran dificultad para asignar la parte proporcional de competencia en un asunto de los diferentes cargos. Tal hecho permite la desaparición de la comunicación entre el ciudadano y su dirigente, con lo que las posibles reclamaciones del primero se diluyen en una maraña burocrática. Como ejemplo, sólo hay que pensar en una institución como el Defensor del Pueblo, que para la mayoría de los ciudadanos debe ser un personaje irreal[89].
Dicho de otra manera, el sistema actual tiene una limitada capacidad real para exigir responsabilidades y controlar a sus mandatarios. El modo en que en España se sorteó la prohibición por parte del Tribunal Constitucional de utilizar, como era práctica corriente en el Parlamento, la Ley de Presupuestos del Estado para legislar otras materias es un ejemplo claro. O la forma en que los mandatarios de un país derivan culpas hacia sus inferiores; de esto último, basta poner dos ejemplos, el interrogatorio acusatorio que el diputado del PP, Ignacio del Burgo, hizo hacia un comisario de Avilés en el curso de una comparecencia de este último en la comisión de investigación de los atentados del 11 de marzo en Madrid, y la forma en que la vicepresidenta del gobierno actual socialista resolvió el escándalo del altísimo seguro que tenía por razón de su cargo (simplemente, destituyó a un subordinado).
Para mejorar esta cuestión son necesarios dos cambios principales: en primer lugar, que sea delito cualquier ocultación de información sobre las tareas de gobierno, que salga a la luz pública en un plazo muy breve de tiempo y que siempre quede constancia escrita. En segundo lugar, que una mala gestión de un político, aún no siendo estrictamente culpa de él, le suponga la salida de esta actividad. Ambos apartados responden al propósito de evitar la impunidad en sus actuaciones.
Aunque en otro plano, de la importancia que tiene el acceso a la información para la mejor defensa de los derechos del ciudadano, no hay mejor ejemplo que los contratos verbales que proliferan hoy día con las compañías telefónicas. Con éstas empresas se contrata un servicio por teléfono pero, posteriormente, si se producen problemas en él, no hay forma de probar lo pactado. De hasta qué punto se ofrecen pocas garantías a la persona corriente es una buena muestra que en la factura de Telefónica no viene desglosado ni qué llamadas se efectúan a Internet ni el número marcado en llamada local. Quien escribe ésto, por experiencia propia, sabe que esta combinación de omisiones impide que prosperen las reclamaciones. Un caso similar corresponde a las empresas de trabajo temporal, es difícil entender porque su trabajo no lo realiza directamente el servicio de desempleo estatal.
El uso de la información privilegiada es otra muestra evidente de la importancia que tiene ésta. Siguiendo con Telefónica, su presidente, Alierta, se vio implicado en una polémica debida a que, cuando dirigía Tabacalera, unos de sus sobrinos se enriqueció cuando compró acciones de esta última compañía justo antes de que experimentaran una fuerte subida debido a una serie de adquisiciones de otras empresas por Tabacalera. Aunque es difícil probar una culpabilidad de los implicados en este caso, sí sirve para comprobar como la información es poder y cómo los ciudadanos suelen contar con muy poca en una gran cantidad de asuntos (generalmente no tienen un control ni sobre sus propios datos, pese a que, teóricamente, hay organismos encargados de proteger la privacidad de éstos).
El caso anterior también sirve para reflejar otro aspecto: la persona corriente sólo se entera de los verdaderos motivos que están detrás de muchas operaciones económicas o políticas cuando hay algún tipo de enfrentamiento entre poderosos que, entonces, buscan desacreditar al oponente ante la opinión pública. A Alierta parece que le denunciaron en este asunto porque existía un enfrentamiento entre El Mundo y Telefónica por el control de Onda Cero.
Otra muestra clara de cómo la falta de información favorece la impunidad es la mala fama que tienen los bancos suizos. El secreto de sus cuentas hace que en ellos se refugie dinero de procedencia ilegitima: de dictadores del Tercer Mundo, de fuga de capitales, narcotráfico, tráfico de armas, tráfico de obras de arte, etc. Por supuesto, para hacer factible la idea de correlación anteriormente mencionada haría falta impedir este tipo de procedimientos opacos por parte de la banca lo que, permitiría, entre otras cosas, un mayor control del dinero negro[90].
La información siempre es básica para desentrañar la verdad y ésta es la base de cualquier planteamiento social justo. Por eso resultan tan censurables hechos como cuando el PP trató de no publicar una encuesta del CIS sobre las elecciones vascas que perjudicaba sus intereses o cuando la ministra socialista de vivienda, María Antonia Trujillo, quiso ocultar la subida de los precios de la vivienda. Que tanto el gobierno saliente del PP como anteriormente el del PSOE hayan borrado los ordenadores de la presidencia del gobierno al abandonar el poder habla bien a las claras de su deseo de ocultación de datos de su gestión a la sociedad.
En España, el CIS siempre sirve a los intereses del gobierno de turno, que lo maneja con muy pocos escrúpulos: la predicción de este organismo de que la participación en las elecciones europeas del año 2004 iba a rondar el 77% cuando se quedó sólo en un 46% es difícil de achacar a un simple error de los técnicos. Qué decir de la política exterior de Estados Unidos, una de cuyas bases consiste en que el Pentágono paga a periodistas para difundir noticias convenientes para los propósitos norteamericanos aunque sean falsas (una cualesquiera puede ser el anuncio por el que la Casa Blanca alertó que Al Quaeda estaba casi lista para preparar un gran atentado en el verano de 2004 en los Estados Unidos).
En cuanto al segundo punto, es básico porque quien tiene poder, debido al funcionamiento de la moral actual, siempre encuentra la manera de autojustificarse[91]. Como se ha tratado en el capítulo anterior, los buenos actos lavan a los malos y, en consecuencia, una promesa incumplida o un engaño a un conjunto de ciudadanos se pueden equilibrar con otro tipo de realizaciones. Así, desde el punto de vista del dirigente, éste encuentra siempre argumentos suficientes para ver injustas las críticas recibidas, tengan mayor o menor base real. Por tanto, no hay que confiar como medio de control del poder en el honor o la honradez de las personas que lo detentan sino en la facultad de sustituirlos.
Es el momento de que entre en juego la capacidad de valorar correctamente la  levedad o la gravedad de los efectos de las actuaciones políticas. Siempre que sean claramente negativas, el sujeto que tiene la responsabilidad debe abandonar la actividad política y no volver a ella en un tiempo más o menos largo. Por ejemplo, cuando en España ocurrió un desastre como el mencionado del Prestige el ministro responsable debió dimitir, pese a que en líneas generales su labor pueda ser considerada buena.
Este tipo de medidas son necesarias porque, si no se toman, se genera un estado de impunidad en que los responsables políticos pueden lavar los fallos en sus actuaciones a costa de terceros. El desastre tan repetidamente citado del Prestige es un caso claro, los daños a los afectados se cubrieron con dinero del que seguramente se privó a otros ciudadanos[92]. Otro ejemplo actual es la situación por la que están atravesando los astilleros públicos en España; en su momento, el gobierno del PP les concedió ayudas públicas ilegales no para su sostenimiento con lo que agravó el problema. Al final, el nuevo gobierno del PSOE tapará este agujero económico a través de soluciones como las prejubilaciones que suponen un gasto añadido.
Por lo tanto, los dirigentes de ambos partidos políticos quedarán bien ante la opinión pública pero se habrá gastado una masa de dinero ingente que  habrá que quitar de otras partidas estatales de gastos sin que ningún gestor pague por esta ligereza en el manejo de los fondos públicos. La forma en que el gobierno socialista de Zapatero intenta justificar la inmensa deuda de la Televisión pública, a través de organizar una extraña comisión de notables que emita un veredicto a favor de sus intereses, es otra muestra clara de esta falta de rigor con las cuentas del estado.
Un caso evidente de la total libertad que tienen los políticos para manejar los presupuestos de los estados a su antojo se relaciona con los procesos de integración de los diferentes países en la Unión Europea. Las trampas que hizo España para cumplir los requisitos económicos pedidos son conocidas: adelantar ingresos públicos, trasladar gastos a ejercicios posteriores, sacar de las cuentas del estado las deudas de empresas públicas como RTVE, subida de impuestos indirectos, congelación salarial a los funcionarios en el año 1997, disminución de gastos en seguridad ciudadana, etc. Sin embargo, nada en comparación con lo ocurrido en Grecia que, casi doblando los parámetros económicos exigidos, consiguió presentar a las instituciones europeas unas cuentas saneadas, falsas por supuesto. Tampoco parece que el caso italiano haya sido ejemplar.
El citado escándalo de los seguros que se habían hecho algunos altos cargos del estado es otra muestra de esta excesiva discrecionalidad en el manejo de las cuentas públicas. Sin remitirnos a los escándalos de corrupción de la época del gobierno socialista de Felipe González, alguno de los cuales aún colean de vez en cuando, y aunque sin llegar a la condición de delito, el anterior presidente de gobierno, Aznar, dio dos muestras claras de un uso personal de dinero público. El primero con motivo de la boda de su hija, celebrada con bastante ostentación, y el segundo, con motivo del pago de dos millones de dólares a una empresa de abogados norteamericana para que mediara en la concesión de la medalla de oro que recibió Aznar del Congreso estadounidense.
Otro motivo para exigir una clara responsabilidad política responde al hecho de que, pese a que el sistema de elecciones parlamentarias permite un cambio en el gobierno, no implica una renovación de la clase política. Las consecuencias de la conversión en una élite de los políticos son siempre malas para el ciudadano al provocar un distanciamiento muy grande entre los primeros y el segundo[93]. El político llega así a no comprender los problemas de la persona corriente ya que él está en otra órbita. El sistema de correlación anteriormente citado serviría para asegurar el bienestar de la persona y, con ello, se evitaría que la actividad política fuera inevitablemente una profesión.
Esta profesionalidad de la clase política evita casi siempre que haya un sentido de exigencia hacia su labor. Los profesionales de la política si quedan desprestigiados en alguno de los cargos que ocupan simplemente pasan a ocupar otro, dentro de una práctica demasiado frecuente. Un caso claro es el de Loyola de Palacio que, tras un escándalo en España debido a la gestión de ayudas europeas dejó el cargo de ministra y pasó a ocupar una plaza de comisario en la Unión Europea, o el camino inverso recorrido por Pedro Solbes, que tras un caso de corrupción ocurrido en la Comisión Europea, de la que era comisario, dejó esa función para dirigir un ministerio en España. Otro ejemplo claro es el del exalcalde de Madrid, Álvarez del Manzano, que pese a llegar a ser condenado judicialmente por apropiación indebida de dinero público, tras dejar la alcaldía es nombrado director del IFEMA (siglas que corresponden a la Feria permanente de Madrid).
Para finalizar, la conclusión principal es que la única forma para avanzar hacia la justicia dentro de una sociedad es una interpretación material de ésta así como una lucha contra la posible impunidad de quienes tienen el poder, sobre todo cuando ésta viene avalada por una moral que convierte a unas personas en mejores que otras y, por tanto, favorece un trato privilegiado hacia ellos. Del mismo modo, la mejor manera de combatir el miedo inherente a la condición humana que tanto condiciona las relaciones entre seres humanos es conseguir tanto una legislación como una interpretación de ésta en que los derechos individuales se superpongan a las obligaciones a favor del grupo aún admitiendo la importancia de las segundas. Con todo ello, se persigue que el posible sacrificio de la persona dentro de una sociedad no derive en beneficio de otro miembro de ésta.



LA MORAL Y SUS PELIGROS

INTRODUCCIÓN

            El objeto de este breve escrito es rellenar los grandes vacíos que existen por parte del ser humano entre la percepción de los males que afectan al conjunto de las sociedades y la falta de voluntad real por solucionar tales deficiencias sociales. La explicación normal que encuentra la persona corriente para justificar los graves problemas de bienestar que afectan dentro de toda sociedad a grandes colectivos de personas se basa en desviar la responsabilidad hacia los dirigentes de ésta, de ahí la desvalorización de la clase política en muchos países.
            Sin duda, los líderes de una sociedad no están exentos de responsabilidad ya que en ellos reside el poder. No obstante, muchas veces con sus decisiones se limitan a interpretar el sentir mayoritario de la población económicamente solvente. Ésta, aunque en determinados momentos se pueda escandalizar por el bajo nivel de vida de algunos de sus semejantes, en el fondo lo que le interesa es defender el status alcanzado y no pasar ella misma a un estado de necesidad.
            En consecuencia, en el ser humano predomina una actitud refleja defensiva basada por un lado en una cortedad de miras, donde sólo se tiene en cuenta una preocupación por el futuro individual, y, por otro lado, en la imposibilidad de tener una comprensión global de los efectos que sobre su bienestar tendría cualquier reforma de la sociedad. Este segundo punto aboca al hombre a una prudencia natural ante los planteamientos intelectuales que denuncian las muchas injusticias que existen en el mundo, sobre todo si son de corte radical e idealista.
            En el texto que sigue a continuación se tratará de apuntar una serie de claves que ayuden a entender las complicadas redes de relación que se establecen entre los seres humanos y la dificultad extrema en alcanzar un tipo de moral que pase de tener un carácter individual a un carácter social o, dicho de otro modo, una moral que atienda a las necesidades que tienen los seres humanos desde el punto de vista de la persona que tiene el problema y no desde el de aquella de la que depende la ayuda a realizar.
            El texto se va a dividir en seis cortos capítulos, separados a su vez con sus correspondientes epígrafes, en un intento de facilitar la lectura y no hacer esta muy tediosa, al introducir frecuentes descansos. La materia que se va a desgranar a lo largo de estas páginas puede llegar a ser un tanto aburrida pese a que, en todo momento, se ha buscado la claridad de exposición. El objeto, reconociendo los posibles errores que haya en este empeño, es dar respuesta a algunos de los interrogantes habituales del hombre sobre las oscuras razones de muchos de sus comportamientos.


NATURALEZA DE LA PERSONA

-definición del ser humano
Un tema cuyo objetivo esencial va a ser el análisis del hombre, no puede por menos de empezar tratando de encontrar una concepción de éste que siente unas bases sólidas sobre las que argumentar con posterioridad. Las características que se fijen en este primer momento son importantes ya que van a determinar el rumbo a tomar a lo largo de las páginas siguientes.
            Hay dos rasgos básicos en todo ser humano, un componente animal y otro mental. Ambos contribuyen a conformar la actuación humana, condicionándose mutuamente. En consecuencia, no se puede entender el hombre sin tener en cuenta sus dos facetas, su parte material y su parte espiritual. La primera le dota de sus componentes sensuales y su fragilidad, y la segunda le aporta la inteligencia y la imaginación.
            Hasta qué punto uno de los dos factores anteriores tiene más importancia o menos que el otro en el comportamiento humano es difícil de determinar ya que cualquier aprendizaje por parte de la persona viene condicionado por las limitaciones innatas de la especie a la que pertenece. Cuestiones tales como el instinto de supervivencia, el miedo al futuro, la inclinación hacia la búsqueda del placer, siempre están presentes en la mente humana, recordando a ésta que su cuerpo es una realidad que hay que tener en cuenta.
            La noción de la propia individualidad es otro aspecto básico para poder acercarse a una comprensión del ser humano. Tanto el subjetivismo que preside la percepción del mundo que le rodea como la rivalidad que establece con los otros hombres son parte indispensable de la condición humana. La comunicación entre los seres humanos siempre se ve mediatizada por la transformación particular de la realidad que hace en su interior cada persona.
            Por otro lado, el hombre es un ser social, en el sentido que sólo dentro de una comunidad encuentra sentido a su vida. Un ser humano puede estar más o menos de acuerdo con las reglas de la sociedad en que se integra pero difícilmente discutirá el valor profundo que tiene ésta y, como mucho, aspirará a modificar algunos de sus aspectos o a sustituirla por otro modelo de sociedad más a su gusto. La protección que aportan la mayoría de las sociedades a sus miembros y la búsqueda de compañía son dos de los pilares en los que se fundamenta la existencia humana.
            En consecuencia, son varias las características humanas: la dualidad entre su parte física y mental, la conciencia de su individualidad y su proyección social. Todas contribuyen a hacer del ser humano el ser más extraordinario de la creación pero no por ello perfecto. En primer lugar, se va a analizar aquella de sus partes que más contribuye a atemperar el grado de grandeza de la especie humana.
            -importancia de los aspectos físicos del hombre
            Las imposiciones físicas a que está sometido el hombre son variadas y por todo el mundo conocidas, por lo que no se va a entrar en su descripción. Sólo indicar que limitan de modo muy importante la libertad humana ya que la primera y fundamental tarea de todo hombre es atender a solucionar cuestiones como alimentarse, descansar o hacer de cuerpo. Si la calidad de vida es algo más que tener capacidad para no preocuparse excesivamente de tener previstas estas necesidades, no hay duda que éste es un requisito inicial básico de bienestar.
            Por tanto, la parte corporal de ser humano obliga a éste a poder disponer de unos mínimos de comida, bebida, lugar de reposo, calefacción, etc, cuya satisfacción es el objetivo prioritario de la formación de las sociedades. En efecto, de modo individual parece más difícil que cada persona, sin el apoyo de las demás, pueda extraer de la naturaleza aquellos recursos que le permitan un nivel digno de vida. Cualquier estudio del comportamiento humano tiene que partir inevitablemente de la conciencia por parte del hombre de sus propias limitaciones.
            Otra consecuencia derivada del cuerpo humano es la tendencia a la búsqueda del placer, en sus vertientes, una positiva y otra negativa. Por la primera, el ser humano intenta disfrutar de aquellas sensaciones agradables de tono físico que es capaz de recibir por los sentidos: una comida sabrosa, un perfume, una caricia, etc. Por la segunda, la persona intenta evitar aquellas acciones que le produzcan dolor, como puede ser, por ejemplo, cualquier esfuerzo prolongado que el cuerpo no esté preparado para resistir. Este segundo aspecto es posiblemente más importante que el primero y a él habrá que volver a menudo ya que se relaciona con la necesidad del reparto de trabajo dentro de una sociedad y las consiguientes renuencias de gran parte de sus miembros a admitir cargas excesivas. 
            Desde un punto de vista temporal, una de las consecuencias evidentes del componente animal del ser humano es que varias horas del día se tienen que destinar a satisfacer necesidades básicas. La ocupación que más tiempo lleva, como es obvio, es el tiempo que hay que dedicar al reposo diario. Aunque es una idea a la que se volverá más adelante, esta reflexión basada en el sentido común sirve para introducir uno de los puntos clave que guiarán el discurso de este texto, la parcelación del tiempo del día en diferentes ocupaciones, respondiendo cada una de ellas a uno de los requisitos básicos humanos.
            Sin profundizar más en este componente físico del hombre, su comprensión sirve para limitar la excesiva idealización del ser humano, tentación a la que éste tiende inconscientemente a través de mecanismos psicológicos que se explicarán con posterioridad. Guste más o menos, la persona forma un todo indisoluble que hay que abordar con lucidez, sin despreciar ninguna de sus partes conformantes.
            -los aspectos intelectuales del hombre
            El enfoque de esta faceta más noble del ser humano es más gratificante en principio, ya que es la inteligencia humana la que convierte al hombre en un ser mejor que el resto de los animales que pueblan nuestro planeta. Es el poder de la mente el que, a través de una larga historia en que las sucesivas civilizaciones han ido progresando, permite al hombre soñar con hacer realidad un mundo futuro en que ninguna persona pase por un estado de necesidad y en el que, si bien no sea posible combatir a la muerte, si sea factible limitar en gran manera el daño que producen las enfermedades.
            La inteligencia tiene un lado práctico, aquel que ha permitido el dominio de la naturaleza por la técnica, y un lado especulativo, que es el que atañe a campos como los del pensamiento, literatura, arte, música, etc. Este segundo es fundamental en formación de la personalidad humana y su cultivo o, lo que es lo mismo, la diferencia de inquietudes en las personas, es uno de los aspectos que más contribuyen a individualizar los diferentes seres humanos, siempre que éstos estén en disposición de desarrollar sus gustos particulares.
            En este sentido, de las dotes mentales del ser humano depende todo aquello que se denomina comúnmente vida interior o, en otras palabras, todos aquellos pensamientos que no se comunican al resto de las personas. También, por supuesto,  se pueden incluir en este apartado muchas de las actividades cuyo disfrute es exclusivo de quien las realiza y que más contribuyen a dar un toque verdaderamente humano a la vida de cada cual. En la parcelación del tiempo diario a la que se ha aludido con anterioridad también se le debe reservar un espacio a esta faceta humana.
            La inteligencia, por otra parte, sirve para dotar al hombre de la esperanza en poder controlar las circunstancias que operan a su alrededor. El conocimiento humano tiene un aspecto reconfortador del que extrae mucha de su fuerza y que hace que no siempre tenga un carácter racional. Dicho con otras palabras, el hombre busca en su inteligencia fórmulas para hacer más comprensible su existencia, sin importarle que tales explicaciones estén faltas de sentido crítico. Ante los grandes interrogantes de la vida, a la persona le importa más creer en que es posible hallarles una solución que afrontar la realidad de su desconocimiento.
            Por todo ello, la mente humana es un factor de enriquecimiento de la vida a través de varios caminos: el que conduce a la construcción de la personalidad más íntima del individuo, el que lleva a la resolución de las dificultades que impone el propio vivir y el que permite abstraer algunas claves del mundo que nos rodea. Cada una de estas aportaciones afecta, a su modo, a los diferentes individuos, dando lugar a diferentes tipos de respuesta por su parte.
            -conciencia de su singularidad por parte del individuo               
            Es conocido que cada persona es un ser único e irrepetible, como lo prueba que, cuando muere un ser humano, toda su experiencia vital y sus posibles enseñanzas desaparecen con él. También parece evidente que la primera en darse cuenta de su singularidad es el propio individuo a tenor de los procesos de competencia que constantemente se establecen entre los hombres. Otra derivación de esta conciencia de sí es la inclinación de la persona a marcar unas fronteras en torno a ella que el resto de seres humanos tienen que aprender a respetar.
            Una de las razones por las que el hombre tiene una clara percepción de sí mismo como ente autónomo es en gran parte por el miedo a sufrir algún tipo de daño. El deseo de seguridad está en gran parte detrás de la asunción de su propio ser como una forma independiente de las demás. Y, aunque es un tema al que se volverá con posterioridad, este temor innato se transforma en un plano psicológico en un recelo ante los demás seres humanos y sus posibles engaños.
            Una de las maneras para percibir esta toma de identidad propia por parte de los seres humanos se localiza en los procesos de comparación entre sus respectivos méritos o defectos que se establece constantemente entre los individuos. El punto de referencia de cualquier hombre generalmente es otro hombre adornado con cualidades ciertas o supuestas que se intentan imitar. A través de esta lucha por situarse en una escala de mayor o menor valoración de su persona, cada individuo construye gran parte de su personalidad.
             En la mentalidad contemporánea hay un exacerbamiento de la potencial capacidad humana, dándosele una gran importancia al concepto de voluntad. Es un tipo de pensamiento que generalmente refuerza el desarrollo de un sentido individual de la existencia, ya que suele fundamentarse la seguridad en sí mismo como requisitos para que el ser humano esté en condiciones de conseguir el éxito en la vida y alcanzar de este modo una mejora material. La autoestima se convierte así en una de las claves para alcanzar más bienes y un mayor consumo.
            No siempre ha sido así y, a lo largo de la historia, muchas de las propuestas de sociedad se han basado en concepciones que tendían a la anulación del individuo. Sin embargo, el genio de éste siempre se ha mostrado irreductible buscando una salida que evite su opresión. La conversión de los hindúes de las clases bajas –los llamados intocables- al islamismo en la India, las rebeliones de esclavos en época del Imperio Romano, las frecuentes sublevaciones del campesinado chino en siglos pasados, las propias revoluciones del proletariado moderno, la lucha contra el colonialismo o el fin del sistema comunista, son varios de los ejemplos que se pueden poner de este aserto.
            -construcción de una sociedad
            A lo largo de su historia, el hombre siempre ha buscado alianzas con otros hombres de manera que, a través de su mutua colaboración, todos salgan beneficiados. El progreso de la humanidad sólo ha podido ser posible por medio de que los seres humanos se organicen en una entidad superior. El mayor defecto de la creación de estas estructuras sociales es que en ellas, tradicionalmente, algunos de sus miembros han conseguido un gran poder a costa del resto, aumentando su influencia y consiguiendo que su posición privilegiada se haga hereditaria dentro de su familia o círculo de relaciones más directo.
            En este sentido, se establece una lucha dentro del género humano entre la comprensión de las ventajas que tiene la integración en una sociedad y el deseo de que se respete la independencia y autonomía de la persona. El individuo corriente, aunque dispuesto a participar en el proyecto común, quiere ver garantizados un número suficiente de derechos que no deje a expensas su suerte del capricho de otro ser humano más importante.
            La creación de una sociedad obliga, por tanto, a un compromiso de todos los que la forman, de manera que estén dispuestos a demostrar que son capaces de hacer dejación de parte de sus intereses en beneficio del bien común. También, dentro de este supuesto, un requisito de cualquier sociedad es que todos sus miembros acepten la sumisión a algún tipo de orden que evite la arbitrariedad.
            En consecuencia, detrás de cualquier modelo de sociedad está el difícil equilibrio entre los deberes que deben aceptar todos sus miembros para formar parte de ella y la resistencia propia de cada persona a que su individualidad quede subsumida en el grupo humano del que forma parte. Por otra parte, la pertenencia a una sociedad crea una mayor sensibilidad de sus miembros entre sí que la que tienen hacia el resto de los seres humanos. O, explicado de otra forma, si una persona no pertenece a ninguna sociedad, por muchos problemas que tenga, no encuentra compasión en el resto de los seres humanos, ya que ninguno se identifica claramente con ella.
            Para poner fin a este capítulo, apuntar que hasta ahora se han explicado de una forma muy superficial una serie de temas que más adelante habrá forma de desarrollar más a fondo. De momento, estas cuestiones sólo se anticipan como manera de ir asentando paulatinamente el hilo narrativo propio de este texto. En el capítulo siguiente ya se abordará uno de los problemas mayores que afectan a la vida humana, el correspondiente a la existencia del mal.
           


           
UNA HIPÓTESIS SOBRE LA CAUSA DE LA EXISTENCIA DEL MAL

            -efectos psicológicos de la fragilidad humana
            El hombre, con respecto al resto de los seres de la creación, tiene una ventaja indudable ya comentada, su inteligencia. Este don no es óbice para que siga siendo un producto perecedero, que nace, vive y muere. Incluso, hasta cierto punto, el que sea capaz de ser consciente de su carácter temporal, puede llegar a introducir una nota de infelicidad en la vida de muchos hombres según vayan quemando etapas en su vida.
            Sin embargo, quizá no sea el temor a la muerte el factor más perturbador de la existencia humana. La debilidad de su condición crea miedos más concretos y reales, como puede ser el terror ante la posibilidad de quedar paralítico, ciego, o de sufrir cualquier enfermedad dolorosa. Pese a los avances de la ciencia médica en los tiempos contemporáneos –una muestra evidente es el enorme avance alcanzado en el campo de los trasplantes de órganos-, parece que todavía pasaran muchos años antes de que la especie humana pueda plantearse un futuro en que tenga una seguridad plena de poder evitar estos peligros.
            En este sentido, y como ya se ha comentado, en todo momento nuestro cuerpo nos está recordando nuestras limitaciones. Sin embargo, el hombre ha ideado mecanismos mentales para engañarse y evitar pensar en estos aspectos más desagradables de la vida. Esto es así porque mantener una actitud existencialista sólo contribuye a hacer aquella más amarga, al provocar que el hombre viva en un permanente estado de angustia.
            La consecuencia es que, de manera inconsciente, el ser humano tiende a velar los aspectos más notoriamente ingratos de su condición, seleccionando en su memoria y percepción sólo los que tienen la forma más agradable. Esta selección es debida a la aspiración de eliminar el recuerdo y la presencia de aquellos elementos de la naturaleza que amenazan revelar con toda crudeza las miserias de nuestra especie. Se trata de un mecanismo defensivo de la inteligencia para que la persona pueda ganar confianza en sí misma y no piense en su vulnerabilidad.
            Una de las pruebas más claras de esta manera de proceder de la mente humana es la tendencia del hombre a ver siempre el mañana con optimismo, pese a que generalmente los datos presentes o de su pasado no justifiquen objetivamente esas esperanzas. Es la convicción de muchas personas sin suerte en la vida de que basta con que les den una oportunidad de probar su valía para que su futuro se vuelva halagüeño..
            -causas de conflicto entre los seres humanos
            Esta huida de la realidad propia del hombre tiene una consecuencia perversa. Uno de los propósitos del individuo es anular los actos en que queden al descubierto sus limitaciones. Por tanto, el objetivo que se persigue es tanto reducir al máximo aquellos  esfuerzos en que sea visible la incapacidad física de la persona como evitar aquellas situaciones en que salga a relucir la falta de destreza para realizar alguna tarea dada. Por supuesto, otro objetivo es también minimizar las posibilidades de efectuar algún error en cualquier posible cometido.
            El procedimiento habitual que han encontrado los seres humanos a lo largo de la historia de las civilizaciones ha sido poner a su servicio a otros individuos para que realicen todo tipo de labores. Esta posibilidad de poner disponer del trabajo ajeno tiene varias ventajas evidentes: por un lado, su valor utilitario, y por otro lado ayuda a la persona privilegiada a reafirmarse en su ego. Esto segundo se debe a que, quien da las órdenes parte de unos planteamientos mentales que, si bien en teoría, muchas veces pueden ser perfectos, su ejecución es más difícil de llevar a cabo.
            La explicación a la parte final del párrafo anterior estriba en que la inteligencia tiene la capacidad de proponer soluciones ideales a cualquier tipo de problema abstrayendo sus elementos más significativos, proceso que se ve favorecido por la tendencia anteriormente comentada de la mente a confeccionar una realidad lo más perfecta posible. Sin embargo, muchos datos de la experiencia no encuentran cabida en estos planteamientos modélicos que, en consecuencia, no recogen muchos posibles obstáculos para su correcta aplicación.
            Se establece de este modo, aparte de la jerarquización explícita entre la persona que dirige y la que obedece, una diferencia de calidad humana entre ellas, ya que los pertenecientes al primer grupo pueden pasar por seres superiores a los del segundo grupo. Las faltas de estos últimos son mucho más notorias porque, por lo explicado más arriba, es más fácil justificar que el diseño de una acción está bien realizado y que quien falla es el encargado de ponerla en práctica que se dé el caso contrario.
            Llegados a este punto, conviene puntualizar que no se trata de establecer un maniqueísmo entre aquellos seres humanos que sólo aspiran al abuso del ser ajeno y las personas que tienen unas inclinaciones más nobles de ayuda y solidaridad con su prójimo. El miedo congénito es común al conjunto de los seres humanos así que la tentación de aprovecharse del resto de las personas afecta a todas ellas. Esta natural inclinación del hombre se convierte en una de las causas principales que envenenan las relaciones humanas ya que, como es lógico, crea una dialéctica de enfrentamiento entre las personas.
            -carácter cerrado de la existencia humana
            En principio, es difícil entender porque, estando el ser humano dotado de una capacidad de entender las necesidades ajenas por tener él mismo unas similares, su actitud vital se caracterice por el egoísmo. Este comportamiento parece todavía más paradójico si se tiene en cuenta que en todas las sociedades se busca a través de la educación inculcar a sus miembros unos sólidos principios morales que favorezcan la convivencia.
            La explicación de este egocentrismo del ser humano vuelve a responder a los mismos motivos que se llevan analizando en este capítulo. La obsesión de la persona por negar su carácter perecedero y frágil hace que su atención se centre prioritariamente en alcanzar estados de evasión de sí mismo. Para ello, uno de los métodos más comunes es acudir a la ingesta de sustancias que le provoquen sensaciones muy intensas o exquisitas que le supongan una escapada transitoria de la percepción del mundo real. Otras maneras conocidas de alcanzar el mismo objetivo son el recurso al ascetismo o la búsqueda de hazañas físicas que pongan a prueba su capacidad de superar sus limitaciones naturales. Cualquier tipo de vicio, como la ludopatía por ejemplo, en líneas generales se puede incluir en este apartado.
            Debido a este deseo de huida de sí, el hombre busca una concepción de su persona en que ésta cobre un sentido absoluto, donde no quede lugar a dudas su condición de ser superior. Hay dos mecanismos para ello, en parte coincidentes. El primero se basa en espiritualizar en lo posible su existencia, refinando en lo posible tanto sus gustos como sus actitudes. La voluntad de rodearse de productos de calidad, donde pueda demostrar su capacidad de saber hacer una selección entre aquellos objetos  o elementos que atraen a sus deseos se incluye de lleno en este punto.
            El segundo mecanismo mencionado se vincula con el anterior a través del hecho de que esta depuración de los aspectos más innobles de la persona va acompañada de un deseo de marcar distancias sociales con aquellos seres humanos que no están en disposición económica de refinar tanto sus comportamientos. Por tanto, esta persecución de mejora espiritual tiene una proyección no sólo positiva sino también negativa.
            Esta necesidad constante de escapar de su propia realidad lleva a que la concentración de la persona en sí misma sea total. Por tanto, aunque el ser humano conserve inclinaciones buenas hacia el ser ajeno, éstas quedan relegadas a un lugar secundario con respecto a la solución de sus propios problemas vitales. Sólo en el caso de que la ayuda hacia el prójimo forme parte del modelo de personalidad ideal que el individuo crea de sí mismo se abre una puerta hacia la generosidad humana. Éste es un tema al que se volverá más adelante.
            -justificaciones al temor que los hombres se tienen
            Uno de los aspectos que se ha tratado en el apartado anterior es clave para entender el título de este capítulo, que versa sobre una posible explicación del origen del mal. Cuando se explicó la necesidad del hombre de marcar unas distancias con otros seres humanos en que él se sitúe en un plano superior, también se aludió al lado oscuro de este comportamiento. En efecto, junto a la vía positiva de la mejora de la educación y riqueza individual, hay otra vía negativa que persigue el mismo objetivo mediante la búsqueda del rebaje ajeno. Ambas vías no tienen porque ser, ni mucho menos, incompatibles.
            De este modo, se abre una puerta clara para entender porque el hombre puede con facilidad buscar el daño de otros seres humanos. Gracias a él encuentra una de las formas posibles de reafirmarse en la condición superior pretendida interiormente. En consecuencia, es el miedo de nosotros mismos, la renuncia a admitir nuestra condición débil, lo que hace a los seres humanos tan peligrosos con los otros miembros de su especie.
            Estos potenciales ataques que pueden provenir de los otros seres humanos hacen que el hombre adopte una actitud de desconfianza hacia el prójimo, debido a la cual busca controlar los pasos de éste. Por ello, ante la imposibilidad de vigilar de cerca todos los actos ajenos, también busca tener la suficiente capacidad de intimidación para poder reaccionar con agresividad al posible enemigo. Un elemento de fuerza está siempre presente detrás de cualquier tipo de relación humana aunque las formas aparentes sean mucho más amables.
            No hay duda de que este temor hace que el hombre corriente se encierre aún más en sí mismo al dificultar tanto la comunicación con los demás como la correcta percepción de la realidad. Casos extremos se dan en el caso de aquellas personas ególatras que consideran que cualquier revés que sufren en su existencia se debe a la mala fe de otra persona. Sin llegar a estos límites, la mayoría de los seres humanos están condicionados por el conjunto de factores explicados hasta ahora: el miedo a nuestra naturaleza, el deseo de evasión de ésta y la lucha entre los individuos por alcanzar los medios para conseguirlo.
            En los capítulos siguientes se analizará como, a pesar de todos estos hándicaps, el ser humano ha conseguido vivir en sociedad así como, sobremanera, la influencia que tienen estos componentes psicológicos citados en las relaciones sociales que se establecen entre las personas. Las líneas escritas hasta ahora pueden dar la sensación de tener un tono excesivamente pesimista sobre la esencia del hombre. Sin embargo, la historia de la humanidad demuestra que, cuando se habla del mal, hay muchos ejemplos de los excesos a los que puede llegar el ser humano con sus semejantes. En la vida diaria, dentro de una sociedad reglada, esta agresividad queda mitigada y a su estudio se dedica fundamentalmente el próximo capítulo.
                       


INTEGRACIÓN DEL HOMBRE EN LAS CONVENCIONES SOCIALES

            -principios sociales que facilitan la aceptación de un orden
            El establecimiento de un orden es uno de los requisitos básicos de una sociedad, en gran parte debido a tener que controlar los impulsos malignos del ser humano. El orden se fundamenta generalmente en un concepto denominado propiedad que sirve para definir los bienes pertenecientes a cada persona de modo exclusivo.  Así, en cierto modo, la sociedad se tiene que basar en una idea que en parte niega su principio original solidario.
            A la hora de garantizar este orden, históricamente muchas sociedades se han basado en el empleo de la fuerza bruta. Los métodos coactivos de la autoridad que lideraba la sociedad, normalmente justificados en la construcción de un estado y sus correspondientes instituciones, eran de una brutalidad extraordinaria. Una muestra de estas aseveraciones era la manera de cómo el maltrato hacia los delincuentes era una práctica habitual, recogida en los cuerpos legales de cada nación, por parte de los encargados de hacer cumplir la ley. Sólo a partir del periodo histórico de la Ilustración este empleo de la tortura ha empezado a verse como algo reprobable.
            Junto a este uso de la violencia para mantener el orden, que se hubiera revelado posiblemente insuficiente por sí mismo, todas las sociedades tienden a crear un sistema de valores que facilite la vida en comunidad del individuo. Un freno interno, que  provenga de la propia conciencia humana, es un recurso más válido para conseguir el acatamiento de las reglas sociales que una mera política de imposición y castigo.
            En consecuencia todas las sociedades han desarrollado una moral que sirva para suavizar las inclinaciones perversas de la persona y las reconduzca hacia un camino más constructivo. La importancia de la asunción de una moral común por el conjunto de la población es vital para la buena marcha de las sociedades ya que es la manera de que exista una plena identificación entre todos sus miembros. La moral sirve, entre otras cosas, para que las personas acepten su lugar en la sociedad, tenga su posición mayor o menor importancia.
            En este sentido, la moral siempre ha tenido una labor fundamental en justificar las jerarquías sociales pero, a la vez, siempre ha tenido que apelar a su aceptación por los miembros más humildes de la sociedad por lo que ha tenido que hacer guiños a estos últimos. En este equilibrio entre recoger las aspiraciones igualitarias de unos y el deseo de mantener las distancias sociales de otros se han mantenido todas las morales, gozando algunas de ellas por esa razón de una clara ambigüedad. Sin entrar todavía por el momento a profundizar en los temas morales, en el punto siguiente se tratarán algunas de las nociones básicas en que se suelen fundamentar las diferentes morales.
            - las ideas de amor, saber e imagen
            Amor, saber e imagen son tres conceptos capitales que se van a desarrollar en este orden. El amor es un sentimiento producto de la necesidad humana de, ante su vulnerabilidad, encontrar un apoyo seguro en otros seres humanos en caso de necesidad. Este sentimiento, debido a tener que vencer los recelos tan profundos entre las personas anteriormente explicados, determina un compromiso muy firme, en el que se exigen pruebas evidentes.
            Como el egoísmo es una inclinación natural en la persona, el amor, como contrapartida, exige que los vínculos entre las personas estén basados en la capacidad de renuncia a su propio interés, con un nivel de exigencia tan alto que puede llevar a aceptar la muerte. Tanto a nivel de matrimonio, de familia, de relación con el país en el que se vive, o cualquier otro vínculo similar, el amor crea células o reductos que vinculan muy estrechamente a los seres humanos que los conforman. Como el propio miedo innato que está detrás de su origen, es un sentimiento de carácter  irracional; sin embargo, su utilidad es incalculable ya que permite que la confianza del ser humano en una posible ayuda ajena sea mucho mayor.
            El amor, un sentimiento cuyo origen posiblemente sea espontáneo, siempre ha tendido a ser absorbido por las diferentes morales, debido a sus valores implícitos de sacrificio y deber. Para cualquier moral, que trata de establecer reglas de juego comunes a todos los miembros de la sociedad o, dicho de otra manera, pretende una domesticación del ser humano, la utilidad de la idea de amor es evidente. Si tal sentimiento se consigue extender a todas las parcelas de la vida del individuo, éste dudará a la hora de transgredir cualquier comportamiento social aceptado.
            La idea de saber también hace un gran servicio a las diferentes morales. Uno de los medios que existen para conseguir unos lazos firmes entre los seres humanos consiste en la aceptación por su parte de una visión del mundo en que su destino se vincule al de los demás miembros de la sociedad. De este modo, uno de los requisitos de toda moral se basa en dar una explicación de la realidad que convierta al ser humano en un todo indisoluble con su comunidad. Por otro lado, en este tipo de concepciones superiores muchas veces se integran respuestas a aquellas cuestiones que más perturban al individuo, los problemas concernientes a su alma, contribuyendo así a un control del miedo congénito a su condición.
            En cuanto a una definición de imagen, se corresponde a aquellos gestos y modales que nos convierten en seres aptos para convivir en sociedad. Se basan ante todo en eliminar los resabios de la fuerza bruta en las relaciones directas entre las personas. Cualquier moral también tiende a apropiarse de esta idea de imagen ya que la condena de la violencia interna entre los miembros de la sociedad parece uno de los fundamentos de la coexistencia humana.
            -estrategias de desenvolvimiento social por parte del hombre     
            Entrevistas algunas de las bases comunes a las distintas morales, este apartado se va a dedicar a aquellas tácticas que desarrolla el hombre para salvar lo básico de su personalidad sin poner en peligro la cohesión social. Una de las obsesiones que tiene toda persona es evitar ser considerada inferior al resto de sus semejantes, en parte porque le ocasionaría grandes dudas acerca de su condición con lo que se exacerbaría su miedo innato. Una de las consecuencias de esta actitud es que el hombre trata de demostrar que sus capacidades son similares o superiores a las de cualquiera de los otros seres humanos.
            Cualquier sociedad, por su carácter público, hace que el hombre tenga que estar sometido constantemente al examen de de las otras personas, en parte por los procesos antedichos de que la individualidad humana sólo encuentra su sentido comparándose con los demás. Esta presión que se ejerce sobre el individuo por la sociedad le obliga a adoptar en muchas de sus exposiciones públicas una clara reserva, por el temor de hacer el ridículo. Así, uno de los comportamientos más comunes de toda persona es la tendencia a adoptar un aire de misterio, ya que éste le sirve para ocultar sus posibles carencias de conocimiento o destrezas.
            Otra de las consecuencias en la conducta humana de la integración en la estructura social es una reserva a asumir tareas a las que el individuo no esté obligado. En parte esta actitud viene motivada por la tendencia humana a delegar los trabajos menos nobles en otra persona y por otra parte está causada por el sentido de orden implícito a una sociedad. Este segundo aspecto, unido al primero, hace que el ser humano sea consciente de que la aceptación de una tarea en un momento dado y de modo transitorio puede transformarse en una obligación con carácter indefinido. 
            Esta posibilidad de la conversión de una colaboración puntual en un deber permanente es debida a que, por el recelo existente entre los seres humanos, conocedores mutuamente de su tendencia a evitar tareas pesadas o dificultosas, la división del trabajo en una sociedad se vuelve muy estricta. Esta rigidez es la única manera en que una sociedad funcione porque sino los conflictos entre las personas a la hora de asumir su parte en el trabajo común serían perennes. De ahí que, un individuo, tras asumir una labor, vea difícil negarse a continuarla, porque esta actitud amenazaría la estabilidad social al poder provocar una reacción en cadena del resto de sus miembros.
            Otro efecto que tiene la vida en sociedad para el individuo es su identificación con los miembros de ésta que mayor éxito han tenido en la vida. Estos procesos de asociación son corrientes a todo ser humano y conllevan una confusión entre las ideas de igualdad y de equiparación. En efecto, el hombre piensa que la sociedad tiene que proveerle a él de tantas ventajas como al que más; al mismo tiempo, en líneas generales, la mayoría de los miembros de la sociedad son conscientes de su debilidad y se limitan a confiar en que puedan ascender en la escala social sin que haya actos de fuerza que se lo impidan.
            La importancia que tiene esta forma de pensar es que el ser humano se preocupa, ante todo, de compararse con los que viven mejor que él perdiendo la sensibilidad hacia los que están en un plano inferior. Con ello, se consigue que haya una fuerte rivalidad entre las clases medias y bajas por impedir el ascenso social ajeno, ya que se niega ninguna precedencia hacia los semejantes a uno. Al mismo tiempo, no se persigue la existencia de élites porque un día se aspira a formar parte de ellas y participar de todos sus privilegios.
           
-división de funciones en una sociedad
            Esta última sección de este capítulo se va a dedicar a los principios en que se organiza el reparto de trabajo dentro de una sociedad, aspecto muy sensible porque toca dos de los aspectos básicos del ser humano. En primer lugar, su tendencia a buscar el  placer, propia de cualquier ser con una parte corporal (la disciplina de cualquier trabajo siempre tiene un carácter antinatural porque implica unas dosis importantes de tensión y desgaste: es el fenómeno moderno de la tiranía del reloj surgida de la Revolución Industrial). En segundo lugar, el tantas veces comentado recelo entre los individuos debido a su búsqueda de aprovecharse del ser ajeno.
             Producto de una búsqueda de la conciliación entre el interés social y la igualdad de los individuos, en el pensamiento contemporáneo se ha avanzado bastante en el establecimiento de una distribución de tareas dentro de la sociedad en la que el criterio predominante sea el talento. Aunque este propósito quede muchas veces sobre el papel, hoy día se niega jurídicamente la codificación de los mejores puestos de una sociedad dentro de alguna clase social determinada, como ocurría en la mayoría de los países hasta la edad contemporánea.
            Sin embargo, la existencia, a la vez, de un sistema como el liberal que permite la máxima acumulación de riquezas hace que generalmente el poder económico se concentre en pocas manos. Debido a ello, la posesión de gran parte de las riquezas que existen en el mundo, con las influencias que tal hecho determina, se siguen reduciendo a círculos de personas reducidos. Como es lógico, dentro de estas familias de ricos, la transmisión de sus bienes se hace por herencia, sin que la mayor o menor capacidad del afortunado tenga mucho que ver.
            Pese a esta evidencia, el sistema liberal, como su nombre indica, presume de ser abierto y de dejar grandes posibilidades para la creación de riqueza por parte de otros miembros de la sociedad, siempre que tenga la suficiente iniciativa para ello. Hay casos en que esto resulta así y se da una aparición de nuevos ricos; por lo general, su consecuencia es que genera una mentalidad en que muchos miembros de clase media de la sociedad se atreven con algún proyecto empresarial o comercial que a una parte de ellos, sin prosperar del todo, les da el suficiente rendimiento para vivir con dignidad.
            Con respecto al poder político, principal campo de batalla de las reivindicaciones populares, los regímenes políticos dominantes en la actualidad también son teóricamente abiertos, como corresponde a las democracias. Ello no quita que, por la complejidad que tienen los estados, la participación popular real queda muy debilitada y la clase política tiende a ser cerrada. En consecuencia, en las dos esferas principales que posibilitan el ascenso social las intenciones no se corresponden con la realidad.
            El resultado, por tanto, de dar prevalencia al mérito como forma de selección del status social no es excesivamente halagüeño en la mayoría de los casos. Ello no es óbice para que ninguna profesión pueda impedir la aparición de nuevos competidores y para que sea el gusto de la gente el  que determina qué productos desea comprar y a qué precio. Tampoco, por supuesto, hoy día, se puede obligar a la gente a trabajar. Estos factores, unidos a las políticas sociales de reparto de riqueza y educativas que tienen las sociedades más desarrolladas, permiten crear en ellas una base material y formativa a título individual que muchas veces facilita a las personas una mejor selección de las oportunidades que les ofrece la sociedad para encontrar un buen empleo.
El razonamiento del párrafo anterior se aplica especialmente a los países occidentales y a algunos asiáticos; en los estados del Tercer Mundo no se ha llegado en la mayoría de los casos todavía a una participación popular en los beneficios sociales. Sin entrar a discutir aquí las causas, hay que recordar que igual que los individuos compiten entre sí, las sociedades también lo hacen. Si los países ricos drenan recursos de los países pobres, y de la riqueza que queda en éstos la mayoría va a sus élites, escaso patrimonio queda para el conjunto de la población de los estados tercermundistas. En ellos, la división del trabajo según el mérito no tiene sentido porque la mayor parte de sus ciudadanos no van a tener nunca la mínima formación que permita desarrollar sus habilidades innatas.
             


FUNDAMENTOS DE LA MORAL ACTUAL

            - búsqueda del  autocontrol por parte del hombre
            Una de las partes del capítulo anterior ya se ha dedicado a cuestiones morales. Ahora ha llegado el momento de profundizar en esta clase de contenidos. La moral se revela básica como elemento de convivencia entre los hombres. Es cierto que, por encima de ella está la aplicación del derecho que, a su vez, fundamenta el orden social. Sin embargo, estas otras categorías sociales encontrarían difícil aplicación si previamente no hubiera una aceptación íntima por cada ser humano de una serie de valores morales.
            La moral tiene que dar respuesta a una serie de dificultades fundamentales. El primero de ellos la contención a la hora de hacer daño al ser ajeno o intentar apoderarse de alguno de sus bienes. También debe atender al miedo consustancial al individuo y su necesidad de respuestas de tipo existencial, sobre todo con respecto a la muerte. Por último, debe favorecer en lo posible la colaboración y el auxilio mutuo entre las personas.
            Tradicionalmente, la mayoría de las morales han buscado solucionar tales dilemas buceando en la interioridad humana, buscando que sea el individuo el que sea capaz de corregir su comportamiento cuando éste no discurre por los cauces apropiados. La fortaleza mental de la persona se transforma en un requisito esencial para la formación del espíritu comunitario. Una persona que encuentra la resolución de sus inquietudes a través de la introspección y el análisis de sí mismo evitará la tentación de desear lo ajeno.
            Se contrapone así el fomento de la riqueza interior de la persona frente a la ambición material. Gracias al conocimiento de uno mismo, el hombre encuentra un camino para solucionar muchos de los interrogantes que le perturban. Por la propia contradicción que se suele establecer, en un plano moral, entre las riquezas materiales y espirituales, la vía habitual para conseguir estas segundas se basa en la anulación en lo posible de los deseos físicos.
            Esta mentalidad impregna casi todas las morales sin que estén del todo claro las razones. Posiblemente la espiritualización de la vida facilite el olvido de la parte animal del hombre y, con ello, muchos de los miedos a ella asociados. Por otra parte, los deseos sí son en buena manera causa de la agresividad humana, debido a que determinadas sensaciones son capaces de causar tal grado de excitación al hombre, que provocan que éste abandone su estado de percepción normal. Para muchos seres humanos, esta huida de su condición se convierte en una necesidad que hace que pierdan el sentido de la realidad y puedan cometer abusos con los demás para satisfacerla. Finalmente, una búsqueda de la felicidad basada en la renuncia a competir por bienes materiales indudablemente favorece la generosidad con los demás.
            - adaptaciones contemporáneas de la moral
            No todos los seres humanos pueden llevar a sus extremos los principios ideales entrevistos en el punto anterior ya que, llevados a rajatabla, suponen una renuncia a gran parte de los estímulos que hacen la vida agradable al hombre. Incluso pueden llegar a tener un carácter contraproducente debido a que, si la persona ahonda excesivamente en un camino individual de perfeccionamiento, puede llegar a un apartamiento del resto de la sociedad. En tal caso, se habría conseguido el propósito contrario al que persigue cualquier moral que es la integración entre los individuos.
            En las sociedades contemporáneas, la moral ha tenido que encontrar un equilibrio entre las aspiraciones de mayor bienestar de los individuos –cada vez más conscientes de que la pobreza es un estado injusto, dentro de un proceso histórico que al menos se remonta a las diferentes corrientes socialistas del siglo XIX- y sus propios propósitos de ejercer un control sobre los deseos del ser humano. El hombre corriente, por otra parte, en líneas generales tiene asumido esta faceta moral restrictiva porque teme que una mayor libertad provoque un embrutecimiento de las personas que permita que salgan a relucir sus peores instintos.
            La resolución de este conflicto entre la disciplina interior y las ansias de alcanzar la prosperidad de los individuos se consigue a través de una vía indirecta. El éxito en la vida es precisamente la prueba de la fortaleza mental de la persona. Ésta demuestra así su capacidad de superarse a sí mismo por medio de perseverar en la lucha por mejorar su suerte. Mientras se está en este proceso, la restricción de todo tipo de apetencias que contribuyan a malgastar energías vitales, se considera la clave del éxito.
            La moral actual por tanto se basa en una serie de ideas, la de voluntad, ya anticipada en el capítulo primero, y la de ahorro. Esta segunda hay que entenderla como la concentración de recursos por cada ser humano, y su consiguiente renuncia a unos placeres inmediatos, con vistas a su mejor aprovechamiento para poder dar un salto cualitativo en la vida. La primera, como ya se dijo, se basa en una gran confianza de la persona en sí misma, de modo que se atreva a enfrentarse a los demás hombres para llevar a cabo sus propósitos y no se desanime ante las primeras dificultades que encuentre en su camino.
            En consecuencia, de este modo se salva el fundamento de las morales tradicionales, la capacidad humana de ejercer un autocontrol de sus deseos, y, por otro, no se impide que los hombres puedan aspirar a un mejor futuro. El mayor fallo de esta concepción es que no tiene en cuenta el diferente grado de trabajo que cuesta a los seres humanos alcanzar el éxito, según éstos tengan más medios de partida o no.
También, dentro de este plano negativo, introduce un factor de descontento entre muchos miembros de una sociedad, ya que con esta mentalidad quien posee la riqueza lo hace con toda justicia ya que no desposee a nadie, sino que es producto de su esfuerzo. O sea, la culpa de aquellos que están en la miseria es únicamente suya y no tienen autoridad moral para reclamar una distribución más equitativa del patrimonio de la sociedad porque han desaprovechado sus oportunidades de participar de él.
            - el individuo como horizonte de referencia de la moral
             El último párrafo de la sección anterior introduce una de las limitaciones básicas de la moral. Pese a que uno de los fines de ésta es permitir la convivencia de los seres humanos dentro de una sociedad, su punto de vista no es global sino individual. Las normas de comportamiento que cada sujeto se debe autoimponer tienen en cuenta más el análisis en bloque de sus actos que la repercusión o los efectos de cada uno de ellos, tomados de modo singular, en el resto de los miembros de la sociedad.
            El matiz apuntado en el párrafo anterior es importante porque un acto de fuerza de una persona -no entendiendo por éste tanto una agresión física como simplemente un empleo de los medios disponibles con el propósito de anular un derecho ajeno-, desde una moral que considere al individuo como un ser absoluto, queda disculpado por hechos posteriores en que la misma persona se comporte de modo contrario. Por lo tanto, se abre un camino claro a la arbitrariedad si el ser humano es poderoso porque puede perjudicar a unos y favorecer a otros sin que su crédito moral y personal se resienta.
            El marco de la moral se plantea así en función de la construcción de modelos cerrados de conducta. El juicio sobre un acto de una persona viene condicionado por su crédito previo o, lo que es lo mismo, existe un prejuicio. Se da así una dicotomía por la que un comportamiento público que respete valores sociales del tipo de los citados -éxito en la vida, respeto formal hacia el ser ajeno, capacidad de ayuda ocasional hacia otros miembros de la sociedad, vida privada sin vicios aparentes- hace que determinadas  personas encuentren fácil disculpa moral cuando, con sus hechos, perjudican a otros miembros de la sociedad. Por el contrario, otras personas que dan una visión más negativa en su comportamiento habitual ven que sus faltas son juzgadas con mucha más severidad por sus semejantes.
            Posiblemente este reduccionismo a confiar en el propio ser humano como el responsable de su comportamiento sea debido a la conciencia de que es imposible controlar todos los actos perniciosos de los hombres. Como no hay medios ni posibilidades de ejercer un control absoluto sobre las acciones humanas, se busca que la persona no se plantee siquiera la posibilidad de dañar al prójimo. Sobre la ingenuidad de este planteamiento se volverá a incidir en el capítulo próximo.
-         la difícil convivencia de los planos material y espiritual en la moral
Aunque el tema de la oposición entre los aspectos represores de la generalidad de las morales y la búsqueda de la felicidad del individuo ya se ha tratado brevemente con anterioridad, en este apartado se va a revisar una de sus derivaciones. Al menos en la mayoría de las sociedades de los países occidentales, hoy día, se vinculan también aspectos morales a lo que se denomina justicia social o, lo que es lo mismo, una redistribución de la riqueza generada por la sociedad a través de una vía legal apropiada al efecto.
            Esta petición de reparto del conjunto de bienes comunitarios viene por lo general de una parte de los miembros más desfavorecidos de la sociedad. Introduce un factor nuevo en el ámbito moral porque tradicionalmente la preocupación básica de cualquier moral estaba destinada a que el individuo aceptase las reglas de la sociedad, no a que intentase cambiarlas. Desde este punto de vista más habitual, la dignidad humana se cifraba más en la capacidad de resistir las adversidades sin reaccionar violentamente que en la consecución de unos requisitos materiales que, si es necesario, le deben ser cedidos por otros miembros de su sociedad.
Al referirse anteriormente a la moral liberal, se aludió al descontento de una parte de la población con un tipo de pensamiento que justifica el acaparamiento de bienes por parte de los ricos. También se ha aludido a cómo esta mentalidad dificulta las reclamaciones populares. Estas afirmaciones, en principio, se contradicen con lo que ahora se está explicando, la aceptación de una moral por la que la sociedad ofrezca beneficios lo más equivalentes posibles a todos sus miembros.
La resolución de esta paradoja viene por medio de una aplicación flexible de la moral. Si el individuo es capaz de trasladar sus problemas a una escala social conseguirá una mayor atención sobre ellos; si tiene que denunciarlos en solitario, su caso tendrá poca repercusión social. O, dicho de otro modo, un grupo organizado tiene mayor capacidad de denuncia que un individuo aislado. Esta situación se produce porque una problemática colectiva que no sea atendida pone en riesgo la confianza en la bondad de la moral que, como ya se dijo al principio del capítulo tercero, en su marco tiene que dar cabida a todo el mundo. Por el contrario, un asunto que sólo ataña a una persona no debilita la credibilidad de la moral porque, como se explicó en este capítulo, su enfoque básico descarga la responsabilidad de las vivencias del individuo en sí mismo.
La consecuencia más importante, dentro del plano moral, de su asimilación de principios de justicia social, es que la idea de voluntad puede fundamentarse, no sólo en alcanzar el éxito económico o político, sino en liderar la oposición de sectores populares a las pretensiones de los miembros más poderosos de la sociedad. La manera en que determinadas personas se exponen, en representación de otras, generalmente ligadas al mundo del trabajo, frente a los intereses contrarios de las clases privilegiadas, se ha convertido en el mundo contemporáneo en una nueva forma de ascenso y mérito social.




LAGUNAS DE LA MORAL CONTEMPORÁNEA

- crítica de la construcción moral desde el interior del ser humano
Este punto se puede empezar planteando una cuestión obvia, que es una postura ingenua pensar que es posible conseguir un control de la mente del individuo. Incluso la persona con mejores propósitos y más buenas intenciones, es incapaz de dominar las tentaciones o los malos pensamientos que bullen en su cabeza. Quien escribe estas líneas es consciente de que esta afirmación no es demostrable ya que es palabra contra palabra (es imposible refutar que alguien diga que su conciencia está libre de ningún tipo de maldad), pero la propia condición humana lleva al hombre a una defensa de sí que suele derivar en la crítica al ser ajeno aunque ésta no trascienda al exterior.
Esta excesiva confianza de la moral en la persona tiene menos razón de ser todavía cuando sus reglas no ponen límite, como ocurre en el mundo actual, a la acumulación de poder por parte de algunos individuos. Pensar que éstos se van a contener, gracias a sus fuertes principios morales, de hacer uso de sus grandes recursos privados para satisfacer sus deseos parece una esperanza demasiado inocente. Más aún, si se tiene en cuenta que debido a lo ya comentado del miedo consustancial al hombre la primera prioridad de éste en su vida es encontrar algún tipo de medio que sitúe otros seres humanos a su servicio.
Si a todos los factores antedichos se une que la imaginación no tiene límites definidos, la capacidad humana para generarse innumerables caprichos que satisfacer es altísima. Las frivolidades de los ricos son, en este sentido, de cuando en cuando, objeto de curiosidad para la prensa. No es el propósito de estas líneas criticar la vida de nadie, simplemente la alusión a las rarezas de los millonarios sirve para probar las debilidades de la condición humana. Otra evidencia de esto último es la fascinación del ser humano por los aspectos morbosos en el sexo.
Como consecuencia de lo anterior, resulta difícil explicarse la obsesión de casi todas las morales en centrar el problema de su funcionamiento únicamente en la manipulación de la conciencia humana. Los frenos internos son importantes porque atacan muchas de las causas de la maldad humana pero no son ni mucho menos suficientes ya que son incapaces de abordar el principal factor de perturbación del comportamiento humano, el miedo a su naturaleza y sus repercusiones psicológicas.
Todavía más cuestionable resulta que este tipo de morales fundamenten la ética de la mayoría de las sociedades, ya que permiten una enorme apropiación de bienes por unos pocos de los seres humanos. Ésta situación, aunque corregida parcialmente por el desarrollo de nociones de justicia social, se mantiene en sus puntos básicos como predominante, basta ver las grandes fortunas que hay en el mundo. Con respecto a esto, las morales actuales ahondan en una disciplina interior que favorece que el individuo acepte una disciplina exterior, tan básica para el buen funcionamiento de las sociedades; sin embargo, parece que a una moral hay que pedirle un mayor compromiso con el bienestar de los seres humanos. A algunos de estos aspectos se volverá en el último capítulo.
- posibilidad de degradación del ser humano
Otra característica criticable de la moral actual es que da mucha importancia al disimulo de la naturaleza humana, ya que es el aspecto del hombre que más recuerda su fragilidad. Ya sea a través de un pensamiento más tradicional –una moral religiosa como el cristianismo, por ejemplo, que defienda una visión ascética de la vida- o a través de una mentalidad liberal, que considera el éxito y las ventajas a él asociadas producto de haber conseguido superar un etapa anterior voluntariamente restrictiva, al ser humano se le impone un abandono de sus comportamientos naturales.
Como es obvio, para el ser humano no es sencillo negar su propia realidad. En consecuencia, la moral con demasiada frecuencia se utiliza como un arma arrojadiza por parte de aquellos que tienen capacidad de ocultar sus impurezas frente a los que no pueden evitar mostrar tales miserias. O, incluso, sin necesidad de establecer tales categorías de individuos, la moral se transforma en uno de los modos de enfrentamiento  que tienen los seres humanos en su búsqueda de mejorar su status social.
Así, uno de los mayores defectos de la moral actual, si no el que más, es que niega en demasiadas ocasiones al propio ser humano. Al espiritualizar la condición de éste, le sitúa en un plano ideal que, por lo general, le resulta inalcanzable en su totalidad aunque pueda hacer progresos en esa dirección. Por otro lado, también le crea una tensión vital ya que el hombre está obligado a dudar de todas sus inclinaciones naturales, sobre todo cuando tienen una manifestación demasiado evidente ante los ojos de los demás. Por último, esta elevación de la condición humana, implícitamente rechaza atender a muchas de las necesidades personales de tipo material, lo que desde un punto de vista social es reprobable.
De a los extremos que puede alcanzar esta falta de aceptación del ser humano bajo el pretexto de la moral una de las muestras más evidentes es la fácil creación de arquetipos negativos. Desde la marginación a un alumno en el colegio por parte de sus compañeros hasta las grandes concepciones racistas, pasando por la ridiculización del adversario político, la justificación a la degradación de otros seres humanos es sencilla, porque éstos nunca van a dar la perfección que exige la moral. La única cuestión es siempre, por tanto, quien puede patrimonializar esta última.
La pregunta del final del párrafo anterior tiene fácil respuesta. Si una moral responde a la necesidad de convencer a los hombres para que acepten el orden social, a quienes más favorece este último serán los más interesados en que se siga a rajatabla. Por otro lado, quienes están en la cúspide social son los más capacitados para dar ejemplo a los demás miembros de la sociedad por diferentes motivos: viven en un ambiente de comportamiento selecto y elegante, tienen más fácil ocultar sus vicios y son personas  que se han asegurado un futuro por sí mismos, con lo que responden al ideal de voluntad. Como consecuencia, su capacidad de reproche moral al resto de los miembros de la sociedad es muy alta, no dejando lugar casi a la contrarréplica.
            -diferente rasero para la valoración del individuo
            En parte por las razones comentadas hasta el momento, otro de los defectos de la moral actual es que sanciona que unos seres humanos estén en situación de considerarse intrínsecamente mejores que otros. Si el discurso moral permite por un lado degradar a los individuos que no son capaces de refinar sus actitudes y por otro enaltece a quienes detentan el poder la mezcla es explosiva, sobre todo si se une a la tendencia humana ya citada de mostrar una superioridad sobre sus semejantes.
            Así, frente a lógica inicial de las sociedades de que debe haber una ley igual para todos los que la componen, se contrapone la pretensión de la élite social de tener un trato de favor que consideran merecido, siendo una convicción íntimamente sentida por la mayoría de los miembros que la componen. Al mismo tiempo, gracias a los procesos de asociación ya descritos y la esperanza secreta de todo ser humano de alcanzar también la cima social, se consienten por el conjunto de la sociedad algunas de estas demandas.
            No hace falta buscar mucho, si se analiza el funcionamiento de cualquier sociedad, para encontrar múltiples ejemplos del diferente tratamiento que reciben los individuos según su lugar en la escala social. Entre los sobresueldos de un directivo de una gran compañía y un contrato de un trabajador de una empresa de empleo temporal existe una sensibilidad tan diferente que no merece mayor comentario. La forma en que en cualquier sociedad conviven mendigos y multimillonarios es una realidad que está ahí y a la que tampoco se le da mayor atención.
El mecanismo de defensa de la gente corriente ante este orden de cosas se limita, por lo general, a una imitación en lo posible de las clases altas en sus aspectos superficiales, intentando evitar que se la pueda identificar con los miembros más vergonzantes de la sociedad. A su vez, los pertenecientes a las élites tienden a acentuar la diferencia con estos imitadores a través de evitar la ostentación sin dejar por ello de llevar un tren de vida altísimo. En este punto, la moral basada en la domesticación interior de las apetencias naturales del ser humano llega a su máximo grado de esplendor ya que es la creación de un gusto personal exquisito el que marca la diferencia entre clases altas y medias.
- otros efectos negativos de la moral
Uno de los aspectos más chocantes de la moral, tal como está concebida en la actualidad, es que a la vez que incide en ocultar la condición humana y, por tanto, alarma al hombre sobre ella, hace creer en la posibilidad de seres humanos superiores al resto. Sólo así se explica la extraordinaria fe que ponen algunas personas en otras, a las que consideran la solución a los males sociales. No se está hablando tanto de profetismo como de la importancia que tiene hoy día la figura del líder, basta con pensar en el papel que deben desempeñar personajes como el presidente norteamericano o el Papa, o la gran influencia que alcanzan muchas veces los secretarios generales de los principales partidos españoles. De la acumulación de poder a la impunidad hay, por desgracia, un trecho muy corto.
Otra consecuencia de incidir en la debilidad humana las diferentes morales es la tendencia de los hombres a alcanzar la seguridad en este terreno precisamente a través de transgredir la moral, cuyos principios les hacen sentirse desgraciados. Para ello, los seres humanos buscan la complicidad de algunos de sus semejantes con los que forman relaciones estrechas que buscan situarse al margen de las normas sociales establecidas. Esta conducta humana se justifica por la necesidad del individuo de apoyarse en un grupo para sentirse más fuerte y, a la vez, no quedar diluida su individualidad en un marco tan global como es el de una sociedad. El corporativismo es una de las manifestaciones más claras de esta actitud, por su búsqueda de trato de favor allá donde actúa. También, aunque a diferentes niveles sociales, se pueden incluir en este apartado fenómenos tales como las bandas callejeras de los guettos urbanos o la masonería.
Un último aspecto que se va a tratar en este capítulo y al que ya se aludió con anterioridad, es la dificultad de las morales actuales para percibir los problemas a escala del individuo. A la hora de crear un estado de derecho, que es la aspiración máxima de las sociedades modernas, la escasa credibilidad del ser humano para reclamar los derechos que teóricamente le pertenecen es, sin duda, un hándicap importante. Esta disintonía entre las proclamas éticas contemporáneas y sus muchas negaciones por parte de la misma moral es uno de los conflictos sin resolver del pensamiento actual. En el capítulo siguiente se tratarán algunas propuestas que pueden llevar a salir de este callejón sin salida.



PROPOSICIONES PARA UN CAMBIO EN LA MORAL

- la importancia de admitir la realidad del hombre
Recapitulando algunas de las cosas dichas en los capítulos anteriores, la moral, tal como está planteada hoy día parte de una clara predilección por la parte espiritual del  hombre a costa de la minusvaloración de su parte animal. Tal planteamiento resulta positivo en su faceta limitadora de las manifestaciones más bestiales de la naturaleza  de la persona pero a la vez impide que la moral asuma de modo sincero las necesidades humanas.
El hombre tiende a escapar de su condición, propósito que en parte es recogido por las morales tal como están concebidas hoy día, sólo que canalizándolo en una dirección por la que los deseos físicos, o son sublimados o son repudiados. Sin embargo, el fondo natural del hombre es inmodificable por lo que la moral adquiere una función represora que, si bien, puede contribuir al orden social, va estableciendo categorías de individuos según la manera en que éstos se adaptan a sus preceptos.
Las modificaciones contemporáneas de la moral, fundamentalmente la aceptación del potencial ascenso dentro de la sociedad del individuo así como ciertas nociones de justicia social, no supone un cambio en su esencia, ya que los derechos de tipo material del individuo se siguen subordinando en gran medida a sus cualidades espirituales. Con ello, se mantiene viva la posibilidad de degradación del ser humana comentada en el capítulo anterior así como una diferente sensibilidad en el trato que deben recibir los seres humanos.
La normalización de estos aspectos, la asunción del hombre con su naturaleza física, se convierte en algo fundamental para que la sociedad no olvide nunca los principios igualitarios que están en su origen. Esta igualdad debe establecerse desde la idea de placer, aceptando que todos los seres humanos deben tener un grado de bienestar aceptable, siempre que haya medios para ello. No se puede aceptar una sociedad en que unos pasen penalidades mientras otros disfrutan de todo tipo de lujos. No debe haber así, una negación del deseo, sino su democratización.
En la sociedad de consumo actual puede, en ocasiones, dar la impresión de que este objetivo está a punto de alcanzarse. Esta aparente prosperidad no debe llamar a engaño ya que ni en las sociedades más opulentas todos sus individuos gozan de un presente aceptable desde el punto de vista material. Siempre hay colectivos que quedan al margen de los beneficios sociales lo que, si existieran morales con bases más justas, sería del todo punto censurable. Por otra parte, esta prosperidad de algunas sociedades se suele conseguir a costa de otras que, a su vez, ven cómo se aplica un discurso moral que justifica su estado de atraso por sus propias culpas.
 Una moral basada en el principio del placer cobraría un carácter universal, por otra parte, mitigando uno de los aspectos más negativos relativos a los fuertes vínculos que se establecen entre los miembros de una sociedad, que se apoyan en la idea de amor, excluyendo a quienes no están integrados en su grupo humano. Sería una moral que, sin poder para transformar el mundo, al menos no aceptaría aspectos injustos de él, como ocurre en la actualidad.
- requisitos básicos  de la persona
En este apartado se van a desarrollar algunos de los aspectos contenidos en la parte anterior. Para ello, hay que volver a hacer mención a un tema que se había tratado en el capítulo primero, la importancia de dividir el tiempo diario de cada persona en diferentes ocupaciones. Éste es un planteamiento fundamental si se quiere recuperar la realidad del ser humano.
Son cuatro las facetas básicas a las que el hombre debe dedicar su tiempo. En primer lugar y ya adelantada, todos los días hay que dedicar unas horas al descanso. Éste es un punto que nadie discute, aunque en una sociedad tan racionalizada como la actual se tiende siempre a su reducción ya que no se valora su utilidad. Otro componente también mencionado en ese primer capítulo, y que deriva de la inteligencia humana, son los periodos que hay que dedicar a quehaceres propios y puramente personales. Uno de los mayores defectos de la sociedad contemporánea es lo poco que atiende a este aspecto ya que el individuo se ve con excesiva facilidad convertido en un elemento únicamente productivo (en la valoración del ser humano, ante todo se estiman sus realizaciones concretas por delante de su creatividad).
Un tercer elemento, el menos controvertido, es el tiempo que hay que dedicar al trabajo. Éste es uno de los tributos que debe pechar el hombre para que sea aceptada su participación en las ventajas de la sociedad. Por último, está el lugar que hay que dedicar al ocio, que responde a la natural inclinación del hombre hacia el placer como en gran medida a la necesidad de huir de sí mismo a través de abandonarse a estímulos externos (ambos planos se confunden en muchas ocasiones). En la sociedad de consumo moderna la búsqueda del ocio está  bastante consentida, ya que la moral, como se ha explicado, ha sufrido una adaptación por la que considera los beneficios materiales alcanzados en vida como el premio a virtudes demostradas con anterioridad por el ser humano.
Estas cuatro caras del ser humano, si no son negadas en el mundo actual, tampoco son reconocidas como tales a nivel de individuo. La prueba más evidente es la cantidad de seres humanos que se ven privados del disfrute de algunas de ellas. Sólo las partes dedicadas al descanso y al trabajo parecen estar fuera de toda duda. El tiempo de ocio está también bastante aceptado mientras que no se considera un derecho sino sólo una aspiración propia de privilegiados la faceta creativa humana.
Esta disección de los elementos que contribuyen a la dignidad humana lleva directamente a otro punto, la consecución de los medios necesarios para su desarrollo. La idea de correlación parece la más equilibrada entre los derechos de propiedad de unos individuos –aquellos que hasta el momento más se han beneficiado del orden social- y las aspiraciones de felicidad del resto. La igualdad absoluta que pretendían algunas teorías filosóficas del pasado se ha revelado errada ya que ha derivado en una concentración de poder en pocas manos, aquellas que, en principio, habían liderado las reivindicaciones del pueblo. Por correlación se entiende que las ganancias respectivas de los miembros de una sociedad deben estar unas en función de otras, habiendo algún tipo de límite, tanto por arriba como por abajo.
- transformaciones en la interioridad humana
A lo largo de todas estas páginas se ha mantenido un juego dialéctico entre los efectos que tiene la naturaleza humana en el comportamiento del hombre, la respuesta a este factor de la moral y su repercusión en la construcción de las sociedades. Ahora que se está en la última parte de este texto, no se puede por menos de volver a reflexionar sobre los condicionantes internos del ser humano.
La moral tradicional ha intentado combatir los miedos innatos de la persona a través de no reconocer los aspectos del hombre más relacionados con su fragilidad o, lo que es lo mismo, ha intentado ocultar su parte física. Sin entrar en más detalles, esta mentalidad ha servido para creer que hay diferentes calidades de seres humanos, aquellos que son capaces de huir de su fondo animal y los que no. Por tanto, la moral ha sentado las bases para degradar a muchas personas, desde la perspectiva de que puede considerarse que no son merecedores del trato de seres humanos aquellos que no controlan sus impulsos naturales. Como las morales generalmente no han dejado de incidir en esta vía espiritual, la consecuencia es que el hombre se ha acostumbrado a negarse a sí mismo para evitar la condena social.
El camino emprendido por las morales se ha revelado equivocado por tanto en base a dos razones fundamentales: ayuda a la creación de una desigualdad dentro de la sociedad y acentúa los miedos humanos ya que el hombre siempre tiene presente su naturaleza física aunque sea para combatirla. La rectificación de la moral debe partir del punto más sensible humano, la admisión de su realidad física y los deseos a ella asociados. Al principio de este capítulo ya se ha justificado la proyección social que debe tener la idea de placer, ahora llega el momento de analizar los cambios interiores.
La aceptación de sí debe servir en primer lugar para que el hombre refrene su vanidad y, con ello, en lo posible su subjetivismo. Si acepta sus limitaciones, el individuo corriente en primer lugar conseguirá verse en el mismo plano que sus semejantes lo que hará que sus reclamaciones cobren un carácter colectivo, percibiendo su posición secundaria en la sociedad. También servirá para poner algún freno a su imaginación ya que tendrá unas referencias más precisas de la realidad y, por ello, aprenderá a respetar mejor la manifestación ajena, ya que no tendrá esa necesidad psicológica de aprovecharse de los demás como forma de cubrir sus propias carencias.
En efecto, una de las posibles ventajas de esta humanización sería facilitar la comunicación entre las personas. La moral tradicional crea modelos cerrados de comportamiento que tienden a la rigidez ya que la persona encuentra siempre la manera de autojustificarse ya que, como se ha mencionado, sus faltas tienen la posibilidad de corregirse por medio de buenos actos. Esta forma de pensar limita enormemente las posibilidades de crítica interior y también dificulta el entendimiento de la libertad ajena, ya que el subjetivismo generado tiende a ver todo conflicto como un ataque personal. Este problema se acentúa, por supuesto, cuando el individuo tiene mucho poder ya que las morales basadas en la contención de la parte animal y en la idea de voluntad permiten rebajar al adversario.
- limitaciones de una nueva moral
 Todas las reflexiones anteriores, como es obvio, entran en el terreno de lo especulativo porque se están suponiendo unas reacciones psicológicas a los cambios a la moral planteados que no tienen porque ser así. Esta evidencia no invalida un punto fundamental del discurso citado, que hay que buscar la manera de combatir el miedo congénito al ser humano ya que es la causa de muchos de sus comportamientos más perversos.
La responsabilidad de combatir ese miedo no se puede reducir al propio individuo sino que debe haber una implicación social en la resolución de sus problemas vitales. O, dicho de otra forma, es la confianza en un futuro económicamente seguro la que más tranquiliza los temores del ser humano antes que ninguna preparación espiritual con este fin. También esta seguridad material es la manera en que los hombres pueden evitar depender del favor ajeno y, por tanto, eliminar uno de los principales motivos de recelo entre los seres humanos, la preocupación de caer en una dependencia absoluta del prójimo.
En consecuencia, una moral basada en una mayor aceptación de la naturaleza humana tiene unos límites claros, la posibilidad de poder proveer al hombre de algún tipo de certidumbre económica. Sin esta última, no hay fórmula eficaz para evitar los efectos nocivos que tiene el miedo en la conducta humana. Una causa de tipo físico sólo se puede combatir con medios del mismo tipo y, así y todo, es más que posible que nunca se puedan acabar con los resabios irracionales del comportamiento humano.
La sociedad en consecuencia necesita apoyar al individuo porque, entre otras cosas, así recupera su sentido original de ser beneficiosa a todos los que la componen. La humanización de la persona desde un punto de vista moral se vincula de modo directo con un mayor equilibrio en las desventajas y ventajas respectivas que alcanzan todos los pertenecientes a la misma sociedad.  También esta humanización ayuda, aunque éste es un propósito lejano en este momento, a una concepción de sociedad global donde todos los seres humanos tengan derechos similares y no como hoy día que su grado de bienestar depende generalmente de nacer o no en un país desarrollado.




LA SOLEDAD DEL INDIVIDUO EN SOCIEDAD
           
INTRODUCCIÓN
           
            El texto que se empieza en este momento tiene como intenciones describir las preocupaciones del autor sobre algunos aspectos del comportamiento humano. No es un propósito original ni nuevo en la historia del ser humano la reflexión sobre la conducta de éste pero, sin duda, es un campo en el que no todo está dicho. En este sentido, este texto trata de centrarse fundamentalmente en la percepción personal del problema de encontrar algún tipo de certeza en el carácter de las relaciones que se establecen entre los seres humanos. Para ello, se ha seguido un camino introspectivo y en gran parte intuitivo, basado en intentar sorprender y capturar aquellas dudas o interrogantes que, a menudo, asaltan a cada persona en su trato con sus semejantes.
            Se trata, en consecuencia, de una serie de conjeturas que tienen carácter experimental. Su utilidad estriba en servir de herramienta para cuestionar algunos de los lugares comunes con los que el hombre se imagina a sí mismo como un individuo casi perfecto. El ejercicio de la duda se convierte en estas páginas como la mejor vía para reestablecer unos cauces de comunicación normales entre los seres humanos.

CAPÍTULO PRIMERO: LA INSEGURIDAD ANTE LA VIDA

-         la desconfianza ante la realidad exterior
El ser humano es un objeto de la creación admirable en muchos sentidos, especialmente, como es obvio, por estar dotado de inteligencia. Esta última le permite alcanzar una ventaja clara sobre el resto de los animales, a los que incluso puede poner a su servicio a través de su domesticación o de su caza. Por ello, tiene unas posibilidades de supervivencia y de mejora de su nivel vida de muy superiores a las del resto de los seres vivos.
Este poder incuestionable que otorga al ser humano la inteligencia no le libra de sus limitaciones físicas a nivel de individuo. Existe en este último una incapacidad para  evitar todos los posibles peligros que le puedan afectar a la que no se resigna, precisamente a causa de una sobrevaloración del poder de su mente. La falta de realismo de esta postura conlleva que, en muchas ocasiones, el hombre prefiera encontrar cualquier tipo de seguridad psicológica a la perspectiva de enfrentarse directamente a una realidad negativa.
La inteligencia cumple, por consiguiente, un papel en gran medida defensivo. Ofrece un refugio a los miedos humanos que, a través de ella, se encuentran siempre con algún tipo de respuesta consoladora. La percepción del exterior a su persona del ser humano se encuentra así mediatizada por la necesidad de encontrar puntos de apoyo mentales. O, dicho de otra forma, el hombre, ante un problema que le plantee la realidad, sino sabe previamente una respuesta ya construida sobre el asunto en cuestión, dudará en tomar una iniciativa o en dar una opinión.
            La interpretación del mundo exterior se produce así a través de una serie de claves dadas con todo lo que ello supone de pérdida de confianza en el juicio propio. Todo este proceso implica una incapacidad del ser humano para comparar entre sí los términos que componen la realidad, sobremanera cuando éstos se refieren a sus propias vivencias. El hombre se convierte así en un ser fuertemente influenciable, que busca verdades incuestionables a las que no pueden dar respuesta sus propios sentidos.
            Esta necesidad de certezas queda cubierta a través de dos vías coincidentes en muchas ocasiones. Por un lado, el ser humano se refugia en compartir las creencias del grupo social en el que se integra y, por otro, asume como propios determinados modelos de explicación del conjunto de factores que afectan a la existencia humana. Generalmente, estos últimos han sido realizados por algunas personas que han conseguido reducir la complejidad de la vida a una serie de ideas sencillas. Estas lecturas simplificadas –cristianismo, liberalismo, marxismo- alcanzan a menudo rango de autoridad en la constitución de las distintas sociedades.          
-         el miedo a la marginación
La falta de confianza del hombre en sí mismo es la primera consecuencia de su actitud de refugiarse en un criterio común, ajeno a una personal percepción de las cosas que le rodean. La información que recibe la reelabora así siempre a través de una mediación ajena, lo que limita que sus razonamientos sean autónomos. Con ello, pierde gran parte de la independencia que le podría otorgar una crítica veraz de la sociedad en la que se integra.
En todo este proceso, no deja de acentuarse la actitud defensiva a la que se ve obligado el ser humano. Incapaz de afrontar con lucidez su estado de subordinación intelectual se ve obligado a constantes renuncias y a introducirse en un camino meramente individual, en el que su trayectoria en la vida pueda encajar en los moldes que le marque la organización de la sociedad. La persona corriente pierde de este modo una perspectiva global de esta última, incluidos sus principios igualatorios de partida, para convertirse en un ser que sólo busca el mejor acomodo dentro de unas condiciones  que le vienen impuestas y sobre las que no discute.
Esta voluntaria anulación del individuo, cuyo origen psicológico se encuentra en la propia debilidad de su naturaleza, se ve reforzada por el miedo a quedar desamparado por la sociedad si se rebela contra los principios en que se basa ésta. De esta forma, en el hombre de nuevo se une a la necesidad interior de evitar las verdades más crudas, la búsqueda de una identificación completa con la clase de pensamiento dominante en su entorno social.
El peso que tiene todo este entramado mental en el comportamiento del individuo es básico para entender la mayoría de las reacciones de éste. El miedo a quedar aislado, a no poder compartir sus convicciones con las del conjunto conformado por el resto de sus semejantes, tiene una importancia igual o superior en su conducta que la preocupación por los aspectos materiales de la vida. La comunicación con los demás se convierte, por tanto, en un mecanismo de reafirmación.
Dentro de esta obsesión por integrarse en la sociedad del ser humano, uno de los capítulos principales es conseguir evitar que se le haga de menos por el resto de los miembros de aquella. La preocupación común a la mayoría de los hombres por fusionarse con sus semejantes no soporta ninguna clase de disidencia que ponga en duda sus creencias. Debido a ello, hay una vigilancia sobre quienes rompen esta sintonía común que, a causa de este motivo, fácilmente pueden pasar a ser despreciados. De este modo, y aunque sea recurrente insistir en algunos puntos, de nuevo se valora más la igualdad en un plano psicológico que en un plano material. Sólo si este segundo es de una evidencia tal que es imposible disimular una inferioridad real de algunas personas con respecto a otras recupera parte de su valor nivelador.
De este modo, se produce una dialéctica entre la inseguridad que se produce en el hombre si no participa del sentir común a su sociedad y la lógica de que un lugar excesivamente secundario en ésta lo enfrenta también a la revelación de su limitada naturaleza. Ambos riesgos actúan al unísono cuando la no aceptación de las convenciones sociales provoca la forzada marginación de los infractores a causa del rechazo de las demás personas.
-         la amenaza de animalizar al  ser humano
La conciencia del peligro de ser marginado actúa constantemente sobre la mente de los miembros conformantes de una sociedad. De esta circunstancia se han aprovechado la mayoría de los morales para establecer unas reglas de comportamiento que ayuden a la conservación del orden social. En este sentido, se crean arquetipos morales en que a las personas que rompen con los principios sociales admitidos por la mayoría se les asocian cualidades negativas relacionadas con los aspectos más bestiales de la condición humana.
Esta relación que se establece entre los infractores de las normas sociales y una personalidad embrutecida puede tener una base real ya que para construir una sociedad hay que contener la agresividad de sus componentes. Sin embargo, sirve para cuestionar  todos los aspectos relativos a la parte corporal humana, aquella que, precisamente, más contribuye a provocar una inseguridad en el hombre. Hay una identificación entre los instintos naturales del hombre y su posibilidad de hacer el mal al ser ajeno. Debido a ello, la vigilancia de los primeros se convierte en un arma para disciplinar a la persona si ésta discute el orden social.
Dicho en otras palabras, muchas de las morales juegan con una manipulación de la conciencia por la que se persigue que la persona asocie en su interior la ética basada en un control de sus instintos con la voluntad de aceptar las pautas sociales establecidas. La indisciplina en sus apetencias naturales presupone una incapacidad del individuo para alcanzar el mismo grado de dignidad y aceptación social que sus semejantes, con lo que se crean motivos para considerarlo un ser inferior, situación que todo hombre intenta evitar, entre otras cosas, porque puede valer como pretexto para disminuir su nivel de vida.
 La última frase del párrafo anterior se explica porque las formas más crudas de la condición humana se manifiestan sobremanera en la población que sufre la pobreza. Como consecuencia, se llega a ver de modo natural que quienes caen en este último estado carecen de las virtudes que les hacen merecedores de los beneficios sociales. Se convierten, de paso, en candidatos a infringir el orden establecido ya que no se les presupone ningún tipo de freno interno. Por tanto, la preocupación prioritaria del resto de la sociedad es antes vigilarles que ayudarles, aprendiendo a mantener una distancia de seguridad hacia los potenciales transgresores.
La rigidez de esta reacción provoca, por ejemplo, un encasillamiento de las personas en que se confunden los juicios moral y legal. Quien es sancionado por las autoridades de una sociedad generalmente sufre un castigo paralelo por el resto del cuerpo social que fácilmente puede provocar su deslizamiento hacia un estado de necesidad. Todo ello contribuye, sin duda, a acentuar la estratificación social.
Todas estas presiones de tipo mental sobre la persona que hasta ahora hemos referido se resumen en dos clases principales: las correspondientes al deseo humano de alcanzar una seguridad psicológica que le permita creer en cierto dominio de la realidad exterior y las propias de su búsqueda de integrarse en la sociedad del modo más pleno posible. En este segundo apartado se incluye la aceptación de unas normas morales que muchas veces reprimen sus impulsos vitales más espontáneos, los cuales quedan bajo sospecha aunque no conlleven en sí ninguna intención de hacer daño al ser ajeno. El no reconocimiento de su naturaleza se convierte así en uno de los requisitos básicos para que el hombre pueda vivir en sociedad.

- el temor a ser engañado 
Todo lo dicho hasta ahora en este capítulo vale fundamentalmente si el análisis del hombre se realiza a una escala social. Sin embargo, a la hora de las relaciones interpersonales se plantea otra cuestión referente a la incapacidad humana para contrastar los datos de la realidad: el miedo a ser engañado por las personas con quienes se relaciona.
Este recelo hacia los demás se basa en dos causas fundamentales. La primera de ellas es que el hombre necesita de su prójimo como complemento de sus propias carencias o, dicho de otro modo, los seres humanos dependen de la ayuda mutua que se presten. La segunda de nuevo tiene una raíz psicológica ya que una persona que es engañada demuestra ser poco lista y éste es un punto muy sensible para el hombre al ser su inteligencia en lo que fía su seguridad, como se ha visto al inicio de este capítulo.
Los dos puntos anteriores tienen una clara vinculación porque uno de las aspiraciones humanas es efectuar la menor carga de trabajo por su tendencia natural a evitar grandes esfuerzos físicos o mentales. Si un hombre logra engañar a otra persona para que efectúe tareas que le corresponden, consigue a la vez una doble ventaja: evita castigarse en el trabajo y, a la vez, se realza a sí mismo, al mostrar que tiene mayor talento que el otro.
Las relaciones humanas aparecen así viciadas desde un primer momento porque, como el trabajo es necesario para subvenir a las necesidades del hombre, los conflictos son inevitables por el intento de aprovecharse unos individuos de otros, dentro de una dialéctica marcada por los actos de abuso y sus correspondientes contrarréplicas. Esta confrontación, por otra parte, se traslada también a las ventajas derivadas del trabajo que realiza cada uno. La solución de estas diferencias entre humanos no estriba sólo en un reparto proporcional de la carga de trabajo sino que también se extiende a que no haya muchas desigualdades en las prestaciones recibidas por las respectivas labores efectuadas.
Para el hombre se convierte así en una obsesión tener una seguridad de que va a haber buena fe por parte de su prójimo en cualquier empeño común a realizar. A la vez, como es obvio, nadie puede estar seguro de las intenciones ajenas hasta que éstas no se desvelan para bien o para mal. Sobre todo este hecho es básico cuando el ser humano  necesita la colaboración de otras personas de una manera casi permanente, como puede ocurrir en un centro de trabajo cualquiera con su división de funciones interna.
En los compromisos a largo plazo –el matrimonio, unos socios que se unen para montar un negocio, asociaciones culturales o deportivas, etc- es donde con mayor fuerza se revela la búsqueda de una implicación efectiva por todas las partes componentes. La dependencia absoluta del carácter de otras personas en este tipo de compromisos obliga a los seres humanos a ser muy cuidadosos antes de contraerlos ya que pueden ocasionarles un gran perjuicio.
La referencia del párrafo anterior al matrimonio no es casual ya que precisamente el campo de la familia es uno de los más sensibles en este sentido. Los deberes que conlleva criar unos hijos o, simplemente, la convivencia de una pareja durante un periodo muy prolongado de tiempo, fuerza a una serie de cesiones mutuas de las que se debe estar seguro antes de adoptar una decisión siempre peligrosa.
Quizá sea el miedo a ser engañado en las relaciones de pareja uno de los rasgos que mejor definen al ser humano. La posibilidad de suplantación por otra persona en los aspectos más placenteros del sexo y, en cambio, tener que sobrellevar los trabajos relativos a los vínculos familiares, es una situación que muy pocas personas o ninguna soportan.
Paradójicamente, y debido a la pasividad comentada del ser humano en que acepta las visiones del mundo propias de su sociedad, muchas veces los hombres aceptan jerarquías implícitas en la organización social. Incluso en este último aspecto citado de las relaciones familiares, es normal que el papel de uno de los cónyuges sea superior al otro, como es típico en las sociedades patriarcales, que se mantienen en muchas zonas del mundo. Que el reconocimiento de estas subordinaciones es algo completamente admitido se ve en que, en la mayoría de las ocasiones, se trasladan al campo jurídico.
Esta situación se da porque el miedo a ser engañado por los demás está siempre de forma tan marcada que el ser humano busca refugio de él a través de una asunción de poder sobre el resto de las personas. De ahí que sea a través de desear aprovecharse de los demás, o sea por medio de este anhelo de tener poder, el hombre llega a ver de modo natural que, dentro de la sociedad, las personas tengan diferente categoría. Esta pretensión es recogida por las concepciones mentales propias de cada sociedad ya que, en el fondo, todos los seres humanos aspiran a estar en un lugar social privilegiado. De ahí que, pese a que públicamente los hombres tienen ideales de justicia, hay una aceptación tácita de las desigualdades.



CAPÍTULO SEGUNDO: EL ANSIA DE PODER DE LOS SERES HUMANOS
           
            - la reducción de la percepción a un punto de vista unipersonal
            El ser humano vive en un estado permanente de ofuscación. En primer lugar tiene que aprender a ver la realidad a través de las claves que le enseñan en su sociedad y, si no fuera bastante este hecho, su mayor preocupación es salir bien librado en las cotidianas luchas de su existencia por mantener o alcanzar ventajas sobre otras personas. El resultado de estos condicionantes es que el individuo tiende, dentro de los límites que le impone la sociedad, a no buscar un punto de encuentro con los otros hombres sino a intentar sacar el máximo provecho en cada asunto por si le fuerzan a ceder posteriormente.
            En consecuencia, como primera intención la persona nunca busca la negociación ya que desconfía del otro ser humano y trata así de lograr las mejores posiciones de partida para el futuro conflicto que se plantee con él. Como reflejo de esta actitud desconfiada, el interés personal se convierte así en la primera guía de la persona en sus relaciones con sus semejantes y sólo las relaciones de fuerza respectivas o el miedo a salir del grupo social limitan este egoísmo.            
Posiblemente la consecuencia más perversa de lo anterior es que la inteligencia humana permite, además, convertir al resto de los hombres en meros instrumentos utilitarios. Dicho con otros términos, la obsesión humana por obtener los máximos beneficios de los potenciales recursos de que disponga le lleva a no reconocerse en sus semejantes, que se convierten, sin más, o en enemigos o en herramientas para conseguir sus fines o intenciones.
            El razonamiento anterior justifica los motivos por los que, en la convivencia humana, hay una inversión del punto de vista social en un punto de vista individual. No son los sentimientos de solidaridad los prioritarios ni mucho menos en las relaciones humanas sino que la persona, antes que ningún tipo de cesión, valorará ante todo las ventajas que puede obtener. Esta actitud es, indudablemente, un mal principio para que los hombres se inspiren confianza mutuamente.
            Sin embargo, los seres humanos deben vivir en sociedad ya que sólo dentro de ésta pueden subvenir a todas sus necesidades y mejorar su nivel de vida. El juego de equilibrios que se establecen entre las obligaciones mutuas que conlleva la vida en sociedad y el instinto egoísta de las personas es el aspecto que mejor define cualquier organización social. Sólo el temor citado anteriormente a su expulsión de la sociedad refrena los egoísmos humanos que, no obstante, tienen que tener reflejo en la composición de las sociedades.
            - la transformación en el sentido original de la sociedad
            Aunque sea una verdad que pocos hombres admiten públicamente, los seres humanos no aceptarían integrarse en sociedad si no aspiraran, de un modo más o menos realista, a convertirse en un miembro poderoso de ella. Los principios en que se basa cualquier sociedad, por rígidos que parezcan en un primer momento, siempre dejan alguna ventana abierta al ascenso social. Contemporáneamente, y gracias al liberalismo este dato queda de sobra contrastado pero antiguamente también existían mecanismos al efecto: el favor real, la carrera militar o eclesiástica, la esperanza de hacer un buen matrimonio, etc.
Cualquier modelo de sociedad debe tener en cuenta esta aspiración humana. Una sociedad que anula cualquier ilusión de mejora de sus miembros no tardará en encontrarse con sublevaciones de sus clases inferiores. El dilema para los individuos privilegiados estriba más en cómo poder engañar a la mayoría de los pertenecientes a estos estratos sociales bajos antes que condenarles en bloque a la desesperanza. Con la mínima puerta abierta hacia el progreso social que se les deje a estos últimos la lucha se desenvolverá entre ellos antes que contra las clases superiores.
Una muestra de esta forma de operar de la mente humana es el modo en que el hombre acepta injusticias cometidas sobre su prójimo. La manera en que los dirigentes de una sociedad o, a una escala menor, los dueños de una empresa cualesquiera, resuelven un escándalo producto de su ineficacia a través del sistema de derivar las culpas en un subalterno es un ejemplo evidente. El resto de las personas, aunque vean la trampa, callan mientras no sean ellos los perjudicados por las decisiones que  toman sus jefes. Incluso, muchos de ellos, llegan a justificar este tipo de castigos a través de un mecanismo de identificación con los poderosos, que es un tipo de desviación de la personalidad frecuente en una mayoría de los seres humanos.
Este último punto del párrafo anterior también explicita muy bien la falta de realidad con que la persona entiende su lugar en la sociedad. La proyección mental por la que los individuos humildes participan de modo imaginario de la vida de los más poderosos refleja en parte la inseguridad humana en sí mismo y en parte el ansia por ser un miembro importante de la sociedad. Esta clase de asociaciones mentales provoca que curiosamente entre los miembros de las clases inferiores haya más sensibilidad hacia los problemas de los ricos, por ínfimos que sean éstos, que hacia las dificultades de los de su misma condición social.
-deseo de  instrumentalización de la sociedad
La mentalidad dominante en los seres humanos de aspirar a un ascenso social provoca un efecto paradójico. En  efecto, se puede afirmar  que el hombre no sólo no desea una sociedad sin desigualdades sino que posiblemente y, pese a algunas proclamas ideales, no aceptaría una nivelación total entre los individuos del mismo cuerpo social.
Sea cual sea el motivo de fondo, el deseo de aprovecharse de los demás o el ansia de tener el suficiente poder para impedir estos engaños, en todas las personas se ha generado una concepción de la sociedad subordinada al propio interés. Ya sea a través de un golpe de fortuna o resultado del esfuerzo puesto en un empeño, todo ser humano aspira a convertirse en un privilegiado o, dicho con palabras modernas, en alguien que tenga mucho dinero con el que satisfacer sus sueños de grandeza.
La moderna sociedad de consumo es una buena muestra del ansia humana por demostrar que tiene poder para satisfacer sus caprichos. En épocas pasadas, y aunque de forma más limitada por la natural pobreza de una mayoría de personas, el despilfarro en determinados eventos como las bodas también servía para satisfacer esta clase de vanidades.
Aunque a lo largo de la historia ha habido muchas sociedades en que algunos  de sus miembros encarnaban la ley de una manera absoluta y, por tanto, podían abusar de su fuerza, suele ser la posesión de dinero quien marca las diferencias sociales entre los seres humanos. El valor del dinero es doble: por un lado, sirve para adquirir bienes y servicios, y, por otro y mucho más importante a los efectos de este texto, sirve para comprar voluntades.
Este último punto sirve para introducir otra cuestión básica. El ser humano sólo encuentra cierta seguridad de que no va a ser engañado por sus semejantes cuando éstos se encuentran en una dependencia fuerte de él. La vanidad humana necesita que la sociedad sea desigual ya que es la necesidad ajena el único factor indudable que le da una seguridad de tener a los demás a su entera disposición. Que, a pesar de todos los propósitos reformistas de las sociedades que ha dado la historia del hombre, los desequilibrios hayan sido una constante de todos los sistemas sociales no se puede considerar casual. Todo ser humano aspira a tener un poder sobre el resto de las personas y, debido a ello, admite tácitamente un estado de cosas donde predomina la injusticia. En cierta forma, la riqueza y la pobreza son ambas requisitos imprescindibles e igualmente válidos de cualquier organización social.
El hombre, por tanto, piensa en las instituciones de la sociedad como elementos que en algún momento dado le pueden proveer de poder. El control de los órganos del estado o de las asociaciones más poderosas de una sociedad es uno de los anhelos mayores de las personas, conscientes de las ventajas que de ello se derivan. No existe, en consecuencia, en la relación entre el hombre y su sociedad una noción de bien común sino que los objetivos prioritarios de las personas consisten en tener la capacidad de abusar de sus semejantes.
-         necesidad de marcar las diferencias como descarga psicológica
Una de las derivaciones peores de todo lo afirmado en los puntos anteriores es que el individuo sólo se encuentra a gusto con uno mismo cuando puede demostrar algún tipo de superioridad sobre otras personas. Hay en el ser humano una necesidad de reafirmación constante, en parte por la inseguridad que muestra ante la percepción de la realidad exterior y en parte por el miedo a ser animalizado. Como, además, es consciente de que la composición de las sociedades siempre va a ser desigual, la mayoría de las maniobras que realiza el hombre a lo largo de su vida giran en torno a marginar a los que tiene por debajo en la escala social e intentar integrarse con los que están en un escalafón superior.
Esta actitud humana tiene dos efectos fundamentales. Por un lado, los individuos intentan aparentar un nivel de vida superior al que realmente tienen. De este modo, la pretensión de rodearse de objetos de valor o atributos que realcen su persona es una de las máximas aspiraciones humanas. También, dentro de esta línea, el hombre pretende tener un trato de favor en sociedad al percibir que los más ricos se suelen ver favorecidos por las leyes o por la aplicación de éstas. El orgullo que cualquier individuo corriente tiene cuando puede contar cualquier exención a su favor de las obligaciones impuestas al ciudadano común es una muestra clara. La consideración de la evasión de impuestos como un acto de inteligencia antes que como un hecho reprobable es un comportamiento corriente entre toda clase de individuos.
Por otro lado, el ser humano se convierte en un sujeto muy crítico con sus semejantes, esperando encontrarles el mayor número de errores o defectos posibles. Hay, por tanto, una dialéctica en que el valor de la persona no se establece en términos internos sino sólo en la comparación con sus semejantes. O, dicho de otra forma, cuanto más se ensalcen unos personajes más hay que degradar a otros para mantener el equilibrio. La vigilancia a que se someten mutuamente los hombres es uno de los rasgos más extendidos en todas las sociedades.
Resumiendo un poco todo lo aportado hasta ahora, son muchos los obstáculos impuestos a una convivencia sana entre los seres humanos: el deseo del hombre de aprovecharse de los demás, el temor a ser engañado, el miedo a ser degradado en sociedad, su constante crítica a los demás como conducta cotidiana, etc. Todos ellos derivan en la reclusión del ser humano en sí mismo y la consiguiente incapacidad para relativizar su lugar en la sociedad. A este tipo de problemas es a lo que se va a dedicar el capítulo siguiente.



CAPÍTULO TERCERO: LA ACEPTACIÓN DE UN DOBLE RASERO EN EL JUICIO HUMANO

-         el equilibrio entre la subjetividad y la integración social
Hasta cierto punto parece natural que cada individuo razone únicamente desde su punto de vista porque es de sus percepciones de las que puede estar seguro y no de las ajenas. Sin embargo, la obviedad de esta afirmación no oculta que el hombre está dotado de inteligencia y, como consecuencia, de sensibilidad. Este otro rasgo debería facilitarle la comprensión de las vivencias del resto de personas y, así, ocurre de hecho en ocasiones.
Pese a esta capacidad para ahondar en la problemática ajena, la postura habitual del hombre es justo la contraria. Debido a lo explicado hasta ahora en estas páginas, no pretende tanto ganarse el respeto ajeno a través una actitud solidaria como a través de una tenencia de poder efectiva. Este segundo objetivo lleva a que la atención del ser humano se concentre únicamente en las posibilidades de conseguirlo y, debido a  entrar en competencia para ello con sus semejantes, no quiera dar a éstos ningún tipo de ventajas.
El estado de guerra latente en que viven los seres humanos dentro de una sociedad no quita que sean conscientes de aceptar unas reglas comunes que permitan la vida en común. Así, todas las sociedades tienen unos principios más o menos sólidos admitidos por todos sus miembros y a los que se ha hecho referencia en el capítulo primero. Tales principios tienen su correlato en un cuerpo jurídico y en unas normas de comportamiento que rigen las relaciones entre los individuos.
Llegados a este punto, es donde se produce una gran paradoja. El hombre, sin discutir el modelo de sociedad en el que se integra, busca trasladar los aspectos más ingratos de su organización a sus otros miembros. O, dicho con otros términos, el individuo consiente una sociedad en que gran parte de sus componentes sean relegados a un papel secundario o sin garantías materiales concretas. Esta aceptación se debe a que confía estar siempre en el lado de los vencedores.
La sociedad, por tanto, sólo ofrece un marco para el camino individual que cada persona emprende en su trayectoria vital. La forma en que los seres humanos privilegiados ven su posición y su riqueza como algo natural y merecido frente a las necesidades que pueden sufrir otros miembros de su misma sociedad es una prueba clara de esta subjetividad. Pero, a pesar de ser los más poderosos, ello no es óbice para que sean los primeros que no desean que las relaciones entre los individuos se guíen sólo por un principio de fuerza bruta. Distinguen de este modo entre una ética que debe impregnar a todos los miembros de una sociedad y una interpretación de las leyes o reglas positivas de la sociedad que deben operar a su favor.
-         la armonía entre sus individuos como meta de las sociedades
Aprender a convivir es uno de los objetivos que tiene la vida en sociedad. La educación que reciben todos sus miembros a través de las instituciones creadas al efecto –el estado a través de la escuela y la familia suelen ser las dos principales en los tiempos modernos- tiene en gran medida este fin. Aparte de un valor de aprendizaje por repetición que no se debe desdeñar, estas normas de coexistencia tienen que ser asumidas y creídas por todas las personas integrantes de la sociedad.
Los diferentes modelos de sociedad siempre han pretendido abstraer las pretensiones individuales transformándolas en esfuerzos beneficiosos para todo el colectivo. Todos los miembros de una sociedad, en consecuencia, deben tener un papel que cumplir al servicio de su sociedad de manera que estén situados en el puesto donde su labor sea más eficaz. Se trata de conseguir una implicación común de todos sus componentes para hacer una sociedad más fuerte. Desde el momento en que cada cual asume su función, los demás miembros de la sociedad deben respetarlo.
A grandes rasgos, estas líneas maestras se reproducen en todos los sistemas sociales: feudalismo, comunismo, liberalismo, etc. Por poner un ejemplo del primer caso, es conocido el reparto de papeles ideal que se daba en las sociedades medievales: los clérigos oraban y se ocupaban de las facetas espirituales; los nobles, como guerreros, defendían a su grupo social de las agresiones exteriores, y los campesinos le proveían de alimentos a través de su trabajo. El intento de los individuos de salir de estos cauces prefijados era castigado firmemente si no era aprovechando los escasos cauces de promoción que dejaba el feudalismo, fundamentalmente a través de escoger una vocación religiosa.
Sea cual sea el sistema adoptado por la sociedad, y como ninguno es completamente justo, en estas líneas interesa saber las claves para la aceptación voluntaria del orden social por el individuo. Se incide en la voluntariedad de esta asunción porque, si bien cuanto más injusta es la organización de la sociedad más hay que recurrir a la fuerza bruta para mantenerla inalterable, el sólo uso del terror no permite el mantenimiento de las sociedades durante un periodo de tiempo prolongado.
En todo caso, el establecimiento de cualquier orden social tiene para el individuo ventajas evidentes al ofrecerle una protección contra posibles agresiones de los miembros de otras sociedades lo que, a su vez, contribuye a crear en él una seguridad psicológica. Este factor es tan importante que el ser humano aprende a pensar a escala social y, por tanto, a razonar en términos de análisis de grupo más que de derechos individuales. De este modo, cree firmemente que sólo la perfecta colaboración entre los componentes de una sociedad permite el buen funcionamiento de ésta por lo que los individuos deben rehuir provocar conflictos que puedan debilitarla.
El ser humano es educado así para evitar la confrontación con sus semejantes, dentro de unas normas de conducta que tiene un elemento estético más que ético, ya que el hombre va a depender mucho más de la imagen que sea capaz de proyectar a los otros miembros de su sociedad que de su cesión de intereses. Se establece de este modo una dicotomía entre una concepción de la propia vida en que prima el cuidado en las apariencias públicas y una enorme ausencia de sensibilidad ante los problemas ajenos.
La explicación al párrafo anterior se basa en que, en sintonía con lo explicado en el capítulo primero, los gestos de protesta y rebeldía siempre van a venir de los miembros más desfavorecidos de la sociedad a los que se les puede por ello tanto animalizar como acusar de romper el consenso social. Por su parte, los componentes mejor situados de una sociedad, al disponer del poder, controlan las leyes, con lo que sus actos de fuerza se pueden disfrazar como operaciones encaminadas al bien común. Por último, las clases medias sólo aspiran a la imitación de estos últimos y consienten las licencias que se toman. En este sentido, la preocupación prioritaria de estas últimas es utilizar las normas de educación como mecanismo de censura hacia sus inferiores en la escala social.
-         la competencia desleal entre clases medias y bajas de una sociedad
En su vida cotidiana el individuo está mediatizado por todo lo visto hasta el momento. Es incapaz de tener una perspectiva amplia de su sociedad y, debido a ello,  presionan sobre él una serie de prejuicios inculcados. La panorámica en que se desenvuelve la existencia del ser humano es muy reducida, aferrándose tanto a una serie de verdades incuestionables sobre el tipo de sociedad que le engloba como a una lucha diaria por mejorar su suerte contra sus vecinos.
Estos limitados horizontes, donde se junta una falta de crítica grande hacia su sociedad con una agresividad bastante alta hacia otros seres humanos, son característicos de la mayoría de las personas. Éstas adolecen de una especie de ceguera, donde creen que cada enfrentamiento que ganen a su igual es un paso importante para mejorar su estimación social.
Debido a tener tan arraigado este comportamiento, el hombre se pierde en un montón de luchas estériles, dentro de una búsqueda del enfrentamiento que se convierte en consustancial a su naturaleza y  adquiere un carácter claramente irracional. En efecto, el ser humano llega a perder la referencia sobre la gravedad o levedad de los motivos que provocan estos conflictos para dotarles a todos de un carácter absoluto en que se pretende la negación del ser ajeno.
Todas las personas, en mayor o menor medida, entran en este tipo de juegos llenos de belicosidad, en parte porque no tienen alternativa debido a ser generalizados. Debido a ello, el ser humano aprende a justificar todas sus actuaciones dentro de una dinámica de guerra en que los ataques a su prójimo quedan disculpados por defectos de éste o se disimulan como respuestas a agresiones previas. En líneas generales, el hombre adopta una estrategia en que se arroga una responsabilidad debido a la cual tiene que vigilar que el comportamiento de todos los miembros de su sociedad entre en los moldes establecidos por la colectividad.
Esta voluntad de confrontación se extrema por la propia falta de percepción objetiva de la realidad del ser humano. Éste, ante cualquier incumplimiento del ser ajeno que le pueda perjudicar, automáticamente pensara en términos de mala fe, presuponiendo una intención dañina en la otra persona. Esta reacción es debida a la universal convicción de que mentalmente es posible encontrar la solución a todas las dificultades y la persona, al intentar asegurarse de que no es engañada, traslada este mundo de perfecciones a su juicio sobre el ser ajeno.
Si no hay una confianza de partida en el otro ser humano y, además, este recelo se justifica en la organización de nuestra mente, la tensión en las relaciones humanas se convierte en un estado permanente. Incluso en aquellas personas cuyo natural es más bondadoso la reserva ante los demás se convierte en un instrumento habitual de protección ante posibles agresiones, aunque éstas se limiten a una crítica de sus capacidades. Este distanciamiento es consecuencia de que el hombre siempre trata de proteger su propia autoestima porque es en ella donde encuentra sentido la diferencia que hay entre su condición humana y la animal.
- la voluntad de autojustificación
Que las personas se hayan acostumbrado, en su comportamiento habitual, a mostrarse como seres que buscan dañar a sus semejantes, no evita que no asuman este papel con agrado. Una de sus mayores obsesiones va a ser siempre evitar que los condicionantes morales, aprendidos como mínimo a través de todas las normas de convivencia propias de las sociedades, afecten a la consideración ideal que todos los hombres tienen de sí mismos. La asociación establecida entre la parte animal de la naturaleza humana y la infracción de las normas de convivencia hace que el ser humano no admita dudas sobre sí en los temas morales.
El compromiso a adquirir, por tanto, entre una actitud de conflicto permanente con los demás y un deseo de estar libre de culpas se convierte en una de las metas humanas. Para ello, el hombre ha desarrollado unos modelos de autojustificación basados en la convicción de que sus actos negativos hacia sus semejantes pueden quedar equilibrados por sus actos positivos. Es el resultante de la suma de ambos tipos de acciones la que da la índole verdadera de la persona.
La consecuencia de esta elaboración de la moral desde un sistema cerrado es que el hombre voluntariamente puede revertir los juicios negativos que se hagan sobre su comportamiento. Cualquier hecho censurable que efectúe, a no ser que tenga un carácter extremadamente dañino hacia otro ser humano o la propiedad de éste, no implica una merma de su prestigio si es capaz de compensarlo con actos de desprendimiento o generosidad.
Por supuesto, esta manera de entender la moral favorece más a los poderosos que, de nuevo, se encuentran con el consentimiento de las clases medias, inseguras sobre el camino a adoptar en su vida y siempre esperanzadas en el ascenso social.  La superioridad de medios de los primeros permite que, sin tener que renunciar a ninguno de los elementos de fuerza que permiten su continuidad dentro de su status social, puedan conceder determinadas ayudas a los miembros menos afortunados de su sociedad que, por ello, quedan obligados a reconocer su superioridad moral.
Con anterioridad, en estas líneas, se había adelantado la facilidad con la que las personas privilegiadas ven normal que sus condiciones de vida sean muy superiores a las de otros de los pertenecientes a su sociedad. La explicación en gran medida se debe a este sistema de comprensión de la moral por el que ésta queda reducida a una estimación cuantitativa de los actos buenos y malos del ser humano. La moral llega, por tanto, a un punto en que pierde su independencia y se encarna en determinados individuos que sirven de ejemplo a los demás.
La mejor muestra de esta desviación del propósito original de las morales de reprimir los impulsos nocivos del hombre es como éste pueden escudar muchas de sus agresiones a sus semejantes en base a un fin noble o una causa superior. Basta con que el prejuicio a favor del atacante sea muy superior al del agredido para que este segundo tenga que aceptar que el daño que se le infringe es necesario. Dentro de esta lógica, es habitual que se proceda a un rebajamiento previo de este último en la opinión general del resto de los hombres. Para ello, se le cataloga como un elemento peligroso para el resto de la sociedad al que conviene castigar si se quiere defender el bien común. De ahí la importancia que tiene en cualquier clase de enfrentamiento entre dos partes el dominio de la información, ya que no cuenta tanto la razón que las asiste como la percepción moral que tenga de cada contendiente el resto de la sociedad.



CAPÍTULO CUARTO: LA PERCEPCIÓN DEL OTRO COMO BASE DE LA JUSTICIA
- el cierre de las vías de comunicación entre los seres humanos
Hasta el momento en este texto, los tres capítulos anteriores han consistido en un monólogo explicativo de los motivos que llevan a que en los hombres predomine un comportamiento egoísta aunque se vean forzados a convivir en sociedad. Es chocante la manera en que, pese a tener que mantener una relación constante entre sí, las personas viven en un clima permanente de desconfianza, siempre prestas a una posible reacción ante una supuesta provocación ajena.
En cierta forma, para desenvolverse en sociedad y contrariamente a lo que deberían ser los principios de esta última, hay que tener un punto de mala fe. Una institución creada para facilitar el entendimiento y la colaboración entre los seres humanos se transforma en el entorno en que se desarrollan multitud de rencillas personales. La sociedad, aunque necesaria para la protección del individuo y para que éste reciba el auxilio ajeno, en el fondo interesa al ser humano como mecanismo para alcanzar poder. La máxima aspiración íntima de todo individuo es llegar a tener algún tipo de mando sobre los otros componentes de su sociedad.
Esta mutua actitud recelosa entre los hombres perjudica indudablemente la posibilidad de comprender el punto de vista ajeno aunque este último esté falto de toda malicia. Ante el riesgo de caer en un engaño se tiende a estar alerta ante todo comportamiento amistoso que nos muestre otro ser humano. Sólo si este último da pruebas evidentes de su compromiso se puede bajar un poco la guardia. Para ello, se necesita algún tipo de vínculo incuestionable, sea a través de una declaración  pública de amistad o amor que marque una preferencia por alguien determinado, a través de alguna clase de regalo, o, muy comúnmente, por medio de tener algún tipo de secreto entre dos o más personas al margen del resto de la sociedad.
Una relación espontánea de cariño o afecto entre seres humanos que no se conocen previamente queda de este modo prácticamente condenada a su inexistencia. Las barreras que hay que superar son muchas y, aunque se puedan franquear en algunas ocasiones, son obstáculos muy fuertes para que exista un entendimiento saludable entre las personas. Éstas, por otro lado, han aprendido a no reconocerse en sus defectos o limitaciones al crear modelos de sí en que pueden disimular sus faltas. Esta ausencia de relativismo es un nuevo obstáculo ya que nadie admite una crítica ajena, al considerarla siempre como una ofensa.
-         la recuperación de una visión más lúcida del género humano
El hombre, en su relación con la sociedad, tiene un grave problema de identidad.
Su integración en el grupo social le sirve ante todo de refugio. En efecto, le provee de una fuerza que no tendría si actuara en solitario, hecho que determina en el ser humano una percepción engañosa de sí mismo. Tal situación responde a un impulso interior de la persona muy acentuado como es el de intentar ocultar los aspectos más frágiles de su condición. La inteligencia del hombre, por otro lado, ayuda mucho a estos propósitos al generar concepciones sociales que ofrecen respuestas a todas estas preocupaciones humanas.
             Se produce con todo ello una pérdida de comprensión de la realidad importante porque no se busca tanto afrontarla como encontrar vías para esquivar sus inevitables imperfecciones, sobre todo si afectan a la alta consideración que cada persona tiene de sí. El efecto inmediato es una búsqueda de negar la naturaleza humana tanto en sus aspectos físicos como intelectivos con lo que se cortan los cauces de comunicación normales entre personas ya que éstas, en vez de reconocerse en el otro cuando éste tiene un error o defecto, convierten la tacha en cuestión en un elemento de crítica.
El individuo se convierte de esta forma en una especie de compartimento estanco que vive en permanente tensión con el prójimo en su afán de evitar ser marcado como un ser inferior. La prioridad que da la persona a esta defensa de su ego hace que renuncie al que posiblemente sea el principio que debiera conducir las relaciones entre los seres humanos y que está basado en su natural inclinación al placer.
La aceptación del ser humano no como ente ideal sino como sujeto que reúne una mezcla acertada de propiedades físicas y mentales debiera ser el camino para una mejor comunicación entre los individuos. Éstos, para ello, deben proceder a una reflexión introspectiva en que analicen si sus sueños y su confianza en llegar a tener poder en su sociedad son posibles o, en cambio, es una mera entelequia. La posible humanización subsiguiente ayudaría a que renunciaran a tener unas aspiraciones tan ambiciosas y se contentaran con asegurar una vida placentera.
Este punto hay que destacarlo porque muchas personas, en su deseo de ascender en la escala social, prefieren renunciar a que la sociedad dé garantías materiales a todos sus componentes por miedo a que este hecho les prive a ellos de posibles beneficios futuros. La locura de este planteamiento viene de que no siempre es defendido por los miembros más pudientes de una sociedad, a los que indudablemente interesa, sino que muchos de los pertenecientes a las clases medias e incluso bajas lo asumen como propio.
Este grado de insolidaridad tan alto entre los seres humanos al que se hace mención en el párrafo anterior concuerda con el alto grado de autismo en que se desenvuelve normalmente la existencia de la persona. Ésta, en su proceder habitual, responde por medio de impulsos a los mensajes que le llegan del exterior, intentando que estos últimos se adecúen a su forma subjetiva de apreciar la realidad.
-         otras consecuencias positivas de la aceptación de la realidad
Aunque sin duda el mejor resultado que podría tener una mayor asunción de la naturaleza humana es la consideración del principio del placer como un derecho universal de los hombres, en el campo de las relaciones interpersonales también podría tener efectos positivos. Uno de los hechos que llevan al ser humano a buscar la confrontación con sus vecinos es el intento de probar que es superior a éstos ya que relegar a otra persona parece presuponer que uno mismo es mejor. Este anhelo por subir de categoría tiene su razón fundamental de ser en la convicción de que una mayor inteligencia facilita la supervivencia.
Esta creencia en el poder de su mente tiene muy malas consecuencias para las relaciones humanas ya que el hombre, cada vez que pierde una de las muchas batallas en que compite cotidianamente con las otras personas, se siente vulnerable. Al situarse en un plano superior, no tiene la suficiente flexibilidad mental para desdramatizar estas pequeñas derrotas catalogándolas como sucesos sin importancia. Su única salida es siempre conseguir algún tipo de victoria compensatoria contra otro ser humano que, de nuevo, le haga recuperar confianza en sí mismo.
Este estado de cosas ocasiona un bloqueo mental del individuo que, a cada momento, está poniendo en duda su propio ser. Remitiéndose a lo ya comentado en repetidas ocasiones, su máxima obsesión es evitar ser engañado por otra persona o, a la inversa, buscar engañarla. No es fácil cambiar esta forma de proceder ya que conecta con los miedos particulares de cada individuo que siempre es consciente de su falta de control sobre las actuaciones ajenas.
De un modo u otro, una definición de la persona en que ésta abandone sus aspiraciones de trascendencia y aprenda a burlarse de sí, viendo sus defectos, fracasos o imperfecciones en un tono de normalidad, ayudaría a que los análisis de las relaciones entre las personas se expresaran en términos objetivos. En vez de una lucha de egos, que es lo que ahora predomina, el cumplimiento o no de los compromisos y deberes entre los seres humanos se podrían valorar  sobre una base en que las cuestiones se analicen en función de su  mayor o menor gravedad.
-         condiciones sociales para la humanización del individuo
El comportamiento del hombre depende en gran manera de los estímulos que le lleguen de la sociedad a la que pertenece. Una sociedad que es capaz de castigar la falta de capacidad de la persona para competir por los mejores puestos de ella condiciona negativamente las reacciones del individuo. Dicho con otras palabras, cualquier sociedad, como son la mayoría, que admite que gran parte de sus miembros puedan vivir en la pobreza perjudica enormemente el establecimiento de unas relaciones solidarias entre los seres humanos.
Sólo si la persona tiene una base material suficiente, estando ésta además garantizada cara a un futuro, puede perder la inclinación a dañar al ser ajeno. En este caso, alcanzar un bienestar propio no viene determinado por las luchas que la persona establezca con sus semejantes sino que existen unos mínimos vitales que aseguran la tranquilidad del espíritu humano. La sociedad cumple así con su papel tradicional de dar protección al individuo pero añade uno nuevo, el de darle una seguridad material y, de paso, psicológica.
En efecto, los miedos consustanciales a la natural fragilidad humana y que provocan su ansia de poder, sólo pueden ser combatidos dando al individuo todo tipo de seguridades de que va a ser ayudado por su sociedad cuando no tenga capacidad de atender él mismo a sus necesidades. Éste debiera ser el principio esencial de todo tipo de sociedades pero, sin embargo, no siempre es así ni mucho menos, y las sociedades derivan hacia la responsabilidad individual el estado material en el que se encuentran sus miembros.
En la mayoría de los modelos de organización social se vincula el mantenimiento de un orden con la capacidad de exigir a los seres humanos que la forman un compromiso tal hacia ella que ésta no quede debilitada por comportamientos egoístas. Como consecuencia, los intereses individuales en gran medida deben quedar sometidos al bien común. Este planteamiento suele favorecer a los miembros más poderosos de la sociedad ya que éstos controlan la elaboración de las leyes y las pueden adaptar a sus fines. El resto de los componentes de la sociedad, como contrapartida, pueden verse abocados a destinos detestables.
El estado de cosas anterior hace que la mayor aspiración humana sea subir en el escalafón social para aprovecharse de los privilegios consiguientes. La lucha inevitable que tal deseo provoca entre las personas hace que en las sociedades predominen más las actitudes agresivas que las aparentemente más lógicas de auxilio entre los diferentes seres humanos.
Por todo lo dicho, sólo una mayor vinculación de la sociedad a la suerte material del individuo puede provocar un cambio en la actitud de éste hacia sus semejantes, de manera que entienda sus problemas sin tratar de sacar ventaja. También facilitará un mejor entendimiento de la libertad ajena, ya que una mayor confianza en uno mismo proveniente de la pérdida de miedo al futuro, reducirá la necesidad de ejercer un poder sobre el otro ser humano. Por tanto, posiblemente, existirá un mayor grado de entendimiento hacia la manifestación de las intenciones ajenas, aunque sean contrarias a los deseos propios.
Nada de lo dicho en los párrafos anteriores se puede afirmar con rotundidad pero sí es importante ser consciente de que muchos de los problemas que tiene el hombre para la convivencia con los otros hombres proviene de la inquietud causada por la fragilidad de su naturaleza. La sociedad es la única institución que puede paliar estos miedos pero, sin embargo, en muchas ocasiones, contribuye a agrandarlos. Sin renunciar a exigir a los individuos unos deberes hacia su  sociedad, ésta debe poner los medios para solucionar los problemas vitales básicos del ser humano ya que, sino, estará renunciando a uno de sus principios básicos, el de servir en todo momento de marco para la ayuda mutua entre todos sus miembros.


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INDICE

PREFACIO                                                                                                   pag. 2

EL PODER DE LA IDEA DE VOLUNTAD

INTRODUCCIÓN                                                                                       pag. 4

CAPÍTULO 1º: LA NATURALEZA HUMANA COMO CONDICIONANTE

Repercusiones del miedo como principio vital                                      pag. 7
Diferentes planos de conformación de la mente                                               pag. 9
Conclusiones                                                                                                  pag. 16

CAPÍTULO 2º: FUNDAMENTOS PARA LA ORGANIZACIÓN SOCIAL

La idea de amor                                                                                             pag. 20
La idea de imagen                                                                                          pag. 23
La idea de saber                                                                                            pag. 27

CAPÍTULO 3º: BASES DEFINITORIAS DE LA POSICIÓN SOCIAL RESPECTIVA DE LAS PERSONAS

Consecuencias de la integración en sociedad                                       pag. 34
Méritos políticos                                                                                            pag. 36
Méritos laborales                                                                                           pag. 42
Méritos económicos                                                                                       pag. 44
Convergencia entre los diferentes tipos de méritos                                           pag. 47

CAPÍTULO 4º: JUSTIFICACIÓN MORAL A LAS DESIGUALDADES CREADAS
                                                                                                                 
Justificación de la idea de voluntad                                                                  pag. 54
Concepción moral derivada de la idea de voluntad                                          pag. 58
Sobrevaloración del testimonio humano                                                          pag. 61
Consolidación de las diferencias sociales                                                         pag. 66
Recapitulación sobre las consecuencias de la idea de voluntad             pag. 70
Arbitrariedad en el uso del poder                                                                    pag. 75

CAPÍTULO 5º: PROPUESTAS DE UN NUEVO MODELO DE SOCIEDAD

Voluntad como concepto espiritual                                                                 pag. 81
Aceptación del ser humano                                                                             pag. 85
Requerimientos de la persona                                                             pag. 90
Modificaciones en la moral                                                                             pag. 96
Reformas en la dirección de la sociedad                                                          pag. 99




LA MORAL Y SUS PELIGROS

INTRODUCCIÓN                                                                                       pag. 107

CAPÍTULO PRIMERO: NATURALEZA DE LA PERSONA

Definición de ser humano                                                                                pag. 109
Importancia de los aspectos físicos del hombre                                               pag. 110
Los aspectos intelectuales del hombre                                                 pag. 112
Conciencia de su singularidad por parte del individuo                          pag. 113
Construcción de una sociedad                                                            pag. 115

CAPÍTULO SEGUNDO: UNA HIPÓTESIS SOBRE LA CAUSA DE LA EXISTENCIA DEL MAL

Efectos psicológicos de la fragilidad humana                                        pag. 117
Causas de conflicto entre los seres humanos                                                   pag. 118
Carácter cerrado de la existencia humana                                                       pag. 119
Justificaciones al temor que los hombres se tienen                                           pag. 121

CAPÍTULO TERCERO: INTEGRACIÓN DEL HOMBRE
EN LAS CONVENCIONES SOCIALES

Principios sociales que facilitan la aceptación de un orden                                pag. 123
Las ideas de saber, amor e imagen                                                                 pag. 124
Estrategias de desenvolvimiento social por parte del hombre                pag. 126
División de funciones en una sociedad                                                 pag. 128
           
CAPÍTULO CUARTO: FUNDAMENTOS DE LA MORAL
ACTUAL

Búsqueda de autocontrol por parte del hombre                                               pag. 131
Adaptaciones contemporáneas de la moral                                                     pag. 132
El individuo como horizonte de referencia de la moral                          pag. 134
La difícil convivencia de los planos material y espiritual en la moral       pag. 135
                                                                                                                     
           
CAPÍTULO QUINTO: LAGUNAS DE LA MORAL CONTEMPORÁNEA

Críticas de la construcción moral desde el interior del ser humano                    pag. 138         
Posibilidad de degradación del ser humano                                                     pag. 139
Diferente rasero para la valoración del individuo                                              pag. 141
Otros efectos negativos de la moral                                                                pag. 142
           
CAPÍTULO SEXTO: PROPOSICIONES PARA UN CAMBIO
EN LA MORAL

La importancia de admitir la realidad del hombre                                             pag. 144
Requisitos básicos de la persona                                                                     pag. 145
Transformaciones en la interioridad humana                                         pag. 147
Limitaciones de una nueva moral                                                                     pag. 149                     

LA SOLEDAD DEL INDIVIDUO EN SOCIEDAD

INTRODUCCIÓN                                                                                       Pag. 151
           
CAPÍTULO PRIMERO: LA INSEGURIDAD ANTE LA VIDA
           
La desconfianza ante la realidad exterior                                                         Pag. 151
El miedo a la marginación                                                                               Pag. 153
La amenaza de animalizar al ser humano                                                         Pag. 154
El temor a ser engañado                                                                                 Pag. 156

CAPÍTULO SEGUNDO: EL ANSIA DE PODER DE LOS SERES
HUMANOS

La reducción de la percepción a un punto de vista unipersonal             Pag. 160
La transformación en el sentido original de la sociedad                        Pag. 161
Deseo de instrumentalización de la sociedad                                        Pag. 162
Necesidad de marcar las diferencias como descarga psicológica                     pag. 164         



CAPÍTULO TERCERO: LA ACEPTACIÓN DE UN DOBLE
RASERO EN EL JUICIO HUMANO

El equilibrio entre la subjetividad y la integración social                        Pag. 166
La armonía entre sus individuos como meta de las sociedades             Pag. 167
La competencia desleal entre las clases medias y bajas                                    Pag. 169
La voluntad de autojustificación                                                                      Pag. 171

CAPÍTULO CUARTO: LA PERCEPCIÓN DEL OTRO COMO
BASE DE LA JUSTICIA

El cierre de las vías de comunicación entre los seres humanos              Pag. 174
La recuperación de una visión más lúcida del género humano               Pag. 175
Otras consecuencias positivas de la aceptación de la realidad              Pag. 177
Condiciones sociales para la humanización del individuo                                  Pag. 178

BIBLIOGRAFÍA                                                                                           Pag. 180         




[1] Las películas basadas en el héroe americano, por ejemplo, como muchas de las que protagonizan actores como Silvester Stallone o Arnold Schwarzenegger. Es una triste paradoja del género humano que el actor que interpretó a Supermán en el cine haya sufrido un accidente a resultas del cual quedó tretapléjico.
[2] Aunque es un ejemplo un tanto cogido por los pelos, el contraste entre un argumento de película porno en el que todos los apetitos sexuales de los hombres se sacian con facilidad frente a la imposibilidad para en la vida normal conseguir satisfacer esos deseos también revela la distancia que existe entre los procesos mentales y la realidad.
[3] Marino Busto García, Manzanas, sidras y lagares, en José Antonio Fidalgo (dir.), Sidra y manzana de Asturias, La Nueva España, Oviedo, Editorial Prensa Asturiana, 1993, pag. 114.
[4] Antonio Fernández Luzón, Visionarios y místicos, en Herejes. Los olvidados de la historia, Barcelona, Círculo de Lectores, 2004, pag. 408.
[5] Peter Laurie, Las drogas, Madrid, Alianza Editorial, 1984, pág., 64.
[6] Peter Laurie, opus. cit., pag. 194.
[7] Aunque es un ejemplo extremo, hay que recordar aquí la aversión de los hidalgos españoles de la Edad Moderna por los trabajos físicos. Aunque sea una parodia, el episodio del Lazarillo de Tormes en que el hidalgo, pese a su pobreza, quería tener un criado, es una demostración evidente de esta mentalidad. Sea la época histórica que sea, no hay atributo más asociado a una persona adinerada o rica que la tenencia de servidores domésticos. La diferencia de consideración social entre los estudios de bachillerato y los de Formación Profesional posiblemente tengan su explicación en este deseo de derivar los trabajos pesados en otras personas. Posiblemente haya pocos habitantes de las clases medias urbanas que no muestren cierto desdén hacia las actividades propias del campo como el ordeño de una vaca o el abonado con excrementos animales de unas tierras de labor.
[8] En diciembre de 2004 se produjo una comparecencia en el Congreso, ante la Comisión de investigación del atentado del 11 de marzo de 2004, de la presidente de la asociación de víctimas producidas en ese día. Esta mujer, Pilar Manjón, que hizo fuertes críticas a los políticos y a los medios de comunicación españoles por el tratamiento que dieron a la tragedia, recibió fuertes críticas por la teatralidad en algunas de sus acusaciones. Sin embargo, este efectismo posiblemente sea necesario por ser la única manera de conectar directamente con la sensibilidad de la opinión pública que, ante una exposición menos sentida de los problemas de las víctimas, hubiera quedado indiferente.
[9] Para algunos estudiosos en la sociedad occidental las drogas se atacan con más pasión que razón, veáse Peter Laurie, Las drogas, opus cit, , pág. 174.
[10] La hipocresía de los gobernantes ingleses en este sentido es bien conocida. Basta recordar el caso de John Major, que hizo dimitir a varios de sus ministros por aventuras extramatrimoniales en su etapa al frente del gobierno, descubriéndose con posterioridad que también él mantenía una relación irregular de ese tipo. Volviendo al caso entre Mónica Lewinski y Bill Clinton, hay que citar la postura crítica que mantuvo un congresista americano hacia el asunto, Gary Condit, lo que no quitó, que, a su vez, tuviera una relación amorosa con otra becaria, Chandra Levy, que, en un episodio bastante turbio, apareció asesinada un tiempo después.
[11] El desacuerdo de Oskar Lafontaine, líder del partido socialdemócrata con el proceso de reunificación le costó el puesto y un intento de asesinato, Ricardo M. Martín de la Guardia, La Reunificación alemana, Cuadernos del mundo actual, Madrid, Historia 16, 1995.
[12] Celebrado en Basilea, en el año 1912. Una de las diferencias que existen entre los partidos denominados de izquierdas y los de derechas estriba en que estos segundos buscan el apoyo de la población desarrollando programas nacionalistas ya que el ideario social suele estar encarnado por los primeros. 
[13] En este sentido, es reveladora la presión que posteriormente hubo hacia los obreros en el curso de la guerra por parte de las clases privilegiadas de los países enfrentados. Bajo el chantaje de que eran unos privilegiados con respecto a los combatientes tuvieron que admitir retrocesos en sus condiciones de trabajo, Gabriel Cardona, Los horrores de la guerra, en La gran guerra, Historia Universal, Siglo XX, Madrid, Historia 16, 1997, pág., 86.
[14] En el lado opuesto, el carácter provocador de un personaje como Torrente consiste en que rompe con todos los convencionalismos relativos a la corrección social en público.
[15] Que en los años treinta del siglo XX muchos intelectuales occidentales pensaran que la sociedad rusa era perfecta indica claramente el influjo y la irrealidad de estos modelos globales de sociedad. Para la imagen que tenía Lorca de la URSS, ver Javier Tusell, El directorio y la Segunda República, en Historia de España, Tomo XVI, Madrid, España Calpe, 2004, pag. 676; para el tema en general, veáse Francisco Calvo Serraller, Una cultura de desolación y combate, en La Cultura de Entreguerras, Madrid, Historia Universal del siglo XX, Historia 16, 1998, págs., 36 y ss. Aún es más demencial que en los años sesenta y setenta se repitiera el error con la China de Mao, que de nuevo fue un espejo para parte de la intelectualidad occidental. Como ejemplos se pueden citar Juan Rastrilla, Dos versiones del sistema socialista: URSS y China, en Geografía Humana y Económica, Madrid, Ediciones SM, 1978, págs. 263 y ss. así como J. de Otto, Los Regímenes Políticos, Barcelona, Biblioteca Salvat de Grandes Temas, 1973, págs. 138 y 139.
[16] Un ejemplo claro es la sobredimensión que tiene en la sociedad actual un elemento como el reloj, que regula todos los ritmos vitales del hombre moderno.
[17] En este sentido, hay que recordar, dentro de su empeño por modernizar las sociedades de sus respectivos países, la lucha de los ilustrados europeos del siglo XVIII contra todo tipo de supersticiones y manifestaciones populares.
[18] Hay estudios realizados sobre los niños en que a éstos no los altera la contemplación de la violencia y la muerte si lo bueno y lo malo están claramente delimitados, Anthony Storr, La agresividad humana, Madrid, Alianza Editorial, 1985, pág. 76. Las personas adultas tampoco se diferencian tanto de estos comportamientos como se ve en los Telediarios, donde se emita las noticias más trágicas y las más frívolas sin solución de continuidad, sin que tal hecho afecte a ningún espectador.
[19] Con respecto a esto último, un dogma contemporáneo, la forma en que se presenta la necesidad de la movilidad laboral como la evolución natural de los mercados de trabajo, hace olvidar que sólo dentro de una familia en que sus miembros tengan estabilidad se pueden acometer determinados cuidados a personas enfermas o mayores. La opinión pública queda conmovida cuando se denuncia la situación de los ancianos que viven y mueren solos en las grandes ciudades pero tal sentimiento no hace que se profundice en las causas económicas que llevan a la disolución de la protección familiar a las personas mayores.
[20] En el campo de la agricultura se aprecia claramente esta tendencia a la especialización con la desaparición de muchas de las plantas y animales tradicionales en una comarca o región determinada, cuyo mantenimiento era poco rentable desde el punto de vista del mercado.
[21] En esta deshumanización se conjugan dos factores: un punto de vista privilegiado para quien detenta algún poder, que puede disponer racionalmente de parte de sus semejantes como meros instrumentos de sus objetivos, generalmente de tipo económico en un mundo tan competitivo como el actual, y una tendencia en el hombre a creer que hay  formas perfectas de ejecutar un trabajo o una actividad, con lo que se elimina cualquier juicio crítico más comprensivo con las verdaderas posibilidades y capacidades humanas. Este segundo factor se relaciona con la necesidad de la persona de controlar la realidad exterior a ella a través del saber.
[22] Relacionadas con la moral anteriormente citada basada en la contención de los deseos naturales del hombre, otras aseveraciones a las que se da un formato científico y que también adolecen de una falta de rigor intelectual son aquellas en que se cifran los años de vida que pierde una persona según el consumo que tenga de alcohol o tabaco.
[23] Por contraste, una circunstancia que favoreció que no hubiera represalias tras la Guerra Civil que se produjo en Estados Unidos entre 1861 y 1865 fue que no había enfrentamientos ideológicos por el medio, veáse Vicente Villacampa, Historia Universal, Colección Crisol, Barcelona, Carrogio Ediciones, 1999, pág. 119. Uno de los conflictos recientemente resuelto donde con mayor claridad se podía ver la perversión que introducía una mentalidad basada en principios absolutos en la ordenación de una sociedad era el Apartheid sudafricano. La fuerza de una ideología se ve sobre todo cuando perjudica económicamente a quienes la defienden: la expulsión de los moriscos de España afectó de modo muy negativo a las finanzas de la Inquisición, Antoni Simón Tarres, Los Austrias Menores (1598-1700), en La España de los Autrias I. Auge y decadencia del imperio español (siglos XVI-XVII), Madrid, Historia de España, Tomo VI, Espasa Calpe, 2004, pag. 410.
[24] Se trata del arquetipo del humanista, en éste deber ir asociados la erudición con la sabiduría moral, Ricardo García Cárcel, El concepto de España en el Siglo XVIII en Los Borbón. Fin de los Austrias y llegada de los Borbón (Siglo XVIII), Madrid, Historia de España, Tomo VIII, Espasa Calpe, 2004, pag. 22. Es curioso en este sentido que, debido a la diferencia en sus actitudes públicas, un futbolista como Jorge Valdano pretenda pasar por un intelectual y un Premio Nóbel de Literatura como era Camilo José Cela pareciera en muchas ocasiones un paleto.
[25] La importancia que tiene éste se ve en casos como cuando hay un vacío de poder los saqueos o matanzas que se pueden llegar a producir: basta pensar en lo ocurrido en la India en el año 1947 cuando los británicos abandonaron el país. El desorden consiguiente, con enfrentamientos entre comunidades religiosas, provocó cientos de miles de muertos. En las guerras, que suponen la ruptura de las reglas sociales, siempre afloran los peores instintos del hombre, incluido el de anular el miedo consustancial a la propia existencia a través del abuso sobre el ser ajeno. Las imágenes que llegan desde Irak, pese a la censura, son un buen muestrario de brutalidades por ambas partes.
[26] Una de las proclamas que tenía el último gobierno del Partido Popular era el famoso “España va bien”. Este triunfalismo despertaba una lectura crítica o irónica entre gran parte de los españoles porque el crecimiento español se hacía fundamentalmente a través de un empleo de baja calidad.  De la misma manera el mito del déficit 0, tan necesario para la prosperidad económica española en estos últimos años, ha venido acompañado de una notable reducción en los gastos sociales. En cierta forma, la anteriormente citada actitud contestataria que suele tener la juventud deriva de la percepción de que la aceptación del orden impuesto por sus mayores los condena a una posición secundaria mientras no hagan notar su presencia.
[27] Es el mito del gobierno fuerte. Antiguamente los conflictos entre sociedades se resolvían por medio de guerras a través de las cuales los miembros de la parte perdedora podían incluso llegar a ser esclavizados. Esta necesidad de adscripción a un grupo fuerte como mecanismo de defensa impregna la forma de pensar humana hasta el punto de que en política se suele dar una polarización en las potenciales filiaciones de los miembros de una sociedad que se reducen a dos o tres opciones. Aunque hay otras causas, este factor posiblemente favorezca el bipartidismo común a la mayoría de los sistemas democráticos. Piénsese en las acusaciones de traidor que un dirigente moderado del PP como Ruiz Gallardón recibe de medios como la COPE, defensores de una línea dura en ese partido político. Haciendo la analogía con el fútbol, en un país como España, si no se es del Real Madrid parece que obligatoriamente hay que simpatizar con el F.C. Barcelona. En caso de conflicto fuerte entre grupos humanos opuestos las personas que intentan permanecer neutrales acaban siendo perseguidas por los dos bandos que están en confrontación. En la Guerra Civil hubo bastantes ejemplos de españoles asesinados por no tomar partido por uno de los lados en pugna.
[28] Lo peor de esta precedencia es cuando se interioriza por parte del dirigente político y éste, debido a su valentía anterior y a su exposición a las represalias de sus enemigos, cree que el resto de la sociedad debe admitir todo tipo de ventajas por su parte. En el Tercer Mundo, por desgracia, es frecuente, la corrupción de sus líderes políticos, muchos de ellos salidos de la lucha contra el colonialismo occidental. Sólo hay que pensar en personas como Sekú Turé de Guinea o Houphouët Boigny en Costa de Marfil, por citar dos casos destacados de lucha contra la explotación colonial. Es triste pensar que una persona que causó tanta admiración en su época como fue Patrice Lumumba podría haberse convertido en un dirigente corrupto si se hubiera asentado en el poder.
[29] De la forma en que la gratitud contribuye a anular la manifestación libre de las personas basta recordar la política filantrópica de las empresas mineras de primeros del siglo XX. Estas empresas establecían poblados modelos para sus trabajadores, que reunían condiciones dignas de vida, a cambio de que esta mano de obra tuviera una completa docilidad. A la menor señal de protesta, estos obreros perdían todas las ventajas adquiridas. Los anuncios de la empresa Trapa, de la familia Ruiz Mateos, en que los miembros del comité de empresa salen afirmando el buen trato que reciben mantiene la actualidad de este tipo de comportamientos empresariales paternales. En otro plano, recuerdo una Carta al Director dirigida al periódico La Nueva España, en que un ciudadano solicitaba que España defendiera un Sahara independiente para que el nuevo estado, agradecido, no pusiera ninguna pega a que la flota pesquera española faenase en los caladeros de la zona.
[30] Sólo así se entiende que los propulsores de una ley de educación como es la Logse, de la que el autor de estas páginas tiene conocimiento por preparar oposiciones a enseñanza, estén orgullosos de su carácter utópico o que en el año 2004 se haya organizado en Barcelona el llamado Forum de las Culturas, que justifica un gasto económico desorbitado basándose en propuestas de unión de todos los pueblos del planeta. Siempre me acuerdo de una entrevista a Duhalde, expresidente argentino, en que, por un lado, afirmaba que Argentina está como está por culpa de sus dirigentes y, por otro lado, reconocía que no podía pagar el salario a los funcionarios pero justificaba su propia subida de sueldo en las mismas fechas. Tales contradicciones las asumía en un mismo discurso de manera completamente natural.
[31] Por dar una breve muestra de cómo actúan los sindicatos en este campo, una de las maneras de conseguir puntos en las oposiciones citadas es hacer cursos que mejorar la formación docente del candidato. La mayoría de tales cursos de formación los ofertan los sindicatos que, sin son gratuitos, los limitan a los profesores interinos y, si no, les ponen un precio muy alto. Son muchos los grupos que actualmente pueden entrar en este campo de personas sin derechos: gran cantidad de trabajadores temporales, parados, bastantes autónomos modestos, opositores, etc. En las sociedades tradiciones, hasta el inicio de la Revolución Industrial, solían ser los campesinos los seres que peor podían hacer valer sus reivindicaciones.
[32] De la percepción de esta cuestión se desprende que políticos socialistas tan íntegros en otros terrenos como Jean Jaurés hayan apoyado el colonialismo europeo de primeros del siglo XX, Carlos Forcadell Alvarez, La Segunda Internacional, en La Europa de la paz armada, Historia Universal, Siglo XX, Madrid, Historia 16, 1997, pág. 90.
[33] En parte también porque, como se ha visto al hablar de los méritos laborales, puede significar una completa pérdida de calidad de vida. Una de las pruebas más evidentes de la falta de reconocimiento de determinadas labores es que el trabajo doméstico no se considera generalmente un trabajo productivo y, por tanto, aparte de su nula retribución, tiene menor estimación social.
[34] Generalmente relacionada con alguna faceta del ocio: arte, cine, canción, deporte, etc.
[35] Veáse, AA.VV, Francia, Colección Pueblos y Naciones, Madrid, Editorial Planeta, 1989, págs. 83 y 84 y, para el caso inglés, Wilfried Rörhrich, Los sistemas políticos en el mundo, Madrid, Alianza Editorial, 2001, pág. 19. Referido a España, siempre me acuerdo de una noticia de periódico en que se citaba el nombramiento de un gijonés, Domingo Menéndez Menéndez, para el cargo de Subdirector General de Obras, Suministros e Instalaciones del Insalud. En esta noticia se hacía repaso a su familia, bastante numerosa, y prácticamente todos ellos eran o habían sido altos cargos en la administración del estado. Es de suponer que no coincida que todos los miembros de esta familia tienen una capacidad especial para estos cargos que no está al alcance del resto de los españoles. También recuerdo, como complemento de lo anterior, una entrevista a Antonio Ortiz García, director adjunto de la Escuela Diplomática de Madrid, en que decía con toda seriedad que, frente a la creencia común, el cuerpo diplomático no es elitista sino una modesta profesión con muchas desventajas. Para Pierre Bordieu, intelectual francés ya desaparecido, la educación sigue siendo una cosa propia de élites en las que se apoyan los gobiernos. Fue revelador el caso de aquel semianalfabeto brasileño, Severino da Silva, que se infiltró en un examen para acceso a la más prestigiosa universidad brasileña, la Estación de Sá, y aprobó con muy buena nota, pese a que ni siquiera realizó una de las pruebas (era escrita y para él suponía una evidente dificultad).
[36] De cómo la moral es flexible según la calidad de la persona a la que se aplica, no hay comparación mejor que ver el trato benigno a Mickel Jackson en contraste con el rigor que el gobierno nicaragüense abordó el caso aquel de una niña de nueve años violada, Rosa, a la que no se le daba la oportunidad de abortar. Al primero se le disculpa y a la segunda se la envilece.
[37] Para el filósofo francés Helvetius la gran desigualdad de fortunas da a los distintos grupos sociales  diferentes intereses que los del Estado con lo que la lucha de clases sustituye al civismo, veáse André Jardín, Historia del liberalismo político. De la crisis del absolutismo a la Constitución de 1875, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, pág. 58.
[38] En origen, dentro del ideario liberal se oponía el principio de la soberanía popular a la monarquía absolutista, lo que dio lugar en diferentes países europeos primero a la democracia censitaria y, posteriormente, a la democracia universal. Hoy día, el desarrollo económico de varios de los países del Extremo Oriente, los llamados cuatro dragones y especialmente el caso chino, demuestran que tampoco se puede establecer el binomio capitalismo-democracia como las dos caras de un mismo sistema.
[39] Sólo se da el caso de una lucha frontal cuando las ideologías son excluyentes como ocurrió un tiempo con el comunismo o parece pasar ahora con el fundamentalismo islámico. Esta última sirve para movilizar contra un occidente expoliador a muchos miembros de una determinada religión pero de momento no afecta a todo el conjunto de pobres del planeta. Hay que confiar, por el bien de los países occidentales, que en los más atrasados no prenda algún día un sistema de pensamiento violento y hostil que abarque a todos ellos. Hay que recordar que uno de los motivos del éxito del fundamentalismo es que tiene un componente asistencial que hace justificable para la gente más pobre los componentes más nocivos de esta doctrina.
[40] Muchas veces el partido en el poder hace la política que teóricamente defiende el partido opositor, J. Kenneth Galbraith, El dinero, Barcelona, Ediciones Orbis, 1983, pags. 148 y 232.
[41] Es un caso similar al de aquel niño hondureño, Edwin Daniel Sabillion, que cuando adujo que había ido andando hasta Nueva York desde su país para buscar a su padre, provocó la admiración popular, y tras descubrirse que su padre había muerto, perdió el aprecio del público. En España, recientemente se desarrolló una polémica similar, al buscar por parte de un programa de televisión dañar la memoria de uno de los naturalistas más importantes del país, Félix Rodríguez de la Fuente, a base de desvelar algunas de las trampas que hacía este último para dar mayor efectismo a sus documentales.
[42] José Sánchez Jiménez, La sociedad tecnocrática, en La España del desarrollo, Madrid, Historia Universal, Siglo XX, Historia 16, 1998, pág., 52.
[43] Por citar un caso cualesquiera, en la ley de educación del año 2003, la LOCE, uno de sus principios recogidos en el artículo 1 º se basa en fomentar la iniciativa personal y el espíritu emprendedor del alumno. El escaso castigo que tienen los delitos económicos también se puede incluir en este apartado ya que se trata de proteger los valores empresariales. O, por poner un caso de otro tipo de aplicación, si un trabajador deja su empleo voluntariamente  se le castiga no dejándole hacer valer de modo inmediato sus derechos al subsidio del paro.
[44] Esta mentalidad, que pone el énfasis en el progreso, hace que se valore a la sociedad sólo por sus aspectos más encomiables y no por el estado global de sus miembros. Así, se considera una muestra de la salud económica de un país ante todo la tabla de resultados de sus grandes empresas o se puede poner como ejemplo de mujer trabajadora a la hija de Emilio Botín, el principal banquero de España. O remitiéndose a la historia, se puede hablar de los felices años 20, cuando es muy discutible que la mayoría de los estadounidenses vivieran en la prosperidad a lo largo de esta década. Las Exposiciones Universales también son una consecuencia de esta forma de apreciar la realidad: en ellas se muestra sobremanera los logros de un país, como si fueran un reflejo del estado de salud de éste.
[45] Curiosamente es la alteración del orden público lo que generalmente consigue dar notoriedad a un conflicto social. En Asturias, con motivo de la extracción de una gran cantidad de arena de un banco de pesca situado en el cabo Vidio, cuyo objeto era regenerar una playa, los pescadores asturianos se movilizaron pacíficamente con una concentración para manifestar su oposición a tal operación. Esta concentración no mereció ni una reseña en el principal periódico de la región; sin embargo, cuando los pescadores empezaron a cortar carreteras y emplear otro tipo de manifestaciones de protesta más violentas, fueron portada de ese mismo periódico durante una semana.
[46] A finales de agosto de 2004, Radio Nacional informó de una noticia de un intento de este tipo por parte de dos marroquíes. El paso de David Meca fue realizado en 1999.
[47] Es un proceso muy similar al modo en cómo las actitudes rebeldes acaban siendo asumidas con naturalidad por la sociedad actual. Por ejemplo, la búsqueda de la diferencia de las generaciones más jóvenes en el vestir acaba generalmente convirtiéndose en una moda más por la sociedad de consumo.
[48] En Asturias, ante las acusaciones por la oposición a su presidente autonómico, Vicente Álvarez Areces, de tener tendencias autoritarias, con motivo de una propuesta de crear un cuerpo de seguridad a su servicio directo, el citado respondía a través de un artículo de opinión en el periódico en que repasaba toda su lucha por la democracia en los últimos años del régimen de Franco. Es de creer que Areces encuentra una relación entre ambos aspectos pero quien escribe estas líneas sigue sin ver claro qué tiene que ver lo ocurrido hace treinta años con un problema actual completamente distinto. El descrédito que le trajo a Víctor Manuel su apoyo al impuesto de la Sociedad de Autores a los CDs también evidencia esta falta de concordancia entre ideales pasados e intereses presentes.
[49] Es la duda que despiertan determinadas campañas ejemplarizantes como aquellas que defienden el consumo de productos ecológicos. El propósito seguramente es bueno pero muchas veces esconden notas elitistas porque, como es este caso, su precio es excesivamente elevado para muchas economías domésticas. Recuerda en cierta forma a los intentos del XIX por parte de autores como el inglés John Ruskin de volver a recuperar los productos artesanos en detrimento de los males que traían los industrializados o el carácter amateur de los inicios del olimpismo moderno. Del mismo modo, se puede aludir a las tasas que se están poniendo en algunas grandes ciudades para dejar circular a los coches por ellas: en el caso concreto de Londres se elevaba a ocho euros diarios, lo que disuade de coger el coche sobre todo a las clases bajas. La valoración del voluntariado en la sociedad moderna también ofrece dudas en este sentido porque una aportación en trabajo de una persona sin cobrar por ello es, sin duda, un acto de generosidad pero que sólo las personas acomodadas pueden permitirse con regularidad.
[50] De personalidades que reciben premios con muy poco fundamento quizá uno de los más famosos sea el Premio Nóbel de la Paz que recibió un personaje como Henry Kissinger, de tintes más siniestros que bondadosos. La verdad es que, los premios Nóbel de la paz los han recibido personajes muy poco recomendables como Yaser Arafat, Theodore Roosvelt o Menachem Begin.
[51] Un caso clarísimo de que hasta qué punto muchas veces las autoridades no están comprometidas en la defensa de un trato fiscal igualitario para todos fue la denuncia que se hizo al IVEX (Instituto Valenciano de la Exportación), organismo que funciona con dinero público, cuando contrató a Julio Iglesias para una serie de actuaciones. Gran parte de los pagos correspondientes, al parecer, se hicieron en paraísos fiscales, en concreto, el estado de Las Bahamas. En el terreno fiscal, prácticamente todos los millonarios hacen trampas evidentes: un cantante como Mick Jagger, millonario y ennoblecido por la reina inglesa, se ha acogido a la figura de trabajador en el extranjero para eludir pagar impuestos.
[52] Aunque la situación del Tercer Mundo es suficiente muestra de esta afirmación, en la historia del siglo XX hay ejemplos sangrantes, como la entrega de los ciudadanos huidos de los países del Este a las autoridades rusas por las potencias occidentales tras acabar la Segunda Guerra Mundial, o el rechazo de Suiza a admitir a los judíos alemanes en el curso de este conflicto. De modo similar se pueden mencionar a los harkas, soldados argelinos que lucharon a favor de Francia entre 1954 y 1962 y que, tras la pérdida de la guerra se les abandonó a su suerte por el gobierno francés.
[53] Aunque no es un ejemplo tan evidente como los casos anteriores, el proceso de construcción de la unidad europea que afecta a tantos millones de personas está completamente al margen de la voluntad de los ciudadanos europeos que prácticamente no tienen ningún tipo de control sobre las instituciones de tipo supranacional que se están creando, Marcelino Oreja, Las instituciones europeas, Le Monde, Barcelona, Salvat, 1995, pág. IX. Son mucho más eficaces a la hora de determinar la política de la Unión Europea, los lobbies de presión, del tipo de UNICE o European Round Table, que defienden los intereses de las grandes empresas.
[54] Aparecida en el periódico La Nueva España, en el número correspondiente al 25 de enero de 2001.
[55] Areces, en concreto, se apoya en un informe sobre la cuestión de un catedrático de economía de la universidad de Oviedo apellidado Lorences. Siempre me viene a la memoria un artículo de opinión de un periódico de Valencia, El Mercantil Valenciano, firmado por Isidro Guardia, en que revelaba que en una comunidad autónoma como la valenciana, en que teóricamente se roza el pleno empleo, se habían presentado 11409 aspirantes, incluidos 4000 licenciados, para 373 plazas de unas oposiciones a funcionarios de la escala más baja en el año 2001. El hecho de que tanta gente llame en busca de trabajo a las líneas 906, a sabiendas de su precio y de que puede ser una estafa, también demuestra tanto la desesperación de estas personas como la poca fiabilidad de las lecturas oficiales sobre el paro. En este sentido es curioso el dato de que, a pesar de la inmigración magrebí a Europa, desde un punto de vista técnico a estas personas en sus países de origen no les falta trabajo, Javier Espiago, Migraciones Exteriores, Barcelona, Colección Temas Clave Salvat, 1985, pags. 46 y 47.
[56] No es que a lo largo de la historia de la humanidad no haya ocurrido siempre así, lo que pasa que hoy día es más sangrante porque existe un mayor desarrollo de los derechos humanos y del sentido original de igualdad que debe caracterizar a todos los miembros de una sociedad.
[57] El objetivo proclamado por los revolucionarios era liberar a los pueblos de sus tiranos, Jean-Pierre Bois, La Revolución Francesa, Madrid, Historia 16, 1999, pág. 77.
[58] La defensa de Milosevic, juzgado por el Tribunal Penal Internacional, se basa en justificar sus actos de fuerza con las mismas razones que las hacen los dirigentes occidentales. Así, uno de sus argumentos es que lo único que hizo fue defender a Yugoslavia del terrorismo. En este sentido, reclama la comparecencia ante el mismo tribunal que lo juzga a él de políticos como Clinton, Blair, Chirac, Schroeder o Annan.
[59] Prosiguiendo con un tema deportivo, en una carrera como el Tour de Francia, hace cinco o seis años empezó una campaña por la limpieza deportiva por parte de Jean Marie Leblanc, director de tal competición ciclista. Para ello, se propusieron medidas ejemplarizantes contra el eslabón más débil, los ciclistas, sin reparar en que quienes se rasgaban las vestiduras, como el propio Leblanc, también tenían su grado de responsabilidad en la situación de dopaje masivo que se había generado que, indudablemente, no era desconocida con anterioridad. Es un caso similar a las justificaciones para atacar Irak por los EEUU, basadas en el carácter dictatorial del régimen de Saddam Hussein, cuando los propios norteamericanos habían apoyado esta dictadura hasta el año 1990.
[60] En referencia a esta identificación de la persona corriente con los triunfadores se da una característica de las sociedades modernas, como es que parte de sus clases medias inviertan en bolsa. Es verdad que de este modo se puede conseguir en ocasiones algún beneficio económico pero también es cierto que así se  contribuye a financiar a empresas poderosas que, en un momento dado, no dudarán en despedir a muchos de sus empleados o presionar para conseguir leyes que perjudiquen derechos del trabajador, dificultando sus medios de vida. 
[61] Veáse, por ejemplo, Jaime Izquierdo, Manual para Agentes de Desarrollo Rural, Mundi-Prensa Libros, Madrid, 2001, pág. 202. El autor cita una frase de Churchill en que este último afirmaba que el éxito residía en la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.
[62] Me acuerdo de una anécdota sobre un episodio ocurrido en Cuba cuando Fidel Castro, en el año 1960, hablaba ante la Televisión cubana de la ayuda de la embajada española a los contrarrevolucionarios. El embajador español acudió rápido al estudio para contestar a los ataques y fue expulsado. Al llegarle a Franco comentarios sobre la actitud de su embajador, la elogió, pero a la vez preguntó que si no se había parado a pensar qué hubiera ocurrido, si al acudir con tanto apresuramiento, hubiera tropezado con los cables de las cámaras y caído, haciendo el ridículo en directo, Manuel Leguineche, Revoluciones en La Habana y el Vaticano, en Protagonistas del siglo XX, El País, Madrid, 1999, pag. 460.
[63] Hay muchos casos similares: las diferencias entre aquella persona contratada con un contrato de formación, sin derecho a paro, y un cargo público, con derecho a sueldo vitalicio en muchas ocasiones, saltan a la vista. Otro ejemplo análogo, las diferencias que existen a la hora de quedarse de baja por depresión, entre un funcionario y un trabajador de la mayoría de las empresas privadas. En estas últimas también es frecuente que no hagan caso de las sentencias judiciales a favor de los trabajadores en caso de que contengan la obligación de readmitirlos a su puesto de trabajo: en Asturias, en estos años, ha habido dos casos relacionados con las empresas CLAS e IBERDROLA.
[64] Se pueden poner diferentes ejemplos: la pasividad del presidente español Casares Quiroga  ante la preparación del alzamiento militar de 1936 pensando que se iba a repetir el fracaso de 1932, Javier Tusell, Guerra y dictadura. La Guerra Civil, la postguerra y el fin del aislamiento internacional, en Historia de España, Madrid, Espasa Calpe, 2004, pag. 34; la actitud de Bruning, canciller alemán de los primeros años treinta, que promovía la ruina económica de su país para poder así evitar pagar las reparaciones de la Primera Guerra Mundial, Charles P. Kindleberger, El orden económico internacional, Barcelona, Editorial Crítica, 1992, pág., 107; la propuesta de Henry Morgenthau, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, de convertir Alemania en seis pequeños estados agrícolas tras la Segunda Guerra Mundial, Rosario de la Torre, De la paz virtual a la guerra fría, en La paz virtual, Historia Universal, Siglo XX, Madrid, Historia 16, 1998, pág., 39; este mismo secretario del Tesoro fijaba de forma completamente aleatoria el precio a que compraba el oro el gobierno al que pertenecía durante la crisis económica de los años treinta, J. Kenneth Galbraith, El dinero, Barcelona, Ediciones Orbis, 1983, pág., 250. Sobre la falta de criterio en la toma de decisiones en el gobierno norteamericano actual existen libros, como el del exsecretario del Tesoro norteamericano Paul O´Neil. En España, un caso sonado reciente de sinrazón de un personaje importante, fueron unas declaraciones del Presidente del Tribunal Constitucional, Jiménez de Parga, en las que se remitía a la época del Andalus para mostrar una supuesta superioridad de los andaluces sobre los catalanes o cuando el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Fungariño, dijo que no conocía detalles  que eran del dominio público sobre los atentados del 11 de Marzo. Muy famosa fue la propuesta de George Bush de que para eliminar los incendios forestales, lo mejor era talar los bosques.
[65] La falta de separación entre los poderes legislativo y ejecutivo es un aspecto conocido de los sistemas parlamentarios. Como, además, los partidos políticos suelen tener una falta de democracia interna evidente, obedeciendo sin rechistar a su máximo dirigente, éste acumula en la práctica un gran poder. Se debe recordar, al respecto, el intento que hubo en el PSOE de renovar su liderazgo apelando a la celebración de unas elecciones primarias; como triunfó el candidato que no era el deseado por el aparato del partido, Borrell, no contó con los apoyos suficientes y, con posterioridad, se vio obligado a dimitir, cuando se le sacó uno de los variados asuntos sucios en que se ven envueltos quienes pertenecen a la clase política. Todo ello no fue óbice para que más adelante fuera el cabeza de lista socialista al Parlamento europeo, que ahora preside. 
[66] La fragilidad de los derechos materiales de los españoles de clase baja se ve claro en casos tales como que la llegada de inmigrantes, en vez de provocar un aumento del dinero destinado a becas de estudio, provoca que los criterios económicos para conceder éstas se vuelvan mucho más exigentes. Quien escribe estas líneas, pese a los muchos años que lleva al paro, como vive bien puede relativizar sus problemas. Sin embargo, para quien sufre problemas económicos serios, no es tan fácil convencerle para que acepte una reducción de sus condiciones de vida. En estas situaciones de necesidad, es más fácil que los individuos deriven o secunden comportamientos de franca irracionalidad y xenofobia que, como ya se ha visto a lo largo de todas estas páginas, van implícitos en la propia condición humana.
[67] Hay una frase de John Stuar Mill que, refiriéndose a las masas trabajadoras, decía que “si se conforman con disfrutar de un mayor nivel de vida mientras dure, pero no aprenden a reclamarlo, retrocederán a su viejo nivel de vida”. Está tomada del libro de E. A. Wrigley, Cambio, continuidad y azar. Carácter de la Revolución Industrial inglesa, Barcelona, Editorial Crítica, 1992, pag. 37. En el mundo occidental parece difícil un retroceso generalizado del status de las clases medias por la importancia que tiene el factor consumo para la vitalidad de las economías de estos países; sin embargo, esta razón no elimina la posibilidad de que significativos contingentes de personas que alguna vez hayan disfrutado de un bienestar aceptable puedan volver a la pobreza.
[68] Algunas de las declaraciones que hacen determinados profesores de universidad demuestran fehacientemente este espíritu desigual. El que era vicerrector de la universidad de Oviedo, Javier Pulgar, dijo en una entrevista, preguntado sobre la dificultad para integrar a los universitarios en el mercado laboral, que el subempleo no es un fracaso del sistema ya que es preferible que alguien que pique zanjas tenga un elevado nivel cultural. Es de confiar que no esté hablando en primera persona y que, si tiene hijos, les desee un futuro mejor.
[69] Aparte, como está dirigida a las mujeres trabajadoras, excluye a las paradas.
[70] De este tipo de trampas o medias verdades hacen mucho uso los gobiernos. La propaganda oficial incide, por ejemplo, en las ventajas de los contratos a tiempo parcial para estudiantes o madres con hijos, pero no suele mostrar el lado malo de estos contratos, su uso para asegurar a los trabajadores menos horas de las que realmente están empleados.
[71] Un episodio que cuenta Darwin en su viaje a bordo del Beagle ilustra hasta qué punto la idealización de una cultura hace perder de vista el respeto al ser humano. Dentro de un experimento en sí reprobable, los ingleses habían recogido a cuatro habitantes de la Tierra de Fuego, para posteriormente trasladarles a Gran Bretaña y darles una educación. Tras unos años y pese a la oposición de los indígenas decidieron devolverlos a su tierra, uno de los lugares más pobres e inhóspitos del planeta. AAVV, Las otras Américas, Madrid, Ediciones Arlanza, 2000, pág., 41.
[72] Me recuerda, con respecto a una polémica reciente, la próxima puesta en libertad de un etarra sanguinario, De Juana Chaos, que sólo cumplirá dieciocho años de cárcel por haberse beneficiado de unas  reducciones penitenciarias consistentes en apuntarse a la universidad y que son válidas aunque no se apruebe ninguna asignatura como es el caso.
[73] Robert Brenner, Estructura de clases agraria y desarrollo económico en la Europa preindustrial, en El debate Brenner, Barcelona, Editorial Crítica, 1988, págs., 28 y 29. El autor alude a la obra de dos historiadores, D. C. North y R. P. Thomas, The Rise and Fallo f the Manorial System: A Theoretical Model.
[74] Julio Mangas, La agricultura romana, Cuadernos Historia 16, Madrid, Historia 16, 1997, págs 23 y ss.
[75] A. A. Zvorikine y S. V. Chukardin, La Revolución Industrial, en Historia de la Humanidad, tomo XII, UNESCO, Barcelona, Editorial Planeta, 1977, pág., 304.
[76] Nelson Martínez Díaz, La independencia hispanoamericana, Madrid, Historia 16, 1999, pag., 178.
[77] Recuerda, en cierto modo a las campañas contra el tabaquismo de los gobiernos actuales o los controles del consumo alcohólico cara a conducir un vehículo. No es sencillo saber si aquí también se puede hacer una doble lectura pero, por ejemplo, parece que la mayor causa de accidentes al volante se debe al cansancio de los conductores. Por ello, resulta muy triste que aquel trabajador inmigrante ecuatoriano implicado en aquel terrible accidente en que conducía una furgoneta en que murieron doce de sus compatriotas, tuviera que hacer frente a un juicio como responsable de este desastre, en el que tanto influyeron sus condiciones deplorables de trabajo. Por otro lado, frente a las duras campañas contra el consumo de alcohol en los conductores por parte de la Dirección General de Tráfico, ésta toma otras medidas que parecen irresponsables como dejar conducir motocicletas de hasta 125 centímetros cúbicos y que, por tanto, superan los cien kilómetros por hora, a personas que no han hecho un examen específico de conducción de estos vehículos.
[78] Aunque sean un tanto reiterativas las alusiones a la Logse, dentro de esta ley de educación hay un capítulo dedicado a las enseñanzas morales, lo que no impide que constantemente se destapen casos en las aulas escolares de discriminaciones a algunos alumnos por parte de sus compañeros que, en ocasiones, llevan al suicidio a los primeros. El asunto más claro en que se ve la necesidad de diferenciar entre la moral y una protección efectiva de los derechos humanos se ve en el caso de la explotación sexual a menores que pervivirá mientras convivan impunidad y pobreza en cualquier parte del mundo.
[79] En parte por la inclinación del hombre hacia el placer y en parte para evitar hacer actos que pongan al descubierto sus limitaciones o lo sitúen bajo la dependencia de otros hombres.
[80] Un ejemplo del primer caso pueden ser las acusaciones que reciben los funcionarios de falta de profesionalidad por parte de una opinión muy extendida entre los ciudadanos y un ejemplo del segundo el problema del mobing. Fue famosa una frase de un fiscal, con motivo del juicio por acoso sexual del alcalde de Ponferrada a una exconcejal de este ayuntamiento, Nevenka Fernández, en que aquel le espetó a la denunciante que porque no había dimitido en cuanto comenzó el acoso, ya que ella no era una empleada de Hipercor que debe aguantar que el jefe le toque el trasero porque se juega el pan de sus hijos.
[81] El caso de los anuncios que hubo una temporada en las diferentes cadenas de la Televisión Española en que se vinculaba la lucha contra el hambre en el Tercer Mundo a comprar un producto de limpieza, en concreto Fairy, ilustra bien la frivolidad con la que se tratan desde los países ricos los problemas de los estados más pobres. También son significativas aquellas declaraciones de un directivo de Inditex, recogidas por el periodista José Manuel Ponte, en que decía que si su empresa mantiene fábricas en Marruecos donde se permite el trabajo de niños de doce años es para que éstos no se queden en la calle, cojan pateras o se dediquen a la prostitución.
[82] Las soluciones que se dan en la actualidad a los problemas del Tercer Mundo ya se esgrimían en los años sesenta y, desde entonces, varias generaciones de seres humanos han pasado toda su vida en la miseria. Recuerdo aquí un reportaje de El Mundo del 1 de septiembre de 2002, que trataba de la cumbre de Johannesburgo sobre el medio ambiente, en que se consideraban estas reuniones globales una mascarada porque, desde que se celebró el encuentro de Río de Janeiro, la situación del planeta no había hecho más que empeorar. Que se haya encargado Luciano Pavarotti de protagonizar una de las campañas organizadas por la FAO contra el hambre demuestra hasta qué punto el primer mundo y el tercer mundo están desligados. Lo mismo se puede decir para el hecho de que los partidos contra la pobreza los organicen futbolistas como Ronaldo.
[83] Una medida, como la recientemente aprobada por el gobierno asturiano, consistente en crear un salario social destinado a los más pobres de la sociedad parece un caso claro de justicia social. Sin embargo, que este salario esté sujeto a que el número de beneficiarios venga condicionado por el presupuesto autonómico de cada año ofrece dudas sobre su verdadero espíritu ya que su concesión puede transformarse en algo arbitrario. Hay que confiar, al menos, que su gestión la lleve directamente la administración autonómica y no se creen organismos, como los que reparten las ayudas europeas, que sirven básicamente para generar redes de clientelismo, con los sueldos de sus trabajadores vinculados al favor político y no al mérito.
[84] En este campo, los códigos de conducta son voluntarios cuando una vulneración de derechos humanos siempre debe ser reprobada.
[85] Estos aspectos de la globalización actual provocan el rechazo de personas que, por su tradición política, tenían que estar claramente a favor de una lectura capitalista de la sociedad. En una entrevista a Herrero de Miñón, preguntado por el periodista de cómo se definiría políticamente, contestó que conservador, explicando que no se podía sentir liberal por no estar de acuerdo con la falta de reglas que existe en el concierto económico actual.
[86] Como es conocido que lleva ocurriendo muchos años en Sudamérica, siendo uno de los principales males de los países que conforman esta extensa región. La falta de compromiso fiscal por parte de las personas más ricas de un país es, con diferencia, el mayor mal que puede afectar a éste. Recientemente, con motivo del procesamiento de Emilio Botín por un delito fiscal de finales de los años ochenta, salió en un periódico asturiano, La Nueva España, un artículo firmado por un periodista llamado Javier Neira, que justificaba la defraudación a Hacienda de este banquero basándose de que en esos años los impuestos eran muy altos. Personalmente, me cuesta mucho entender este tipo de razonamientos tan egoístas. La solidaridad con el resto de los miembros de la sociedad debe poder ser exigida jurídicamente porque sino se queda en una mera mentalidad benéfica.
[87] El liberalismo contemporáneo abusa de la llamada precariedad laboral, lo que impide una mínima concentración de recursos a título individual para poder efectuar una inversión productiva. Un ejemplo claro es la situación en la que se encuentran muchos becarios que, tras varios años vinculados a la Universidad realizando estudios de investigación, se encuentran sin perspectivas de futuro y sin poder aprovechar sus conocimientos. Por otra parte, la actual extensión del discurso de fomento de la empresa individual como solución vital de la persona es en buena parte irreal por el poder que tienen las grandes empresas para absorber o eliminar a la mayoría de las pequeñas.
[88] Es en este periodo cuando empieza a existir en la conciencia occidental una valoración más positiva del hombre así como de su derecho a ver recompensados sus esfuerzos para mejorar su suerte. Es el inicio del llamado capitalismo comercial, momento a partir del cual va a ir desapareciendo el desdén por el comercio propio del mundo medieval y se empieza a aceptar moralmente el préstamo con interés a la vez que el ahorro pasa a ser considerado una de las principales virtudes que deben adornar a la persona, Francisco Morales Padrón, Los conquistadores de América, Colección Austral, Madrid, Ediciones Espasa Calpe, 1974, pág., 63.
[89] Casos como que todavía muchos de los afectados por el síndrome tóxico del aceite de colza adulterado no hayan cobrado la indemnización, cuando han pasado tantos años, evidencian este proceso codificador de las reclamaciones ciudadanas. Cuando ocurrió el desastre del Prestige, los afectados por la anterior marea negra, la del Mar Egeo, todavía no habían empezado a cobrar las reparaciones pertinentes, pese a que ya habían transcurrido diez años. A nivel internacional, posiblemente el caso más sangrante ocurre con los afectados por el terrible vertido tóxico en la ciudad india de Bhopal que tantos años después nunca han recibido una indemnización económica de la empresa responsable de este desastre, la Unión Carbide. Un asunto reciente ocurrido en España y que demuestra lo difícil que es delimitar los responsables de un desastre es lo sucedido en el barrio barcelonés del Carmel con el derrumbamiento de varios edificios a causa de las obras de construcción de un metro. Este tipo de sucesos causan un gran impacto en la opinión pública pero no suelen tener mayor relevancia en la carrera de los políticos implicados si éstos consiguen aguantar la reprobación inicial.
[90] Con el cambio de moneda, el paso de peseta a euro, fueron constantes las informaciones de la prensa del modo en que estaba aflorando el dinero negro que circulaba soterradamente en España, en gran parte relacionado con el sector de la construcción. Hubo un informe del Banco de España, en que esta institución reconocía que había tenido que reducir en un 10% la emisión de billetes de euro prevista para no provocar inflación.
[91] Sobre esta cuestión, recuerdo una entrevista a una catedrática de ética de la universidad autónoma de Barcelona, Victoria Camps, en que ésta decía que la moral actual sirve más para descalificar a otro que para juzgarse a sí mismo. Siempre es chocante que personajes como los asesinos de Trujillo, dictador dominicano, hayan quedado por héroes cuando hasta ese momento eran cómplices de sus brutalidades o, de modo parecido, que los miembros de la vieja guardia bolchevique, por el hecho de haber sido represaliados por Stalin en los años treinta, hayan salvado su imagen cara a la historia.
[92] Dinero, por otra parte, que sirvió para seguir alimentando el poder de los que seguramente tendrían que haber dimitido por el desastre. Una muestra es la polémica generada con aquella empresa, Trasga, a la que la Xunta adjudicó a dedo las labores de limpieza.
[93] Personalmente, me gusta leer las Cartas al Director de los periódicos porque en ellas se suelen reflejar notas de verdad sobre la sociedad que faltan en la información habitual. Una Carta al Director que me chocó fue una en que, con toda la ingenuidad del mundo y considerándose una ciudadana con ese derecho, una parada que había tenido un problema en la oficina del INEM que le correspondía, solicitaba ser recibida por el consejero de trabajo de Asturias para poder explicarle sus dificultades.

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