En este blog estoy escribiendo tanto sobre el modo en que la crisis está afectando a los españoles como de la falta de resistencia de la población para defenderse de estos cambios negativos. Considero que esta incapacidad de la gente para impedir los recortes es un problema sobre todo mental, ya que los españoles vivimos en democracia. La clase media española se ha acostumbrado a tener una mentalidad de persona rica sin serlo y, como consecuencia, adopta una actitud pasiva en política, como si sólo importaran los problemas económicos. Esta mentalidad de creerse ricos procede, a mi entender, de que hace décadas que la pobreza ya no es un problema importante en España y también de que, desde finales de los años noventa, la población se acostumbró a consumir muy por encima de su verdadera capacidad adquisitiva. España vivió, en los años anteriores a la crisis, un periodo de pujanza que fue falso para la mayoría de los españoles, pero que contribuyó a hacerles sentir como ricos. En esta época dorada escribí un ensayo, titulado Sociedad, individuo y voluntad, en que ya denunciaba muchas de las insuficiencias democráticas de España y que es el que quiero reproducir a continuación. Está dividido en tres partes, teniendo mayor interés la primera:
SOCIEDAD, INDIVIDUO Y VOLUNTAD
PREFACIO
Los textos que siguen a continuación son un compendio de diferentes
pensamientos que el autor lleva desarrollando a lo largo de su vida. Es una
especie de filosofía social, si es que hay que darle algún calificativo. Como
obra primeriza cuentan con importantes defectos, tanto de claridad expositiva
como de redacción, taras que en un futuro esperan ser corregidas a través de la
crítica ajena. Este trabajo se divide en tres partes, de las cuales la más
significativa y cuidada es la primera. Las otras dos partes son un complemento
que ha permitido desarrollar algunas ideas que se habían evitado en un
principio a la vez que se produce una insistencia en otras ya vistas. Estas dos
últimas partes cuentan con pocos ejemplos así que, a diferencia de la primera,
se ha prescindido de poner en ellas notas a píe de página.
La base de los tres textos es similar y, por ello, aunque están
preparados para tener una lectura independiente, conforman un conjunto coherente.
Todos ellos se basan en el reconocimiento del miedo a sufrir daños o padecer
sufrimientos físicos como el punto de partida para explicar muchos
comportamientos agresivos o insolidarios del hombre hacia sus semejantes. En el
primer texto se incide ante todo en la repercusión que tiene este factor para
explicar las diferencias sociales entre los individuos que componen una
sociedad. En la segunda parte se aborda su efecto en la moral. Por último, en
la tercera parte se ahonda en su contribución a acentuar el subjetivismo propio
de cada ser humano. Los tres textos acaban en una llamada a la necesidad de una
mayor humanización de la percepción que tienen de sí las personas.
Los textos citados conforman así un ensayo que refleja el punto de vista
de una persona que, sin pertenecer a la clase privilegiada de una sociedad,
tampoco entra dentro del grupo de los más desfavorecidos. Lleva de este modo, y
al haber nacido en una sociedad occidental, una vida que se puede considerar
cómoda vista desde parámetros objetivos. Sin embargo, ha sufrido diferentes
desengaños al chocar en varias ocasiones con los obstáculos que siguen
existiendo para que los individuos de clase media puedan ver despejado en algún
momento su futuro laboral y económico. Es un libro, por tanto, hecho sin
excesivos resentimientos pero con el suficiente malestar para ejercer una
crítica de los aspectos más sangrantes de la sociedad española, de ahí que
muchas veces derive al comentario de sucesos políticos.
En este sentido, aunque el círculo de amistades del autor no es
excesivamente amplio, a tenor de los comentarios que han hecho aquellos amigos
suyos que han leído el libro, parece que éste refleja, al menos en su primera
parte, un sentir bastante extendido entre la generación de españoles situada en
torno a los treinta años. Hay una fuerte desconfianza en el sistema político
que, sin llegar a ruptura con él ni profundizar mayormente en sus causas, está
constantemente presente.
Sin nada más que decir, la única meta que se persigue con este ensayo es
que sea legible por todo tipo de gentes. Con esta intención se ha hecho y, si
existen puntos oscuros, es más debido a una incapacidad para encontrar las
palabras adecuadas que a un propósito de dificultar la comprensión del texto.
Ha habido una voluntad de facilitar la lectura ya que quien escribe ni tiene
capacidad para hacer un escrito excesivamente intelectualizado ni cree que sea
conveniente para difundir un pensamiento que tiene un contenido social. La comprensión con los aspectos formales y literarios
es, pese a todo, un requisito obligado para su lectura.
EL PODER DE LA IDEA DE VOLUNTAD
INTRODUCCIÓN
En la sociedad actual occidental, al
menos en España, existe una dificultad para encontrar un trabajo que reúna las
mínimas condiciones de calidad por un gran número de gente. Este grave
inconveniente se suele resolver de dos maneras: unas personas, por las
obligaciones a las que tienen que hacer frente aceptan cualquier clase de
trabajo para poder ir salvando el día a día mientras que otras, generalmente
protegidas porque otros miembros de su familia trabajan en mejores condiciones,
se quedan en su hogar buscando la manera de planificar su futuro. Este último
es el caso de quien escribe estas líneas, que lleva bastante tiempo preparando
oposiciones a funcionario, concretamente
buscando conseguir plaza de profesor de instituto de Educación
Secundaria.
Aunque el tiempo de estudio por esta
causa ocupa varias horas al día, indudablemente una persona que está todo el
día metida en casa siempre tiene a su disposición una parte del día para
destinarla a quehaceres propios. En mi caso, este tiempo libre ha sido
destinado a reflexionar sobre la situación en la que estoy inmerso, y junto a
mí, un número muy alto de personas. En consecuencia, las páginas siguientes
tratarán de buscar las posibles causas que expliquen el modo en que la sociedad
acepta este estado de cosas, a causa del cual muchas veces los derechos
laborales de las personas quedan anulados o desvirtuados.
No es el caso de quien escribe el
más preocupante ni mucho menos de quienes sufren este problema. Sin embargo
siempre he tenido la preocupación de que, en el futuro, cuando no tenga el
respaldo económico del que me proveen mis padres pueda llegar a pasar algún
tipo de penalidad ya que no está claro que la sociedad vaya a mejorar en estos
terrenos y, más bien al contrario, parece que cada vez se evoluciona hacia un
mayor retroceso en lo que respecta a las garantías de conseguir un empleo digno
por parte del ciudadano corriente.
Este miedo al futuro es la llave de
toda la argumentación de la que se tratará en las páginas siguientes porque,
habiéndose convertido casi en una obsesión para mí, llegué a darme cuenta de
que el sentimiento de miedo, la inseguridad en la que vive normalmente la persona,
está en la raíz de la mayoría de los comportamientos de la persona. De hecho,
antes de acometer el análisis de las cuestiones específicamente sociales
considero que se debe tratar de aclarar el conjunto de motivaciones
irracionales que influyen en la conducta humana.
Por tanto, en este breve texto se
analizará en un primer momento a la persona desde un punto de vista de su
interioridad, al ser la base que explica las posibles razones que, dentro del
ordenamiento social, hacen que determinados miembros de la sociedad tengan
problemas para ver reconocidos parte de sus derechos sin que por ello, ni la
sociedad en su conjunto ni sus valores se vean debilitados.
Siempre que una persona neófita en
la cuestión, como es el caso, trata de desarrollar temas de pensamiento, más
propios de personas con alto nivel intelectual, corre el riesgo de que sus
elucubraciones sean ininteligibles y sólo sea capaz de verles sentido ella
misma. Es el inconveniente propio de no contrastar información con otras
personas y adolecer, por ello, de un discurso cerrado. No obstante he tratado
de ser lo más claro posible y si no consigo hacerme entender en todos los
puntos que planteo, espero al menos que los fundamentales sean comprensibles.
Como nota aclaratoria, y aunque es
un aspecto que se verá de modo evidente a lo largo del texto, al ser quien
escribe de origen asturiano muchos de los ejemplos que se pondrán para aclarar
los argumentos esgrimidos en el texto tendrán como base sucesos ocurridos en
esta región. En otros, como es obvio, el marco será el territorio español. En
el terreno internacional, el país más citado serán los Estados Unidos, por ser
la principal potencia de este tiempo y sobre la que más información existe de
sus actuaciones. También Argentina será un país repetidamente mencionado, por
haber siempre tenido el autor interés por su problemática.
CAPÍTULO
PRIMERO: LA
NATURALEZA HUMANA COMO CONDICIONANTE
-repercusiones del miedo como
principio vital
No existe nada tan obvio y, a la
vez, algo tan recurrentemente negado de modo implícito como es la condición
animal y frágil del ser humano. Las potencialidades de las que está dotado
éste, gracias a su inteligencia, son siempre la faceta más resaltadas como
rasgo propio de su especie en detrimento de reconocer unas limitaciones a nivel
de individuo que, por mucho que progrese la humanidad, estarán presentes a
perpetuidad. Dicho en otras palabras, pese a novelas como Robinson Crusoe o
cualquier otro mito similar[1], la
persona, si tuviera que hacer frente por ella misma a situaciones de
supervivencia, tendría muy reducidas sus posibilidades de superarlas con éxito.
De esta debilidad intrínseca, aunque
le resulta sumamente desagradable al ser humano, éste es plenamente consciente
y, tanto como a la muerte, teme sufrir cualquier clase de accidente o
enfermedad que le deje impedido. Al mismo tiempo, el hombre posee un desarrollo
mental capaz de abstraer todo tipo de realidades y darles una nueva forma,
gracias a la fuerza de su pensamiento. En esta contradicción entre la gran
capacidad de su mente y lo limitado de su cuerpo se desenvuelve la acción
humana.
Una de las consecuencias de lo
anterior es una pérdida de percepción de la realidad. Al estar esta última
transformada por el poder de la mente humana, a la persona le cuesta valorarla
en su justa medida. El efecto inmediato de esta falta de objetividad es que la
realidad se ve como una amenaza por parte del ser humano al no tener éste un
control sobre ella. Hay una tendencia, por tanto, a sobrevalorar sus peligros y
dejarse conducir por elucubraciones interiores.
Sirve como exponente de esta conducta la creencia popular de que una
persona joven que coge el hábito del tabaco tiene muchas posibilidades de
acabar en la droga. Mentalmente es sencillo imaginarse un proceso de rápido
tránsito de fumar un pitillo a consumir drogas duras pero en la realidad hay
una serie de estadios intermedios que la mayoría de las personas jamás pasan[2].
Otros dos ejemplos cualesquiera de este tipo de actitudes en que el análisis de
la realidad queda absorbido por prejuicios irracionales son, por un lado, la
afirmación de los obispos españoles de que el uso del preservativo no evita el
sida o la prohibición del gobierno estadounidense de que los homosexuales donen
semen porque son un grupo de riesgo. Son comportamientos similares al hecho que
ocurría en épocas pasadas de no dejar entrar en los lagares asturianos a las
mujeres que tenían menstruación durante los procesos de elaboración de la sidra
por miedo a que se corrompiera ésta[3].
Esta manera de proceder de la mente se traslada a campos muy variados. En
política internacional, basta recordar la teoría del dominó, que guió la
política internacional de los Estados Unidos en su intervención en Vietnam: si
no se paraba a los comunistas en este país todos los demás estados del Extremo
Oriente caerían de forma sucesiva y rápida en manos del comunismo. En España,
una paranoia de ese tipo se generó con motivo del conflicto con Marruecos por
un islote, el denominado de Perejil, de nulo valor económico. Anteriormente, en
época de Franco, fue muy típico del discurso público de su dictadura aludir a
una conspiración judeomasónica internacional contra España sin ninguna base
real.
Incluso aquellas personas más sensatas no dejan de sentir cierto temor
ante determinadas supersticiones como pasar debajo de una escalera, ver un gato
negro, romper un espejo o hacer determinadas actividades en martes y trece.
Esta capacidad de percibir distorsionada la realidad llega a extremos tales
como que a muchas personas no se les puede mencionar la mala suerte porque
piensan que la alusión a ésta provoca alguna fatalidad venidera.
Otra cara de esta ausencia de objetividad afecta a la propia opinión que
la persona tiene sobre sí misma. El ser humano, genéricamente hablando, tiene
una incapacidad evidente para apreciar sus carencias de todo tipo ya que su
propia mente dulcifica y embellece los aspectos más deslucidos de su
existencia. En la cabeza de la persona se produce una síntesis entre un
elemento de ficción y otro que deriva de la aprehensión de la realidad,
ayudando el primero por lo general a sobrellevar la vida cuando ésta no aporta
la felicidad esperada. La importancia que tiene el juego de lotería para animar
la vida de muchas personas, con la esperanza que aporta de que la suerte del
individuo va a cambiar, se relaciona con este fenómeno psíquico.
La relevancia que tienen para la vida de las personas mayores,
especialmente del género femenino, la consulta de echadoras de cartas o
adivinos, también señala con claridad este deseo de evasión de la vida
cotidiana. Otro ejemplo de esta clase es el interés de la gente normal por la
vida de los famosos, que ha dado lugar incluso a un tipo de fotógrafos
especializados en perseguirlos, los llamados paparazzis, a la vez que a un tipo
de tertulianos que indagan en su vida íntima para contar sus descubrimientos en
diferentes programas de televisión.
-diferentes planos de conformación de la mente
Otra de las consecuencias de esta dualidad del ser humano es que provoca
que su conciencia se mueva en diferentes planos, que se van a analizar con
detalle a continuación. Antes de seguir adelante, hay que indicar que se va a
proceder con frecuencia a lo largo de las páginas de este texto a una disección
del tema a tratar por motivos de claridad expositiva, sin que ello indique que
las separaciones efectuadas tengan que ser interpretadas de modo rígido.
El primero de estos planos citados parte de un enfoque psicológico: la
persona corriente no puede vivir con una sensación de angustia permanente por
el miedo a sufrir un daño o enfermedad inevitable, así que reacciona con un
deseo de evasión de su condición intentado superar ésta a cada momento. Por ir
aclarando el sentido de lo que está explicando, cualquier acto que provoque a
la vez dolor y admiración, una hazaña de cualquier tipo, es una muestra de lo
referido. También cualquier actitud ascética, el recurso a las drogas o la
búsqueda de las sensaciones más exquisitas pueden comprenderse aquí. La
confusión entre sexo y misticismo[4],
propia de la moral contrarreformista que se dio en España en el Siglo de Oro y
que se detecta en el lenguaje de muchos de los religiosos de esta época,
posiblemente tenga una lógica interna mucho mayor de lo que parece a primera
vista.
Un libro de Peter Laurie, que se dedica al estudio del efecto de las
drogas en el ser humano, dispone a lo largo de su contenido de ejemplos que
ayudan a entender lo afirmado en el párrafo anterior. En un momento dado su
autor afirma que hacer viajes a países remotos e inyectarse heroína son
diferentes formas de escapar de la civilización para la juventud[5] (en
alguna medida es el sentido que tiene el término “viajar” dentro del universo
del toxicómano) mientras que en otro lugar de este libro se indica que, a causa
de sus sensaciones internas y de sus peligros externos, volar, esquiar, hacer
paracaidismo y escalar son actividades en cierto modo análogas a las
experiencias con LSD[6].
No es el momento de sembrar polémica
comparando entre sí actividades de índole tan diferente o personajes aparentemente
tan distintos como un alpinista o un drogadicto. El primero es un deportista
que procura mantenerse en forma y tiene una capacidad de resistencia física muy
alta mientras que el segundo es una persona enferma que sufre una adicción a
sustancias dañinas. Sin embargo, cualquier conjunto de actos que tienen un fin
similar aunque sea empleando medios opuestos guardan claramente un fondo común.
Aclarando lo anterior, con motivo de una ascensión al K-2, ocurrida en el
verano del 2004, dos montañeros bastante conocidos, Edurne Pasabán y Juanito
Oiarzábal, acabaron con congelaciones que les hicieron perder parte de sus
dedos. Sin embargo, pese al daño físico sufrido, mostraron ambos el deseo de,
en cuanto recuperasen fuerzas, volver a realizar otra peligrosa ascensión de
una montaña. Es dudoso que esta actitud se pueda considerar una concepción sana
de la vida y, en cierta manera, estos dos deportistas están haciendo una
renuncia de ella similar a la del drogadicto.
Estos dos extremos, además, se tocan, muy a menudo en el deporte
profesional. En este sentido, si se tiene en cuenta que, en principio, se debe
reprobar cualquier acción humana que pueda conducir a daños a la salud, y hacer
deporte es sinónimo de lo segundo, el
recurso al dopaje demuestra claramente que cualquier camino hacia la negación
de la propia condición es válido. En este caso, la explicación del recurso a
las drogas en el deporte de alto nivel viene motivada por la búsqueda incesante
de récords y el deseo de superar los límites físicos humanos, respondiendo, por
tanto, a una necesidad humana más profunda.
Este temor psíquico lleva a las
personas, entre otras cosas, a intentar evitar tareas que pongan al descubierto
sus limitaciones, sean del tipo que sean, por lo que constantemente habrá un
deseo en muchos seres humanos de aprovecharse del trabajo de los demás para
resolver sus deficiencias. Se establece una rivalidad en que la posibilidad de
tener otra persona al servicio de uno parece significar una superioridad en
cuanto que sirve para elevar la condición propia y ayuda, con ello, a
tranquilizar el espíritu[7]. Al
estar este comportamiento tan extendido la desconfianza es una regla en entre
las personas y el deseo de evitar los engaños también, de ahí la aspiración
humana a gozar de una libertad lo más completa posible en su relación con los
demás.
No existe evidencia más clara de lo
anterior que, cuando empezó en las sociedades occidentales el proceso de
emancipación de la mujer, uno de los objetivos de ésta fue liberarse del rol de
ama de casa. Por culpa de éste, muchas veces la mujer se convertía en una mera
criada del hombre. Es un comportamiento parecido al de la juventud del mundo
occidental, que adopta poses de rebeldía, con el propósito de remover aquellas
costumbres sociales que preconizan la subordinación de los jóvenes a los más
mayores. Sobre la tensión permanente que existe entre los seres humanos, hay
que recordar una cuestión tan menor como la irritación y los conflictos que se
pueden llegar a generar en una cola del médico o en una retención de coches
cuando alguien intenta ganar algún puesto sin esperar su turno.
La desconfianza innata entre los
seres humanos es uno de los puntos que más perjudica la construcción de
cualquier sociedad. El hombre tiende a no ayudar a otro hombre hasta que no
está seguro de que tal auxilio es completamente imprescindible porque, sino,
teme que sea un intento de aprovechamiento de su esfuerzo y buena voluntad.
Aunque más adelante se volverá a tratar la falta de sensibilidad del ser humano
hacia sus semejantes a no ser en casos dramáticos, una de las razones básicas
de este embrutecimiento radica en esta actitud refleja defensiva.
Una muestra de lo expresado en el
párrafo anterior es la facilidad que tiene una persona para trazar un análisis
diferente de la sociedad que la rodea según las cosas de la vida le vayan mejor
o peor. Si su situación vital es buena, la persona tenderá a deslegitimizar
cualquier muestra ajena de descontento en torno a la realidad social que opera
a su alrededor. Esta actitud se debe a que defiende el status alcanzado, sobre
todo cuando éste no está asegurado a medio y largo plazo. Sin embargo, si pasa
por una coyuntura vital negativa, tratará de exagerar sus problemas para poder
llegar a la sensibilidad ajena[8].
Un segundo plano de conformación de
la mente tiene un carácter puramente práctico y entra un poco en colisión con
el anterior. La capacidad de una persona para mejorar su nivel de vida
dependiendo de sí misma es muy limitada. El principio de cooperación entre los
seres humanos, por tanto, está en el origen de la creación de las sociedades ya
que son evidentes las ventajas que tienen éstas como solución a la mayoría de
los problemas del individuo. Además, la necesidad de que toda persona aporte su
esfuerzo en favor del colectivo para beneficiarse a su vez parece una cuestión
de sentido común que tácitamente es admitida por cualquier sociedad, sea cuál
sea la distribución de papeles que ésta establece entre sus miembros.
Las dificultades, en este caso, surgen en torno al reparto igualitario de
las cargas que conllevan estas tareas. Nadie, en principio, por la natural
tendencia del hombre al disfrute y el placer quiere renunciar a tener el máximo
tiempo de ocio posible y, por ello, uno de sus mayores puntos de fricción con
el resto de las personas es conseguir evitar un excesivo número de horas de
trabajo en estas ocupaciones que afectan a todos. Una de las exigencias, por
tanto, de todo individuo es la implicación de los demás en las tareas al
servicio de la comunidad. El mito del pícaro, tan querido a nuestro país y que
ha marcado gran parte de la producción literaria española, se encuadra en esta
lucha de los elementos productivos de una sociedad contra aquellos que, a
criterio de los primeros, intentan parasitarla.
Esta referencia a la figura del pícaro sirve para recordar que, junto al
lógico deseo de un reparto del trabajo común, hay que añadir el efecto
distorsionador previamente citado de la vigilancia mutua que se establece entre
las personas para evitar abusos que tengan un fundamento irracional. En este
sentido, una de las características del mundo contemporáneo reside en la lucha
emprendida contra las jerarquías propias de sociedades tradicionales, en las
que una mayoría lleva la carga del trabajo de una sociedad mientras que una
minoría se ocupa de actividades más nobles, detentando el poder por ello.
Por último, el tercer plano de los
citados tiene un alcance puramente físico al girar sobre el temor que tienen
casi todas las personas a posibles comportamientos agresivos de los demás seres
humanos como consecuencia de la parte animal de nuestra naturaleza (y también
de la inclinación irracional que persigue poner a nuestro servicio a los demás
individuos, cuando para ello se recurre a la intimidación física). La mayoría
de las morales se basan en establecer mecanismos correctores que limiten la
posibilidad de que el ser humano saque a relucir sus malos instintos. Es de
este modo común que casi todas las sociedades tengan una moral –dependiente por
lo general de ideas religiosas- basada en establecer límites a la efusión de
los deseos humanos y canalizarlos en la dirección correcta.
Por efectuar un pequeño repaso, que
ejemplifique lo anterior, conviene recordar las diferentes peleas que tienen
las principales religiones que hay en este mundo contra determinadas
manifestaciones sensuales propias del ser humano. Así, en el cristianismo se
combate sobre todo aspectos de tipo sexual, en el islamismo se lucha contra la
ingestión de cualquier clase de sustancias alcohólicas, muchas religiones
orientales establecen restricciones a comer carne, etc[9]. El
concepto de pureza se manifiesta esencial para comprender la admiración que la
persona común siente por determinados personajes irreprochables, piénsese en un
Gandhi o en muchos de los santos cristianos.
En este sentido, cualquier moral
debe valer para imponer una cortapisa a cualquier apropiación por la violencia
de las personas o los bienes ajenos y, de ahí, la fuerza que tiene el
desarrollo de un tipo de ética en que sea el propio hombre el que es capaz de
disciplinar sus propias apetencias. En la estimación del ser humano en la
sociedad en la que se integra este apartado cumple un papel muy relevante y
puede llevar, incluso, a la marginación de los transgresores. Se vincula, de
este modo, la seguridad colectiva al hecho de vigilar que en todas las personas
exista un autocontrol de la parte más visible de su condición animal, los
deseos dependientes de los sentidos.
Del peso de esta moral una buena
muestra es que el presidente de la nación más importante del mundo, Bill
Clinton de los Estados Unidos, estuvo a punto de perder su cargo por el asunto
de una felación que le hizo una mujer empleada a su servicio[10]. En cambio, otro asunto aparentemente más
grave que éste, como fue el bombardeo injustificado de una fábrica en Sudán,
donde, por una decisión suya, el ejército de su país asesinó a un número de
víctimas muy alto no tuvo ninguna trascendencia política.
Un caso análogo, en que todavía se
ve con más nitidez la rigidez a que conduce esta moral tradicional, se dio en
el ejército español. En esta institución levantó una gran polémica la
conversión de uno de sus soldados en un transexual, llegándose a la expulsión
del afectado, María del Mar Gordo. En cambio, otro suceso coetáneo, más serio,
como fue la corrupción en los ascensos de una promoción, la cuarenta y uno de la Academia General
del Aire, en que se vieron favorecidos los hijos del jefe y segundo jefe del
Estado Mayor del Aire, pasó bastante desapercibido.
Otro ejemplo de cómo actúa esta
moral se puede ver, recuperando un tema tratado al inicio de este capítulo,
cuando a un atleta se le sanciona por consumo de cannanbis, suceso que ocurre
con relativa frecuencia. En principio, tomar esta sustancia no sólo no mejora
el rendimiento del deportista sino que, posiblemente le sea perjudicial. Sin
embargo, al verse como un vicio recibe el castigo que se merece un producto
dopante. No es entendible esta postura a no ser que su consumo sirva para el
enmascaramiento de algún otro tipo de medicación.
-conclusiones
Tres son, por tanto, los problemas
impuestos por la condición humana a cualquier planteamiento de organización
social: el recelo mutuo entre los seres humanos, la necesidad de cooperación y
el temor a las manifestaciones más brutales de nuestra naturaleza. Como es
lógico, todos ellos funcionan al unísono y van imbricados entre sí.
Estos tres planos interactúan entre
sí porque todos tienen el mismo origen, las características de la condición
humana, al mismo tiempo que todos conducen a una necesidad insoslayable, la de
establecer algún tipo de reglas que permitan la vida en común de los seres
humanos. La comprensión de este proceso resulta básico: a partir de unos
condicionantes de tipo interno se generan unos principios básicos cara a
organizar cualquier tipo de convivencia.
Tales principios giran en torno a
nociones abstractas como libertad con respecto al plano primero, igualdad en el
segundo y seguridad en el tercero. Teóricamente tales ideas aseguran que cualquier
sociedad que se organice teniéndolas en cuenta cuente con unas bases sólidas de
justicia. Sin embargo, estas nociones tienen una difícil concreción, quedando
las más de las veces en un referente hacia el que aspiran las distintas
sociedades y, sobre todo, los miembros que las componen. Pese a ello, siempre
suponen la guía que informa cualquier marco legal de un país avanzado.
El sistema democrático es el
predominante en todos los estados desarrollados en la actualidad y, por tanto,
el más válido en el momento actual porque presupone que detrás de toda la
actividad de los poderes ejecutivo y legislativo hay un refrendo popular,
existiendo un control suplementario por parte de otros poderes como el judicial
o los medios de comunicación. Todo lo que se va a contar en los capítulos
inmediatos se aplica fundamentalmente a este modelo de organización social. No
obstante, más que entrar en su descripción, se tratarán los posibles motivos
que justifican un descontento de una parte de la población por su escasa representatividad
real.
Por tanto, en las páginas siguientes
se analizarán las causas que llevan a que los principios básicos citados con
anterioridad de libertad, igualdad y seguridad queden en muchas ocasiones
soterrados por la propia dinámica de la sociedad y, en consecuencia, su
aplicación pueda ser cuestionada con razón por parte de sus miembros. La propia
debilidad de estas ideas está en la base ya que el citado miedo consustancial
del ser humano reclama pruebas claras que le garanticen la mayor inmunidad
posible y le liberen del temor constante a ser engañado por sus semejantes. Las
tensiones originales debidas a la condición humana operan así de un modo
constante y sólo pueden ser mitigadas con evidencias de un orden superior. A su
análisis se dedica el siguiente capítulo.
CAPÍTULO
SEGUNDO: FUNDAMENTOS PARA LA ORGANIZACIÓN SOCIAL
La existencia de la sociedad siempre
ha sido una característica relacionada con la historia del hombre tanto por sus
innegables aspectos prácticos como, por seguir la línea de pensamiento
predominante en estas páginas, porque da cobijo al ser humano y le permite la
realización de muchos de sus sueños, permitiéndole mantener la ilusión de que
puede proyectarse por encima de su condición. Por otro lado, responde al deseo
por parte de las personas pacíficas de protegerse de la arbitrariedad de los
actos de otros seres humanos más violentos.
Hay una exigencia básica que se imponen mutuamente las personas con el
objeto de crear una sociedad, que es la necesidad de encontrar una vía de
organización aceptada por los miembros que la componen. Este requisito obliga a
dar pruebas de que todo el mundo que participa en ella es capaz de hacer una
dejación de sus intereses en beneficio del colectivo. Cualquier modelo de
sociedad tiene que tener en cuenta esta obligación ya que es consecuencia tanto
de la aceptación tácita por el ser humano de la desconfianza hacia el resto de
las personas como de la imposibilidad de enfrentarse en solitario con éxito a
los obstáculos impuestos por la realidad.
Respondiendo a este fin, son varios
los elementos que aseguran una cohesión profunda entre los miembros que
componen una sociedad. Éstos se basan en lo fundamental en varias ideas,
especialmente las de amor, imagen y saber, que serán tratadas a continuación,
analizando tanto sus aspectos positivos como, sobremanera, los negativos.
-la idea de amor
La importancia que tiene la noción
de amor como manera de garantizar vínculos estables entre diferentes seres
humanos es muy importante. Ya sea a través de una relación directa con otra
persona o de la comunión con una entidad más abstracta –del tipo de la nación
por ejemplo-, el amor supone una capacidad de renuncia propia que espera ser
correspondida por la otra parte. Una definición de amor es difícil de lograr
pero quizá la más adecuada se base en la capacidad por parte de la persona de
dar pruebas constantes del olvido de sus egoísmos particulares ya que éste es
el argumento más eficaz que lleva al ser humano a creer que no es objeto de engaño
por sus semejantes. En este sentido, otras proyecciones de esta idea de amor se
vinculan a los lazos de gratitud y a la capacidad para el sacrificio.
Sólo en base a esta idea, se puede
entender que un país como Alemania Federal haya decidido, tras la caída del
Muro de Berlín, integrar a la Alemania Democrática , un estado mucho más pobre.
La convicción de su pertenencia al mismo pueblo y el convencimiento de que, si
ocurriera al contrario, la reacción de los alemanes orientales sería la misma,
explican esta generosidad de los habitantes de Alemania Federal porque, por
otro lado, la operación es ruinosa para ésta[11].
El punto más negativo de este
concepto aparentemente tan sólido se basa en que exige a todos los miembros de
la sociedad una prestación mutua equivalente para asegurar que no haya engaño
por parte de nadie; por tanto, no se tienen en cuenta las posibilidades
respectivas de cada persona a la hora de comprometerse. De hecho, si hay
relaciones de desigualdad de partida, un elemento como amor no hace más que
asentarlas firmemente ya que determinadas personas se verán obligadas a
renunciar proporcionalmente a más cosas que otras. Dicho de otra forma, el amor
es un sentimiento de tipo moral que se considera algo tan elevado que, en vez
de ser un complemento a los principios basados en una búsqueda de justicia
social, los sustituye.
Un buen ejemplo de lo que se quiere
decir ocurrió al inicio de la
Primera Guerra Mundial. Los partidos socialistas europeos,
integrados en la II
Internacional , habían acordado en un congreso de esta
organización[12], no apoyar a sus
gobiernos si éstos decidían ir a la guerra. Al final, cuando se inició el
conflicto, cada partido socialista nacional apoyó a su país sin reservas,
olvidando cualquier otro tipo de ideal. Se primó, en consecuencia, por parte de
los dirigentes políticos de estos partidos mostrar su apoyo sin reservas al
resto de los miembros de su nación, con los que les unían lazos de amor a la
patria, que mantener los vínculos con el resto de las organizaciones obreras a
nivel internacional, con las que sólo les unían aspiraciones de justicia[13].
Incidiendo en esta cuestión, existen
dos noticias en los Telediarios por las que suele salir reflejada Argentina.
Una de ellas es la crisis económica constante en la que vive, que perjudica el
nivel de vida del pueblo argentino, mientras que la otra es la pasión de los
argentinos por sus futbolistas y, en particular, por su selección nacional. Son
contradictorias entre sí porque resulta difícil de asimilar este sentimiento
tan profundo de los aficionados argentinos hacia uno de los símbolos
emblemáticos de su país cuando este último deja mucho que desear en cuanto a
justicia social. Es un caso análogo, volviendo a un episodio histórico, a la
lucha del pueblo español contra los franceses en la Guerra de la Independencia , ya
que no parece haber una justificación social al hecho de que las clases bajas
españolas arriesgaran su vida por Fernando VII.
Otro tipo de ejemplo que también sirve para diferenciar las nociones de
amor y justicia se relaciona con el fenómeno de la baja natalidad propio de las
sociedades más desarrolladas actuales. Frente a las generaciones anteriores,
acostumbradas a las mayores renuncias personales para sacar adelante una
familia, los padres modernos valoran ante todo el tener un horizonte económico
despejado antes de arriesgarse a tener un hijo ya que quieren tratar de
asegurar un buen nivel de vida para éste. Aunque esta postura parece tener su
lógica, los periódicos reproches al acomodamiento de la juventud por parte de
diferentes órganos oficiales – en este sentido fueron frecuentes los toques de
atención de Ana Botella, esposa del anterior presidente del gobierno español-
demuestran su fragilidad mientras se mantenga latente el influjo de la noción
de amor y su exigencia de sacrificio.
Aunque trágico, quizá el mejor elemento que ilustra como los diferentes
grupos humanos se cohesionan en torno a la idea de amor es el terrorismo
contemporáneo. Éste se caracteriza por su carácter indiscriminado, ya que a los
terroristas no les importa dañar a los miembros inferiores del grupo humano al
que se enfrentan aunque no tengan ninguna parte en la toma de decisiones que
afectan a la lucha reivindicativa de la banda terrorista en cuestión. Ésta
considera enemigo por igual a cualquier persona perteneciente al grupo al que
se enfrenta porque conoce que, aquella, teniendo que tomar partido entre una
causa justa y la secundación de la posición adoptada por su grupo, optará
habitualmente por esta segunda opción al ofrecerle mayor seguridad vital. De
este modo, la forma en que el terrorismo afecta sobre todo a población humilde
demuestra como no existe ningún tipo de solidaridad entre los estratos bajos de
diferentes sociedades, que funcionan como compartimentos estancos.
Completando el párrafo anterior y ya que éste trataba de terrorismo, se
puede poner un buen ejemplo de esta toma de postura ciega a favor del grupo con
un caso ocurrido en el País Vasco. Con motivo del asesinato de un concejal
socialista del ayuntamiento de Lasarte, se hizo una semblanza por los medios de
comunicación de una de las ediles de Herri Batasuna que no condenó tal
asesinato. Esta mujer, muy joven, se dedicaba a ejercer de payaso, lo que lleva
a pensar que, fuera del estricto terreno de la política, no es mala persona.
Sin embargo, como sus propios gestos demuestran, fue capaz de aprobar
implícitamente un asesinato.
-la idea de imagen
El concepto de imagen se identifica,
por su parte, con una corrección en la apariencia y las conductas habituales
del ser humano. Para conseguir este estado normalmente es necesaria una
educación de la persona que modifique su manera de obrar más espontánea,
haciendo que acepte unas reglas de comportamiento. Generalmente se traduce en
cuidar el gesto y las expresiones así como, dentro de lo posible, los actos. Se
trata de una domesticación de la persona, hasta cierto punto indispensable para
facilitar la convivencia de los seres humanos en sociedad. Se trata de ejercer,
en apariencia, un control sobre la parte animal del ser humano.
El problema de esta idea de imagen viene de que los juicios de valor
sobre la persona casi siempre se basan en el examen de sus actitudes públicas.
Esta circunstancia lleva a establecer categorías entre las personas lo que a su
vez conduce a que, en demasiadas ocasiones, la sensibilidad de un ser humano
hacia otro se base más en criterios de tipo estético que ético. O, invirtiendo
los términos de razonamiento, funciona un prejuicio en que se considera mejores
y más fiables a aquellas personas que son capaces de mostrar un aspecto y unas
formas agradables sin tener en cuenta el análisis de sus actuaciones. Aunque la comparación es en parte incorrecta,
la aplicación de esta idea de imagen hace entender el atractivo de muchos
protagonistas de películas cuyo argumento está basado en las actividades de la
mafia. Tales personajes, pese a su faceta criminal, siempre guardan unos
modales correctísimos[14].
Como muestra de lo que se quiere expresar, hay que pensar en la
obligación que todas las empresas imponen a sus comerciales de ir de traje y
corbata aunque a la vez, en una mayoría de ocasiones, les impongan tácticas
agresivas de venta. Si, por poner un caso de una práctica muy frecuente hoy
día, un banco cualesquiera manda a un cliente una tarjeta de crédito que éste
no ha pedido, si el afectado va a reclamar se encontrará con un empleado
entrajetado y correcto que insistirá en que acepte la tarjeta de crédito que no
desea. El cliente tendrá que contener su enfado por esta situación si no quiere
pasar por una persona maleducada.
Una derivación de la idea de imagen es la convicción humana de que la
extensión de una educación apropiada a todos los miembros de una sociedad
traerá mayor felicidad a ésta. Esta creencia viene motivada porque el
aprendizaje de las normas sociales se considera la manera en que las personas
alcanzan a percibir la presencia de otros seres humanos y, por tanto, a
reconocer los límites entre sus mutuas esferas de interés. El espíritu de
determinados momentos del año, como la Navidad , en que parece de poco gusto estar de mal
humor o enfadado con el resto de personas tiene su base en esta forma de ver
las cosas, que considera a la educación la herramienta básica para conseguir
una reciprocidad en los comportamientos amables entre los hombres.
El peso de la idea de imagen está basado sobremanera en una asociación
que se establece, en un plano superficial, entre la consideración animal de la
persona y los actos de fuerza. Cualquier ser o entidad que quiera ser valorado
en sociedad tiene que mostrar en su comportamiento un respeto acusado por las
normas sociales. Sólo en casos muy graves se ve lícito un uso de la fuerza por
parte de la persona y por motivos meramente defensivos. Es solamente el estado
en quien reside la potestad de castigar, a veces con severidad, la ruptura de
las reglas de juego sociales, especialmente la infracción de las leyes.
La consecuencia de esta mentalidad es la siguiente: la mejora de las
condiciones de vida de las clases más humildes de la sociedad siempre pasó por
la protesta y la reclamación ante las ventajas adquiridas por las más
privilegiadas (que tienen más posibilidades de influir en la elaboración de las
leyes). Si se establecen modelos de conducta en los que las quejas normales
generadas por una situación de injusticia son catalogadas como actitudes
incívicas se está negando el derecho básico y natural de la mayoría de la gente
a reivindicar una mayor atención y respeto hacia ella en sus dificultades. Tal
estado de cosas supone un freno a la hora de expresar sus quejas por numerosas
personas, sobre todo cuando sufren abusos sólo a título individual. Por otra
parte, y aunque es una obviedad decirlo, al ser la imagen un tipo de valoración
en gran medida estético, la apariencia de los pobres actúa en su contra ya que
generalmente es menos agradable a la vista que la de los ricos.
Del equilibrio necesario entre la idea de imagen y el derecho a una
protesta efectiva es un buen referente las tácticas de resistencia preconizadas
por Gandhi en la India
contra el gobierno de la
Gran Bretaña. A pesar de vivir en un país ocupado, sólo
mostrando una actitud de protesta completamente pacífica tuvieron los indios
manera de mostrar la injusticia de su estado. Gandhi comprendió, por tanto,
que, aunque posiblemente justa, una vía violenta de resistencia podría llegar a
ser contraproducente al provocar que la razón moral pasara al campo inglés.
La política de algunas grandes empresas de subcontratar las labores más
peligrosas y donde mayores riesgos de accidente puede haber para los obreros,
entra dentro de otro equilibrio derivado de la idea de imagen. Estas empresas,
si quieren mantener su buen nombre, importante en un mundo como el actual en
que la opinión pública es importante, no pueden verse salpicadas de sospechas
de falta de preocupación por la salud de sus obreros; al mismo tiempo, un gran
número de medidas de seguridad puede suponer un excesivo gasto. Derivando la
responsabilidad a otra empresa se consigue sortear este escollo y, de paso, se
evitan todo tipo de dificultades legales.
De hasta que punto la idea de imagen puede influir en la concepción de
una sociedad, existe un buen ejemplo con los sucesos ocurridos en la ciudad
sueca de
Gotemburgo con motivo de la represión de una manifestación antiglobalización.
Es de suponer que los suecos llegaron a pensar que habían creado la sociedad
perfecta, donde la violencia no tiene cabida y todos los conflictos se
resuelven de manera pacífica, ya que sus fuerzas de seguridad no contaban casi
con material antidisturbios. El absurdo de esta situación provocó que la
policía sueca tuviera que reprimir la manifestación citada a balazos, con el
resultado de varios heridos de gravedad.
Las grandes construcciones mentales sobre los mejores modelos de
organización de la sociedad, aunque se inspiran fundamentalmente en la idea de
saber que se analiza a continuación, también beben de este concepto de imagen.
Todas estas elucubraciones tienen siempre un trasfondo de relaciones armónicas
entre los miembros de una sociedad. En el liberalismo se da una perfecta
sintonía entre el interés individual y el colectivo; en el feudalismo existía
una total integración entre los diferentes órdenes feudales -nobles, religiosos
y campesinos- con un reparto de papeles teóricamente al gusto de todos ellos;
en la mentalidad ilustrada del siglo XVIII eran las clases dirigentes las que
tenían que dirigir el progreso de la sociedad para alcanzar la felicidad
material del resto de sus miembros, los cuales debían aceptar el papel rector
de las primeras por su propia conveniencia. Incluso en aquellas ideologías más
a la izquierda, aunque parten de una situación de confrontación, se llega a un
estado ideal de sociedad: la superación de la lucha de clases en el marxismo o
la visión ingenua de parte del anarquismo, en que basta con la desaparición del
estado opresor para que la sociedad se convierta en un oasis de paz y ayuda
mutua[15].
Esta idea de imagen impregna, muchas veces de modo inconsciente, toda
reflexión sobre la sociedad, de modo que muchas veces se confunden la visión de
cómo debería ser ésta y de cómo es en realidad. Me acuerdo de que a los pocos
días de ver la película Una mente
maravillosa, interpretada por Russell Crowe sobre la vida del científico
John Nash, leí en el periódico un informe del Instituto Asturcantábrico para
niños superdotados, en que exponía que una de las características de estas
personas tan inteligentes es su gran sociabilidad y sus actitudes solidarias.
Este informe no dejó de causarme una gran sorpresa porque la citada película
retrataba a una persona extraordinariamente inteligente pero que más bien
manifestaba un desdén por el resto de la gente. Aparte, al parecer la película
había suavizado mucho el perfil real de este personaje, ególatra y bastante
arrogante.
-la idea de saber
En cuanto a la tercera idea, la de saber, se basa en la necesidad del
hombre de contar con un sistema de explicación de la realidad que le dé
seguridad. La persona busca siempre tener el máximo número de certezas sobre el
mundo que le rodea, de manera que crea que gracias a su inteligencia siempre va
a encontrar la forma de salvar o tener
bajo control los obstáculos que la realidad le impondrá a lo largo de su
existencia. Aparte de las cuestiones de índole práctico, esta necesidad de
conocimiento responde en gran medida al deseo de anular el miedo consustancial
a su condición por lo que no tiene porque ser siempre una explicación de índole
racional.
Del modo en que opera el saber sobre la mente humana un buen ejemplo
ocurrió el verano del año 2004 con motivo de las fiestas de San Fermín en
Pamplona. Uno de los corredores más populares de los encierros, Julen Medina,
recibió cinco cornadas en el transcurso de uno de ellos. Este personaje era
relativamente común que saliera en los reportajes televisivos que se hacen sobre
esta peculiar fiesta navarra, dando indicaciones de cómo evitar el riesgo en
estos encierros y señalando quienes solían ser los causantes, extranjeros por
lo general, de provocar el peligro. A la hora de la verdad, como se vio en su
caso, el toro no distinguió entre corredores inexpertos y expertos. Sin
embargo, estos últimos seguirán convencidos de que ellos mismos son poco menos
que invulnerables por su conocimiento del festejo.
En el plano social, el saber debe facilitar el conjunto de conocimientos más
provechosos tanto para la protección del individuo como para el desarrollo de
la comunidad. Cumple de este modo dos funciones: la primera, dar a la persona
una confianza ficticia de que tiene un dominio sobre las circunstancias que
operan a su alrededor y, por tanto, está a salvo de posibles amenazas y
engaños. La segunda, integrarla del todo en la sociedad, al compartir la visión
del mundo de sus conciudadanos.
Generalmente, al menos en los tiempos modernos, el saber humano es
entendido desde un punto de vista lógico, como una manera de sacarle el máximo
partido a la naturaleza ya que así se demuestra el dominio sobre ella. Es la
fascinación por la ciencia y la técnica del hombre moderno, que se ha salido de
sus campos de aplicación habituales y se ha trasladado a todos los ámbitos de
la vida[16]. En
épocas pasadas, el mito o la verdad relevada de muchas religiones también
servían de explicación válida para liberar al hombre de muchos de sus temores
(sólo hay que recordar el carácter sagrado de las vacas en un país como la India para captar las
diferencias entre el saber propio del mundo occidental y el anclado en
tradiciones religiosas[17]).
Los aspectos relacionados con esta idea que más rechazo pueden causar
derivan de que el saber tiene un carácter empírico por lo que, de modo
inevitable, acepta un principio de fuerza. A la persona le da más confianza en
sí misma poder anticipar el resultado o las consecuencias de una acción que
valorar el carácter justo o injusto de tal acción. De una manera inconsciente,
basta con que se la de una explicación de cualquier tema para que en su
interior se disipen las dudas sobre los efectos que pueda traer para otros
seres humanos[18].
Casos de este mal empleo del saber
son numerosos; volviendo a un asunto tratado en la introducción de este texto,
basta con repasar el concepto de parado desde el punto de vista de la economía
moderna. Al parecer no está al paro quien no trabaja sino aquel que no busca
trabajo activamente, con lo que ya de mano se niega una realidad evidente. A partir
de aquí, existe un campo de interpretación grande para evaluar quien está
parado y quien no, valiéndose de ello los responsables de combatir este mal
para cuadrar las cifras a favor de sus intereses, hasta el punto de que cuando
se dan los datos estadísticos desde los distintos gobiernos parece como si este
mal estuviera a punto de desaparecer de un país como España.
Por poner otro ejemplo aún más
grave, ocurrido con motivo de una guerra disputada hace pocos años, una de las
decisiones adoptadas por la OTAN
en el curso de su intervención contra Yugoeslavia por la cuestión de Kosovo,
fue la cortar el agua y la luz a la población civil yugoeslava así como la
destrucción de las infraestructuras sanitarias. La justificación estaba en algo
así como que servía para minar la moral de resistencia del enemigo, frase a la
que se le puede llegar a encontrar sentido pero que oculta una brutalidad
-innecesaria a causa de lo que pareció una clara superioridad militar visto el
desenlace de este conflicto- de la que nadie pareció hacerse eco pese a que se
repitió hasta la saciedad por todas las televisiones y radios. En la familia de
quien escribe, que tuvo durante muchos años a su cuidado a un pariente cercano
inválido, que necesitaba atenciones constantes, un hecho similar hubiera sido
equivalente a una condena a muerte para esta persona[19].
Con respecto al sentido racional del
saber contemporáneo, heredero del pensamiento de la Ilustración
decimonónica, hay que decir que se aprecia en aspectos tales como la tendencia
a la especialización de todo tipo de actividad en una búsqueda de la máxima
productividad. El resultado es una selección de la realidad en que sólo se
admiten a aquellos seres o cosas que tienen una virtud utilitaria evidente[20]. Una
consecuencia inmediata de esta concepción racional es que ayuda a una
mecanización de la visión de la persona. Ésta es analizada desde la perspectiva
del rendimiento que puede llegar a alcanzar en una determinada actividad,
partiendo de unas condiciones ideales y comparándola con aquellos seres humanos
mejores en tal función. Existe, por tanto, un proceso de deshumanización que se
ha convertido en una de las características de las sociedades modernas[21].
De esta deshumanización voy a citar
dos exponentes. El primero tiene que ver con la discriminación que sufre la
mujer a la hora de ser contratada para trabajar debido a los costes que supone
para el empresario su maternidad. La segunda se refiere a las periódicas
investigaciones de especialistas médicos que demuestran, frente a la creencia
de la gente normal, que es mucho más sano dormir cinco horas al día que ocho.
Todavía leí recientemente un artículo de Ramón Sánchez Ocaña con esta
argumentación, que no tiene en cuenta que dormir es tanto una forma de
descansar como un placer.
El uso frecuente de modelos teóricos en el campo de la economía es otra
manifestación de la concepción actual del saber: uno destacado fue, tras la Segunda Guerra
Mundial, el de Walt Rostow, que describía las fases por las que
todos los países iban a pasar en su camino a la industrialización. La falsedad
evidente de tal modelo en su aplicación a la realidad –cincuenta años después
de su publicación muchos países siguen sin contar con una base industrial-
sirve para indicar como el cientificismo actual adolece en muchas ocasiones de
una falta de sentido común.
Confirmando este aspecto, se deben mencionar algunos de los trabajos que,
cada cierto tiempo, publican universidades americanas como aquel estudio en que
se llegaba a la conclusión de que los primogénitos son más intelectuales que el
resto de los hijos, o aquel otro en que se afirmaba que uno de cada doscientos
hombres actuales procede de Gengis Khan. También estadísticas tales como
aquellas en que se indica la población que va a tener el planeta dentro de
cincuenta años así lo prueban porque es imposible predecir cómo va a
evolucionar la demografía mundial en tan largo periodo[22].
Estas series de datos indican sin más la necesidad humana de controlar todas
las cosas aunque sea reduciendo su complejidad a una explicación cualesquiera.
El predicamento que la llamada pseudociencia – por ejemplo, la creencia en que
las pirámides de Egipto son obra de extraterrestres o la de que Colón se
dirigió a América porque conocía su existencia a través de un predescubrimiento-
tiene entre muchas personas avala esta tesis.
Para dar fin a este capítulo, aunque posiblemente sea la idea de amor la
que más fuertemente cohesiona a las sociedades, la idea de saber, al afectar
directamente al miedo intrínseco al ser humano, a veces llega a soslayar a la
de amor. Es el caso de muchas de las guerras civiles dentro de un país, ya que
suelen responder a conflictos basados en concepciones absolutas de la realidad,
en las que la persona encuentra la explicación del mundo que le rodea. Así se
entienden las guerras de religión en la Francia del siglo XVI o en la Alemania del siglo XVII
o, por volver a un ejemplo anterior, la división de este último país a lo largo
de gran parte del siglo XX debido a la fuerza de una ideología tan dominante
como era el comunismo[23].
Generalmente, estas tres ideas se refuerzan entre sí. Compartir las
creencias o las concepciones vitales básicas del resto del colectivo con el que
se identifica a través de la idea de amor es importante para el ser humano ya
que le da una mayor seguridad en sí mismo y hace que se sienta más protegido.
Por otro lado, existe una concepción integral de la persona que lleva a creer
que la corrección en sus actitudes es un producto de su capacidad para
transformarse a través de la reflexión interior y, de este modo, espiritualizar
sus inquietudes, cultivando actividades de corte intelectual, las que tienen
que ver con la idea de saber[24]. Por
supuesto, esta espiritualización, como renuncia presunta a los apetitos más
carnales, también en muchas ocasiones se vincula a la idea de amor ya que ésta
exige siempre un grado de desprendimiento y fidelidad.
En resumen, con los defectos ya citados, a los que se volverá a citar con
posterioridad, la importancia de estas ideas es que son aceptadas por la
inmensa mayoría de miembros de la sociedad como las idóneas para establecer
cauces de relación entre los seres humanos. Por otra parte, suponen tanto una
disciplina de la persona, necesaria para aceptar cualquier ordenamiento social,
como favorecen su capacidad para pensar a escala del grupo, saliendo de los
esquemas puramente individuales. Se da, en consecuencia, una nueva situación a
partir de la cual se reformulan todas las relaciones humanas. Cada persona debe
tratar de buscar un sitio en la sociedad aceptando estos conceptos de amor,
imagen y saber, ya que aparentemente sin ellos la convivencia sería imposible
porque los seres humanos estarían dentro de un estado de guerra perpetuo al no
existir freno a su subjetivismo.
CAPÍTULO TERCERO:
BASES DEFINITORIAS DE LA
POSICIÓN SOCIAL RESPECTIVA DE LAS PERSONAS
-consecuencias de la integración en sociedad
Como se ha visto al final del capítulo anterior las ideas de imagen,
saber y amor sirven a un propósito básico en cualquier sociedad: la aceptación
de un orden[25]. Este aspecto es tan
importante que basta recordar como el principio hereditario fue el que guió
durante muchos siglos la sucesión en la cúspide del gobierno de los países
occidentales, pese a que podía suponer que el máximo dirigente fuera un incapaz
como pasó en España con Carlos II o con Carlos IV. Al principio de orden se
subordinaban, en consecuencia, cualquier otro tipo de consideraciones.
Estas ideas son así parte imprescindible para imponer un sistema de
valores que afecta a todo el mundo y cuyo respeto se sienta como una obligación
por el conjunto de la sociedad. Gracias a estas ideas los problemas del ser
humano empiezan a verse dentro de un marco más amplio, en el que la consecución
de su felicidad se considera dependiente de la prosperidad del grupo en el que
se integra[26]. Por lo tanto, se produce
un deslizamiento imperceptible de la escala de los problemas que, de estar a
nivel del individuo, pasan a estar a nivel de grupo. Se empiezan, por tanto, a
dar las condiciones para una pérdida de las garantías individuales.
En efecto, la persona corriente empieza a tener únicamente percepción
hacia los asuntos ajenos cuando éstos son, o muy dramáticos, o, lo que nos
interesa en este caso, tienen una
relevancia colectiva. Hace pocos años las poderosas empresas eléctricas
españolas tuvieron que adecuarse a una nueva normativa medioambiental y, por
ello, como obligaba a fuertes costes recibieron una elevada indemnización del
gobierno. En contraste, cuando se hace una circunvalación a una población cualquiera,
también necesaria para el progreso de una sociedad, al pequeño comercio de la
localidad afectada se le crea un fuerte perjuicio porque pierde muchos
clientes. Por supuesto, como su volumen de negocio es mucho menor y operan de
modo individual, estos autónomos no tienen derecho a reclamar compensaciones.
De esta pérdida de atención a los asuntos individuales sabe muy bien
cualquiera que, a su pesar, haya tenido que pasar por una oficina de
consumidores. Estas oficinas, que suponen una forma de conciliación prevista
para evitar la vía judicial en asuntos de menor entidad, tienen muy poca
capacidad de presión para defender los derechos de los reclamantes. Para
aumentar su eficacia, quizá una de sus tareas sería reunir a todos aquellos
afectados por un mismo problema, como uno que hubo sonado sobre la estafa a
quienes se apuntaron en unas academias de inglés de nombre Opening y cuyos
servicios, a veces inexistentes, había que pagar a través de un préstamo
bancario.
Por otra parte, admitido el principio de orden, se asume tácitamente la
existencia de una autoridad que ejerza un arbitraje ante conflictos internos
entre los miembros del grupo así como una división de funciones dentro de éste.
También, al menos en democracia, la aceptación voluntaria de un orden por los
miembros de una sociedad supone que las reglas generales que afectan a ésta
tienen que ser fruto de una negociación. De la forma en que se establece la
posición respectiva de cada ser humano en el interior del cuerpo social se
tratará a continuación.
De nuevo, para una mejor comprensión, se va a proceder a una
simplificación, dejando en tres, como es lo usual a lo largo de los capítulos
anteriores, las líneas de análisis. Cualquier marco organizativo de una
sociedad debe tener en cuenta las aspiraciones ideales de los individuos que
las componen, basadas en las nociones ya vistas de libertad, igualdad y
seguridad. Estas tres aspiraciones tienen que integrarse con los principios
puramente sociales de imagen, amor y saber. Aparte, como principio lógico
básico para su buen funcionamiento, dentro del racionalismo contemporáneo, se
considera que lo más beneficioso para cualquier sociedad es que al cargo de
cada una de los diferentes cometidos a los que ésta debe hacer frente estén
aquellas personas más capacitadas.
Hay tres tipos de méritos a través de los cuales las personas consiguen
un status dentro de la sociedad: políticos, laborales y económicos. Los méritos
de tipo político tienen su lógica en que alguien se debe hacer cargo de la
coordinación de los esfuerzos de todos los miembros que componen una sociedad.
Sin pretender hacer ningún juicio crítico de la manera en que cada sociedad ha
resuelto este tipo de cuestiones prácticas,
se va a trazar sólo unos breves apuntes de las cualidades que exigen sus
conciudadanos a la persona que se dedica a la política.
-méritos políticos
Dos son las virtudes principales que deben adornar a un dirigente. En
primer lugar su capacidad para conquistar la confianza de la gente corriente
basándose en la repetición constante de sus buenos propósitos y de su falta de
interés personal en beneficiarse del cargo. Se persigue con ello partir de una
base en que la verdad sea el principio de actuación que guía las relaciones
entre gobernados y gobernantes, de modo que los primeros puedan creer que la
jerarquización necesaria entre unos y otros no suponga una ruptura de los lazos
de lealtad mutua.
También, dentro de este primer apartado, se incluye la necesidad que
tiene el político en el poder de mostrar que mantiene siempre un control de las
situaciones a las que debe hacer frente. Su honestidad debe estar acompañada de
una capacidad de sintetizar todo tipo de cuestiones, de manera que
aparentemente mantenga una visión de conjunto en que se no se le escape ninguna
necesidad de sus gobernados. Se entienden así determinados reconocimientos por
su parte de problemas sociales, aunque aparentemente indiquen una gestión
ineficaz. Es el caso, por ejemplo, que se dio cuando el gobierno asturiano
reconoció que sólo se regeneraban el 60% de los empleos destruidos por la
crisis de la minería. Aparte de que el dato en sí pueda ser más o menos
discutible, mediante esta asunción este gobierno autonómico de nuevo se hace
dueño de la situación ante la opinión pública.
Un episodio histórico que demuestra la importancia que tiene para el
político esta capacidad de inspirar confianza son las tremendas críticas que
recibió Indalecio Prieto, cuando era ministro de economía de la II República en el
año 1932 y reconoció que no tenía soluciones para los males económicos del
estado español en ese momento. Otro episodio histórico que se puede aducir
sobre esta cuestión, algo más grotesco y reciente, son las declaraciones que
hacía el ministro iraquí de defensa, Sultan Hachem Ahmed, hasta el día antes de
caer Bagdad en manos norteamericanas de que esta ciudad sería un nuevo
Stalingrado para las tropas invasoras, cuando posteriormente no hubo ninguna
resistencia.
En segundo lugar, y posiblemente más importante para la valoración de un
político, es su valentía en afrontar determinados problemas que afectan al
conjunto de la sociedad, sobre todo cuando está por el medio un choque con
otras sociedades o con elementos que intentan alterar el orden de la sociedad.
Es la actitud de firmeza a que están obligados en estos últimos años los
dirigentes de los países occidentales ante la amenaza terrorista. En principio,
esta capacidad de arriesgarse del político es en beneficio de todos los
miembros de la sociedad. En una democracia, los méritos de este tipo para la dirección
de la sociedad se adquieren por medio de una confrontación política previa
entre aspirantes al gobierno.
La explicación de la valoración de
un político como alguien capaz de dar la cara en representación de la sociedad
deriva de que, al pensar al nivel de grupo, la lucha larvada entre individuos
se reproduce a otra escala superior. Dicho de otra forma, las guerras entre
grupos humanos diferenciados se deben al deseo del individuo de aprovecharse de
la fuerza que le da el número o su identificación con un colectivo para dejar
en posición subordinada a los seres humanos que pertenecen al otro grupo. Un
buen dirigente de la sociedad es, por consiguiente, aquel que es capaz de
conseguir que aquella a la que pertenece refuerce constantemente su posición
frente a las demás[27]. Por
tanto, a este tipo de personas se les da una precedencia[28] y se
les ceden muchos de los recursos con los que cuenta una sociedad para que
puedan desarrollar su labor de mejorarla y defenderla.
Esta gestión de gran parte de la riqueza
de una sociedad conlleva que las clases directoras posean una discrecionalidad
bastante importante en su manejo. Así que, como consecuencia de sus cargos, su
influencia personal se acrecienta enormemente. La posibilidad que tienen de
favorecer o frenar el desarrollo de un individuo o de un conjunto de ellos
condiciona que alrededor de ellos se establezcan relaciones de gratitud por
parte de aquellos a quienes ayudan y, con ello, se puedan silenciar posibles
voces críticas[29].
Un ejemplo claro de cómo funciona la
idea de gratitud se dio en la capital de Asturias, Oviedo. Ante la crisis
económica del principal equipo de fútbol de la ciudad, el Real Oviedo, en
estado de bancarrota, el alcalde trató de liquidar a este equipo e impulsar uno
nuevo. Para ello utilizó un pequeño equipo local, el Astur, al que dio un
importante respaldo económico, obligándole a cambiar su nombre por el de Oviedo
ACF. A este proyecto se sumaron, por mediación del alcalde, significadas
figuras del fútbol ovetense. Al final fue un fracaso porque el Real Oviedo no
desapareció al mantener el apoyo de la afición y el alcalde volvió a respaldar
a este equipo. Para ello, por supuesto, tuvo que renegar de una serie de
personas, como el presidente del Astur, a quien dejó en posición desairada al
denegarle ayuda económica para la siguiente
temporada. Por supuesto, este señor, Mario Rodríguez del Amo, tiene que
callar porque, pese a que contaba con que el compromiso del alcalde con su
equipo era firme y estaba previsto para muchos años, a la hora de la verdad
vivía del favor municipal.
Esta posibilidad de generar gratitud
junto a la percepción de la valoración que tiene para los ciudadanos los
avances evidentes en el progreso de una sociedad hace que los políticos sean
bastante aficionados a los proyectos de carácter faraónico. Sólo así se
entiende, por ejemplo, la hipoteca que la carrera espacial significó para las
dos superpotencias en la época de la guerra fría, especialmente para la Unión Soviética.
Los grandes proyectos arquitectónicos, los ambiciosos planes de carreteras o
comunicaciones, las inversiones de empresas multinacionales, la creación de
Parques Temáticos, la celebración de unas olimpiadas o la instalación de
universidades suelen entrar también en este capítulo. Como por su propia
magnitud algunas de estas propuestas son irrealizables, se llega al punto de
que una de las funciones del político parece en muchas ocasiones más plantear y
pensar soluciones a los males sociales que asumir responsabilidades sobre ellos[30]. No puedo olvidar, ya que mi familia tuvo
muchos años a su cargo a una persona mayor impedida sin recibir ningún tipo de
prestación económica por parte del estado, un discurso de Aznar en que, con
motivo de la II Asamblea
Mundial sobre el envejecimiento organizada por la ONU , animaba a los gobiernos a
que ayudaran a las familias con ancianos.
El manejo de los recursos públicos
da a la clase dirigente un arma formidable para asentar su posición social, de
ahí la habitual conversión de los profesionales de la política en una casta
cerrada. Se combina, además, el uso citado del sentimiento de gratitud con la
posibilidad por parte de esta gente de acudir a represalias de algún tipo
contra otros miembros de la sociedad a causa del poder que atesoran. En
democracia, esta posibilidad queda mitigada por la independencia del poder
judicial y la existencia de medios de comunicación libres pero aún existen
muchos derechos poco desarrollados, como los laborales o el de información, que
mantienen la vulnerabilidad del ciudadano corriente ante los actos de
gobernante.
Esta indefensión del ciudadano queda
patente a poco que se citen algunos casos. Quien escribe estas líneas vive en
una comarca minera, actividad económica que está en regresión. Para paliar la
crisis de estas zonas deprimidas llegan a ellas ayudas procedentes de la Unión Europea. Uno
de estos programas de ayuda son las llamadas becas mineras. En éstas se concede
un auxilio económico a los jóvenes de estas regiones mineras para que mejoren
su formación y puedan encontrar empleo en otro sector productivo. Pues bien, el
primer año que se concedían este tipo de becas no se le dio casi publicidad,
mientras que los años siguientes la concesión de la beca estaba vinculada en
gran parte a haber recibido ya la misma el año anterior. La trampa es evidente
y, como es lógico, benefició a quienes gestionaban estas ayudas, en este caso
los sindicatos mineros.
Otra prueba de cómo la falta de
información debilita la posibilidad de que las personas corrientes puedan hacer
uso de sus derechos se basa en la falta de rigor aparente que hay en los gastos
del estado. Cuando hubo un desastre en España relacionado con una marea negra, la ocasionada por un
petrolero llamado Prestige en las costas gallegas, para paliar el descontento
de los afectados de repente apareció una cantidad de dinero público enorme por
parte del gobierno o, al menos, eso anunció éste. Indudablemente, este dinero
se tuvo que haber retrotraído de otras partidas o gastos ya comprometidos y lo
lógico sería haber dado alguna explicación detallada al respecto porque,
posiblemente, haya habido gente perjudicada por esta decisión.
-méritos laborales
Con respecto a la segunda clase de
méritos, los de tipo laboral, responden a los pretendidos por una mayoría de la
población que nunca va a destacar más que en tareas que el resto de la sociedad
no valora excesivamente y nunca singularizando al trabajador, al que siempre se
le puede encontrar un sustituto en su función. No quita, con ello, que la
labor que realizan estas personas sea necesaria
para la marcha de una sociedad ya que en ellas descarga el peso de la actividad
productiva de ésta. Uno de los mejores ejemplos de esto último es cuando ocurre
una huelga de basureros, por el impacto que tiene en la sociedad cuando se
prolonga en el tiempo.
La reivindicación de estos
colectivos que basan su contribución a la sociedad en su fuerza de trabajo gira
en torno a que la importancia de su aportación común sea reconocida a través de
ventajas a título personal. Intentan, con ello, conseguir que su bienestar sea
una recompensa al esfuerzo que realizan. Sin embargo, estas peticiones suelen
chocar con la realidad de que, tomadas una a una, ninguna de estas personas
resulta indispensable. Es en este punto donde se ve la gravedad de valorar los problemas
de una sociedad fundamentalmente a nivel de grupo.
Por ello, ante su propia
irrelevancia individual, muchas veces esta gente se agrupa en asociaciones que
se basan, ante todo, en enaltecer su función. Como la división de trabajo
dentro de una sociedad es muy amplia, esta situación va a producir una acusada
fragmentación interna de ésta, ya que cada sector laboral pretende un máximo de
beneficio a su tarea, única manera en que sus miembros vean que reciben un
trato igualitario. Esta necesidad de equiparación constante es la otra cara a
la conciencia de su indefensión cuando no son capaces de asociarse, o, incluso
consiguiéndolo, no logran alcanzar la suficiente influencia para lograr sus
objetivos. Una prueba de esto último es el pretexto para iniciar este texto, la
difícil situación de la gente que está al paro o trabaja con muy poca
remuneración.
Son dos los efectos de este estado
de cosas, el primero es que en los trabajadores prevalecen demandas de tipo
materialista, de reparto de la riqueza que normalmente generan con su trabajo
y, por otro, que estas reivindicaciones se agotan en el marco de cada sociedad,
e, incluso, afectan muchas veces únicamente al ámbito del sector profesional
que plantea el conflicto. No son, de este modo, exigencias de tipo universal,
no respondiendo por ello a nociones de justicia, aunque tienen que hacer
concesiones a ideales de este tipo ya que los colectivos dependientes del
trabajo son la parte más necesitada de garantías de tipo jurídico.
Otra consecuencia, por tanto, de las
reivindicaciones de los colectivos de trabajadores mejor organizados es que
complican la vida de los que lo están en menor medida o no lo están, ya que
generalmente los primeros consiguen sus ventajas a costa de los últimos. Por
ejemplificar este punto, el autor de estas líneas, como ya dijo en la
introducción, prepara oposiciones a profesor de enseñanzas medias y ha llegado
en una ocasión a aprobar todos los exámenes lo que teóricamente le daría
derecho a una plaza de funcionario. Sin embargo, el proceso de selección está
muy viciado por las exigencias de los sindicatos que defienden a un colectivo,
el de profesores interinos, con bastante capacidad de presión. El resultado es
que los derechos laborales que consiguen los sindicatos para estos profesores
interinos se producen a costa de privar de derechos a otro colectivo, el de los
opositores sin experiencia laboral, de mucha menor fuerza[31].
Sobre el dato indicado de que, en
una gran cantidad de casos, las aspiraciones
de los obreros no suelen tener un carácter universal el mejor ejemplo
quizá sea, retrotrayéndose a la época del colonialismo, el de que la mejora de
las clases trabajadoras de Europa se produjo a costa de terceros países[32] y no
de un reparto de riqueza interno de sus sociedades. De la importancia de este
factor da cuenta la situación inversa
que se produjo en los años setenta del siglo XX con la subida de los precios
del petróleo, cuando algunos países del Tercer Mundo lograron controlar este recurso
y subieron enormemente su nivel de vida.
-méritos económicos
El tercer tipo de méritos son los de
tipo económico que, en ocasiones, se solapan con los de tipo laboral. Su
peculiaridad estriba en que derivan de
la común aspiración de toda persona a poder desarrollar al máximo su talento.
Para ello, dentro de la sociedad hay que encontrar el equilibrio entre dar las
mismas posibilidades de partida a todo el mundo en su carrera por mejorar su
situación y aceptar las prerrogativas alcanzadas por quienes ascienden en la
estructura social.
Para ello, el procedimiento más justo se fundamenta en dar a cada persona
el número suficiente de oportunidades para que pueda demostrar su valía sin que
se vea obstaculizada por otros miembros de la sociedad. La competencia
consiguiente genera unos procesos a través de los que, debido a la inclinación
humana a no quedar en una posición
subordinada[33], únicamente se reconoce
el mérito ajeno cuando éste es claramente beneficioso para el grupo, ya sea
contribuyendo a aumentar su riqueza global de modo evidente o destacando en
alguna actividad particularmente apreciada por todos sus miembros[34].
Parecen a veces difíciles de entender casos como el de Van Gogh, artista
despreciado en vida y considerado un genio con posterioridad, o el de Mendel,
cuyos trabajos tardaron treinta y cinco años en ser reconocidos.
Paradójicamente esta vigilancia sobre las condiciones para el ascenso
social, normalmente queda muy mitigada para un número importante de personas
debido a lo que se va a referir a continuación. Lógicamente, el éxito en la
vida se aspira a que tenga una traducción en bienes y dinero porque a través de
éstos se pueden pagar tanto los servicios presentes como prevenirse para
posibles calamidades futuras. Por tanto, el
patrimonio de una persona se convierte en el baremo más visible para
juzgar su talento. Este tipo de valoración hace que la estimación de la
capacidad humana se haga a posteriori, en función del poder económico
alcanzado. En consecuencia, para definir el rango de una persona, en una gran
cantidad de casos, tiene más importancia la herencia recibida que cualquier
otro factor. La mayoría de las estrategias sociales se orientan al logro de la
riqueza porque de ésta se deduce la dignidad y categoría de la persona.
Una de las pruebas más evidentes de lo anterior, sin entrar por el
momento en la crítica de aquellas personas que controlan el capital de un país,
es la cantidad de ocasiones en que los descendientes de artistas importantes
continúan teniendo el éxito de sus progenitores, dentro de la ayuda lógica que
los padres prestan a sus hijos. Basta, por citar algunos nombres, con recordar
a familias como los Iglesias, los Flores, los Bardem, los Rabal, etc. Indudablemente, en este caso, no sólo importa
la capacidad económica sino la red de relaciones, generalmente de tipo
corporativo, que se establecen dentro de cada profesión ya que sus miembros
tienden a solidarizarse para defender el status alcanzado.
Completando este punto, se puede citar el funcionamiento de muchos
colegios privados de élite. Estudiar en ellos supone por lo general un coste
muy elevado y suele haber un proceso de selección de sus alumnos pero es
creencia común que son un trampolín para adquirir trabajos casi inalcanzables
para quienes provienen de la enseñanza pública, sin que la mayoría de las veces
el nivel de esfuerzo sea más elevado. Son famosos en este sentido los llamados
Corps franceses, colegios de los que salen la mayoría de los altos funcionarios
franceses y también es conocida la manera en que los más importantes cargos del
Civil Service, la burocracia ministerial inglesa, proceden de las universidades
de Oxford y Cambridge[35]. De
un modo similar posiblemente funcionen los centros de enseñanza del Opus Dei en
España así como en su momento lo hicieron los Colegios Mayores de las universidades
españolas, que estaban controlados por los jesuitas.
Como consecuencia, la teórica igualdad de oportunidades en una gran
cantidad de ocasiones queda en nada al considerarse natural dentro del grupo la
primacía de unas personas sobre otras, aprovechándose simplemente las primeras
de sus mayores recursos de partida para seguir fortaleciendo sus posiciones de
privilegio a costa de las demás. Es otra muestra de los efectos negativos que
para muchos seres humanos tiene la deriva hacia la subsumisión de los problemas
individuales en los colectivos.
Paradójicamente esta diferenciación es plenamente aceptada por amplias
capas de la sociedad en las que se produce una identificación con aquellos
personajes que tienen un elevado nivel de vida. Es el fenómeno de las estrellas
de cine o de la canción, de los futbolistas o de cualquier otro tipo de
personas famosas y las consiguientes masas que arrastran. Posiblemente esta
mentalidad indique tanto una plena integración en su grupo de estos fans de la
celebridad, ya que no cuestionan este estado de cosas, como una clara
inseguridad en sí mismos, debida a la causa citada en el capítulo primero del
miedo consustancial al ser humano: sólo a través de la participación imaginaria
en la vida del famoso la persona corriente alcanza su realización y se abstrae
del inevitable choque con la realidad.
Del poder de seducción de determinados famosos hacia sus seguidores no
existe evidencia más clara que el juicio abierto contra la estrella de la
canción norteamericana Mickel Jackson. Pese a que las
acusaciones que recibió este artista, de abuso sexual a menores, son muy graves
y le sitúan completamente fuera de la moral aceptada por la sociedad, sigue contando con el apoyo
total de sus incondicionales[36]. Un
caso similar de ídolo caído que no por ello pierde la estima de sus fans es el
de Maradona.
-convergencia entre los distintos tipos de méritos
En cuanto el tipo de méritos predominante en
las diferentes sociedades, los de tipo político parecen más propios de
sociedades amenazadas, que tienen que cerrar filas en torno a sus dirigentes.
Si antes se habló de la actitud de los partidos socialistas ante la Primera Guerra
Mundial, una de las causas que se aducen para explicar este conflicto se basa
en la actitud de los gobiernos implicados ante las reivindicaciones obreras.
Para alejar este peligro y mantener unida la nación, hicieron una propaganda
fuertemente chauvinista y bastante irresponsable, exagerando los peligros del
potencial enemigo y creando una tensión prebélica. Es una actitud similar a la
que parece tener el gobierno americano actual con episodios como la invasión de
Irak que para algunos analistas políticos responde al propósito de acallar las
críticas internas a su gestión.
Los méritos de tipo laboral se relacionan en gran parte con la existencia
de una fuerte disparidad en el nivel de vida entre las diferentes capas
sociales. Esta situación, sin entrar en los motivos que la provocan, hace que
dentro de la sociedad se formen dos grandes grupos, los que pertenecen a la
clase dominante y los que sacan escaso rendimiento a su trabajo. Éstos segundos
pueden llegar a perder su identificación con los anteriores si toman conciencia
de su situación y pierden la esperanza de resolver su futuro gracias a su sola
capacidad[37]. La reacción consiguiente
puede hacer que una parte de ellos mejore en su nivel de vida aunque
generalmente es a costa de fuertes luchas, como los enfrentamientos en época de
la Roma
republicana entre patricios y plebeyos,
las revueltas de los grupos desfavorecidos en la Baja Edad Media europea,
o las revoluciones del proletariado en época contemporánea, debido a las cuales
en varios países los dirigentes obreros alcanzaron el poder.
Por último, los méritos de tipo económico predominan cuando el ser humano
tiene el convencimiento de que su prosperidad depende sobremanera de su
iniciativa y empeño. Son los predominantes en la ideología llamada liberal, la
triunfante en las sociedades modernas, en gran parte por el poder del que
primero dispuso Inglaterra y ahora tiene Estados Unidos y los valores que ambas
potencias transmiten al resto de la humanidad. Esta ideología en principio
respondía a los intereses de un grupo social, la burguesía, y con el tiempo fue
siendo aceptada por el resto del cuerpo social. Aunque necesita de un poder
político, teóricamente suele desconfiar de que éste sea excesivamente fuerte
por lo que su aplicación favorece a la democracia[38].
Esta clase de méritos, para que funcionen mínimamente bien desde un punto de
vista social necesitan de mecanismos correctores ya que, en su estado más puro,
pueden ahondar las desigualdades entre los seres humanos y negar su propia
esencia de oportunidades para todos. Un ejemplo claro es la tendencia al
monopolio de las grandes empresas con lo que impiden la libre competencia en el
mercado y, con ello, reducen a la nada al resto de los negocios privados.
Los tres tipos de méritos tienen expresiones diferentes en época
contemporánea. Simplificando mucho la cuestión, a la ideología liberal citada
habría que oponer la marxista y la fascista, más propias de los méritos de tipo
laboral y de tipo político, respectivamente. Predomine la que predomine de
ellas, sus componentes sirven para reforzarse mutuamente en la mayoría de las
ocasiones al obedecer a la aspiración compartida de alcanzar una supremacía
dentro de la sociedad. China es un ejemplo paradigmático de cómo se entienden
los diferentes representantes de las fuerzas que actúan en una sociedad: los
dirigentes de un partido comunista no tienen inconveniente en aliarse con los
representantes de las grandes empresas capitalistas, al ser la forma de
perdurar en el poder, a costa de la voluntad de una mayoría de la población.
Un caso de corrupción que se dio en nuestro país también sirve como
muestra de la comunión de intereses entre las diferentes formas de alcanzar el
poder. Una Fundación, de nombre Forcem, creada en 1992 por la patronal y los
sindicatos para gestionar ayudas a la creación de empleo en España recibidas
por la Unión Europea ,
había dado subvenciones a más de treinta y seis mil empresas inexistentes, con
lo que ésto supone tanto de fraude y malversación de bienes públicos como de
enriquecimiento privado. También las acusaciones que recibieron los sindicatos
de no intervenir cuando se privatizó Telefónica por estar presos de las
subvenciones del Estado son significativas de estas alianzas entre los grupos
de poder. En Asturias, una región deprimida en que se crea mayoritariamente
empleo de muy baja calidad o en que la población emigra, los sindicatos tienen
un gran poder, especialmente SOMA-UGT, que también gestiona gran parte de las
ayudas europeas para crear organismos semipúblicos de fomento del desarrollo
regional en los que puede colocar a sus afines.
Esta situación es consecuencia de que, pese a que teóricamente están al
servicio de la comunidad, todos esconden algún tipo de trampa conceptual:
partir de una posición de ventaja en los méritos económicos, contribuir a
formar grupos sin derechos en los méritos laborales o fomentar las relaciones
de gratitud en los méritos políticos. Por tanto, generalmente es más frecuente
una colaboración que un enfrentamiento entre los representantes de estos
diferentes poderes que, para ello, se hacen algunas concesiones unos a otros,
estableciendo un modelo de sociedad válido para todos ellos[39]. En
este sentido en España es perceptible un desencanto en una gran parte de la
sociedad por la analogía que existe en los programas de los dos principales
partidos políticos del país aunque por suerte aún no se ha llegado al caso de
Estados Unidos, donde las diferencias entre republicanos y demócratas no acaban
de estar claras para la población[40], que
no muestra gran entusiasmo por los procesos electorales pese a la duración de
éstos.
La unión referida permite reforzar su posición a costa del resto de los
integrantes del cuerpo social. Sin embargo, como se explicó al inicio de este
capítulo, la aceptación de cualquier orden que no es impuesto por la fuerza,
como es el caso de las democracias occidentales, implica que hay que contar con
un asentimiento mayoritario de ciudadanos para impedir que se produzca una
fractura de la sociedad. A este fin colabora el tipo de pensamiento dominante
en el mundo occidental actual, basado en la idea de voluntad, que integra la
mayoría de los aspectos tratados hasta ahora. Por un lado, mantiene la
confianza en que el sistema no es
cerrado políticamente, base de la democracia, y que, por tanto, nadie va a
tener una posición de mando en la sociedad por motivo hereditario. En un
segundo lugar admite el juego de las reclamaciones laborales. Por último,
alienta la iniciativa personal y favorece la creación de riqueza dentro de la
sociedad con lo que ésta no se debilita.
La contrapartida, que se irá estudiando a lo largo del capítulo
siguiente, en que se analiza más a fondo esta idea de voluntad, es que la
persona corriente queda anulada si no consigue dar publicidad a sus problemas.
El éxito o fracaso en la vida se vincula únicamente a la capacidad humana, con
una paralela pérdida de percepción de los obstáculos de la realidad, y, por
consiguiente, se da la existencia de una falta de sensibilidad de la persona
hacia sus semejantes.
De esta pérdida de sensibilidad hacia el ser ajeno es una muestra la
polémica desatada por un antropólogo norteamericano, David Stoll, sobre el
libro autobiográfico que había escrito Rigoberta Menchú, Me llamo Rigoberta
Menchú y así me nació la conciencia. Una
de las acusaciones de David Stoll era que, frente a la versión de Rigoberta
Menchú, ésta no había asistido a cómo el ejército quemaba vivo a un hermano
suyo, ya que éste simplemente había aparecido en una fosa común. Otra acusación
se basaba en que Rigoberta, aunque era la única de todos sus hermanos que había
tenido tal posibilidad, sí había aprendido a leer y a escribir de niña y no
había sido tan analfabeta como pretendía en su libro. Que tenga razón o no
David Stoll en este asunto en principio no tiene mayor importancia porque queda
claro igualmente que la infancia de esta mujer guatemalteca fue dura; sin
embargo, tras estas revelaciones parece que Rigoberta ha buscado engañar al
resto de la humanidad[41].
La receptividad del ser humano a este tipo de denuncias sirve para
mostrar hasta qué punto puede llegar a desentenderse de los padecimientos
ajenos. Precisando el sentido de estas reflexiones críticas, no deja de ser
chocante cómo, pese a no poder prescindir de ellos, el hombre occidental es
incapaz de comprender la necesidad de que el resto de las personas tengan
muchos de los elementos que facilitan la vida. Objetos tales como el papel
higiénico o la pasta de dientes o los más importantes de la luz eléctrica y el
agua corriente no parecen constituir un requisito asociado al ser humano. Quien
escribe estas líneas, que sufre de asma, prefiere no pensar cuál sería su
sufrimiento de haber nacido en un país donde no se pudieran adquirir ventolines con facilidad.
La persona vive actualmente en un universo bastante cerrado, en el que no
cabe el ser ajeno, al estar basado únicamente en el logro de unos objetivos
personales. Ésta es una de las acusaciones más fuertes que se hace a la moderna
sociedad de masas, que provoca que el hombre pierda de vista los grandes
problemas colectivos y se repliegue sobre sí mismo[42]. Con
anterioridad ya se ha incidido en la manera en que el grupo absorbe los
derechos individuales; ahora la pérdida de peso del ser humano encuentra su
culminación con una forma de pensar en que los miembros de las clases medias y
bajas no sólo no colaboran para una mejora global de su estado sino que
rivalizan entre sí.
CAPÍTULO CUARTO:
JUSTIFICACIÓN MORAL A LAS DESIGUALDADES CREADAS
En el capítulo anterior, se ha desgranado la evolución por la que, de
modo imperceptible, se va conformando una preponderancia de una parte de la
población sobre el resto. Al mismo tiempo, este proceso de diferenciación
social tiende a una codificación porque quienes cuentan con mayores medios
están en mejor situación de hacer valer sus méritos que el resto. Por otra
parte, en una democracia el simple uso de la fuerza por parte de estos privilegiados
para mantenerse en el poder cuando el resto de la sociedad reclama una igualdad
ya no es válido. En consecuencia, para reforzar aún más su posición, esta gente
acude a fundamentar su status superior con bases morales que, en una mayoría de
ocasiones, se trasladan al marco jurídico[43].
-justificación de la idea de voluntad
En el mundo actual, este objetivo de justificar moralmente las
desigualdades se ha conseguido plenamente. Es un criterio de tipo espiritual,
basado en el concepto de voluntad, el que define el lugar que cada persona debe
ocupar dentro de la sociedad. Se considera por la persona común que su suerte
depende únicamente del empeño que ponga en la realización de sus propósitos.
Por tanto, hay una pérdida de objetividad importante porque de esta manera no
se analizan ni los medios disponibles ni los posibles obstáculos de tipo
material que haya que superar. Es una concepción la de voluntad que abstrae la
realidad fiándolo todo en la fortaleza mental de la persona, como si ésta fuera
omnipotente y pudiera por sí misma alcanzar siempre la autosuficiencia.
Este concepto de voluntad ha calado
tan hondo en el conjunto de la sociedad occidental por varias razones. La
primera de ellas es que hay una tendencia habitual en el hombre, a causa del deseo
citado de negar su condición, de dejarse guiar por la imaginación y confiar
demasiado en su vanidad. Dicho de otra forma, la persona sólo considera
injustas las leyes de una sociedad cuando colocan obligatoriamente a otra
persona por encima de ella, porque en el resto de los casos piensa que,
compitiendo libremente, ella siempre será la mejor. La persona tiende a verse
así en un espejo donde su imagen se proyecta siempre en el lado más agradable
de la sociedad. Así se entiende, por ejemplo, que cuando se exalta desde un
punto de vista económico la necesidad de flexibilizar la mano de obra, la
comparación se establezca con Estados Unidos, un país donde parece que esta
cualidad favorece el nivel de vida del trabajador, y no con Argentina, donde
está claro que la precariedad laboral no trae grandes beneficios a la mayoría
de quienes la sufren[44].
Una segunda razón es que la noción de voluntad es una síntesis perfecta
entre los fundamentos de la sociedad analizados en el capítulo segundo y las
causas también referidas de la diferenciación social vistas en el capítulo
tercero. Por un lado da una explicación convincente de estas desigualdades lo
que se relaciona claramente con la necesidad de saber del ser humano. Por otro
lado, la noción de amor al suponer, a nivel social, una renuncia del individuo
frente al grupo, le prepara para aceptar un lugar secundario en el ordenamiento
social. Finalmente, el concepto de imagen retrotrae una posible protesta
porque, al depender en teoría únicamente la fortuna de la persona de su
capacidad innata, cualquier acto de rebeldía, al no estar justificado, se verá
como una agresión a las normas de comportamiento de la sociedad.
Prueba de la relación entre las ideas de imagen y voluntad, es la
diferente intensidad existente entre las protestas callejeras que había en la
época de los últimos años de la dictadura de Franco y las que hay tras la
venida de la democracia. Si con el anterior régimen se simpatizaba con aquellos
que se atrevían a manifestarse contra el orden impuesto, aunque provocaran
destrozos, con el nuevo sistema político el recurso a métodos violentos de
queja contra el sistema se ve con evidente desagrado por una mayoría de los
ciudadanos[45].
Además de todo lo anterior, el concepto de voluntad tiene un carácter
totalizador al basarse en una superación de la condición humana: es la
capacidad de vencer nuestras limitaciones naturales la que nos da el éxito en
la vida. En consecuencia, también casa con la moral anteriormente mencionada de
que, para reprimir la parte animal del hombre, éste debe recurrir a la
contención o, lo que es lo mismo, a un control de la expresión de sus deseos.
La lucha por el éxito en la vida se considera de esta manera que tiene su
principio en la aptitud de la persona para autodisciplinarse y extraer lo mejor
de sí mismo. En este sentido, se valora la intencionalidad en poner a prueba la
capacidad humana: se considera una hazaña más meritoria que alguien como David
Meca cruce el canal de Gibraltar a nado que un inmigrante magrebí intente
atravesarlo en flotador por la necesidad de encontrar trabajo en España. Éste
segundo no sólo no recibe ningún reconocimiento por su atrevimiento sino que
posiblemente sea castigado[46].
Gracias a esta creencia se produce una justificación moral a lo
comentado, al referirse a los méritos económicos, de que es el patrimonio de
una persona el que da la medida de su capacidad. Se da así, por supuesto, de
quien ha hecho dinero en la vida es gracias a su superior voluntad, teniendo
que afrontar con éxito toda clase de inconvenientes y dificultades. Es un
pensamiento tan firme que ni evidencias como el caso mencionado anterior de
Mickel Jackson, en que parece clara la amoralidad de este personaje, consiguen
hacer que se tambalee.
También es significativo en este sentido, la necesidad que tienen algunas
personas de muy buena posición económica de, gratuitamente, crearse un pasado
de sufrimiento y lucha por la vida, donde el conformismo no tiene cabida[47]. Un
ejemplo claro es la hija del rey de España, la infanta Cristina, empeñada en
llevar una existencia “normal” en Barcelona. No es criticable esta actitud pero
tampoco es entendible para alguien que está a salvo de cualquier tipo de apuro
económico (la prueba más evidente es que en el año 2004 se compró una casa que
ronda los ocho millones de euros). Desde cierto punto de vista, puede estar
quitando un puesto de trabajo a otra persona que quizá lo necesite más.
Relacionada con esta postura de la Infanta Cristina ,
son las declaraciones de muchos hijos de famosos de decir que ellos salieron
adelante a pesar de sus apellidos. Todavía no hace mucho quien escribe
contempló una entrevista en la televisión en que María Esteve, hija de Marisol
y Antonio Gades, razonaba en esta línea. Es curiosa esta inversión conceptual
cuando estas personas tienen la suerte de poder beneficiarse de unas
oportunidades que otras no tienen. También en política se da un efecto
particular, al que se volverá posteriormente, en que muchos dirigentes, que en
la actualidad adoptan posiciones conservadoras, se vanaglorian de haber
comenzado su carrera política en actitudes mucho más comprometidas. Un ejemplo
paradigmático es Javier Solana que, de pacifista militante, pasó a ocupar altos
cargos en la OTAN. Parece
como que este político, con su posicionamiento primero, hubiera superado un
proceso de iniciación que ya da un crédito ilimitado al resto de actuaciones
que tenga en esta vida[48].
-concepción moral derivada de la idea de voluntad
Esta idea de voluntad tiene así un componente individual muy marcado,
basado en la persecución del interés propio más que el colectivo. El peligro de
ruptura social que tal cosa supone hace que las personas favorecidas por esta
moral deban dar muestras de que mantienen un respeto por el resto de las
personas. Por supuesto, gracias a las ventajas materiales con las que cuentan
estos seres afortunados les resulta relativamente sencillo hacer determinadas
concesiones que los reintegran fácilmente al cuerpo social cuando se pone en
duda su capacidad para solidarizarse con él. Es la doble cara de muchas
multinacionales, por un lado despiden gente a la mínima en que ven reducidos
sus márgenes de beneficios, por otro lado suelen estar detrás de la
financiación de muchas ONGs.
Es más, estos actos de generosidad generalmente refuerzan el status
social de esta gente que, muchas veces, se convierten en ejemplos de
comportamiento para las demás personas por dos motivos: su éxito en la vida y
sus esfuerzos por ayudar a los demás. Sólo así se explica un fenómeno como el
de la princesa de Inglaterra, Lady Di, tristemente fallecida en un accidente de
coche, que se convirtió en un mito en su país.
Esta princesa, que llevaba un tren de vida fastuoso, se ganó la simpatía
de su pueblo por sus obras de caridad. Se cierra de esta manera el modelo
ideológico dominante en la actualidad que, sin ser rechazable en su totalidad,
tiene una serie de puntos negros[49].
En primer lugar, introduce un factor de subjetivismo enorme. La persona
privilegiada no tiene porque tener una implicación real con el resto de la
sociedad porque tiene la posibilidad de decidir a su antojo cuando quiere
ayudar, siempre de forma voluntaria y consciente de que se le va a reconocer.
El juicio moral de la persona se va a revertir, de este modo, a un análisis
cerrado de sus actuaciones, sin valorar la naturaleza de sus hechos en cada
momento. O dicho de otra manera más entendible, como se ha visto con el ejemplo
anterior de las multinacionales, una persona o institución que acuda a un acto
de fuerza para reforzar su poder puede lavarlo posteriormente con un gesto de
desinterés hacia la sociedad, sin que por el primer acto tenga porque ser
juzgado.
Esta disociación entre los hechos y su crítica, hace depender ésta más de
la entidad de la persona que los protagoniza que de su mismo carácter. Para las
personas importantes se da así una posibilidad de justificar sus faltas que
para los demás no existe. Por tanto, se mantiene presente un sentido de honor
en la sociedad que hace que cuando muere un personaje tan poco recomendable
como Jesús Gil, todo sean elogios a su figura cuando ésta tiene más aspectos
negativos que positivos.
Lo anterior es un estado de cosas plenamente aceptado en la actualidad.
Piénsese en el caso de una tenista famosa como Arancha Sánchez Vicario que
durante unos años no quiso pagar impuestos en España porque perdía dinero. Pese
a prevalecer un interés egoísta en esta mujer y a su actitud claramente
incívica, siguió teniendo el reconocimiento público en su país hasta el punto
de recibir importantes premios como el Príncipe de Asturias[50] o de
que importantes autoridades, teóricamente encargadas de defender el bien
público[51],
acudieran a su boda. Como consecuencia, posiblemente para sí misma ella se
considere una ciudadana ejemplar y, gracias a sus éxitos deportivos, muchos de
los españoles sean de la misma opinión.
Sin salirse del mundo del deporte hay más ejemplos de que hasta qué
punto, con el predominio del concepto de voluntad como justificante de las
personas, se hacen depender el conjunto de los actos de las personas de sus
realizaciones más positivas. Cuando un nadador como el citado David Meca
recibió una sanción de dopaje, quiso demostrar que él no había realizado
trampas efectuando una serie de hazañas de carácter sensacionalista. O,
parecido, la reacción del ciclista italiano Marco Pantani en el momento de ser
expulsado por la misma causa de un Giro de Italia en el que iba líder, al decir
que no entendía cómo se le podía hacer eso con lo que él había hecho por el
ciclismo italiano.
Incluso a nivel político, en los países que se acepta la democracia y,
por tanto, existe mayor conciencia crítica de los límites que se deben poner a
la arbitrariedad humana, operan muchas veces los análisis de la actuación de un
personaje relevante desde el punto de vista únicamente de su persona. Sólo así
se entiende, por ejemplo, que, cuando murieron, se valore desde occidente las
virtudes de gobernantes como Hussein de Jordania o el rey Hassan II de
Marruecos, ambos al frente de estados dictatoriales. Predominan más actitudes
empáticas con estos dirigentes que un estudio de la situación de sus países.
La cuestión que se refleja en el párrafo anterior pone sobre el tapete
una de las carencias de la democracia. En muchas ocasiones, por encima de los
juicios objetivos operan cuestiones subconscientes que anulan parte de sus
principios. Son aspectos como la superior credibilidad que tienen unas personas
sobre otras en función de su status social, la necesidad del ser humano de
mostrar una cohesión con el grupo al que pertenece para no debilitar éste, el
entendimiento de los derechos humanos sólo en el marco de los miembros de la
sociedad democrática en cuestión[52], la
articulación de un sistema de comprensión de la realidad que sea ante todo
eficaz y tranquilice los espíritus de los ciudadanos de a pie, la importancia
que se concede a la imagen de una persona para juzgar a ésta, etc.
-sobrevaloración del testimonio
humano
Otro aspecto criticable de la mentalidad actual de cifrar el destino de
la persona en su voluntad es que, en los acuerdos entre seres humanos, se
impone como valor máximo el testimonio de las partes implicadas. Sin duda, este
factor es básico para dar validez a un contrato porque supone el reconocimiento
de un compromiso que se adquiere en un momento dado. Sin embargo, al partirse
de la convicción de que es únicamente la disposición humana hacia un problema
lo que cuenta a la hora de abordar éste, se hacen de obligado cumplimiento
acuerdos en que las condiciones de partida son injustas para algunos de los
implicados. O, dicho de otra forma, se da por supuesto una capacitación del ser
humano para abordar sus problemas muy superior a la real, debido a la cual su
consentimiento es la referencia principal a tomar para juzgar un asunto por
encima, incluso, del estudio de los propios hechos.
Completando el párrafo anterior y volviendo al origen de estas páginas,
muchos asalariados se ven obligados a firmar contratos laborales que no desean
al no quedarles otra opción para poder vivir. Hay una situación, por tanto, de
chantaje encubierto que se manifiesta en aspectos tan graves como asegurar a la
persona por menos horas de las que trabaja, peculiaridad muy extendida en esta
sociedad. Las consecuencias de ello pueden llegar a ser muy graves si la
persona tiene un accidente fuera de su horario teórico de trabajo; aparte,
pierde muchas de sus prestaciones futuras llegada la hora de la jubilación.
Esta sobredimensión que adquiere el testimonio humano puede volver la ley
muy elástica, como puede verse en el ejemplo siguiente que ocurrió en el
ayuntamiento donde vive el autor de estas líneas, en la localidad asturiana de
Mieres. Esta corporación municipal convocó once plazas de operarios y en las
bases, que se hicieron públicas, estableció que el examen iba a ser oral. En
ese momento, nadie de los que se presentó a la oposición recurrió ese
procedimiento de selección aunque sí lo hicieron más adelante, cuando a muchos
les pareció que había habido trato de favor hacia los elegidos finalmente. Sin
embargo, su presentación en el examen supone la aceptación implícita de esta
prueba oral y, precisamente por su carácter intangible, ahora no tienen forma
de demostrar que haya habido irregularidades, si es que las hubo. Se resuelva
de la manera en que sea este caso, se cita para indicar lo fácil que es, en el momento presente, manteniéndose dentro de la
ley saltarse el espíritu de ésta.
Desde la perspectiva del poder político, esta importancia que se da al
valor testimonial tiene otra derivación que consiste en que, en muchas
ocasiones, la ley se fundamenta únicamente en la palabra de quien la promulga
siendo el honor del dirigente el que valida los actos de gobierno. El
testimonio del líder político tiene suficiente peso porque, dentro de la
mentalidad de voluntad, por el propio motivo de ocupar el cargo que tiene,
muestra de su ascenso social, ha demostrado que no necesita vivir de engaños a
nadie para hacerse valer. O, explicado con otros términos, esta forma de pensar
permite a quien detenta el poder apropiarse de la verdad.
Con los cambios de gobierno, como el que ha ocurrido en España, en marzo
de 2004, siempre queda en evidencia el carácter absoluto de los actos de
gobierno. Frente a las promesas que hace cualquier partido político de mejora
de la realidad social y económica de un país cuando está en la oposición, si pasa
a ejercer el poder sus decisiones vienen básicamente avaladas por el principio
de autoridad aunque sean contradictorias con lo prometido anteriormente. En el
caso del PSOE se pueden citar varios incumplimientos de este tipo: es conocida
la mengua del ambicioso plan electoral de viviendas asequibles de Zapatero o
cómo, tras haberse quejado de que las ayudas a mujeres con hijos no incluían a
las madres que estaban al paro, tampoco modificaron este aspecto. O, la
afirmación rotunda a primeros de junio de 2004 del ministro López Aguilar de
que no habría una regulación extraordinaria de inmigrantes y, a los pocos
meses, estar en marcha un proceso de este tipo.
De este modo, se explican también aberraciones como que la Unión Soviética
aboliera la pena de muerte a finales de los años treinta, en plena época de las
purgas stalinianas, o que el Pacto de San José, que obliga al cumplimiento de
los derechos humanos a los países iberoamericanos entrara en vigor en 1978, en
un momento de gran represión interna por parte de dictaduras como la chilena o
la argentina, o que la primera Conferencia Internacional sobre derechos humanos
se desarrollara en Teherán en el año 1968, en pleno régimen del Sha. Con
respecto a esto último, qué decir sobre el dato de que en la Comisión de Derechos
Humanos de la ONU
estén en la actualidad países como China, Sierra Leona, Cuba o Estados Unidos.
Tan grave o más es el asunto de la reciente guerra que conllevó la ocupación de
Irak por algunas potencias occidentales, si se tiene en cuenta que su
justificación fue un tipo de armas de destrucción masiva que jamás se
encontraron tras la invasión de ese país[53].
Por poner un ejemplo local de este proceso de subordinación de la
realidad a la visión oficial, en la Comunidad Autónoma
en que habito, Asturias, uno de los fenómenos corrientes es la emigración de
los jóvenes a otras poblaciones de España o del extranjero en busca de trabajo.
Más de la mitad de los amigos de quien ahora está escribiendo este párrafo se
han tenido que marchar de Asturias y ahora viven en otros lugares. El
presidente asturiano, Vicente Álvarez Areces, no sólo no reconoce esta
situación sino que se significó por unas declaraciones en que calificó la
emigración de los jóvenes asturianos como una leyenda urbana sin fundamento.
Sin embargo,
un documento que evidencia el estado actual de la realidad laboral asturiana,
es la entrevista[54] que se le hizo a un
empresario andorrano que vino a buscar mano de obra en Asturias para la
hostelería de ese pequeño estado, en que afirmaba que antes iba a buscar a
trabajadores a Portugal pero, ante la mejora de los sueldos de este país,
encontraba mejor disposición en los jóvenes asturianos. Al respecto hay que
decir que, el recurso a la estadística, que se apoya por una parte en el
cientifismo de la sociedad actual, que implica la conversión del hombre en una
cifra, y por otra en la posibilidad de ocultar los problemas individuales
dentro del análisis de los del grupo, permite por lo general a los políticos
justificar sus opiniones[55].
Como se vio con los cambios en la medición del IRPF o de la EPA tras la entrada en la Unión Europea de
España, la estadística hace gala de una excesiva flexibilidad a la hora de
aprehender la realidad. Un ejemplo se vio anteriormente cuando se trató la
definición actual de parado que deja fuera de esta categoría a muchas personas
sin empleo.
Voy a
disponer un último ejemplo sobre este proceso distorsionador de la realidad basado en el testimonio ya que,
aunque tiene un carácter anecdótico, me parece revelador. El ayuntamiento de
Gijón contrató a unos dibujantes para realizar un cómic sobre la peligrosidad
de las drogas. Por lo que sea, el cómic no gustó a los responsables municipales
y fue censurado por ellos; sin embargo, este mismo cómic recibió uno de los
premios Reina Sofía contra las drogas. Pues bien, la encargada de ir a recibir
el premio fue la alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, acto al que no
fueron invitados los autores del cómic. El contrasentido de todo este episodio
es evidente, el valor de esta obra creativa tuvo una dependencia evidente de
una querencia política oportunista.
-consolidación
de las diferencias sociales
Estas remisiones a las contradicciones existentes entre la acción
política y la realidad permiten abordar uno de los puntos más cuestionables
relativos a la visión del mundo basada en la voluntad. Los grandes objetivos
que deben guiar a una sociedad, basados en nociones derivadas del bien común y
la justicia necesaria para todos sus miembros, quedan subordinados a las
relaciones de fuerza internas o externas a esa sociedad. Siempre va a llevar
razón en un asunto aquella parte que tenga mayor poder porque podrá
posteriormente dar una visión interesada de la cuestión[56].
Este predominio de relaciones de fuerzas se ve a todos los niveles de la
sociedad. En el plano internacional se puede citar el asunto de la Olimpiada concedida a
China para el 2008: un país que vulnera de modo evidente los derechos humanos
debería causar el rechazo de los estados civilizados, como en su momento pasó
con el apartheid sudafricano. Por el contrario, no sólo se le sanciona sino que
se le premia ya que un evento deportivo de la magnitud de una Olimpiada cumple
una labor propagandística muy importante a favor del gobierno chino. Tal
concesión a este estado responde únicamente al poder político, económico y
demográfico de China.
Situándose en otro orden de cosas, funciona de modo similar la política
de los bancos porque estas entidades, de hacer una bajada de intereses a
clientes preferenciales, favorecerán a aquellos más pudientes por encima de los
más necesitados. Los propios estados, una de cuyas funciones es redistribuir
riqueza, no dejan por ello de tomar decisiones en beneficio de los más ricos:
basta con recordar las ventajas fiscales que tienen que dar a las grandes
empresas para que hagan negocios o inviertan dentro de un país.
Esta situación es debida a que, desde la mentalidad actual siempre queda
una puerta abierta para rebajar y desacreditar a las voces que se oponen a
aquellos que tienen la fuerza de su lado. En primer lugar, estos últimos pueden
justificar cualquier mal acción en un fin noble o en un propósito digno, ya que
son ellos quienes patrimonializan la idea de orden, al convertirse en los
símbolos de la sociedad por ser los mejores de ésta. Aclarando un poco este
punto, quienes están en la cúspide social han demostrado pertenecer a una
categoría superior, incluido el plano moral. Esto último es debido a que
teóricamente su posición en la sociedad se la da su despliegue de energía o
fuerza interior, no teniendo por tanto para mejorar que perseguir el perjuicio
ajeno. Sus fines en la vida son, de este modo, más elevados.
La comunión entre grandes ideales y actos de fuerza parece una
consecuencia de esta forma de entender la realidad. No hay país en el mundo
actual que presuma en sus proclamas oficiales de más altos valores que los
Estados Unidos, basta con escuchar un discurso de cualquiera de sus dirigentes.
Ello no es óbice para que sea la principal potencia imperialista de este
tiempo. En el pasado, la manera de razonar por los estados dominantes fue
similar. El deseo de extender la civilización a los pueblos atrasados estuvo
detrás del colonialismo europeo de la segunda mitad del siglo XIX y fue el
deseo de Francia de llevar la libertad a toda Europa lo que provocó muchas de
las guerras de la época napoleónica[57].
Esta concepción vital que favorece a los poderosos queda asentada por
otra serie de factores. La idea de voluntad supone una lucha dentro de la
sociedad por mostrar la capacidad personal basada tanto en celebrar los méritos
propios como en decrecer los de los otros seres humanos. En una pelea entre un
elemento poderoso de la sociedad y otro más débil el primero siempre tiene
mayores posibilidades de poner en evidencia los defectos ajenos, más teniendo
en cuenta que, como voluntad no pone límites a las teóricas metas humanas, su
grado de exigencia es muy alto rozando cotas de perfección. Por lo tanto, los
errores o tachas de unos posibles oponentes a las voces dominantes dentro del
cuerpo social se pueden siempre magnificar.
Con respecto
a este punto, pensar que un juez como Baltasar Garzón, convertido en defensor
de los derechos humanos a nivel internacional, como se vio en los casos de
Pinochet o cuando intentó llamar a declarar a Kisinger, podría procesar a
Clinton por el episodio citado en el capítulo primero del bombardeo de una
fábrica de medicamentos en Sudán es ponerse en una hipótesis irrealizable.
Aparte de otras presiones, la campaña de prensa que se podría montar contra
este juez por el gobierno de EEUU provocaría que el crédito de Garzón se
agotara rápidamente. Por supuesto, procesar a Bush por la guerra de Irak queda
en el terreno de lo inimaginable[58]. Por
otro lado, en un tema tan sensible como los vicios, que tanto sirven para
rebajar a las personas si se les da publicidad, las clases altas siempre tienen
mayores medios de ocultarlos porque sus diversiones son más discretas y
privadas.
También es muy importante para justificar este estado de cosas otra
cuestión obvia ya que quien cuenta con mayor poder tiene la llave de la
prosperidad o decadencia de una sociedad. Aunque sea por pragmatismo, tal
situación conlleva que su influencia sea enorme. Otra razón no desdeñable que
contribuye al predominio de una superioridad moral del estamento más elevado de
la sociedad se basa en la concepción citada de analizar los actos de una
persona o entidad en bloque y no en su concreción. Al juzgarse, por tanto,
también a la persona que protagoniza el
hecho y no sólo la naturaleza de este último, se provoca que los atenuantes o
las agravantes de una acción tengan más importancia que esta última.
Como aclaración a lo anterior, recuperando un asunto olímpico, se puede
citar los casos de corrupción que afectaron al COI hace unos años. Su entonces
presidente, el español Samaranch, no vio peligrar su cargo a pesar de la
magnitud y evidencia del problema al tenerse en cuenta la dignidad del
personaje[59]. Al contrario, el padre
de quien escribe estas líneas estuvo a punto de perder el empleo porque, con unos
indicios muy vagos que luego resultaron ser falsos, uno de sus jefes le acusó
de quedarse con dinero de la empresa. Los raseros con los que se juzgan a las
personas son muy diferentes y, sino, basta con recordar la mención anterior a
Arancha Sánchez Vicario.
Otra derivación negativa de la importancia que ha cobrado la idea de
voluntad consiste en que implícitamente hace suponer que unas personas son
esencialmente mejores que otras ya que, como se ha anticipado, voluntad es un
concepto de un carácter totalizador. Las favorecidas por este contexto, por
tanto, se rodean de productos que estén a su altura y marquen esa diferencia
con los demás. Dicho de otra forma, la distancia económica entre los miembros
de una sociedad debe reflejarse de modo patente en los atributos respectivos de
que disponen unos y otros.
Así, la calidad de un vino, de un vestido, de una joya, etc, parece que
definen la condición de la persona que tiene el nivel adquisitivo suficiente
para disfrutar de estos bienes por lo que existe una competencia por poseerlos.
Se exacerba, así, esa lucha original entre las personas que parte del miedo
congénito del hombre ya que ahora encuentra su refrendo en la propia moral.
Ésta no sólo no penaliza el afán de lucro sino que alienta el deseo por parte
de la persona de patentizar una superioridad sobre otro ser humano menos
afortunado. Existe, además, el agravante de que, para alcanzar estos objetivos,
los miembros privilegiados de una sociedad están en condiciones de aprovecharse
de su posición. Sólo ellos pueden sustraer a su favor el número suficiente de
riqueza para pagar el alto coste de estos caprichos.
-recapitulación sobre las consecuencias de voluntad
En este momento de su análisis, es donde la idea de voluntad se
desarrolla con todo vigor. Sólo ella permite el equilibrio entre la creencia en
que la persona puede mejorar su destino a través de su esfuerzo y su condición
real de sujeto sometido a abusos. Con una pequeña base material, la justa para
que el ser humano no se sienta abandonado a su suerte por la sociedad, y con un
aparato jurídico que debe proteger y alentar la libertad de decisiones del
individuo, se alcanza este milagro de confianza. Se genera, por consiguiente,
una dialéctica entre permitir un orden social injusto y dar oportunidades para
que, empleando una terminología ya superada, la persona mantenga la ilusión de
que puede pasar de la clase explotada a la explotadora[60]. El
fenómeno televisivo que se dio en España, basado en dar la posibilidad de
hacerse estrellas de la canción a determinados jóvenes, dentro de un programa
llamado Operación Triunfo, es un buen ejemplo de este tipo de pensamiento.
Un rasgo de la sociedad actual que, de manera indirecta, prueba todo lo
dicho, es el cambio de valores que ha habido en la sociedad contemporánea, al
privilegiar el consumo por encima del ahorro. En vez de existir en las clases
medias una búsqueda de garantizar cara al futuro su bienestar actual, su
mentalidad deriva hacia un proceso de emulación de las clases ricas,
convencidos los individuos que componen las primeras que tienen derecho a
comportarse igual que las segundas porque es cuestión de tiempo que alcancen su
estado. Es como si estos individuos fueran incapaces de percatarse de que
corren peligro, a poco que los asuntos de su vida rueden mal, de poder caer en
la pobreza.
Repasando a grandes rasgos lo explicado hasta ahora, el punto de partida
de la condición humana es, sin duda, el que explica esta irrealidad en que es
capaz de vivir el ser humano. El universo imaginario que se crea cada persona
para esquivar la asunción de su naturaleza hace que el individuo vea como algo
básico su integración en una sociedad por dos motivos: el primero, porque al
proyectarse en ella participa de su poder, y el segundo, porque teóricamente le
defiende de posibles amenazas. Sin embargo, los condicionantes que conlleva la
creación de una sociedad provocan la deriva progresiva hacia una disolución de
la entidad del individuo en la del grupo.
Aceptada esta necesidad de un
principio superior colectivo que guíe la vida del ser humano, llega para éste
el momento de luchar por conseguir un lugar dentro de la estructura social. La
lógica aspiración de toda persona a desarrollar todo su potencial innato y
subir en la escala social por medio de sus facultades se junta a la
conveniencia de que una sociedad tenga a sus miembros en los puestos en que
mayor rendimiento pueden dar. Sin embargo, aquí es el momento donde se produce
una inversión del sentido original de sociedad, que debería implicar unos
beneficios equivalentes para todos sus miembros.
Los diferentes tipos de méritos conducen a una posición de fuerza de
determinados elementos de la sociedad que, una vez alcanzada, es difícil
revertir. La propia estructura mental del ser humano favorece el mantenimiento
de estas jerarquías tácitas porque el no reconocimiento de su inferioridad –lo
contrario, le llevaría a una crisis de tipo existencial por el miedo a su
propio ser- le lleva a aceptar como buenas las escasas puertas abiertas que
dejan las clases privilegiadas hacia el ascenso social. Éstas han sabido crear
un modelo ideológico, basado en la idea de voluntad, que refuerza, por otro
lado, el sentimiento de evasión de su realidad en que vive el ser humano
corriente y por otro lado mantiene muy
alto el nivel de exigencias para ascender en la escala social debido a sus
connotaciones de perfección.
Esta última
referencia al carácter perfectible de voluntad se debe a que con un sistema
basado en esta idea, a la persona siempre se le puede pedir que haga algo más por
sí misma y que continúe mejorando. La consecuencia es que la valoración de su
esfuerzo siempre va a depender del juicio de otra persona que, a veces, puede
acudir a criterios difícilmente verificables objetivamente. Muchas empresas, en
las condiciones que imponen para la selección de personal, presumen de valorar
más la capacidad de liderazgo e iniciativa del trabajador que su currículo y
preparación. Sin entrar en la razón de ser de esta preferencia, deja sin lugar
a dudas un espacio abierto a la arbitrariedad porque en estos procedimientos de
selección, más que unos datos objetivos, se valora la impresión causada a la
persona o personas encargadas de tales procesos.
Del mismo
modo, y como resultado de este nivel de exigencia indefinible, la teórica igualdad
de oportunidades que da la educación pública queda para bastante gente en nada porque muchas personas que
acaban una carrera universitaria no tienen capacidad de competir en el mercado
de trabajo si no son capaces de completar su formación costeándosela. O dicho
de otra forma, el esfuerzo de muchos años de estudio puede quedar sin ningún
reconocimiento si se pertenece al estamento menos adinerado de la sociedad. La
manera en que algunos profesores de Enseñanza Secundaria son capaces de
suspender a un alumno por una sola asignatura en un año tan crucial para el
futuro de una persona como es el correspondiente al último curso del
bachillerato, no dejándole acudir a selectividad, es un exponente evidente de
lo fácil que es echar por tierra el trabajo humano.
La cuestión
tratada en el párrafo anterior es similar a esa valoración del fracaso como
aprendizaje que se hace desde la mentalidad actual.[61] Este
tipo de consignas dirigidas sobre todo a aquellos que aspiran a montar una
empresa, a veces, roza el absurdo. El fracaso, sin duda, será una gran escuela
para aquella persona que tiene bastante dinero y, por tanto, capacidad de
minimizar las pérdidas. Sin embargo, para el que, para emprender un negocio,
invierte todo su capital, la pérdida de éste o la previsible acumulación de
fuertes deudas, suponen una hipoteca vital de una enorme gravedad.
Para quien
escribe, que es un gran aficionado al fútbol, no hay mejor muestra de la falta
de rigor del ser humano para valorar justamente la capacidad ajena que las
fuertes críticas que, en cualquier tertulia de bar, reciben los futbolistas de
mayor calidad, que en un momento y por una sola jugada, pasan a la
consideración de jugadores mediocres. Aunque por su condición de millonarios no
son los futbolistas unas personas muy perjudicadas por esta mentalidad, este
ejemplo indica un hecho que, en otras ocasiones, adquiere mayor gravedad para
el ser humano como es la sobredimensión que puede tener un error cualesquiera[62]. Uno
de los sucesos más amargos de mi vida fue cuando, al llegar tarde por
desconocimiento a una citación previa para la lectura de un examen de
oposiciones, se me privó del derecho a tal lectura pese a que faltaban varias
horas para que llegara mi turno. La consecuencia es que un esfuerzo de casi año
y medio de estudios quedó anulado sin remedio.
Aparte,
mientras se mantenga esta idea de voluntad, siempre es posible un retroceso en
la concepción universal de determinados derechos. Como, a través de ella,
teóricamente cada persona alcanza el lugar que se merece en la sociedad, las
élites de una sociedad se ven reafirmadas en su superioridad de todo tipo. En
el caso de la educación, en la región donde vivo, Asturias, son frecuentes las
declaraciones de catedráticos de la universidad de Oviedo en la prensa en que abogan
porque sólo estudien aquellos que tienen talento basándose en que la
universidad no puede ser el refugio de mediocres y, por tanto, no puede estar
destinada a las masas.
Siguiendo en
esta línea, basta recordar las propuestas de años anteriores en que la OCDE instaba al gobierno a
recortar el sistema público de pensiones o aquellas en que el Círculo de
Empresarios exigía una reforma urgente del mercado laboral que incluyera
aspectos como que las mujeres se costeasen la baja por maternidad, se pudieran contratar
a jóvenes menores de veinticinco años con una retribución al margen del salario
mínimo y se abaratara el despido. Más recientemente también se puede aludir a
la petición del consejero delegado del banco Santander, Alfredo Sáenz, de
desmantelar el estado de bienestar. Con motivo de la polémica que suscitaron
sus declaraciones salió a la luz pública el sueldo que cobraba este personaje
que, indudablemente no necesita de ninguna protección social a cargo del
estado, ya que ganó sólo en el año 2003 casi seis millones de euros.
Por tanto, en las democracias occidentales, pese a que en sus cartas
constitucionales vienen recogidas multitud de garantías para el ciudadano
común, éstas suelen tener un carácter excesivamente abstracto en una mayoría de
ocasiones. Incluso en aquellos estados democráticos, como ocurre con la mayoría
de los de Europa occidental, que tienen desarrollado un sistema de Seguridad
Social avanzado, sólo pueden hacer valer todos sus derechos aquellos grupos que
tienen la suficiente fuerza. Es el contraste, por ejemplo, entre una persona
que consigue su salario a través de una empresa de trabajo temporal y un
prejubilado de una empresa pública[63].
Incluso, completando a lo anterior, es asombrosa la diferente
sensibilidad que puede existir ante los derechos de colectivos aparentemente
similares. En una película como “Pídele cuentas al rey”, del director José
Antonio Quirós, rodada hace pocos años y con pretensiones de denuncia social,
se retrata el presunto drama de un minero al que, con cuarenta y pocos años, se
le jubila con un generoso sueldo. En cambio, pese a que la población joven de
las cuencas mineras, que sirvieron de trasfondo a esta película, se encuentra
en una situación económica mucho peor que el caso anterior –un dato claro que lo
corrobora es la ya citada emigración en masa a otras regiones- su problemática
no despierta la menor atención.
-arbitrariedad en el uso del
poder
Con la idea de voluntad se produce, bajo el prisma de una aparente visión
racional de la sociedad que coloca a cada uno en su lugar correspondiente en
función de sus méritos, un solapamiento de la pérdida de peso del individuo en
cuanto tal. Esta circunstancia hace que la persona no sea un contrapeso al
poder y dependa fundamentalmente del talante de éste, lo que conlleva un gran
peligro. No hay que olvidar que algunos de los momentos básicos en la historia
de la formación de la conciencia racional occidental derivaron en grandes
guerras, la guerra del Peloponeso puso fin a la Atenas de Pericles, el Saco
de Roma puso la puntilla al clasicismo renacentista y la Primera Guerra
Mundial acabó con la llamada Belle Epoque y su optimismo en el progreso humano.
Se citan los conflictos anteriores para demostrar que la razón no pone
siempre los frenos necesarios al ejercicio del poder. Por otra parte, las
personas que dirigen las sociedades no siempre son los miembros más
responsables de una sociedad[64] y la
impunidad que les permite el sistema actual es preocupante[65],
como se ve en el propio caso de España, donde su último presidente, José María
Aznar, apoyó una guerra ya mencionada varias veces, la de Irak, que estaba poco
justificada y no quería la opinión pública de su país. No basta en estos casos
con hacer como Kruschev en el XX Congreso del PCUS del año 1956 y decir que los
excesos de Stalin eran sólo culpa de él y no del sistema comunista.
Las fallas que tienen gran parte de los sistemas democráticos se ven en
demasiadas ocasiones en la propia elección de las personas escogidas para
detentar el poder. Aparte de casos de elección directa por el pueblo de
dictadores tan famosos como Hitler o Napoleón III, en muchos países hay sagas
de políticos que se suceden de padres a hijos, como si fueran dinastías regias.
En Uruguay, la familia Batllé es un caso emblemático como lo son en Grecia las
familias Papandreu o Karamanlis o, en cierta forma, la familia de los Gandhi en
la India. Incluso
en la democracia más antigua del mundo, parece difícil de entender que el
partido republicano no encontrara un candidato más apropiado que George Bush,
hijo de un anterior presidente del país. Todavía más triste, es la elección en
Italia como primer ministro del que quizá sea el máximo empresario del país,
Silvio Berlusconi, que, como es obvio, aprovecha su suma de poderes para
blindarse legalmente.
Frente a la falta de control que se da en la práctica, la limitación de
la discrecionalidad de las actuaciones del poder político es básica en la
actualidad. Los políticos son los únicos que pueden poner alguna cortapisa al
estamento económico que, con la llamada globalización, se muestra todopoderoso.
La importancia de este punto se acrecienta porque las reglas de juego de las
grandes empresas modernas dejan mucho que desear en cuanto a su limpieza moral.
Un ejemplo es la noticia dada tras la quiebra de la empresa Enron
norteamericana, que tantos perjuicios trajo a muchos estadounidenses, de que
sus ejecutivos se habían embolsado varias docenas de millones de dólares justo
antes del desastre económico. Las altísimas indemnizaciones que se imponen los
ejecutivos cuando cambian de empresa o, incluso, que a veces trabajen
simultáneamente para empresas con intereses enfrentados, demuestra hasta que
punto hay una falta de escrúpulos evidente en el funcionamiento actual de la
empresa privada. En Europa, la forma en que el presidente de Parmalat inventó
unos ingresos ficticios de 8000 millones de dólares y desvió 500 millones de
dólares para sus fondos particulares es otro caso evidente de estas
irregularidades.
Por desgracia, las instituciones públicas no sólo no actúan más
eficazmente contra estos abusos sino que, a veces, les dan cobijo. La
protección del anterior General Fiscal del Estado, Jesús Cardenal, a que no se
investigara a Piqué por el caso Ercros, debido al cual desaparecieron unos
20000 millones de pesetas por la llamada ingeniería financiera, es una muestra.
También el bloqueo por este mismo personaje del intento de investigación de si
CEPSA y REPSOL pactaban el precio de los carburantes se puede citar aquí. Esta
solidaridad del poder político con el económico generalmente responde al hecho
ya aludido de la comunión de intereses entre los representantes de los
diferentes méritos, conformando una superestructura por encima del resto de la
población.
La opacidad en el funcionamiento de los partidos democráticos es causa de
muchos escándalos, cuando se descubre que sus fuentes de financiación son
privadas o, dicho de otra manera, se trata de favores que habrá que devolver
cuando se esté en el poder. En España, están ahí los casos Filesa o Naseiro. Cuando
se promulgó recientemente una ley para
ilegalizar a Herri Batasuna, gran parte de los analistas consideraron que tal
ley, que versaba sobre el funcionamiento de los partidos políticos, venía con
mucho retraso porque no interesaba a la clase dirigente una mayor transparencia
sobre los recursos de estas organizaciones. En Estados Unidos, los partidos
demócrata y republicano ven natural recibir ayudas de organismos o personas
privadas y pagar la contrapartida correspondiente, como el indulto de Clinton a
un millonario, Mark Rich, que estaba siendo perseguido por evadir impuestos
pero que había ayudado a financiar su
campaña electoral. En Francia, un caso clarísimo de connivencia entre poderes
públicos y económicos fue el de la petrolera ELF, que ocultaba una corrupción
enorme.
De esta vinculación entre poder político y económico se podrían poner
muchos ejemplos, como la conocida relación entre el PSOE y el grupo Prisa, o
los manejos del PP con Telefónica. Que el que era secretario de estado de
Hacienda en el 2002, Rodríguez Ponga, hubiera hecho con anterioridad un manual
para captar dinero negro cuando era asesor fiscal del BBVA, es un exponente
claro de cómo las personas que se eligen para defender los intereses públicos
no son siempre las más indicadas. El año anterior había quedado reflejado en la
prensa otro episodio sonrojante del mismo tenor, como fue el hecho de que la
expresidenta de la
Comisión Nacional de Valores, Pilar Valiente, había valorado
todo su patrimonio, que incluía cinco viviendas y cinco coches, sin que ninguno
de estos bienes fuera de carácter modesto, en veinticinco millones.
También conviene denunciar la hipocresía que existe en un punto, como es
el de la supuesta exigencia de la limitación del poder del estado por los
economistas liberales, cuando la mayoría de las veces es a las grandes empresas
a quien más ayuda el estado. En Asturias, región donde vivo, la dependencia de
las empresas privadas de las subvenciones públicas es tan evidente que
constantemente están amenazando con marchar si no se incrementan éstas. Me
acuerdo de unas declaraciones del presidente de AZSA (Asturiana de Zinc, una de
las principales empresas de la región), Santiago Zaldumbide, en que se
lamentaba de no poder invertir más en Asturias por la falta de ayudas
oficiales. A nivel internacional, se da una perfecta convivencia entre un
modelo económico liberal sustentado por la globalización y la potenciación del
estado; el caso más evidente de esto último son las medidas adoptadas por los
Estados Unidos tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001.
En el capítulo siguiente se tratará de las posibles soluciones para
conseguir recuperar un mayor peso para la persona individual dentro del
conjunto de una sociedad. Hay que decir, como es evidente por el tipo de términos
manejados, que toda la crítica efectuada hasta el momento al sistema actual
ideológico occidental se mueve en un terreno puramente teórico. No cambiará gran cosa de aquí en adelante en
este sentido pero el propósito de quien está escribiendo estas páginas es jugar
un poco a ser arbitrista, a ver si es posible que alguna de las ideas que se
van a apuntar, aunque no sean tomadas en sentido literal, lleguen algún día a
tener un desarrollo y puedan aplicarse a la sociedad.
CAPÍTULO QUINTO:
PROPUESTAS DE UN NUEVO MODELO DE SOCIEDAD
-voluntad como concepto
espiritual
Quizá el mayor
inconveniente que se le puede poner a la idea de voluntad es que permite
fundamentar la sociedad en un concepto básicamente espiritual, en el que se
obvia que la denominada calidad de vida pasa por tener cubiertas una serie de
necesidades concretas así como satisfacer un números de deseos suficientes para
vivir la vida con felicidad. Por tanto, en una sociedad que reconozca realmente
los derechos de las personas, éstos deben tener también una base material. Se
evitarían así situaciones paradójicas como la petición de recibir más
inmigrantes por las clases rectoras de la sociedad española cuando muchos
ciudadanos de este país están al paro o en precaria situación económica. Al ser
reducidos los derechos reales de unos y otros[66],
sobremanera los de los inmigrantes como es obvio, todos ellos se convierten en
potencial mano de obra, de la que sólo interesa a los poderes establecidos que
sea abundante y pueda presionar a la baja sobre los salarios.
Que las sociedades occidentales normalmente reciban acusaciones de exceso
de materialismo al estar basadas en una economía de mercado que, a su vez, se
apoya en un elevado nivel de consumo, puede llamar a engaño. Cuando en el
párrafo anterior se hace una alusión a derechos, va implícita en ella la
condición de que éstos tienen que ser universales y estar garantizados ante
cualquier tipo de transformación social. Es un terreno el de los derechos que
nunca se debe admitir un retroceso en el alcance de su interpretación material
como, en demasiadas ocasiones ocurre, gracias al discurso subyacente citado
basado en la idea de voluntad[67].
En este sentido, en la sociedad contemporánea occidental se produce una
combinación de principios en que el afán de ganancia de unos, basado en parte
en un concepto racional de maximización de beneficios, convive con el
sacrificio obligado de otros, aquellos que cobran poco en sus trabajos o están
al paro. Es el fenómeno cotidiano de que los precios que ponen muchos autónomos
para sus servicios superan las posibilidades de pago de una gran parte de la
población. Es la paradoja que sufren muchos ciudadanos, que no teniendo
capacidad adquisitiva para comprar un coche nuevo, el coste de mantener uno
viejo se convierte en una carga insoportable si el vehículo tiene muchas
averías. Un caso similar es el apuro por parte de muchas familias para pagar los alquileres de las viviendas
que habitan.
Aunque sea un tanto recurrente el volver a poner como ejemplo a
Argentina, este país es un caso revelador de esta doble ley con la que la
sociedad trata a sus componentes[68]. En
él convivió una fuerte liberalización de su economía, en los años noventa, con
el llamado corralito de primeros del nuevo milenio. La liberalización primera,
siguiendo los dictados del FMI, permitió a los más adinerados mover con gran
libertad sus capitales mientras la economía argentina respondió. En cambio,
cuando ésta entró en quiebra, quienes tuvieron que pagar los costes fue la
parte débil la población, a la que ni siquiera se le permitió el acceso a sus
ahorros.
Hasta qué punto hay una interpretación espiritual de los derechos de las
personas se ve en cómo se entiende la igualdad. Si se hace una ley, como la
aprobada en tiempos recientes por el gobierno español de ayudas a las mujeres
que tengan hijos, para buscar que en todos los casos se reciba el mismo trato y
no haya agravios, se da la misma cantidad a todas las mujeres en esta
situación. La consecuencia es que es una cantidad muy baja para una mujer de baja
condición social[69] y completamente gratuita
para otra que tenga mucha mejor posición económica. Un caso similar, hasta
cierto punto, se da con las ayudas a la agricultura española procedentes de la Unión Europea , un
80% de ellas se las embolsan los grandes propietarios.
La reforma del IRPF que planteó el último gobierno del Partido Popular
también sirve de exponente de este sentido de la idea de igualdad. Se vendió
como una rebaja de impuestos a las clases bajas[70],
real por otra parte, pero se soslayó que quienes más beneficiados se veían por
esta reducción de impuestos eran las clases altas, aquellas que menos necesitan
de determinados servicios públicos al poder costeárselos.
Otras muestra clara de este sentido espiritualizado de la condición
humana se ve en la valoración que existe de las culturas primitivas o de las
comunidades rurales como mundos en que el hombre es más feliz y sencillo, al
estar al margen de las apetencias materialistas de la sociedad moderna. Se
olvida con esta visión que, si bien conservar las tradiciones culturales
heredadas de un pasado es importante, la primera premisa que deben perseguir
los hombres es evitar el estado de pobreza[71].
Otras manifestaciones actuales de esta visión espiritual de la realidad son las
propuestas pacifistas de renunciar a guerras defensivas o por volver a la
reflexión sobre una ley de educación ya vista, la Logse , la obligación de esta
última de que el alumno promocione automáticamente y no repita curso[72].
También determinadas recomendaciones de la homeopatía, de que no es bueno
vacunar a los niños, sirven para poner en duda la escasa lucidez con la que se
abordan muchas cuestiones en el mundo actual.
Esta espiritualización de la realidad hace que no haya, en muchas
ocasiones términos de comparación concretos y definidos a la hora de plantear
un problema y que, por tanto, todo tipo de razonamientos estén justificados.
Acudiendo a los libros de historia es posible encontrar muchos ejemplos de
planteamientos faltos de sentido común: la defensa de que los siervos
medievales eran libres[73], la
justificación de que los campesinos romanos vivían desahogadamente en la
Antigüedad[74], la crítica a los obreros
ingleses de la primera mitad del siglo XIX porque no sabían ahorrar cuando
tenían trabajo[75], la consideración por parte
de los criollos sudamericanos a primeros del siglo XIX de que su suerte era
peor que la de los esclavos[76],
etc.
En la misma línea se puede encuadrar la petición de solidaridad con el
resto de los españoles del ministro español de economía, Rodrigo Rato, a los
pensionistas no contributivos, cuando se planteó hace unos años las posibles
subidas de sus pensiones. O, la argumentación de Aznar que, en un tono similar
al de Rato, con motivo de la reforma laboral que intentó implantar el Partido
Popular en el 2002, adujo que si alguien rechaza tres veces un empleo, no se
puede seguir obligando al resto de los españoles a que paguen su insolidaridad.
La postura del nuevo presidente español, Zapatero, ante las ayudas que da
la Unión Europea
a los países menos desarrollados que la componen es más que reveladora de esta
falta de rigor en el manejo de los datos de la realidad. Con la ampliación de la Unión Europea a los
países del este de Europa, todos bastante atrasados, España ve amenazada gran
parte de los fondos europeos de cohesión que contribuían a su desarrollo, que
deben ser renovados en el año 2006. Para esta fecha, Zapatero propone a la vez
que los países más ricos no aporten más dinero, que los países del Este reciban
importantes ayudas económicas y que España siga recibiendo la misma cantidad de
dinero que en años anteriores, conformando así un auténtico encaje de bolillos.
Las sentencias judiciales también son una buena muestra de la falta de
criterios realistas a la hora de analizar cualquier tipo de hecho. A veces,
parece que todo depende tanto del capricho del juez como de poder contar con un
buen abogado o no: en Asturias, con poco espacio de tiempo hubo dos sentencias
que se pueden poner en contraste. En la primera se condenaba a tres años de
cárcel a un sujeto que, en una pelea, había roto a otro un diente. En la
segunda, un hombre que conducía borracho y a gran velocidad, habiendo
atropellado a una familia y matado a tres de sus miembros, recibió una condena
similar a la anterior.
-aceptación de ser humano
Por todo lo dicho, el fundamento moral de una sociedad, para tener la
seguridad de que nunca habrá un olvido de los beneficios sociales a que es
merecedora una persona, tiene que tener otros principios distintos a los
actuales. Hay, en primer lugar, que buscar una recuperación de la realidad, no
basar los juicios que valoran al ser humano sólo en un modelo voluntarista. Por tanto, hay una
necesidad de construir referentes más sólidos a la hora de evaluar los
requerimientos humanos.
La aceptación de parte de la naturaleza humana se convierte en un
objetivo básico por varias razones. En primer lugar porque el sentido de
igualdad entre las personas sólo puede tener un desarrollo justo admitiendo la
tendencia natural del hombre a buscar el placer. O, dicho de otra forma, una
situación de carestía, por lo que implica de sufrimiento para la persona, debe
ser borrada del horizonte vital de cualquier miembro de una sociedad si ésta
cuenta con la suficiente riqueza para evitarlo.
En este sentido, hay que buscar una definición concreta de cuáles son los
requisitos básicos de bienestar a que es merecedora una persona por el sólo
hecho de serlo. Se debe delimitar, de este modo, hasta que punto la felicidad
de la persona debe ser resultado de su
esfuerzo y hasta que punto debe tener la ayuda del resto de la sociedad para
conseguirla. En consecuencia, se trata de alcanzar una fórmula equilibrada de
organización social en que los méritos de unos no supongan el empobrecimiento
de otros.
No es tarea fácil, sin duda, encontrar el lugar de encuentro más adecuado
entre la libertad indispensable para dejar que cada persona tenga opción a
hacer valer su talento, recibiendo la máxima recompensa por ello, y dotar de
medios de vida suficientes a quienes son incapaces de prosperar por sí mismos.
Aparte, en este punto opera con mucha fuerza el miedo de la persona a que otras
se aprovechen de su trabajo. Hay que recordar que, dentro de una sociedad, se
acepta la posición privilegiada de un número reducido de personas. Sin embargo,
por el ciudadano medio, se teme especialmente a
que las concesiones a colectivos del mismo nivel social signifiquen una
pérdida de derechos propia. Esto es debido a que, como la posición de quienes
están en la cúspide social es muy sólida, los recursos a repartir entre los
demás son limitados y, como se ha visto al hablar de los méritos laborales, las
ventajas de unos se suelen conseguir a costa de otros.
Es complicado combatir este tipo de rigideces mentales. En primer lugar,
la persona corriente debe tener claro que su identificación, más que con los
seres humanos privilegiados, como ocurre con la idea de voluntad, debe ser con
los que están a su mismo nivel social o, incluso, reconocerse en los que viven
en un estadio inferior. Aunque es difícil, porque el miedo lleva siempre a un
deseo de evasión, la persona debe refrenar su vanidad y juzgarse a sí misma
dentro de un término medio. Este aspecto es básico porque elimina gran parte de
la competencia interna entre clases
medias y bajas y ayuda a orientar las reclamaciones de una mejor
organización social hacia quienes disponen de una mayor riqueza. Por lo tanto,
sienta las bases para plantear los problemas sociales dentro de una clave
material.
Con la idea de voluntad, la concepción vital del hombre se dispone desde
la posición de los considerados mejores de cada sociedad, conseguida a veces
por mérito y generalmente por herencia. Este tipo de seres defienden la
libertad de acumular todas las riquezas posibles porque son el premio a su
capacidad. Si la gente común, pensando en que puede llegar a formar parte de
esta élite, comparte esta mentalidad cae en una trampa evidente ya que por
perseguir un sueño puede encontrarse con una realidad desesperanzadora. Por muy
dinámica que sea una sociedad y por muchos bienes que cree, la acumulación sin
medida de ganancias por un parte de los miembros de una sociedad, a la fuerza
tiene que repercutir negativamente en otros colectivos sociales. Las bolsas de
pobreza que existen en las sociedades occidentales son un signo evidente de
esta lógica.
También es importante conjurar un peligro demasiadas veces ligado a las
concepciones morales tradicionales citadas de buscar el sentido del hombre en
su autocontrol. Esta manera de pensar tiene una serie de implicaciones, algunas
ya vistas, pero aquí interesa resaltar su faceta más negativa: permite la
degradación de la condición humana simplemente basándose en la natural
expresión de sus deseos. Los derechos de la persona nunca deben ser negados
basándose en que determinados personas no son merecedores de ellos a causa de
su conducta. Siempre recuerdo, por referir un caso concreto de esta forma de
pensar, de una entrevista grabada a John Wayne que una vez dieron por la televisión en que, preguntando
el entrevistador a este actor sobre cuál era su opinión sobre la concesión de
todos los derechos a los negros, dijo que él estaría de acuerdo si los negros
supieran comportarse como personas.
Otro ejemplo fue el tratamiento que se dio a las clases obreras españolas
a finales del siglo XIX y primeros del XX por parte de las clases dirigentes.
Se incidió especialmente en determinados males que las afectaban, en concreto
los efectos del alcoholismo en este tipo de población. En principio, esta
actitud respondía a una preocupación loable por la salud de otros seres humanos[77] pero
perfectamente pudo esconder otro tipo de intenciones, ya que era el momento del
inicio de la lucha obrera por sus derechos y esta alusión a los vicios de los
trabajadores les hacía perder peso moral en sus reivindicaciones. En cierta
forma, la referencia constante por los medios de comunicación a los excesos de
la juventud en la sociedad actual puede responder a un tipo de estrategia
similar.
Indudablemente, este uso negativo de una moral basada en la contención de
los deseos físicos, se ve reforzada por la influencia de la idea de imagen
vista en el capítulo tercero. Todo individuo debe mostrar un comportamiento y
un aspecto que entren en los cánones aceptados por su sociedad si quiere ser
admitido como miembro de pleno derecho de ésta. Lo contrario lleva a
situaciones como, cuando con motivo de algún evento extraordinario, como la
celebración de los recientes Juegos Olímpicos de Atenas, se producen redadas y
expulsiones de mendigos para que, con su presencia, eviten manchar el buen nombre del país organizador.
Por supuesto, para la boda entre el príncipe heredero español, Felipe, y su
prometida, Letizia, hubo que adoptar medidas del mismo tipo.
Esta potencial animalización del ser humano sigue presente en todo momento
en la sociedad actual. La semiclandestinidad de quienes practican naturismo es
una prueba o, parecido, el rechazo a que homosexuales ocupen cargos públicos.
Es poco entendible esta dependencia de la moral de la contención de los
sentidos cuando ello no libra al ser humano de la maldad. La evidencia más
clara es que la figura criminal más famosa del siglo XX, el dirigente alemán
Adolf Hitler, era una persona ejemplar en este terreno y no tenía prácticamente
ningún vicio. Tampoco al dictador que rigió España a lo largo de gran parte del
siglo XX, Francisco Franco, se le puede reprochar nada sobre su comportamiento
privado.
La confianza que se tenga o no en la condición humana tiene otra
implicación básica que es la siguiente: el miedo que tiene el ser humano hacia
la falta de autocontrol de su semejante es posiblemente una de las razones
básicas para que en los juicios humanos se privilegie el análisis de la persona
en su conjunto más que la valoración de los hechos concretos que efectúa.
Nociones como el arrepentimiento cristiano o la reducción de penas por buena
conducta en la cárcel son una de las muchas muestras, aparte de las ya vistas,
en que se confunden los campos de la moral y de la justicia.
Además, desde la idea de voluntad, al ir interrelacionadas en ella una
lectura moral con el éxito en la vida, la contrapartida es que el fracaso
parece un producto de la falta de cualidades morales de la persona y, por
tanto, es una consecuencia natural de la falta de constancia y esfuerzo de
ésta. Como, por otro lado, para el reconocimiento de estas virtudes, los
méritos no se miden objetivamente sino que se establecen desde un rasero de
potencial perfección, sólo el hecho consumado de la posesión de riqueza evita
la fácil disminución moral del ser humano.
En este sentido se debe dar mayor importancia a saber lo que lleva al ser
humano a ser injusto que el mero aprendizaje de ideas morales[78].
Volviendo al origen del libro, el miedo consustancial al ser humano hace que
éste siempre tienda a reafirmar su condición a costa de otras personas. Si el
sistema de organización de la sociedad permite que una serie de hombres puedan
acumular mucho poder y que otros puedan ver reducidos al mínimo sus medios de
vida, la puerta hacia las situaciones de abuso siempre queda abierta, por mucho
que los principios de la sociedad sean aparentemente racionales.
-requerimientos de la persona
Se abre con todo ello un debate sobre cuál es el auténtico ser del
hombre. Hay un dicho de Le Corbusier, arquitecto suizo de la primera mitad del siglo
XX, en que opinaba que el hombre tenía que dedicar, a lo largo de su vida, ocho
horas del día a descanso, otras ocho horas del día a ocio y otras ocho horas
del día a trabajo. Sin entrar a debatir estos números, que se deben tomar sólo
como curiosidad, sirven para señalar las tres facetas básicas en la vida del
ser humano en que éste tiene que tener un trato digno.
No es sencillo definir donde hay que colocar la dignidad del ser humano,
al depender de las posibilidades de cada sociedad. Se necesita, ante todo, una
legislación laboral avanzada que se cumpla, incluyendo un derecho efectivo al
trabajo, que derive en unas fuentes de ingresos regulares que permitan a la
persona otro tipo de gastos que los que cubren las necesidades básicas.
También, dentro del consumo no indispensable es importante que la persona tenga
la suficiente capacidad económica para poder optar a una variada gama de
productos y poder, así, hacer uso de su gusto. El objetivo es conseguir un
presente y un futuro económico seguros.
Para calibrar la importancia que tiene un futuro económico a salvo de
contingencias penosas, basta con comprobar el atractivo que tiene conseguir una
plaza de funcionario para la mayoría de los españoles, presentándose decenas de
miles de personas como aspirantes a cubrir puestos como el de agente de
justicia donde el sueldo es bajo. En este sentido, recuerdo un escrito dirigido
a un periódico asturiano de un militar que, en contraste con la publicidad que
acompaña a la captación de soldados voluntarios, se quejaba de que, tras pasar
doce años en el ejército y habiendo completado por tanto el tiempo de estancia
máximo en esta institución, se veía abocado al paro.
Llegados a este punto, hay que precisar que la seguridad económica no
debe quedar dependiente de ningún factor aleatorio como puede ser, por ejemplo,
un plan de pensiones. La madre de quien escribe, que se vinculó a uno hace
bastantes años, convencida por su banco, se encuentra en la actualidad que la
inversión efectuada no ha sido nada provechosa y, prácticamente, no le va a
servir para nada en el momento de su jubilación. Mucho más conocida es la
pérdida de los ahorros de gran cantidad de miembros de la clase media
norteamericana tras la quiebra de la empresa Enron.
El concepto de autonomía económica se revela básico por distintos
motivos. Uno de ellos es que, teniendo una seguridad plena en este terreno, el
ser humano no se siente tan condicionado en su manifestación libre o, lo que es
lo mismo, no se ve tan obligado por relaciones de gratitud como cuando su
situación económica depende de un favor ajeno. Conviene recordar aquí que una
de las acusaciones más importantes que se hacen a los grupos más críticos con
el sistema actual, del tipo de los movimientos antiglobalización o ecologistas,
es que muchas veces encuentran su financiación en las grandes empresas a las
que dicen combatir. La esencia de una democracia debe estar basada siempre en
que las opiniones de sus ciudadanos se viertan lo más libremente posible.
Para comprender la necesidad de autonomía económica como base de la
libertad humana quizá no haya personas que mejor lo entiendan que las mujeres
maltratadas. Muchas de éstas tienen que seguir conviviendo con una pareja
indeseable porque, si no lo hacen, no tienen medios de vida propios. Todas las
opciones legales que puedan existir para combatir la situación desgraciada por
la que pasan estas mujeres quedan en gran parte faltas de operatividad porque
la alternativa a liberarse del maltratador es pasar a depender de ayudas
económicas inseguras. Un caso similar atañe a las prostitutas de menor rango.
Otro motivo para desear una certidumbre económica es que resulta la mejor
manera de reducir el miedo congénito del ser humano y conseguir que éste
renuncie a muchos de los comportamientos de base irracional estudiados en las
páginas anteriores. Este miedo, al ser consustancial a la condición humana
nunca puede ser eliminado, pero es mejor forma de reconducirlo conseguir privar
al hombre del temor a un futuro incierto que alimentando una idea como la de voluntad
que favorece la insolidaridad dentro del género humano.
Hay que invertir, por tanto, la evolución presente en que, incluso en los
estados más avanzados en materia de atención al ciudadano se adelantan
propuestas sobre la necesidad de reducir los servicios que ofrece la Seguridad Social.
El constante bombardeo de determinados agentes sociales acreditados sobre el
peligro de quiebra del sistema de cobertura social público parece que está
preparando el terreno al desmantelamiento de éste. Aunque esta posibilidad hoy
día todavía suena a aberración en muchos países europeos, la amenaza sobre su
fin está ahí y casa perfectamente con un discurso en que la conjunción
miedo-voluntad establece la pauta del sentir humano.
Es cierto, sin embargo, que el subjetivismo en que vive inmersa toda
persona puede hacer que no se implique del todo en los deberes hacia la
sociedad[79] si se siente protegida
por esta última desde el nacimiento hasta la muerte. No por ello se debe buscar
la implicación del ciudadano en base a una política de amenazas sino que se le
debe intentar motivar para trabajar a través de los posibles beneficios que
sean la recompensa del esfuerzo efectuado. Es la disyuntiva entre dar excesivos
derechos a los trabajadores y que éstos pierdan la responsabilidad hacia sus
tareas, o dejar que sufran las presiones de unos posibles jefes sin defensa
efectiva porque está en juego su sustento[80].
En el mundo actual hay un predominio de la valoración de la empresa
privada evidente. Sin entrar en su oportunidad en determinados casos, ya que en
muchas empresas públicas se ha creado un sentido corporativista excesivo a
todas luces, tampoco queda claro que el dejar el destino de la mayoría de los
individuos de una sociedad en manos de unos pocos privilegiados sea la mejor
solución. El peligro deviene sobre todo del carácter racional del pensamiento
actual: si se trata de extraer el máximo de utilidad a la realidad, cuando no
hay ningún contrapeso social a esta visión economicista el individuo fácilmente
puede desaparecer como persona con derechos.
En Gran Bretaña, con Tony Blair y la llamada tercera vía, se están
volviendo a reprivatizar muchos servicios públicos, provocando las quejas de
los ciudadanos que denuncian su mal funcionamiento, especialmente en el caso de
los ferrocarriles. Aunque no sé si los motivos de los accidentes que sufren los
trenes en este país se deben a la privatización, una de las causas que se
esgrimió en el 11-S para explicar la baja seguridad de los aeropuertos
estadounidenses fue la escasa cuantía de los sueldos que tenían los
trabajadores de las empresas privadas de seguridad contratadas al efecto. La
polémica que hubo en España por las malas condiciones del avión en que viajaban
sesenta y dos militares que se estrellaron en Turquía también refleja la falta
de previsión a la que puede llegar la persecución de la máxima ganancia en un
negocio. También en España, en el verano de 2004, en algunas comunidades
autónomas, especialmente en el País Vasco, con motivo de la huelga de las
empresas propietarias de grúas de carretera quedó en evidencia la precariedad
de los servicios públicos concertados con empresas privadas.
Volviendo al punto anterior, otra consecuencia de identificar la dignidad
humana con un nivel económico básico es que permite entender a los derechos
humanos como algo realmente de carácter universal y no únicamente dependiente
de la sociedad en la que cada hombre nace. Sirve, por consiguiente, para
recuperar la entidad del individuo por encima de la del grupo y no al revés,
como ocurre en el momento actual. Aunque está claro que ninguna sociedad rica
se va a hacer cargo de la asistencia a los individuos de sociedades más pobres[81],
este planteamiento ayuda, al menos, a eliminar hipocresía en este terreno[82]. Los
derechos humanos, si no tienen una extensión generalizada unida a una
interpretación material, pueden quedarse en una declaración formal. La
democracia parece que no ha traído por el momento mayor felicidad al conjunto
de los habitantes de la Rusia
o el Irak actuales.
Para conseguir cambiar la dinámica del mundo actual e imponer la
necesidad de dotar a la persona de autonomía económica, habría que introducir
una serie de cambios. La idea de correlación parece básica: que el nivel de
ganancias entre los miembros más beneficiados por la sociedad y los que peor
suerte corren se mueva dentro de unos entornos determinados parece un objetivo
esencial. Otra cuestión es qué tipo de relación establecer y de qué modo.
Posiblemente, esta redistribución de riqueza tenga que ser tanto a través de una
vía fiscal, por ser la más obvia y controlable. Es tarea difícil en un mundo
como el actual donde los grandes capitales tienen mucha libertad para obrar a
su antojo. Una nueva moral en que las personas más ricas se impliquen por vía
legal con los demás integrantes de la sociedad y no les sean reconocidos ningún
tipo de concesiones personales sería muy importante.
-modificaciones en la moral
En consecuencia, se trata de que la moral individual nunca se imponga a
la moral social. Es la diferencia conocida entre justicia social y caridad ya
que por la segunda los derechos de la persona dependen de la voluntad de otra
persona y no son implícitos a su condición humana[83]. Con
la idea de correlación se buscaría alcanzar una conformación de la sociedad en
que la posibilidad de alcanzar la felicidad esté asegurada también para los
miembros más débiles del cuerpo social. Por consiguiente, sirve para eliminar
los peores aspectos asociados a la idea de voluntad, como es el olvido de las
garantías materiales del ser humano.
Llegados a este punto, es imprescindible hacer la crítica de aquellas
grandes empresas que aún teniendo beneficios deciden despedir a muchos de sus
trabajadores. A lo largo de estos últimos años ha habido un aluvión de casos:
Ercisson, Daimlier-Chrysler, Motorota, Coros, Siemens, Sony, Agüere o Moulinex,
por citar algunos ejemplos. También hay que referirse en este sentido a
aspectos tales como la actitud de aquellas empresas que emplean en sus campañas
de marketing conceptos como solidaridad y ayuda al tercer mundo, y luego
invierten en países donde se permite el trabajo infantil y no hay sindicalismo
ya que éste se reprime violentamente[84].
Una crítica parecida hay que extenderla hacia las empresas que en sus
países de origen tienen una política ecológica modélica y en otros países más
atrasados no tienen reparos en saltarse las normas medioambientales: en España
se vivió una situación así con el vertido de Aznalcóllar, que casi afecta al
parque nacional de Doñana, a cargo de una multinacional sueca, Bolidén. Esta
empresa, por otro lado, se negó a pagar la multa que le impuso el gobierno
español, lo que demuestra tanto la falta de respeto a la legislación con la que
actúa[85] como
su fortaleza económica, que se impone a la autoridad política. Otra muestra
evidente de esto último es el proceso de descolocación de algunas empresas tras
haber recibido fuertes ayudas públicas para instalarse en un país. En España,
el ministro de economía, Pedro Solbes, propuso fuertes sanciones a las
compañías para evitar este tipo de maniobras pero existen pocas posibilidades
reales de hacerlas cumplir.
El asentimiento de las clases privilegiadas en cualquier propuesta de
reforma de la sociedad es completamente imprescindible y, a la vez, el punto
más espinoso. En efecto, los modelos redistributivos de riqueza en que se daba
el monopolio de ésta al estado han fracasado en el pasado, ya sea en su momento
algunas propuestas del mercantilismo, el proteccionismo de algunos estados
fascistas o de modo mucho más acusado el comunismo, así que el respeto a la iniciativa privada
parece una condición inequívoca para la conformación de una sociedad. Como es
obvio, tal situación supone que el bien común siempre va estar en gran parte
sujeto a intereses particulares.
Las personas más pudientes, si en
vez de implicarse en la creación de una sociedad justa, trasfieren recursos a
otras sociedades para mantener sus beneficios[86],
debilitan de modo radical la posibilidad de que todos sus miembros alcancen un
mínimo bienestar. Los lazos de tipo moral entre todos los integrantes de una
sociedad deben, por tanto, tener un componente jurídico de forma que cualquier
comportamiento insolidario en este terreno lleve al descrédito total de quien
lo protagoniza. La solidaridad de los millonarios con el resto de sus
conciudadanos debe ser también a través de las inversiones que efectúen en sus
países, obligándose a mantener en él un porcentaje de empleo en función del
tipo de actividad y riqueza de la empresa correspondiente.
Como ejemplo de lo que se quiere indicar, una persona como Amancio
Ortega, propietario del grupo Inditex, debe ser considerado un personaje
execrable, indigno del aprecio popular, mientras que no cambie muchas de sus
actividades empresariales, como la explotación laboral en países del Tercer Mundo.
No basta con que su empresa firme el Pacto Global propugnado por la ONU para garantizar los
derechos humanos, ya que estas declaraciones las avala sólo, como se ha visto
en el capítulo anterior, una moral en que la verdad perfectamente puede quedar
falseada por el peso social que tenga la persona en cuestión. Es más, este tipo
de gestos, aunque al menos suponen un compromiso, pueden llegar a ser
contraproducentes para conseguir una mayor justicia social ya que muchas veces
sólo sirven para aumentar el prestigio del que los realiza.
Por otro lado, con la idea de correlación, teóricamente la creación de
riqueza de una sociedad se debería incrementar ya que permitiría que muchas
personas que actualmente no pueden desarrollar su talento por falta de medios[87]
tuvieran esa posibilidad. Al igual que la aplicación de un modelo liberal
permitió el desarrollo del mundo occidental a mayor ritmo que las
civilizaciones que, como la musulmana o la china, hasta la Edad Moderna[88]
estaban a la par que Europa, posiblemente un sistema que aún tenga más en
cuenta al individuo favorezca un mayor desarrollo social.
Con respecto al aumento de representatividad del individuo dentro de una
sociedad, hay una cantidad elevada de propuestas dentro de las democracias. La
mayoría giran en torno a un mejor control de la clase política: castigo mucho
más fuerte cuando existen connivencias entre los intereses privados y públicos,
posibilidad de revocación de políticos impopulares, mayor frecuencia en el
recurso al referéndum en temas muy importantes para la ciudadanía, limitación
de los mandatos de los cargos públicos, etc. El propósito que buscan todas
ellas es acabar con la impunidad en las actuaciones de los políticos.
-reformas en la dirección de la sociedad
Sin embargo, estas propuestas reformistas chocan con una realidad
evidente, lo difícil que es discernir cuál es la responsabilidad concreta de un
gobernante. Éste, para empezar cuenta con el apoyo incondicional de sus
seguidores que suelen ser los miembros de su partido. A nivel político, por
tanto, se repiten los procesos de asociación ya vistos cuando se trató de cómo
este fenómeno afecta a los famosos. Por otro lado, cualquier estado tiene una
estructura administrativa de elevada complejidad. Este factor conlleva una gran
dificultad para asignar la parte proporcional de competencia en un asunto de
los diferentes cargos. Tal hecho permite la desaparición de la comunicación
entre el ciudadano y su dirigente, con lo que las posibles reclamaciones del
primero se diluyen en una maraña burocrática. Como ejemplo, sólo hay que pensar
en una institución como el Defensor del Pueblo, que para la mayoría de los
ciudadanos debe ser un personaje irreal[89].
Dicho de otra manera, el sistema actual tiene una limitada capacidad real
para exigir responsabilidades y controlar a sus mandatarios. El modo en que en
España se sorteó la prohibición por parte del Tribunal Constitucional de
utilizar, como era práctica corriente en el Parlamento, la Ley de Presupuestos del Estado
para legislar otras materias es un ejemplo claro. O la forma en que los
mandatarios de un país derivan culpas hacia sus inferiores; de esto último,
basta poner dos ejemplos, el interrogatorio acusatorio que el diputado del PP,
Ignacio del Burgo, hizo hacia un comisario de Avilés en el curso de una
comparecencia de este último en la comisión de investigación de los atentados
del 11 de marzo en Madrid, y la forma en que la vicepresidenta del gobierno
actual socialista resolvió el escándalo del altísimo seguro que tenía por razón
de su cargo (simplemente, destituyó a un subordinado).
Para mejorar esta cuestión son necesarios dos cambios principales: en
primer lugar, que sea delito cualquier ocultación de información sobre las
tareas de gobierno, que salga a la luz pública en un plazo muy breve de tiempo
y que siempre quede constancia escrita. En segundo lugar, que una mala gestión
de un político, aún no siendo estrictamente culpa de él, le suponga la salida
de esta actividad. Ambos apartados responden al propósito de evitar la
impunidad en sus actuaciones.
Aunque en otro plano, de la importancia que tiene el acceso a la
información para la mejor defensa de los derechos del ciudadano, no hay mejor
ejemplo que los contratos verbales que proliferan hoy día con las compañías
telefónicas. Con éstas empresas se contrata un servicio por teléfono pero,
posteriormente, si se producen problemas en él, no hay forma de probar lo
pactado. De hasta qué punto se ofrecen pocas garantías a la persona corriente
es una buena muestra que en la factura de Telefónica no viene desglosado ni qué
llamadas se efectúan a Internet ni el número marcado en llamada local. Quien
escribe ésto, por experiencia propia, sabe que esta combinación de omisiones
impide que prosperen las reclamaciones. Un caso similar corresponde a las empresas
de trabajo temporal, es difícil entender porque su trabajo no lo realiza
directamente el servicio de desempleo estatal.
El uso de la información privilegiada es otra muestra evidente de la
importancia que tiene ésta. Siguiendo con Telefónica, su presidente, Alierta,
se vio implicado en una polémica debida a que, cuando dirigía Tabacalera, unos
de sus sobrinos se enriqueció cuando compró acciones de esta última compañía
justo antes de que experimentaran una fuerte subida debido a una serie de adquisiciones
de otras empresas por Tabacalera. Aunque es difícil probar una culpabilidad de
los implicados en este caso, sí sirve para comprobar como la información es
poder y cómo los ciudadanos suelen contar con muy poca en una gran cantidad de
asuntos (generalmente no tienen un control ni sobre sus propios datos, pese a
que, teóricamente, hay organismos encargados de proteger la privacidad de
éstos).
El caso anterior también sirve para reflejar otro aspecto: la persona
corriente sólo se entera de los verdaderos motivos que están detrás de muchas
operaciones económicas o políticas cuando hay algún tipo de enfrentamiento
entre poderosos que, entonces, buscan desacreditar al oponente ante la opinión
pública. A Alierta parece que le denunciaron en este asunto porque existía un
enfrentamiento entre El Mundo y Telefónica por el control de Onda Cero.
Otra muestra clara de cómo la falta de información favorece la impunidad
es la mala fama que tienen los bancos suizos. El secreto de sus cuentas hace
que en ellos se refugie dinero de procedencia ilegitima: de dictadores del
Tercer Mundo, de fuga de capitales, narcotráfico, tráfico de armas, tráfico de
obras de arte, etc. Por supuesto, para hacer factible la idea de correlación
anteriormente mencionada haría falta impedir este tipo de procedimientos opacos
por parte de la banca lo que, permitiría, entre otras cosas, un mayor control
del dinero negro[90].
La información siempre es básica para desentrañar la verdad y ésta es la
base de cualquier planteamiento social justo. Por eso resultan tan censurables
hechos como cuando el PP trató de no publicar una encuesta del CIS sobre las
elecciones vascas que perjudicaba sus intereses o cuando la ministra socialista
de vivienda, María Antonia Trujillo, quiso ocultar la subida de los precios de
la vivienda. Que tanto el gobierno saliente del PP como anteriormente el del
PSOE hayan borrado los ordenadores de la presidencia del gobierno al abandonar
el poder habla bien a las claras de su deseo de ocultación de datos de su
gestión a la sociedad.
En España, el CIS siempre sirve a los intereses del gobierno de turno,
que lo maneja con muy pocos escrúpulos: la predicción de este organismo de que
la participación en las elecciones europeas del año 2004 iba a rondar el 77%
cuando se quedó sólo en un 46% es difícil de achacar a un simple error de los
técnicos. Qué decir de la política exterior de Estados Unidos, una de cuyas
bases consiste en que el Pentágono paga a periodistas para difundir noticias
convenientes para los propósitos norteamericanos aunque sean falsas (una
cualesquiera puede ser el anuncio por el que la Casa Blanca alertó que
Al Quaeda estaba casi lista para preparar un gran atentado en el verano de 2004
en los Estados Unidos).
En cuanto al segundo punto, es básico porque quien tiene poder, debido al
funcionamiento de la moral actual, siempre encuentra la manera de
autojustificarse[91]. Como se ha tratado en el
capítulo anterior, los buenos actos lavan a los malos y, en consecuencia, una
promesa incumplida o un engaño a un conjunto de ciudadanos se pueden equilibrar
con otro tipo de realizaciones. Así, desde el punto de vista del dirigente,
éste encuentra siempre argumentos suficientes para ver injustas las críticas
recibidas, tengan mayor o menor base real. Por tanto, no hay que confiar como
medio de control del poder en el honor o la honradez de las personas que lo
detentan sino en la facultad de sustituirlos.
Es el momento de que entre en juego la capacidad de valorar correctamente
la levedad o la gravedad de los efectos
de las actuaciones políticas. Siempre que sean claramente negativas, el sujeto
que tiene la responsabilidad debe abandonar la actividad política y no volver a
ella en un tiempo más o menos largo. Por ejemplo, cuando en España ocurrió un
desastre como el mencionado del Prestige el ministro responsable debió dimitir,
pese a que en líneas generales su labor pueda ser considerada buena.
Este tipo de medidas son necesarias porque, si no se toman, se genera un
estado de impunidad en que los responsables políticos pueden lavar los fallos
en sus actuaciones a costa de terceros. El desastre tan repetidamente citado
del Prestige es un caso claro, los daños a los afectados se cubrieron con
dinero del que seguramente se privó a otros ciudadanos[92].
Otro ejemplo actual es la situación por la que están atravesando los astilleros
públicos en España; en su momento, el gobierno del PP les concedió ayudas
públicas ilegales no para su sostenimiento con lo que agravó el problema. Al
final, el nuevo gobierno del PSOE tapará este agujero económico a través de
soluciones como las prejubilaciones que suponen un gasto añadido.
Por lo tanto, los dirigentes de ambos partidos políticos quedarán bien
ante la opinión pública pero se habrá gastado una masa de dinero ingente
que habrá que quitar de otras partidas
estatales de gastos sin que ningún gestor pague por esta ligereza en el manejo
de los fondos públicos. La forma en que el gobierno socialista de Zapatero
intenta justificar la inmensa deuda de la Televisión pública, a través de organizar una
extraña comisión de notables que emita un veredicto a favor de sus intereses,
es otra muestra clara de esta falta de rigor con las cuentas del estado.
Un caso evidente de la total libertad que tienen los políticos para
manejar los presupuestos de los estados a su antojo se relaciona con los
procesos de integración de los diferentes países en la Unión Europea. Las
trampas que hizo España para cumplir los requisitos económicos pedidos son
conocidas: adelantar ingresos públicos, trasladar gastos a ejercicios posteriores,
sacar de las cuentas del estado las deudas de empresas públicas como RTVE,
subida de impuestos indirectos, congelación salarial a los funcionarios en el
año 1997, disminución de gastos en seguridad ciudadana, etc. Sin embargo, nada
en comparación con lo ocurrido en Grecia que, casi doblando los parámetros
económicos exigidos, consiguió presentar a las instituciones europeas unas
cuentas saneadas, falsas por supuesto. Tampoco parece que el caso italiano haya
sido ejemplar.
El citado escándalo de los seguros que se habían hecho algunos altos
cargos del estado es otra muestra de esta excesiva discrecionalidad en el
manejo de las cuentas públicas. Sin remitirnos a los escándalos de corrupción
de la época del gobierno socialista de Felipe González, alguno de los cuales
aún colean de vez en cuando, y aunque sin llegar a la condición de delito, el
anterior presidente de gobierno, Aznar, dio dos muestras claras de un uso
personal de dinero público. El primero con motivo de la boda de su hija,
celebrada con bastante ostentación, y el segundo, con motivo del pago de dos
millones de dólares a una empresa de abogados norteamericana para que mediara
en la concesión de la medalla de oro que recibió Aznar del Congreso
estadounidense.
Otro motivo para exigir una clara responsabilidad política responde al
hecho de que, pese a que el sistema de elecciones parlamentarias permite un
cambio en el gobierno, no implica una renovación de la clase política. Las
consecuencias de la conversión en una élite de los políticos son siempre malas
para el ciudadano al provocar un distanciamiento muy grande entre los primeros
y el segundo[93]. El político llega así a
no comprender los problemas de la persona corriente ya que él está en otra
órbita. El sistema de correlación anteriormente citado serviría para asegurar
el bienestar de la persona y, con ello, se evitaría que la actividad política
fuera inevitablemente una profesión.
Esta profesionalidad de la clase política evita casi siempre que haya un
sentido de exigencia hacia su labor. Los profesionales de la política si quedan
desprestigiados en alguno de los cargos que ocupan simplemente pasan a ocupar
otro, dentro de una práctica demasiado frecuente. Un caso claro es el de Loyola
de Palacio que, tras un escándalo en España debido a la gestión de ayudas
europeas dejó el cargo de ministra y pasó a ocupar una plaza de comisario en la Unión Europea , o el
camino inverso recorrido por Pedro Solbes, que tras un caso de corrupción
ocurrido en la
Comisión Europea , de la que era comisario, dejó esa función
para dirigir un ministerio en España. Otro ejemplo claro es el del exalcalde de
Madrid, Álvarez del Manzano, que pese a llegar a ser condenado judicialmente
por apropiación indebida de dinero público, tras dejar la alcaldía es nombrado
director del IFEMA (siglas que corresponden a la Feria permanente de Madrid).
Para finalizar, la conclusión principal es que la única forma para
avanzar hacia la justicia dentro de una sociedad es una interpretación material
de ésta así como una lucha contra la posible impunidad de quienes tienen el
poder, sobre todo cuando ésta viene avalada por una moral que convierte a unas
personas en mejores que otras y, por tanto, favorece un trato privilegiado
hacia ellos. Del mismo modo, la mejor manera de combatir el miedo inherente a
la condición humana que tanto condiciona las relaciones entre seres humanos es
conseguir tanto una legislación como una interpretación de ésta en que los
derechos individuales se superpongan a las obligaciones a favor del grupo aún
admitiendo la importancia de las segundas. Con todo ello, se persigue que el
posible sacrificio de la persona dentro de una sociedad no derive en beneficio
de otro miembro de ésta.
INTRODUCCIÓN
El objeto de este breve escrito es
rellenar los grandes vacíos que existen por parte del ser humano entre la
percepción de los males que afectan al conjunto de las sociedades y la falta de
voluntad real por solucionar tales deficiencias sociales. La explicación normal
que encuentra la persona corriente para justificar los graves problemas de
bienestar que afectan dentro de toda sociedad a grandes colectivos de personas
se basa en desviar la responsabilidad hacia los dirigentes de ésta, de ahí la
desvalorización de la clase política en muchos países.
Sin duda, los líderes de una
sociedad no están exentos de responsabilidad ya que en ellos reside el poder.
No obstante, muchas veces con sus decisiones se limitan a interpretar el sentir
mayoritario de la población económicamente solvente. Ésta, aunque en determinados
momentos se pueda escandalizar por el bajo nivel de vida de algunos de sus
semejantes, en el fondo lo que le interesa es defender el status alcanzado y no
pasar ella misma a un estado de necesidad.
En consecuencia, en el ser humano
predomina una actitud refleja defensiva basada por un lado en una cortedad de
miras, donde sólo se tiene en cuenta una preocupación por el futuro individual,
y, por otro lado, en la imposibilidad de tener una comprensión global de los
efectos que sobre su bienestar tendría cualquier reforma de la sociedad. Este
segundo punto aboca al hombre a una prudencia natural ante los planteamientos
intelectuales que denuncian las muchas injusticias que existen en el mundo,
sobre todo si son de corte radical e idealista.
En el texto que sigue a continuación
se tratará de apuntar una serie de claves que ayuden a entender las complicadas
redes de relación que se establecen entre los seres humanos y la dificultad
extrema en alcanzar un tipo de moral que pase de tener un carácter individual a
un carácter social o, dicho de otro modo, una moral que atienda a las
necesidades que tienen los seres humanos desde el punto de vista de la persona
que tiene el problema y no desde el de aquella de la que depende la ayuda a
realizar.
El texto se va a dividir en seis
cortos capítulos, separados a su vez con sus correspondientes epígrafes, en un
intento de facilitar la lectura y no hacer esta muy tediosa, al introducir
frecuentes descansos. La materia que se va a desgranar a lo largo de estas páginas
puede llegar a ser un tanto aburrida pese a que, en todo momento, se ha buscado
la claridad de exposición. El objeto, reconociendo los posibles errores que
haya en este empeño, es dar respuesta a algunos de los interrogantes habituales
del hombre sobre las oscuras razones de muchos de sus comportamientos.
NATURALEZA
DE LA PERSONA
-definición del ser humano
Un tema cuyo objetivo esencial va a ser el análisis del hombre, no puede
por menos de empezar tratando de encontrar una concepción de éste que siente
unas bases sólidas sobre las que argumentar con posterioridad. Las
características que se fijen en este primer momento son importantes ya que van
a determinar el rumbo a tomar a lo largo de las páginas siguientes.
Hay dos rasgos básicos en todo ser
humano, un componente animal y otro mental. Ambos contribuyen a conformar la
actuación humana, condicionándose mutuamente. En consecuencia, no se puede
entender el hombre sin tener en cuenta sus dos facetas, su parte material y su
parte espiritual. La primera le dota de sus componentes sensuales y su
fragilidad, y la segunda le aporta la inteligencia y la imaginación.
Hasta qué punto uno de los dos
factores anteriores tiene más importancia o menos que el otro en el
comportamiento humano es difícil de determinar ya que cualquier aprendizaje por
parte de la persona viene condicionado por las limitaciones innatas de la
especie a la que pertenece. Cuestiones tales como el instinto de supervivencia,
el miedo al futuro, la inclinación hacia la búsqueda del placer, siempre están
presentes en la mente humana, recordando a ésta que su cuerpo es una realidad
que hay que tener en cuenta.
La noción de la propia
individualidad es otro aspecto básico para poder acercarse a una comprensión
del ser humano. Tanto el subjetivismo que preside la percepción del mundo que
le rodea como la rivalidad que establece con los otros hombres son parte
indispensable de la condición humana. La comunicación entre los seres humanos
siempre se ve mediatizada por la transformación particular de la realidad que
hace en su interior cada persona.
Por otro lado, el hombre es un ser
social, en el sentido que sólo dentro de una comunidad encuentra sentido a su
vida. Un ser humano puede estar más o menos de acuerdo con las reglas de la
sociedad en que se integra pero difícilmente discutirá el valor profundo que
tiene ésta y, como mucho, aspirará a modificar algunos de sus aspectos o a
sustituirla por otro modelo de sociedad más a su gusto. La protección que
aportan la mayoría de las sociedades a sus miembros y la búsqueda de compañía
son dos de los pilares en los que se fundamenta la existencia humana.
En consecuencia, son varias las
características humanas: la dualidad entre su parte física y mental, la
conciencia de su individualidad y su proyección social. Todas contribuyen a
hacer del ser humano el ser más extraordinario de la creación pero no por ello
perfecto. En primer lugar, se va a analizar aquella de sus partes que más
contribuye a atemperar el grado de grandeza de la especie humana.
-importancia de los aspectos físicos del
hombre
Las imposiciones físicas a que está
sometido el hombre son variadas y por todo el mundo conocidas, por lo que no se
va a entrar en su descripción. Sólo indicar que limitan de modo muy importante
la libertad humana ya que la primera y fundamental tarea de todo hombre es
atender a solucionar cuestiones como alimentarse, descansar o hacer de cuerpo.
Si la calidad de vida es algo más que tener capacidad para no preocuparse
excesivamente de tener previstas estas necesidades, no hay duda que éste es un
requisito inicial básico de bienestar.
Por tanto, la parte corporal de ser
humano obliga a éste a poder disponer de unos mínimos de comida, bebida, lugar
de reposo, calefacción, etc, cuya satisfacción es el objetivo prioritario de la
formación de las sociedades. En efecto, de modo individual parece más difícil
que cada persona, sin el apoyo de las demás, pueda extraer de la naturaleza
aquellos recursos que le permitan un nivel digno de vida. Cualquier estudio del
comportamiento humano tiene que partir inevitablemente de la conciencia por
parte del hombre de sus propias limitaciones.
Otra consecuencia derivada del
cuerpo humano es la tendencia a la búsqueda del placer, en sus vertientes, una
positiva y otra negativa. Por la primera, el ser humano intenta disfrutar de
aquellas sensaciones agradables de tono físico que es capaz de recibir por los
sentidos: una comida sabrosa, un perfume, una caricia, etc. Por la segunda, la
persona intenta evitar aquellas acciones que le produzcan dolor, como puede
ser, por ejemplo, cualquier esfuerzo prolongado que el cuerpo no esté preparado
para resistir. Este segundo aspecto es posiblemente más importante que el
primero y a él habrá que volver a menudo ya que se relaciona con la necesidad
del reparto de trabajo dentro de una sociedad y las consiguientes renuencias de
gran parte de sus miembros a admitir cargas excesivas.
Desde un punto de vista temporal,
una de las consecuencias evidentes del componente animal del ser humano es que
varias horas del día se tienen que destinar a satisfacer necesidades básicas.
La ocupación que más tiempo lleva, como es obvio, es el tiempo que hay que
dedicar al reposo diario. Aunque es una idea a la que se volverá más adelante,
esta reflexión basada en el sentido común sirve para introducir uno de los
puntos clave que guiarán el discurso de este texto, la parcelación del tiempo
del día en diferentes ocupaciones, respondiendo cada una de ellas a uno de los
requisitos básicos humanos.
Sin profundizar más en este componente
físico del hombre, su comprensión sirve para limitar la excesiva idealización
del ser humano, tentación a la que éste tiende inconscientemente a través de
mecanismos psicológicos que se explicarán con posterioridad. Guste más o menos,
la persona forma un todo indisoluble que hay que abordar con lucidez, sin
despreciar ninguna de sus partes conformantes.
-los aspectos intelectuales del hombre
El enfoque de esta faceta más noble
del ser humano es más gratificante en principio, ya que es la inteligencia
humana la que convierte al hombre en un ser mejor que el resto de los animales
que pueblan nuestro planeta. Es el poder de la mente el que, a través de una
larga historia en que las sucesivas civilizaciones han ido progresando, permite
al hombre soñar con hacer realidad un mundo futuro en que ninguna persona pase
por un estado de necesidad y en el que, si bien no sea posible combatir a la
muerte, si sea factible limitar en gran manera el daño que producen las
enfermedades.
La inteligencia tiene un lado
práctico, aquel que ha permitido el dominio de la naturaleza por la técnica, y
un lado especulativo, que es el que atañe a campos como los del pensamiento,
literatura, arte, música, etc. Este segundo es fundamental en formación de la
personalidad humana y su cultivo o, lo que es lo mismo, la diferencia de
inquietudes en las personas, es uno de los aspectos que más contribuyen a
individualizar los diferentes seres humanos, siempre que éstos estén en
disposición de desarrollar sus gustos particulares.
En este sentido, de las dotes
mentales del ser humano depende todo aquello que se denomina comúnmente vida
interior o, en otras palabras, todos aquellos pensamientos que no se comunican
al resto de las personas. También, por supuesto, se pueden incluir en este apartado muchas de
las actividades cuyo disfrute es exclusivo de quien las realiza y que más
contribuyen a dar un toque verdaderamente humano a la vida de cada cual. En la
parcelación del tiempo diario a la que se ha aludido con anterioridad también
se le debe reservar un espacio a esta faceta humana.
La inteligencia, por otra parte,
sirve para dotar al hombre de la esperanza en poder controlar las
circunstancias que operan a su alrededor. El conocimiento humano tiene un
aspecto reconfortador del que extrae mucha de su fuerza y que hace que no
siempre tenga un carácter racional. Dicho con otras palabras, el hombre busca
en su inteligencia fórmulas para hacer más comprensible su existencia, sin
importarle que tales explicaciones estén faltas de sentido crítico. Ante los
grandes interrogantes de la vida, a la persona le importa más creer en que es
posible hallarles una solución que afrontar la realidad de su desconocimiento.
Por todo ello, la mente humana es un
factor de enriquecimiento de la vida a través de varios caminos: el que conduce
a la construcción de la personalidad más íntima del individuo, el que lleva a
la resolución de las dificultades que impone el propio vivir y el que permite
abstraer algunas claves del mundo que nos rodea. Cada una de estas aportaciones
afecta, a su modo, a los diferentes individuos, dando lugar a diferentes tipos
de respuesta por su parte.
-conciencia de su singularidad por parte del
individuo
Es conocido que cada persona es un
ser único e irrepetible, como lo prueba que, cuando muere un ser humano, toda
su experiencia vital y sus posibles enseñanzas desaparecen con él. También
parece evidente que la primera en darse cuenta de su singularidad es el propio
individuo a tenor de los procesos de competencia que constantemente se
establecen entre los hombres. Otra derivación de esta conciencia de sí es la
inclinación de la persona a marcar unas fronteras en torno a ella que el resto
de seres humanos tienen que aprender a respetar.
Una de las razones por las que el
hombre tiene una clara percepción de sí mismo como ente autónomo es en gran
parte por el miedo a sufrir algún tipo de daño. El deseo de seguridad está en
gran parte detrás de la asunción de su propio ser como una forma independiente
de las demás. Y, aunque es un tema al que se volverá con posterioridad, este
temor innato se transforma en un plano psicológico en un recelo ante los demás
seres humanos y sus posibles engaños.
Una de las maneras para percibir
esta toma de identidad propia por parte de los seres humanos se localiza en los
procesos de comparación entre sus respectivos méritos o defectos que se
establece constantemente entre los individuos. El punto de referencia de
cualquier hombre generalmente es otro hombre adornado con cualidades ciertas o
supuestas que se intentan imitar. A través de esta lucha por situarse en una
escala de mayor o menor valoración de su persona, cada individuo construye gran
parte de su personalidad.
En la mentalidad contemporánea hay un
exacerbamiento de la potencial capacidad humana, dándosele una gran importancia
al concepto de voluntad. Es un tipo de pensamiento que generalmente refuerza el
desarrollo de un sentido individual de la existencia, ya que suele
fundamentarse la seguridad en sí mismo como requisitos para que el ser humano
esté en condiciones de conseguir el éxito en la vida y alcanzar de este modo
una mejora material. La autoestima se convierte así en una de las claves para
alcanzar más bienes y un mayor consumo.
No siempre ha sido así y, a lo largo
de la historia, muchas de las propuestas de sociedad se han basado en
concepciones que tendían a la anulación del individuo. Sin embargo, el genio de
éste siempre se ha mostrado irreductible buscando una salida que evite su
opresión. La conversión de los hindúes de las clases bajas –los llamados
intocables- al islamismo en la
India , las rebeliones de esclavos en época del Imperio
Romano, las frecuentes sublevaciones del campesinado chino en siglos pasados,
las propias revoluciones del proletariado moderno, la lucha contra el colonialismo
o el fin del sistema comunista, son varios de los ejemplos que se pueden poner
de este aserto.
-construcción de una sociedad
A lo largo de su historia, el hombre
siempre ha buscado alianzas con otros hombres de manera que, a través de su mutua
colaboración, todos salgan beneficiados. El progreso de la humanidad sólo ha
podido ser posible por medio de que los seres humanos se organicen en una
entidad superior. El mayor defecto de la creación de estas estructuras sociales
es que en ellas, tradicionalmente, algunos de sus miembros han conseguido un
gran poder a costa del resto, aumentando su influencia y consiguiendo que su
posición privilegiada se haga hereditaria dentro de su familia o círculo de
relaciones más directo.
En este sentido, se establece una
lucha dentro del género humano entre la comprensión de las ventajas que tiene
la integración en una sociedad y el deseo de que se respete la independencia y
autonomía de la persona. El individuo corriente, aunque dispuesto a participar
en el proyecto común, quiere ver garantizados un número suficiente de derechos
que no deje a expensas su suerte del capricho de otro ser humano más
importante.
La creación de una sociedad obliga,
por tanto, a un compromiso de todos los que la forman, de manera que estén
dispuestos a demostrar que son capaces de hacer dejación de parte de sus
intereses en beneficio del bien común. También, dentro de este supuesto, un
requisito de cualquier sociedad es que todos sus miembros acepten la sumisión a
algún tipo de orden que evite la arbitrariedad.
En consecuencia, detrás de cualquier
modelo de sociedad está el difícil equilibrio entre los deberes que deben
aceptar todos sus miembros para formar parte de ella y la resistencia propia de
cada persona a que su individualidad quede subsumida en el grupo humano del que
forma parte. Por otra parte, la pertenencia a una sociedad crea una mayor
sensibilidad de sus miembros entre sí que la que tienen hacia el resto de los
seres humanos. O, explicado de otra forma, si una persona no pertenece a
ninguna sociedad, por muchos problemas que tenga, no encuentra compasión en el
resto de los seres humanos, ya que ninguno se identifica claramente con ella.
Para poner fin a este capítulo,
apuntar que hasta ahora se han explicado de una forma muy superficial una serie
de temas que más adelante habrá forma de desarrollar más a fondo. De momento,
estas cuestiones sólo se anticipan como manera de ir asentando paulatinamente
el hilo narrativo propio de este texto. En el capítulo siguiente ya se abordará
uno de los problemas mayores que afectan a la vida humana, el correspondiente a
la existencia del mal.
UNA
HIPÓTESIS SOBRE LA CAUSA DE
LA EXISTENCIA DEL
MAL
-efectos psicológicos de la fragilidad humana
El hombre, con respecto al resto de
los seres de la creación, tiene una ventaja indudable ya comentada, su
inteligencia. Este don no es óbice para que siga siendo un producto perecedero,
que nace, vive y muere. Incluso, hasta cierto punto, el que sea capaz de ser
consciente de su carácter temporal, puede llegar a introducir una nota de
infelicidad en la vida de muchos hombres según vayan quemando etapas en su
vida.
Sin embargo, quizá no sea el temor a
la muerte el factor más perturbador de la existencia humana. La debilidad de su
condición crea miedos más concretos y reales, como puede ser el terror ante la
posibilidad de quedar paralítico, ciego, o de sufrir cualquier enfermedad
dolorosa. Pese a los avances de la ciencia médica en los tiempos contemporáneos
–una muestra evidente es el enorme avance alcanzado en el campo de los
trasplantes de órganos-, parece que todavía pasaran muchos años antes de que la
especie humana pueda plantearse un futuro en que tenga una seguridad plena de
poder evitar estos peligros.
En este sentido, y como ya se ha
comentado, en todo momento nuestro cuerpo nos está recordando nuestras
limitaciones. Sin embargo, el hombre ha ideado mecanismos mentales para
engañarse y evitar pensar en estos aspectos más desagradables de la vida. Esto
es así porque mantener una actitud existencialista sólo contribuye a hacer
aquella más amarga, al provocar que el hombre viva en un permanente estado de
angustia.
La consecuencia es que, de manera
inconsciente, el ser humano tiende a velar los aspectos más notoriamente
ingratos de su condición, seleccionando en su memoria y percepción sólo los que
tienen la forma más agradable. Esta selección es debida a la aspiración de
eliminar el recuerdo y la presencia de aquellos elementos de la naturaleza que
amenazan revelar con toda crudeza las miserias de nuestra especie. Se trata de
un mecanismo defensivo de la inteligencia para que la persona pueda ganar
confianza en sí misma y no piense en su vulnerabilidad.
Una de las pruebas más claras de
esta manera de proceder de la mente humana es la tendencia del hombre a ver
siempre el mañana con optimismo, pese a que generalmente los datos presentes o
de su pasado no justifiquen objetivamente esas esperanzas. Es la convicción de
muchas personas sin suerte en la vida de que basta con que les den una oportunidad
de probar su valía para que su futuro se vuelva halagüeño..
-causas de conflicto entre los seres humanos
Esta
huida de la realidad propia del hombre tiene una consecuencia perversa. Uno de
los propósitos del individuo es anular los actos en que queden al descubierto
sus limitaciones. Por tanto, el objetivo que se persigue es tanto reducir al
máximo aquellos esfuerzos en que sea
visible la incapacidad física de la persona como evitar aquellas situaciones en
que salga a relucir la falta de destreza para realizar alguna tarea dada. Por
supuesto, otro objetivo es también minimizar las posibilidades de efectuar
algún error en cualquier posible cometido.
El procedimiento habitual que han
encontrado los seres humanos a lo largo de la historia de las civilizaciones ha
sido poner a su servicio a otros individuos para que realicen todo tipo de
labores. Esta posibilidad de poner disponer del trabajo ajeno tiene varias
ventajas evidentes: por un lado, su valor utilitario, y por otro lado ayuda a
la persona privilegiada a reafirmarse en su ego. Esto segundo se debe a que,
quien da las órdenes parte de unos planteamientos mentales que, si bien en
teoría, muchas veces pueden ser perfectos, su ejecución es más difícil de
llevar a cabo.
La explicación a la parte final del
párrafo anterior estriba en que la inteligencia tiene la capacidad de proponer
soluciones ideales a cualquier tipo de problema abstrayendo sus elementos más
significativos, proceso que se ve favorecido por la tendencia anteriormente
comentada de la mente a confeccionar una realidad lo más perfecta posible. Sin
embargo, muchos datos de la experiencia no encuentran cabida en estos
planteamientos modélicos que, en consecuencia, no recogen muchos posibles
obstáculos para su correcta aplicación.
Se establece de este modo, aparte de
la jerarquización explícita entre la persona que dirige y la que obedece, una
diferencia de calidad humana entre ellas, ya que los pertenecientes al primer
grupo pueden pasar por seres superiores a los del segundo grupo. Las faltas de
estos últimos son mucho más notorias porque, por lo explicado más arriba, es
más fácil justificar que el diseño de una acción está bien realizado y que
quien falla es el encargado de ponerla en práctica que se dé el caso contrario.
Llegados a este punto, conviene
puntualizar que no se trata de establecer un maniqueísmo entre aquellos seres
humanos que sólo aspiran al abuso del ser ajeno y las personas que tienen unas
inclinaciones más nobles de ayuda y solidaridad con su prójimo. El miedo congénito
es común al conjunto de los seres humanos así que la tentación de aprovecharse
del resto de las personas afecta a todas ellas. Esta natural inclinación del
hombre se convierte en una de las causas principales que envenenan las
relaciones humanas ya que, como es lógico, crea una dialéctica de
enfrentamiento entre las personas.
-carácter cerrado de la existencia humana
En principio, es difícil entender
porque, estando el ser humano dotado de una capacidad de entender las
necesidades ajenas por tener él mismo unas similares, su actitud vital se
caracterice por el egoísmo. Este comportamiento parece todavía más paradójico
si se tiene en cuenta que en todas las sociedades se busca a través de la
educación inculcar a sus miembros unos sólidos principios morales que
favorezcan la convivencia.
La explicación de este egocentrismo
del ser humano vuelve a responder a los mismos motivos que se llevan analizando
en este capítulo. La obsesión de la persona por negar su carácter perecedero y
frágil hace que su atención se centre prioritariamente en alcanzar estados de
evasión de sí mismo. Para ello, uno de los métodos más comunes es acudir a la
ingesta de sustancias que le provoquen sensaciones muy intensas o exquisitas
que le supongan una escapada transitoria de la percepción del mundo real. Otras
maneras conocidas de alcanzar el mismo objetivo son el recurso al ascetismo o
la búsqueda de hazañas físicas que pongan a prueba su capacidad de superar sus
limitaciones naturales. Cualquier tipo de vicio, como la ludopatía por ejemplo,
en líneas generales se puede incluir en este apartado.
Debido a este deseo de huida de sí,
el hombre busca una concepción de su persona en que ésta cobre un sentido
absoluto, donde no quede lugar a dudas su condición de ser superior. Hay dos
mecanismos para ello, en parte coincidentes. El primero se basa en
espiritualizar en lo posible su existencia, refinando en lo posible tanto sus
gustos como sus actitudes. La voluntad de rodearse de productos de calidad,
donde pueda demostrar su capacidad de saber hacer una selección entre aquellos
objetos o elementos que atraen a sus
deseos se incluye de lleno en este punto.
El segundo mecanismo mencionado se
vincula con el anterior a través del hecho de que esta depuración de los
aspectos más innobles de la persona va acompañada de un deseo de marcar
distancias sociales con aquellos seres humanos que no están en disposición
económica de refinar tanto sus comportamientos. Por tanto, esta persecución de
mejora espiritual tiene una proyección no sólo positiva sino también negativa.
Esta necesidad constante de escapar
de su propia realidad lleva a que la concentración de la persona en sí misma
sea total. Por tanto, aunque el ser humano conserve inclinaciones buenas hacia
el ser ajeno, éstas quedan relegadas a un lugar secundario con respecto a la
solución de sus propios problemas vitales. Sólo en el caso de que la ayuda
hacia el prójimo forme parte del modelo de personalidad ideal que el individuo
crea de sí mismo se abre una puerta hacia la generosidad humana. Éste es un
tema al que se volverá más adelante.
-justificaciones al temor que los hombres se
tienen
Uno
de los aspectos que se ha tratado en el apartado anterior es clave para
entender el título de este capítulo, que versa sobre una posible explicación
del origen del mal. Cuando se explicó la necesidad del hombre de marcar unas
distancias con otros seres humanos en que él se sitúe en un plano superior,
también se aludió al lado oscuro de este comportamiento. En efecto, junto a la
vía positiva de la mejora de la educación y riqueza individual, hay otra vía
negativa que persigue el mismo objetivo mediante la búsqueda del rebaje ajeno.
Ambas vías no tienen porque ser, ni mucho menos, incompatibles.
De este modo, se abre una puerta
clara para entender porque el hombre puede con facilidad buscar el daño de
otros seres humanos. Gracias a él encuentra una de las formas posibles de
reafirmarse en la condición superior pretendida interiormente. En consecuencia,
es el miedo de nosotros mismos, la renuncia a admitir nuestra condición débil,
lo que hace a los seres humanos tan peligrosos con los otros miembros de su
especie.
Estos potenciales ataques que pueden
provenir de los otros seres humanos hacen que el hombre adopte una actitud de
desconfianza hacia el prójimo, debido a la cual busca controlar los pasos de
éste. Por ello, ante la imposibilidad de vigilar de cerca todos los actos
ajenos, también busca tener la suficiente capacidad de intimidación para poder
reaccionar con agresividad al posible enemigo. Un elemento de fuerza está
siempre presente detrás de cualquier tipo de relación humana aunque las formas
aparentes sean mucho más amables.
No hay duda de que este temor hace
que el hombre corriente se encierre aún más en sí mismo al dificultar tanto la
comunicación con los demás como la correcta percepción de la realidad. Casos
extremos se dan en el caso de aquellas personas ególatras que consideran que
cualquier revés que sufren en su existencia se debe a la mala fe de otra
persona. Sin llegar a estos límites, la mayoría de los seres humanos están
condicionados por el conjunto de factores explicados hasta ahora: el miedo a
nuestra naturaleza, el deseo de evasión de ésta y la lucha entre los individuos
por alcanzar los medios para conseguirlo.
En los capítulos siguientes se
analizará como, a pesar de todos estos hándicaps, el ser humano ha conseguido
vivir en sociedad así como, sobremanera, la influencia que tienen estos
componentes psicológicos citados en las relaciones sociales que se establecen
entre las personas. Las líneas escritas hasta ahora pueden dar la sensación de
tener un tono excesivamente pesimista sobre la esencia del hombre. Sin embargo,
la historia de la humanidad demuestra que, cuando se habla del mal, hay muchos
ejemplos de los excesos a los que puede llegar el ser humano con sus
semejantes. En la vida diaria, dentro de una sociedad reglada, esta agresividad
queda mitigada y a su estudio se dedica fundamentalmente el próximo capítulo.
INTEGRACIÓN
DEL HOMBRE EN LAS CONVENCIONES SOCIALES
-principios sociales que facilitan la
aceptación de un orden
El
establecimiento de un orden es uno de los requisitos básicos de una sociedad,
en gran parte debido a tener que controlar los impulsos malignos del ser
humano. El orden se fundamenta generalmente en un concepto denominado propiedad
que sirve para definir los bienes pertenecientes a cada persona de modo
exclusivo. Así, en cierto modo, la
sociedad se tiene que basar en una idea que en parte niega su principio
original solidario.
A la hora de garantizar este orden,
históricamente muchas sociedades se han basado en el empleo de la fuerza bruta.
Los métodos coactivos de la autoridad que lideraba la sociedad, normalmente
justificados en la construcción de un estado y sus correspondientes instituciones,
eran de una brutalidad extraordinaria. Una muestra de estas aseveraciones era
la manera de cómo el maltrato hacia los delincuentes era una práctica habitual,
recogida en los cuerpos legales de cada nación, por parte de los encargados de
hacer cumplir la ley. Sólo a partir del periodo histórico de la Ilustración este
empleo de la tortura ha empezado a verse como algo reprobable.
Junto a este uso de la violencia
para mantener el orden, que se hubiera revelado posiblemente insuficiente por
sí mismo, todas las sociedades tienden a crear un sistema de valores que
facilite la vida en comunidad del individuo. Un freno interno, que provenga de la propia conciencia humana, es
un recurso más válido para conseguir el acatamiento de las reglas sociales que
una mera política de imposición y castigo.
En consecuencia todas las sociedades
han desarrollado una moral que sirva para suavizar las inclinaciones perversas
de la persona y las reconduzca hacia un camino más constructivo. La importancia
de la asunción de una moral común por el conjunto de la población es vital para
la buena marcha de las sociedades ya que es la manera de que exista una plena
identificación entre todos sus miembros. La moral sirve, entre otras cosas,
para que las personas acepten su lugar en la sociedad, tenga su posición mayor
o menor importancia.
En este sentido, la moral siempre ha
tenido una labor fundamental en justificar las jerarquías sociales pero, a la
vez, siempre ha tenido que apelar a su aceptación por los miembros más humildes
de la sociedad por lo que ha tenido que hacer guiños a estos últimos. En este
equilibrio entre recoger las aspiraciones igualitarias de unos y el deseo de
mantener las distancias sociales de otros se han mantenido todas las morales,
gozando algunas de ellas por esa razón de una clara ambigüedad. Sin entrar
todavía por el momento a profundizar en los temas morales, en el punto
siguiente se tratarán algunas de las nociones básicas en que se suelen
fundamentar las diferentes morales.
- las ideas de amor, saber e imagen
Amor,
saber e imagen son tres conceptos capitales que se van a desarrollar en este
orden. El amor es un sentimiento producto de la necesidad humana de, ante su
vulnerabilidad, encontrar un apoyo seguro en otros seres humanos en caso de
necesidad. Este sentimiento, debido a tener que vencer los recelos tan
profundos entre las personas anteriormente explicados, determina un compromiso
muy firme, en el que se exigen pruebas evidentes.
Como el egoísmo es una inclinación
natural en la persona, el amor, como contrapartida, exige que los vínculos
entre las personas estén basados en la capacidad de renuncia a su propio
interés, con un nivel de exigencia tan alto que puede llevar a aceptar la
muerte. Tanto a nivel de matrimonio, de familia, de relación con el país en el
que se vive, o cualquier otro vínculo similar, el amor crea células o reductos
que vinculan muy estrechamente a los seres humanos que los conforman. Como el
propio miedo innato que está detrás de su origen, es un sentimiento de carácter irracional; sin embargo, su utilidad es
incalculable ya que permite que la confianza del ser humano en una posible
ayuda ajena sea mucho mayor.
El amor, un sentimiento cuyo origen
posiblemente sea espontáneo, siempre ha tendido a ser absorbido por las
diferentes morales, debido a sus valores implícitos de sacrificio y deber. Para
cualquier moral, que trata de establecer reglas de juego comunes a todos los
miembros de la sociedad o, dicho de otra manera, pretende una domesticación del
ser humano, la utilidad de la idea de amor es evidente. Si tal sentimiento se
consigue extender a todas las parcelas de la vida del individuo, éste dudará a
la hora de transgredir cualquier comportamiento social aceptado.
La idea de saber también hace un
gran servicio a las diferentes morales. Uno de los medios que existen para
conseguir unos lazos firmes entre los seres humanos consiste en la aceptación
por su parte de una visión del mundo en que su destino se vincule al de los
demás miembros de la sociedad. De este modo, uno de los requisitos de toda
moral se basa en dar una explicación de la realidad que convierta al ser humano
en un todo indisoluble con su comunidad. Por otro lado, en este tipo de
concepciones superiores muchas veces se integran respuestas a aquellas
cuestiones que más perturban al individuo, los problemas concernientes a su
alma, contribuyendo así a un control del miedo congénito a su condición.
En cuanto a una definición de
imagen, se corresponde a aquellos gestos y modales que nos convierten en seres
aptos para convivir en sociedad. Se basan ante todo en eliminar los resabios de
la fuerza bruta en las relaciones directas entre las personas. Cualquier moral
también tiende a apropiarse de esta idea de imagen ya que la condena de la
violencia interna entre los miembros de la sociedad parece uno de los
fundamentos de la coexistencia humana.
-estrategias de desenvolvimiento social por
parte del hombre
Entrevistas algunas de las bases
comunes a las distintas morales, este apartado se va a dedicar a aquellas
tácticas que desarrolla el hombre para salvar lo básico de su personalidad sin
poner en peligro la cohesión social. Una de las obsesiones que tiene toda
persona es evitar ser considerada inferior al resto de sus semejantes, en parte
porque le ocasionaría grandes dudas acerca de su condición con lo que se
exacerbaría su miedo innato. Una de las consecuencias de esta actitud es que el
hombre trata de demostrar que sus capacidades son similares o superiores a las
de cualquiera de los otros seres humanos.
Cualquier sociedad, por su carácter
público, hace que el hombre tenga que estar sometido constantemente al examen
de de las otras personas, en parte por los procesos antedichos de que la
individualidad humana sólo encuentra su sentido comparándose con los demás.
Esta presión que se ejerce sobre el individuo por la sociedad le obliga a
adoptar en muchas de sus exposiciones públicas una clara reserva, por el temor
de hacer el ridículo. Así, uno de los comportamientos más comunes de toda
persona es la tendencia a adoptar un aire de misterio, ya que éste le sirve
para ocultar sus posibles carencias de conocimiento o destrezas.
Otra de las consecuencias en la
conducta humana de la integración en la estructura social es una reserva a
asumir tareas a las que el individuo no esté obligado. En parte esta actitud
viene motivada por la tendencia humana a delegar los trabajos menos nobles en
otra persona y por otra parte está causada por el sentido de orden implícito a
una sociedad. Este segundo aspecto, unido al primero, hace que el ser humano
sea consciente de que la aceptación de una tarea en un momento dado y de modo
transitorio puede transformarse en una obligación con carácter indefinido.
Esta posibilidad de la conversión de
una colaboración puntual en un deber permanente es debida a que, por el recelo
existente entre los seres humanos, conocedores mutuamente de su tendencia a
evitar tareas pesadas o dificultosas, la división del trabajo en una sociedad
se vuelve muy estricta. Esta rigidez es la única manera en que una sociedad
funcione porque sino los conflictos entre las personas a la hora de asumir su
parte en el trabajo común serían perennes. De ahí que, un individuo, tras
asumir una labor, vea difícil negarse a continuarla, porque esta actitud
amenazaría la estabilidad social al poder provocar una reacción en cadena del
resto de sus miembros.
Otro efecto que tiene la vida en
sociedad para el individuo es su identificación con los miembros de ésta que
mayor éxito han tenido en la vida. Estos procesos de asociación son corrientes
a todo ser humano y conllevan una confusión entre las ideas de igualdad y de
equiparación. En efecto, el hombre piensa que la sociedad tiene que proveerle a
él de tantas ventajas como al que más; al mismo tiempo, en líneas generales, la
mayoría de los miembros de la sociedad son conscientes de su debilidad y se
limitan a confiar en que puedan ascender en la escala social sin que haya actos
de fuerza que se lo impidan.
La importancia que tiene esta forma
de pensar es que el ser humano se preocupa, ante todo, de compararse con los
que viven mejor que él perdiendo la sensibilidad hacia los que están en un
plano inferior. Con ello, se consigue que haya una fuerte rivalidad entre las
clases medias y bajas por impedir el ascenso social ajeno, ya que se niega
ninguna precedencia hacia los semejantes a uno. Al mismo tiempo, no se persigue
la existencia de élites porque un día se aspira a formar parte de ellas y
participar de todos sus privilegios.
-división de funciones en una sociedad
Esta
última sección de este capítulo se va a dedicar a los principios en que se
organiza el reparto de trabajo dentro de una sociedad, aspecto muy sensible
porque toca dos de los aspectos básicos del ser humano. En primer lugar, su
tendencia a buscar el placer, propia de
cualquier ser con una parte corporal (la disciplina de cualquier trabajo
siempre tiene un carácter antinatural porque implica unas dosis importantes de
tensión y desgaste: es el fenómeno moderno de la tiranía del reloj surgida de la Revolución Industrial ).
En segundo lugar, el tantas veces comentado recelo entre los individuos debido
a su búsqueda de aprovecharse del ser ajeno.
Producto de una búsqueda de la conciliación
entre el interés social y la igualdad de los individuos, en el pensamiento
contemporáneo se ha avanzado bastante en el establecimiento de una distribución
de tareas dentro de la sociedad en la que el criterio predominante sea el
talento. Aunque este propósito quede muchas veces sobre el papel, hoy día se
niega jurídicamente la codificación de los mejores puestos de una sociedad
dentro de alguna clase social determinada, como ocurría en la mayoría de los
países hasta la edad contemporánea.
Sin embargo, la existencia, a la
vez, de un sistema como el liberal que permite la máxima acumulación de riquezas
hace que generalmente el poder económico se concentre en pocas manos. Debido a
ello, la posesión de gran parte de las riquezas que existen en el mundo, con
las influencias que tal hecho determina, se siguen reduciendo a círculos de
personas reducidos. Como es lógico, dentro de estas familias de ricos, la
transmisión de sus bienes se hace por herencia, sin que la mayor o menor
capacidad del afortunado tenga mucho que ver.
Pese a esta evidencia, el sistema
liberal, como su nombre indica, presume de ser abierto y de dejar grandes
posibilidades para la creación de riqueza por parte de otros miembros de la
sociedad, siempre que tenga la suficiente iniciativa para ello. Hay casos en
que esto resulta así y se da una aparición de nuevos ricos; por lo general, su
consecuencia es que genera una mentalidad en que muchos miembros de clase media
de la sociedad se atreven con algún proyecto empresarial o comercial que a una
parte de ellos, sin prosperar del todo, les da el suficiente rendimiento para
vivir con dignidad.
Con respecto al poder político,
principal campo de batalla de las reivindicaciones populares, los regímenes
políticos dominantes en la actualidad también son teóricamente abiertos, como
corresponde a las democracias. Ello no quita que, por la complejidad que tienen
los estados, la participación popular real queda muy debilitada y la clase
política tiende a ser cerrada. En consecuencia, en las dos esferas principales
que posibilitan el ascenso social las intenciones no se corresponden con la
realidad.
El resultado, por tanto, de dar
prevalencia al mérito como forma de selección del status social no es
excesivamente halagüeño en la mayoría de los casos. Ello no es óbice para que
ninguna profesión pueda impedir la aparición de nuevos competidores y para que
sea el gusto de la gente el que
determina qué productos desea comprar y a qué precio. Tampoco, por supuesto,
hoy día, se puede obligar a la gente a trabajar. Estos factores, unidos a las
políticas sociales de reparto de riqueza y educativas que tienen las sociedades
más desarrolladas, permiten crear en ellas una base material y formativa a
título individual que muchas veces facilita a las personas una mejor selección
de las oportunidades que les ofrece la sociedad para encontrar un buen empleo.
El razonamiento del párrafo anterior se aplica especialmente a los países
occidentales y a algunos asiáticos; en los estados del Tercer Mundo no se ha
llegado en la mayoría de los casos todavía a una participación popular en los
beneficios sociales. Sin entrar a discutir aquí las causas, hay que recordar
que igual que los individuos compiten entre sí, las sociedades también lo
hacen. Si los países ricos drenan recursos de los países pobres, y de la
riqueza que queda en éstos la mayoría va a sus élites, escaso patrimonio queda
para el conjunto de la población de los estados tercermundistas. En ellos, la
división del trabajo según el mérito no tiene sentido porque la mayor parte de
sus ciudadanos no van a tener nunca la mínima formación que permita desarrollar
sus habilidades innatas.
FUNDAMENTOS
DE LA MORAL ACTUAL
- búsqueda del autocontrol por parte del hombre
Una de las partes del capítulo
anterior ya se ha dedicado a cuestiones morales. Ahora ha llegado el momento de
profundizar en esta clase de contenidos. La moral se revela básica como
elemento de convivencia entre los hombres. Es cierto que, por encima de ella
está la aplicación del derecho que, a su vez, fundamenta el orden social. Sin
embargo, estas otras categorías sociales encontrarían difícil aplicación si
previamente no hubiera una aceptación íntima por cada ser humano de una serie
de valores morales.
La moral tiene que dar respuesta a
una serie de dificultades fundamentales. El primero de ellos la contención a la
hora de hacer daño al ser ajeno o intentar apoderarse de alguno de sus bienes.
También debe atender al miedo consustancial al individuo y su necesidad de
respuestas de tipo existencial, sobre todo con respecto a la muerte. Por
último, debe favorecer en lo posible la colaboración y el auxilio mutuo entre
las personas.
Tradicionalmente, la mayoría de las
morales han buscado solucionar tales dilemas buceando en la interioridad
humana, buscando que sea el individuo el que sea capaz de corregir su
comportamiento cuando éste no discurre por los cauces apropiados. La fortaleza
mental de la persona se transforma en un requisito esencial para la formación
del espíritu comunitario. Una persona que encuentra la resolución de sus
inquietudes a través de la introspección y el análisis de sí mismo evitará la
tentación de desear lo ajeno.
Se contrapone así el fomento de la
riqueza interior de la persona frente a la ambición material. Gracias al
conocimiento de uno mismo, el hombre encuentra un camino para solucionar muchos
de los interrogantes que le perturban. Por la propia contradicción que se suele
establecer, en un plano moral, entre las riquezas materiales y espirituales, la
vía habitual para conseguir estas segundas se basa en la anulación en lo
posible de los deseos físicos.
Esta mentalidad impregna casi todas
las morales sin que estén del todo claro las razones. Posiblemente la
espiritualización de la vida facilite el olvido de la parte animal del hombre
y, con ello, muchos de los miedos a ella asociados. Por otra parte, los deseos
sí son en buena manera causa de la agresividad humana, debido a que
determinadas sensaciones son capaces de causar tal grado de excitación al
hombre, que provocan que éste abandone su estado de percepción normal. Para
muchos seres humanos, esta huida de su condición se convierte en una necesidad
que hace que pierdan el sentido de la realidad y puedan cometer abusos con los
demás para satisfacerla. Finalmente, una búsqueda de la felicidad basada en la
renuncia a competir por bienes materiales indudablemente favorece la
generosidad con los demás.
- adaptaciones contemporáneas de la moral
No todos los seres humanos pueden
llevar a sus extremos los principios ideales entrevistos en el punto anterior
ya que, llevados a rajatabla, suponen una renuncia a gran parte de los estímulos
que hacen la vida agradable al hombre. Incluso pueden llegar a tener un
carácter contraproducente debido a que, si la persona ahonda excesivamente en
un camino individual de perfeccionamiento, puede llegar a un apartamiento del
resto de la sociedad. En tal caso, se habría conseguido el propósito contrario
al que persigue cualquier moral que es la integración entre los individuos.
En las sociedades contemporáneas, la
moral ha tenido que encontrar un equilibrio entre las aspiraciones de mayor
bienestar de los individuos –cada vez más conscientes de que la pobreza es un
estado injusto, dentro de un proceso histórico que al menos se remonta a las
diferentes corrientes socialistas del siglo XIX- y sus propios propósitos de
ejercer un control sobre los deseos del ser humano. El hombre corriente, por
otra parte, en líneas generales tiene asumido esta faceta moral restrictiva
porque teme que una mayor libertad provoque un embrutecimiento de las personas
que permita que salgan a relucir sus peores instintos.
La
resolución de este conflicto entre la disciplina interior y las ansias de
alcanzar la prosperidad de los individuos se consigue a través de una vía
indirecta. El éxito en la vida es precisamente la prueba de la fortaleza mental
de la persona. Ésta demuestra así su capacidad de superarse a sí mismo por
medio de perseverar en la lucha por mejorar su suerte. Mientras se está en este
proceso, la restricción de todo tipo de apetencias que contribuyan a malgastar
energías vitales, se considera la clave del éxito.
La moral actual por tanto se basa en
una serie de ideas, la de voluntad, ya anticipada en el capítulo primero, y la
de ahorro. Esta segunda hay que entenderla como la concentración de recursos
por cada ser humano, y su consiguiente renuncia a unos placeres inmediatos, con
vistas a su mejor aprovechamiento para poder dar un salto cualitativo en la
vida. La primera, como ya se dijo, se basa en una gran confianza de la persona
en sí misma, de modo que se atreva a enfrentarse a los demás hombres para llevar
a cabo sus propósitos y no se desanime ante las primeras dificultades que
encuentre en su camino.
En consecuencia, de este modo se
salva el fundamento de las morales tradicionales, la capacidad humana de
ejercer un autocontrol de sus deseos, y, por otro, no se impide que los hombres
puedan aspirar a un mejor futuro. El mayor fallo de esta concepción es que no
tiene en cuenta el diferente grado de trabajo que cuesta a los seres humanos
alcanzar el éxito, según éstos tengan más medios de partida o no.
También, dentro de este plano negativo, introduce un factor de
descontento entre muchos miembros de una sociedad, ya que con esta mentalidad
quien posee la riqueza lo hace con toda justicia ya que no desposee a nadie,
sino que es producto de su esfuerzo. O sea, la culpa de aquellos que están en
la miseria es únicamente suya y no tienen autoridad moral para reclamar una
distribución más equitativa del patrimonio de la sociedad porque han
desaprovechado sus oportunidades de participar de él.
- el individuo como horizonte de referencia
de la moral
El último párrafo de la sección anterior
introduce una de las limitaciones básicas de la moral. Pese a que uno de los
fines de ésta es permitir la convivencia de los seres humanos dentro de una
sociedad, su punto de vista no es global sino individual. Las normas de
comportamiento que cada sujeto se debe autoimponer tienen en cuenta más el
análisis en bloque de sus actos que la repercusión o los efectos de cada uno de
ellos, tomados de modo singular, en el resto de los miembros de la sociedad.
El matiz apuntado en el párrafo
anterior es importante porque un acto de fuerza de una persona -no entendiendo
por éste tanto una agresión física como simplemente un empleo de los medios
disponibles con el propósito de anular un derecho ajeno-, desde una moral que
considere al individuo como un ser absoluto, queda disculpado por hechos
posteriores en que la misma persona se comporte de modo contrario. Por lo
tanto, se abre un camino claro a la arbitrariedad si el ser humano es poderoso
porque puede perjudicar a unos y favorecer a otros sin que su crédito moral y
personal se resienta.
El marco de la moral se plantea así
en función de la construcción de modelos cerrados de conducta. El juicio sobre
un acto de una persona viene condicionado por su crédito previo o, lo que es lo
mismo, existe un prejuicio. Se da así una dicotomía por la que un
comportamiento público que respete valores sociales del tipo de los citados
-éxito en la vida, respeto formal hacia el ser ajeno, capacidad de ayuda
ocasional hacia otros miembros de la sociedad, vida privada sin vicios
aparentes- hace que determinadas
personas encuentren fácil disculpa moral cuando, con sus hechos,
perjudican a otros miembros de la sociedad. Por el contrario, otras personas que
dan una visión más negativa en su comportamiento habitual ven que sus faltas
son juzgadas con mucha más severidad por sus semejantes.
Posiblemente este reduccionismo a
confiar en el propio ser humano como el responsable de su comportamiento sea
debido a la conciencia de que es imposible controlar todos los actos
perniciosos de los hombres. Como no hay medios ni posibilidades de ejercer un
control absoluto sobre las acciones humanas, se busca que la persona no se
plantee siquiera la posibilidad de dañar al prójimo. Sobre la ingenuidad de
este planteamiento se volverá a incidir en el capítulo próximo.
-
la difícil convivencia de los planos
material y espiritual en la moral
Aunque el tema de la oposición entre los aspectos represores de la
generalidad de las morales y la búsqueda de la felicidad del individuo ya se ha
tratado brevemente con anterioridad, en este apartado se va a revisar una de
sus derivaciones. Al menos en la mayoría de las sociedades de los países
occidentales, hoy día, se vinculan también aspectos morales a lo que se
denomina justicia social o, lo que es lo mismo, una redistribución de la
riqueza generada por la sociedad a través de una vía legal apropiada al efecto.
Esta petición de reparto
del conjunto de bienes comunitarios viene por lo general de una parte de los
miembros más desfavorecidos de la sociedad. Introduce un factor nuevo en el
ámbito moral porque tradicionalmente la preocupación básica de cualquier moral
estaba destinada a que el individuo aceptase las reglas de la sociedad, no a
que intentase cambiarlas. Desde este punto de vista más habitual, la dignidad
humana se cifraba más en la capacidad de resistir las adversidades sin
reaccionar violentamente que en la consecución de unos requisitos materiales
que, si es necesario, le deben ser cedidos por otros miembros de su sociedad.
Al referirse anteriormente a la moral liberal, se aludió al descontento
de una parte de la población con un tipo de pensamiento que justifica el
acaparamiento de bienes por parte de los ricos. También se ha aludido a cómo
esta mentalidad dificulta las reclamaciones populares. Estas afirmaciones, en
principio, se contradicen con lo que ahora se está explicando, la aceptación de
una moral por la que la sociedad ofrezca beneficios lo más equivalentes posibles
a todos sus miembros.
La resolución de esta paradoja viene por medio de una aplicación flexible
de la moral. Si el individuo es capaz de trasladar sus problemas a una escala
social conseguirá una mayor atención sobre ellos; si tiene que denunciarlos en
solitario, su caso tendrá poca repercusión social. O, dicho de otro modo, un
grupo organizado tiene mayor capacidad de denuncia que un individuo aislado.
Esta situación se produce porque una problemática colectiva que no sea atendida
pone en riesgo la confianza en la bondad de la moral que, como ya se dijo al
principio del capítulo tercero, en su marco tiene que dar cabida a todo el
mundo. Por el contrario, un asunto que sólo ataña a una persona no debilita la
credibilidad de la moral porque, como se explicó en este capítulo, su enfoque
básico descarga la responsabilidad de las vivencias del individuo en sí mismo.
La consecuencia más importante, dentro del plano moral, de su asimilación
de principios de justicia social, es que la idea de voluntad puede fundamentarse,
no sólo en alcanzar el éxito económico o político, sino en liderar la oposición
de sectores populares a las pretensiones de los miembros más poderosos de la
sociedad. La manera en que determinadas personas se exponen, en representación
de otras, generalmente ligadas al mundo del trabajo, frente a los intereses
contrarios de las clases privilegiadas, se ha convertido en el mundo
contemporáneo en una nueva forma de ascenso y mérito social.
LAGUNAS DE LA MORAL CONTEMPORÁNEA
- crítica de la construcción moral desde el interior del ser humano
Este punto se puede empezar planteando una cuestión obvia, que es una
postura ingenua pensar que es posible conseguir un control de la mente del
individuo. Incluso la persona con mejores propósitos y más buenas intenciones,
es incapaz de dominar las tentaciones o los malos pensamientos que bullen en su
cabeza. Quien escribe estas líneas es consciente de que esta afirmación no es
demostrable ya que es palabra contra palabra (es imposible refutar que alguien
diga que su conciencia está libre de ningún tipo de maldad), pero la propia
condición humana lleva al hombre a una defensa de sí que suele derivar en la
crítica al ser ajeno aunque ésta no trascienda al exterior.
Esta excesiva confianza de la moral en la persona tiene menos razón de
ser todavía cuando sus reglas no ponen límite, como ocurre en el mundo actual,
a la acumulación de poder por parte de algunos individuos. Pensar que éstos se
van a contener, gracias a sus fuertes principios morales, de hacer uso de sus
grandes recursos privados para satisfacer sus deseos parece una esperanza
demasiado inocente. Más aún, si se tiene en cuenta que debido a lo ya comentado
del miedo consustancial al hombre la primera prioridad de éste en su vida es
encontrar algún tipo de medio que sitúe otros seres humanos a su servicio.
Si a todos los factores antedichos se une que la imaginación no tiene
límites definidos, la capacidad humana para generarse innumerables caprichos
que satisfacer es altísima. Las frivolidades de los ricos son, en este sentido,
de cuando en cuando, objeto de curiosidad para la prensa. No es el propósito de
estas líneas criticar la vida de nadie, simplemente la alusión a las rarezas de
los millonarios sirve para probar las debilidades de la condición humana. Otra
evidencia de esto último es la fascinación del ser humano por los aspectos
morbosos en el sexo.
Como consecuencia de lo anterior, resulta difícil explicarse la obsesión
de casi todas las morales en centrar el problema de su funcionamiento
únicamente en la manipulación de la conciencia humana. Los frenos internos son
importantes porque atacan muchas de las causas de la maldad humana pero no son
ni mucho menos suficientes ya que son incapaces de abordar el principal factor
de perturbación del comportamiento humano, el miedo a su naturaleza y sus
repercusiones psicológicas.
Todavía más cuestionable resulta que este tipo de morales fundamenten la
ética de la mayoría de las sociedades, ya que permiten una enorme apropiación
de bienes por unos pocos de los seres humanos. Ésta situación, aunque corregida
parcialmente por el desarrollo de nociones de justicia social, se mantiene en
sus puntos básicos como predominante, basta ver las grandes fortunas que hay en
el mundo. Con respecto a esto, las morales actuales ahondan en una disciplina
interior que favorece que el individuo acepte una disciplina exterior, tan
básica para el buen funcionamiento de las sociedades; sin embargo, parece que a
una moral hay que pedirle un mayor compromiso con el bienestar de los seres
humanos. A algunos de estos aspectos se volverá en el último capítulo.
- posibilidad de degradación del ser humano
Otra característica criticable de la moral actual es que da mucha
importancia al disimulo de la naturaleza humana, ya que es el aspecto del
hombre que más recuerda su fragilidad. Ya sea a través de un pensamiento más
tradicional –una moral religiosa como el cristianismo, por ejemplo, que
defienda una visión ascética de la vida- o a través de una mentalidad liberal,
que considera el éxito y las ventajas a él asociadas producto de haber
conseguido superar un etapa anterior voluntariamente restrictiva, al ser humano
se le impone un abandono de sus comportamientos naturales.
Como es obvio, para el ser humano no es sencillo negar su propia realidad.
En consecuencia, la moral con demasiada frecuencia se utiliza como un arma
arrojadiza por parte de aquellos que tienen capacidad de ocultar sus impurezas frente a los que no pueden
evitar mostrar tales miserias. O, incluso, sin necesidad de establecer tales
categorías de individuos, la moral se transforma en uno de los modos de
enfrentamiento que tienen los seres
humanos en su búsqueda de mejorar su status social.
Así, uno de los mayores defectos de la moral actual, si no el que más, es
que niega en demasiadas ocasiones al propio ser humano. Al espiritualizar la
condición de éste, le sitúa en un plano ideal que, por lo general, le resulta
inalcanzable en su totalidad aunque pueda hacer progresos en esa dirección. Por
otro lado, también le crea una tensión vital ya que el hombre está obligado a
dudar de todas sus inclinaciones naturales, sobre todo cuando tienen una
manifestación demasiado evidente ante los ojos de los demás. Por último, esta
elevación de la condición humana, implícitamente rechaza atender a muchas de
las necesidades personales de tipo material, lo que desde un punto de vista
social es reprobable.
De a los extremos que puede alcanzar esta falta de aceptación del ser
humano bajo el pretexto de la moral una de las muestras más evidentes es la
fácil creación de arquetipos negativos. Desde la marginación a un alumno en el
colegio por parte de sus compañeros hasta las grandes concepciones racistas,
pasando por la ridiculización del adversario político, la justificación a la
degradación de otros seres humanos es sencilla, porque éstos nunca van a dar la
perfección que exige la moral. La única cuestión es siempre, por tanto, quien
puede patrimonializar esta última.
La pregunta del final del párrafo anterior tiene fácil respuesta. Si una
moral responde a la necesidad de convencer a los hombres para que acepten el
orden social, a quienes más favorece este último serán los más interesados en
que se siga a rajatabla. Por otro lado, quienes están en la cúspide social son
los más capacitados para dar ejemplo a los demás miembros de la sociedad por
diferentes motivos: viven en un ambiente de comportamiento selecto y elegante,
tienen más fácil ocultar sus vicios y son personas que se han asegurado un futuro por sí mismos,
con lo que responden al ideal de voluntad. Como consecuencia, su capacidad de
reproche moral al resto de los miembros de la sociedad es muy alta, no dejando
lugar casi a la contrarréplica.
-diferente rasero para la valoración del
individuo
En
parte por las razones comentadas hasta el momento, otro de los defectos de la
moral actual es que sanciona que unos seres humanos estén en situación de
considerarse intrínsecamente mejores que otros. Si el discurso moral permite
por un lado degradar a los individuos que no son capaces de refinar sus
actitudes y por otro enaltece a quienes detentan el poder la mezcla es
explosiva, sobre todo si se une a la tendencia humana ya citada de mostrar una
superioridad sobre sus semejantes.
Así, frente a lógica inicial de las
sociedades de que debe haber una ley igual para todos los que la componen, se
contrapone la pretensión de la élite social de tener un trato de favor que
consideran merecido, siendo una convicción íntimamente sentida por la mayoría
de los miembros que la componen. Al mismo tiempo, gracias a los procesos de
asociación ya descritos y la esperanza secreta de todo ser humano de alcanzar
también la cima social, se consienten por el conjunto de la sociedad algunas de
estas demandas.
No hace falta buscar mucho, si se
analiza el funcionamiento de cualquier sociedad, para encontrar múltiples
ejemplos del diferente tratamiento que reciben los individuos según su lugar en
la escala social. Entre los sobresueldos de un directivo de una gran compañía y
un contrato de un trabajador de una empresa de empleo temporal existe una
sensibilidad tan diferente que no merece mayor comentario. La forma en que en
cualquier sociedad conviven mendigos y multimillonarios es una realidad que
está ahí y a la que tampoco se le da mayor atención.
El mecanismo de defensa de la gente corriente ante este orden de cosas se
limita, por lo general, a una imitación en lo posible de las clases altas en
sus aspectos superficiales, intentando evitar que se la pueda identificar con
los miembros más vergonzantes de la sociedad. A su vez, los pertenecientes a
las élites tienden a acentuar la diferencia con estos imitadores a través de
evitar la ostentación sin dejar por ello de llevar un tren de vida altísimo. En
este punto, la moral basada en la domesticación interior de las apetencias naturales
del ser humano llega a su máximo grado de esplendor ya que es la creación de un
gusto personal exquisito el que marca la diferencia entre clases altas y
medias.
- otros efectos negativos de la moral
Uno de los aspectos más chocantes de la moral, tal como está concebida en
la actualidad, es que a la vez que incide en ocultar la condición humana y, por
tanto, alarma al hombre sobre ella, hace creer en la posibilidad de seres
humanos superiores al resto. Sólo así se explica la extraordinaria fe que ponen
algunas personas en otras, a las que consideran la solución a los males
sociales. No se está hablando tanto de profetismo como de la importancia que
tiene hoy día la figura del líder, basta con pensar en el papel que deben
desempeñar personajes como el presidente norteamericano o el Papa, o la gran
influencia que alcanzan muchas veces los secretarios generales de los
principales partidos españoles. De la acumulación de poder a la impunidad hay,
por desgracia, un trecho muy corto.
Otra consecuencia de incidir en la debilidad humana las diferentes
morales es la tendencia de los hombres a alcanzar la seguridad en este terreno
precisamente a través de transgredir la moral, cuyos principios les hacen
sentirse desgraciados. Para ello, los seres humanos buscan la complicidad de
algunos de sus semejantes con los que forman relaciones estrechas que buscan
situarse al margen de las normas sociales establecidas. Esta conducta humana se
justifica por la necesidad del individuo de apoyarse en un grupo para sentirse
más fuerte y, a la vez, no quedar diluida su individualidad en un marco tan
global como es el de una sociedad. El corporativismo es una de las
manifestaciones más claras de esta actitud, por su búsqueda de trato de favor
allá donde actúa. También, aunque a diferentes niveles sociales, se pueden
incluir en este apartado fenómenos tales como las bandas callejeras de los
guettos urbanos o la masonería.
Un último aspecto que se va a tratar en este capítulo y al que ya se
aludió con anterioridad, es la dificultad de las morales actuales para percibir
los problemas a escala del individuo. A la hora de crear un estado de derecho,
que es la aspiración máxima de las sociedades modernas, la escasa credibilidad
del ser humano para reclamar los derechos que teóricamente le pertenecen es,
sin duda, un hándicap importante. Esta disintonía entre las proclamas éticas
contemporáneas y sus muchas negaciones por parte de la misma moral es uno de
los conflictos sin resolver del pensamiento actual. En el capítulo siguiente se
tratarán algunas propuestas que pueden llevar a salir de este callejón sin
salida.
PROPOSICIONES
PARA UN CAMBIO EN LA MORAL
- la importancia de admitir la realidad del hombre
Recapitulando algunas de las cosas dichas en los capítulos anteriores, la
moral, tal como está planteada hoy día parte de una clara predilección por la
parte espiritual del hombre a costa de
la minusvaloración de su parte animal. Tal planteamiento resulta positivo en su
faceta limitadora de las manifestaciones más bestiales de la naturaleza de la persona pero a la vez impide que la
moral asuma de modo sincero las necesidades humanas.
El hombre tiende a escapar de su condición, propósito que en parte es
recogido por las morales tal como están concebidas hoy día, sólo que
canalizándolo en una dirección por la que los deseos físicos, o son sublimados
o son repudiados. Sin embargo, el fondo natural del hombre es inmodificable por
lo que la moral adquiere una función represora que, si bien, puede contribuir
al orden social, va estableciendo categorías de individuos según la manera en
que éstos se adaptan a sus preceptos.
Las modificaciones contemporáneas de la moral, fundamentalmente la
aceptación del potencial ascenso dentro de la sociedad del individuo así como
ciertas nociones de justicia social, no supone un cambio en su esencia, ya que
los derechos de tipo material del individuo se siguen subordinando en gran
medida a sus cualidades espirituales. Con ello, se mantiene viva la posibilidad
de degradación del ser humana comentada en el capítulo anterior así como una
diferente sensibilidad en el trato que deben recibir los seres humanos.
La normalización de estos aspectos, la asunción del hombre con su
naturaleza física, se convierte en algo fundamental para que la sociedad no
olvide nunca los principios igualitarios que están en su origen. Esta igualdad
debe establecerse desde la idea de placer, aceptando que todos los seres
humanos deben tener un grado de bienestar aceptable, siempre que haya medios
para ello. No se puede aceptar una sociedad en que unos pasen penalidades
mientras otros disfrutan de todo tipo de lujos. No debe haber así, una negación
del deseo, sino su democratización.
En la sociedad de consumo actual puede, en ocasiones, dar la impresión de
que este objetivo está a punto de alcanzarse. Esta aparente prosperidad no debe
llamar a engaño ya que ni en las sociedades más opulentas todos sus individuos
gozan de un presente aceptable desde el punto de vista material. Siempre hay
colectivos que quedan al margen de los beneficios sociales lo que, si
existieran morales con bases más justas, sería del todo punto censurable. Por
otra parte, esta prosperidad de algunas sociedades se suele conseguir a costa
de otras que, a su vez, ven cómo se aplica un discurso moral que justifica su
estado de atraso por sus propias culpas.
Una moral basada en el principio
del placer cobraría un carácter universal, por otra parte, mitigando uno de los
aspectos más negativos relativos a los fuertes vínculos que se establecen entre
los miembros de una sociedad, que se apoyan en la idea de amor, excluyendo a
quienes no están integrados en su grupo humano. Sería una moral que, sin poder
para transformar el mundo, al menos no aceptaría aspectos injustos de él, como
ocurre en la actualidad.
- requisitos básicos de la
persona
En este apartado se van a desarrollar algunos de los aspectos contenidos
en la parte anterior. Para ello, hay que volver a hacer mención a un tema que
se había tratado en el capítulo primero, la importancia de dividir el tiempo
diario de cada persona en diferentes ocupaciones. Éste es un planteamiento
fundamental si se quiere recuperar la realidad del ser humano.
Son cuatro las facetas básicas a las que el hombre debe dedicar su
tiempo. En primer lugar y ya adelantada, todos los días hay que dedicar unas
horas al descanso. Éste es un punto que nadie discute, aunque en una sociedad
tan racionalizada como la actual se tiende siempre a su reducción ya que no se
valora su utilidad. Otro componente también mencionado en ese primer capítulo,
y que deriva de la inteligencia humana, son los periodos que hay que dedicar a
quehaceres propios y puramente personales. Uno de los mayores defectos de la
sociedad contemporánea es lo poco que atiende a este aspecto ya que el
individuo se ve con excesiva facilidad convertido en un elemento únicamente
productivo (en la valoración del ser humano, ante todo se estiman sus
realizaciones concretas por delante de su creatividad).
Un tercer elemento, el menos controvertido, es el tiempo que hay que
dedicar al trabajo. Éste es uno de los tributos que debe pechar el hombre para
que sea aceptada su participación en las ventajas de la sociedad. Por último,
está el lugar que hay que dedicar al ocio, que responde a la natural
inclinación del hombre hacia el placer como en gran medida a la necesidad de
huir de sí mismo a través de abandonarse a estímulos externos (ambos planos se
confunden en muchas ocasiones). En la sociedad de consumo moderna la búsqueda
del ocio está bastante consentida, ya
que la moral, como se ha explicado, ha sufrido una adaptación por la que
considera los beneficios materiales alcanzados en vida como el premio a
virtudes demostradas con anterioridad por el ser humano.
Estas cuatro caras del ser humano, si no son negadas en el mundo actual,
tampoco son reconocidas como tales a nivel de individuo. La prueba más evidente
es la cantidad de seres humanos que se ven privados del disfrute de algunas de
ellas. Sólo las partes dedicadas al descanso y al trabajo parecen estar fuera
de toda duda. El tiempo de ocio está también bastante aceptado mientras que no
se considera un derecho sino sólo una aspiración propia de privilegiados la
faceta creativa humana.
Esta disección de los elementos que contribuyen a la dignidad humana
lleva directamente a otro punto, la consecución de los medios necesarios para
su desarrollo. La idea de correlación parece la más equilibrada entre los
derechos de propiedad de unos individuos –aquellos que hasta el momento más se
han beneficiado del orden social- y las aspiraciones de felicidad del resto. La
igualdad absoluta que pretendían algunas teorías filosóficas del pasado se ha
revelado errada ya que ha derivado en una concentración de poder en pocas
manos, aquellas que, en principio, habían liderado las reivindicaciones del
pueblo. Por correlación se entiende que las ganancias respectivas de los
miembros de una sociedad deben estar unas en función de otras, habiendo algún
tipo de límite, tanto por arriba como por abajo.
- transformaciones en la interioridad humana
A lo largo de todas estas páginas se ha mantenido un juego dialéctico
entre los efectos que tiene la naturaleza humana en el comportamiento del
hombre, la respuesta a este factor de la moral y su repercusión en la
construcción de las sociedades. Ahora que se está en la última parte de este
texto, no se puede por menos de volver a reflexionar sobre los condicionantes
internos del ser humano.
La moral tradicional ha intentado combatir los miedos innatos de la
persona a través de no reconocer los aspectos del hombre más relacionados con
su fragilidad o, lo que es lo mismo, ha intentado ocultar su parte física. Sin
entrar en más detalles, esta mentalidad ha servido para creer que hay
diferentes calidades de seres humanos, aquellos que son capaces de huir de su
fondo animal y los que no. Por tanto, la moral ha sentado las bases para
degradar a muchas personas, desde la perspectiva de que puede considerarse que
no son merecedores del trato de seres humanos aquellos que no controlan sus
impulsos naturales. Como las morales generalmente no han dejado de incidir en
esta vía espiritual, la consecuencia es que el hombre se ha acostumbrado a
negarse a sí mismo para evitar la condena social.
El camino emprendido por las morales se ha revelado equivocado por tanto
en base a dos razones fundamentales: ayuda a la creación de una desigualdad
dentro de la sociedad y acentúa los miedos humanos ya que el hombre siempre
tiene presente su naturaleza física aunque sea para combatirla. La
rectificación de la moral debe partir del punto más sensible humano, la admisión
de su realidad física y los deseos a ella asociados. Al principio de este
capítulo ya se ha justificado la proyección social que debe tener la idea de
placer, ahora llega el momento de analizar los cambios interiores.
La aceptación de sí debe servir en primer lugar para que el hombre
refrene su vanidad y, con ello, en lo posible su subjetivismo. Si acepta sus
limitaciones, el individuo corriente en primer lugar conseguirá verse en el
mismo plano que sus semejantes lo que hará que sus reclamaciones cobren un
carácter colectivo, percibiendo su posición secundaria en la sociedad. También
servirá para poner algún freno a su imaginación ya que tendrá unas referencias
más precisas de la realidad y, por ello, aprenderá a respetar mejor la
manifestación ajena, ya que no tendrá esa necesidad psicológica de aprovecharse
de los demás como forma de cubrir sus propias carencias.
En efecto, una de las posibles ventajas de esta humanización sería
facilitar la comunicación entre las personas. La moral tradicional crea modelos
cerrados de comportamiento que tienden a la rigidez ya que la persona encuentra
siempre la manera de autojustificarse ya que, como se ha mencionado, sus faltas
tienen la posibilidad de corregirse por medio de buenos actos. Esta forma de
pensar limita enormemente las posibilidades de crítica interior y también
dificulta el entendimiento de la libertad ajena, ya que el subjetivismo
generado tiende a ver todo conflicto como un ataque personal. Este problema se
acentúa, por supuesto, cuando el individuo tiene mucho poder ya que las morales
basadas en la contención de la parte animal y en la idea de voluntad permiten
rebajar al adversario.
- limitaciones de una nueva moral
Todas las reflexiones anteriores,
como es obvio, entran en el terreno de lo especulativo porque se están
suponiendo unas reacciones psicológicas a los cambios a la moral planteados que
no tienen porque ser así. Esta evidencia no invalida un punto fundamental del
discurso citado, que hay que buscar la manera de combatir el miedo congénito al
ser humano ya que es la causa de muchos de sus comportamientos más perversos.
La responsabilidad de combatir ese miedo no se puede reducir al propio
individuo sino que debe haber una implicación social en la resolución de sus
problemas vitales. O, dicho de otra forma, es la confianza en un futuro
económicamente seguro la que más tranquiliza los temores del ser humano antes
que ninguna preparación espiritual con este fin. También esta seguridad
material es la manera en que los hombres pueden evitar depender del favor ajeno
y, por tanto, eliminar uno de los principales motivos de recelo entre los seres
humanos, la preocupación de caer en una dependencia absoluta del prójimo.
En consecuencia, una moral basada en una mayor aceptación de la
naturaleza humana tiene unos límites claros, la posibilidad de poder proveer al
hombre de algún tipo de certidumbre económica. Sin esta última, no hay fórmula
eficaz para evitar los efectos nocivos que tiene el miedo en la conducta
humana. Una causa de tipo físico sólo se puede combatir con medios del mismo
tipo y, así y todo, es más que posible que nunca se puedan acabar con los
resabios irracionales del comportamiento humano.
La sociedad en consecuencia necesita apoyar al individuo porque, entre
otras cosas, así recupera su sentido original de ser beneficiosa a todos los
que la componen. La humanización de la persona desde un punto de vista moral se
vincula de modo directo con un mayor equilibrio en las desventajas y ventajas
respectivas que alcanzan todos los pertenecientes a la misma sociedad. También esta humanización ayuda, aunque éste
es un propósito lejano en este momento, a una concepción de sociedad global
donde todos los seres humanos tengan derechos similares y no como hoy día que
su grado de bienestar depende generalmente de nacer o no en un país
desarrollado.
INTRODUCCIÓN
El texto que se empieza en este
momento tiene como intenciones describir las preocupaciones del autor sobre
algunos aspectos del comportamiento humano. No es un propósito original ni
nuevo en la historia del ser humano la reflexión sobre la conducta de éste
pero, sin duda, es un campo en el que no todo está dicho. En este sentido, este
texto trata de centrarse fundamentalmente en la percepción personal del
problema de encontrar algún tipo de certeza en el carácter de las relaciones
que se establecen entre los seres humanos. Para ello, se ha seguido un camino
introspectivo y en gran parte intuitivo, basado en intentar sorprender y
capturar aquellas dudas o interrogantes que, a menudo, asaltan a cada persona
en su trato con sus semejantes.
Se trata, en consecuencia, de una
serie de conjeturas que tienen carácter experimental. Su utilidad estriba en
servir de herramienta para cuestionar algunos de los lugares comunes con los
que el hombre se imagina a sí mismo como un individuo casi perfecto. El
ejercicio de la duda se convierte en estas páginas como la mejor vía para
reestablecer unos cauces de comunicación normales entre los seres humanos.
CAPÍTULO
PRIMERO: LA
INSEGURIDAD ANTE LA
VIDA
-
la desconfianza ante la realidad exterior
El ser humano es un objeto de la creación admirable en muchos sentidos,
especialmente, como es obvio, por estar dotado de inteligencia. Esta última le
permite alcanzar una ventaja clara sobre el resto de los animales, a los que
incluso puede poner a su servicio a través de su domesticación o de su caza.
Por ello, tiene unas posibilidades de supervivencia y de mejora de su nivel
vida de muy superiores a las del resto de los seres vivos.
Este poder incuestionable que otorga al ser humano la inteligencia no le
libra de sus limitaciones físicas a nivel de individuo. Existe en este último
una incapacidad para evitar todos los
posibles peligros que le puedan afectar a la que no se resigna, precisamente a
causa de una sobrevaloración del poder de su mente. La falta de realismo de
esta postura conlleva que, en muchas ocasiones, el hombre prefiera encontrar
cualquier tipo de seguridad psicológica a la perspectiva de enfrentarse
directamente a una realidad negativa.
La inteligencia cumple, por consiguiente, un papel en gran medida
defensivo. Ofrece un refugio a los miedos humanos que, a través de ella, se
encuentran siempre con algún tipo de respuesta consoladora. La percepción del
exterior a su persona del ser humano se encuentra así mediatizada por la
necesidad de encontrar puntos de apoyo mentales. O, dicho de otra forma, el
hombre, ante un problema que le plantee la realidad, sino sabe previamente una
respuesta ya construida sobre el asunto en cuestión, dudará en tomar una
iniciativa o en dar una opinión.
La interpretación del mundo exterior
se produce así a través de una serie de claves dadas con todo lo que ello
supone de pérdida de confianza en el juicio propio. Todo este proceso implica
una incapacidad del ser humano para comparar entre sí los términos que componen
la realidad, sobremanera cuando éstos se refieren a sus propias vivencias. El
hombre se convierte así en un ser fuertemente influenciable, que busca verdades
incuestionables a las que no pueden dar respuesta sus propios sentidos.
Esta necesidad de certezas queda
cubierta a través de dos vías coincidentes en muchas ocasiones. Por un lado, el
ser humano se refugia en compartir las creencias del grupo social en el que se
integra y, por otro, asume como propios determinados modelos de explicación del
conjunto de factores que afectan a la existencia humana. Generalmente, estos
últimos han sido realizados por algunas personas que han conseguido reducir la
complejidad de la vida a una serie de ideas sencillas. Estas lecturas
simplificadas –cristianismo, liberalismo, marxismo- alcanzan a menudo rango de
autoridad en la constitución de las distintas sociedades.
-
el miedo a la marginación
La falta de confianza del hombre en sí mismo es la primera consecuencia
de su actitud de refugiarse en un criterio común, ajeno a una personal
percepción de las cosas que le rodean. La información que recibe la reelabora
así siempre a través de una mediación ajena, lo que limita que sus
razonamientos sean autónomos. Con ello, pierde gran parte de la independencia
que le podría otorgar una crítica veraz de la sociedad en la que se integra.
En todo este proceso, no deja de acentuarse la actitud defensiva a la que
se ve obligado el ser humano. Incapaz de afrontar con lucidez su estado de
subordinación intelectual se ve obligado a constantes renuncias y a
introducirse en un camino meramente individual, en el que su trayectoria en la
vida pueda encajar en los moldes que le marque la organización de la sociedad.
La persona corriente pierde de este modo una perspectiva global de esta última,
incluidos sus principios igualatorios de partida, para convertirse en un ser
que sólo busca el mejor acomodo dentro de unas condiciones que le vienen impuestas y sobre las que no
discute.
Esta voluntaria anulación del individuo, cuyo origen psicológico se
encuentra en la propia debilidad de su naturaleza, se ve reforzada por el miedo
a quedar desamparado por la sociedad si se rebela contra los principios en que
se basa ésta. De esta forma, en el hombre de nuevo se une a la necesidad
interior de evitar las verdades más crudas, la búsqueda de una identificación
completa con la clase de pensamiento dominante en su entorno social.
El peso que tiene todo este entramado mental en el comportamiento del
individuo es básico para entender la mayoría de las reacciones de éste. El
miedo a quedar aislado, a no poder compartir sus convicciones con las del
conjunto conformado por el resto de sus semejantes, tiene una importancia igual
o superior en su conducta que la preocupación por los aspectos materiales de la
vida. La comunicación con los demás se convierte, por tanto, en un mecanismo de
reafirmación.
Dentro de esta obsesión por integrarse en la sociedad del ser humano, uno
de los capítulos principales es conseguir evitar que se le haga de menos por el
resto de los miembros de aquella. La preocupación común a la mayoría de los
hombres por fusionarse con sus semejantes no soporta ninguna clase de
disidencia que ponga en duda sus creencias. Debido a ello, hay una vigilancia
sobre quienes rompen esta sintonía común que, a causa de este motivo,
fácilmente pueden pasar a ser despreciados. De este modo, y aunque sea
recurrente insistir en algunos puntos, de nuevo se valora más la igualdad en un
plano psicológico que en un plano material. Sólo si este segundo es de una
evidencia tal que es imposible disimular una inferioridad real de algunas
personas con respecto a otras recupera parte de su valor nivelador.
De este modo, se produce una dialéctica entre la inseguridad que se
produce en el hombre si no participa del sentir común a su sociedad y la lógica
de que un lugar excesivamente secundario en ésta lo enfrenta también a la
revelación de su limitada naturaleza. Ambos riesgos actúan al unísono cuando la
no aceptación de las convenciones sociales provoca la forzada marginación de
los infractores a causa del rechazo de las demás personas.
-
la amenaza de animalizar al ser humano
La conciencia del peligro de ser marginado actúa constantemente sobre la
mente de los miembros conformantes de una sociedad. De esta circunstancia se
han aprovechado la mayoría de los morales para establecer unas reglas de
comportamiento que ayuden a la conservación del orden social. En este sentido,
se crean arquetipos morales en que a las personas que rompen con los principios
sociales admitidos por la mayoría se les asocian cualidades negativas
relacionadas con los aspectos más bestiales de la condición humana.
Esta relación que se establece entre los infractores de las normas sociales
y una personalidad embrutecida puede tener una base real ya que para construir
una sociedad hay que contener la agresividad de sus componentes. Sin embargo,
sirve para cuestionar todos los aspectos
relativos a la parte corporal humana, aquella que, precisamente, más contribuye
a provocar una inseguridad en el hombre. Hay una identificación entre los
instintos naturales del hombre y su posibilidad de hacer el mal al ser ajeno.
Debido a ello, la vigilancia de los primeros se convierte en un arma para
disciplinar a la persona si ésta discute el orden social.
Dicho en otras palabras, muchas de las morales juegan con una
manipulación de la conciencia por la que se persigue que la persona asocie en
su interior la ética basada en un control de sus instintos con la voluntad de
aceptar las pautas sociales establecidas. La indisciplina en sus apetencias
naturales presupone una incapacidad del individuo para alcanzar el mismo grado
de dignidad y aceptación social que sus semejantes, con lo que se crean motivos
para considerarlo un ser inferior, situación que todo hombre intenta evitar,
entre otras cosas, porque puede valer como pretexto para disminuir su nivel de
vida.
La última frase del párrafo
anterior se explica porque las formas más crudas de la condición humana se
manifiestan sobremanera en la población que sufre la pobreza. Como
consecuencia, se llega a ver de modo natural que quienes caen en este último
estado carecen de las virtudes que les hacen merecedores de los beneficios
sociales. Se convierten, de paso, en candidatos a infringir el orden
establecido ya que no se les presupone ningún tipo de freno interno. Por tanto,
la preocupación prioritaria del resto de la sociedad es antes vigilarles que
ayudarles, aprendiendo a mantener una distancia de seguridad hacia los
potenciales transgresores.
La rigidez de esta reacción provoca, por ejemplo, un encasillamiento de
las personas en que se confunden los juicios moral y legal. Quien es sancionado
por las autoridades de una sociedad generalmente sufre un castigo paralelo por
el resto del cuerpo social que fácilmente puede provocar su deslizamiento hacia
un estado de necesidad. Todo ello contribuye, sin duda, a acentuar la
estratificación social.
Todas estas presiones de tipo mental sobre la persona que hasta ahora
hemos referido se resumen en dos clases principales: las correspondientes al
deseo humano de alcanzar una seguridad psicológica que le permita creer en
cierto dominio de la realidad exterior y las propias de su búsqueda de
integrarse en la sociedad del modo más pleno posible. En este segundo apartado
se incluye la aceptación de unas normas morales que muchas veces reprimen sus
impulsos vitales más espontáneos, los cuales quedan bajo sospecha aunque no
conlleven en sí ninguna intención de hacer daño al ser ajeno. El no
reconocimiento de su naturaleza se convierte así en uno de los requisitos
básicos para que el hombre pueda vivir en sociedad.
- el temor a ser engañado
Todo lo dicho hasta ahora en este capítulo vale fundamentalmente si el
análisis del hombre se realiza a una escala social. Sin embargo, a la hora de
las relaciones interpersonales se plantea otra cuestión referente a la
incapacidad humana para contrastar los datos de la realidad: el miedo a ser
engañado por las personas con quienes se relaciona.
Este recelo hacia los demás se basa en dos causas fundamentales. La
primera de ellas es que el hombre necesita de su prójimo como complemento de
sus propias carencias o, dicho de otro modo, los seres humanos dependen de la
ayuda mutua que se presten. La segunda de nuevo tiene una raíz psicológica ya
que una persona que es engañada demuestra ser poco lista y éste es un punto muy
sensible para el hombre al ser su inteligencia en lo que fía su seguridad, como
se ha visto al inicio de este capítulo.
Los dos puntos anteriores tienen una clara vinculación porque uno de las
aspiraciones humanas es efectuar la menor carga de trabajo por su tendencia
natural a evitar grandes esfuerzos físicos o mentales. Si un hombre logra
engañar a otra persona para que efectúe tareas que le corresponden, consigue a
la vez una doble ventaja: evita castigarse en el trabajo y, a la vez, se realza
a sí mismo, al mostrar que tiene mayor talento que el otro.
Las relaciones humanas aparecen así viciadas desde un primer momento porque,
como el trabajo es necesario para subvenir a las necesidades del hombre, los
conflictos son inevitables por el intento de aprovecharse unos individuos de
otros, dentro de una dialéctica marcada por los actos de abuso y sus
correspondientes contrarréplicas. Esta confrontación, por otra parte, se
traslada también a las ventajas derivadas del trabajo que realiza cada uno. La
solución de estas diferencias entre humanos no estriba sólo en un reparto
proporcional de la carga de trabajo sino que también se extiende a que no haya
muchas desigualdades en las prestaciones recibidas por las respectivas labores
efectuadas.
Para el hombre se convierte así en una obsesión tener una seguridad de
que va a haber buena fe por parte de su prójimo en cualquier empeño común a
realizar. A la vez, como es obvio, nadie puede estar seguro de las intenciones
ajenas hasta que éstas no se desvelan para bien o para mal. Sobre todo este
hecho es básico cuando el ser humano
necesita la colaboración de otras personas de una manera casi
permanente, como puede ocurrir en un centro de trabajo cualquiera con su
división de funciones interna.
En los compromisos a largo plazo –el matrimonio, unos socios que se unen
para montar un negocio, asociaciones culturales o deportivas, etc- es donde con
mayor fuerza se revela la búsqueda de una implicación efectiva por todas las
partes componentes. La dependencia absoluta del carácter de otras personas en
este tipo de compromisos obliga a los seres humanos a ser muy cuidadosos antes
de contraerlos ya que pueden ocasionarles un gran perjuicio.
La referencia del párrafo anterior al matrimonio no es casual ya que
precisamente el campo de la familia es uno de los más sensibles en este
sentido. Los deberes que conlleva criar unos hijos o, simplemente, la convivencia
de una pareja durante un periodo muy prolongado de tiempo, fuerza a una serie
de cesiones mutuas de las que se debe estar seguro antes de adoptar una
decisión siempre peligrosa.
Quizá sea el miedo a ser engañado en las relaciones de pareja uno de los
rasgos que mejor definen al ser humano. La posibilidad de suplantación por otra
persona en los aspectos más placenteros del sexo y, en cambio, tener que
sobrellevar los trabajos relativos a los vínculos familiares, es una situación
que muy pocas personas o ninguna soportan.
Paradójicamente, y debido a la pasividad comentada del ser humano en que
acepta las visiones del mundo propias de su sociedad, muchas veces los hombres
aceptan jerarquías implícitas en la organización social. Incluso en este último
aspecto citado de las relaciones familiares, es normal que el papel de uno de
los cónyuges sea superior al otro, como es típico en las sociedades
patriarcales, que se mantienen en muchas zonas del mundo. Que el reconocimiento
de estas subordinaciones es algo completamente admitido se ve en que, en la
mayoría de las ocasiones, se trasladan al campo jurídico.
Esta situación se da porque el miedo a ser engañado por los demás está
siempre de forma tan marcada que el ser humano busca refugio de él a través de
una asunción de poder sobre el resto de las personas. De ahí que sea a través
de desear aprovecharse de los demás, o sea por medio de este anhelo de tener
poder, el hombre llega a ver de modo natural que, dentro de la sociedad, las
personas tengan diferente categoría. Esta pretensión es recogida por las
concepciones mentales propias de cada sociedad ya que, en el fondo, todos los
seres humanos aspiran a estar en un lugar social privilegiado. De ahí que, pese
a que públicamente los hombres tienen ideales de justicia, hay una aceptación
tácita de las desigualdades.
CAPÍTULO
SEGUNDO: EL ANSIA DE PODER DE LOS SERES HUMANOS
-
la reducción de la percepción a un punto
de vista unipersonal
El ser humano vive en un estado
permanente de ofuscación. En primer lugar tiene que aprender a ver la realidad
a través de las claves que le enseñan en su sociedad y, si no fuera bastante
este hecho, su mayor preocupación es salir bien librado en las cotidianas
luchas de su existencia por mantener o alcanzar ventajas sobre otras personas.
El resultado de estos condicionantes es que el individuo tiende, dentro de los
límites que le impone la sociedad, a no buscar un punto de encuentro con los
otros hombres sino a intentar sacar el máximo provecho en cada asunto por si le
fuerzan a ceder posteriormente.
En consecuencia, como primera
intención la persona nunca busca la negociación ya que desconfía del otro ser
humano y trata así de lograr las mejores posiciones de partida para el futuro
conflicto que se plantee con él. Como reflejo de esta actitud desconfiada, el
interés personal se convierte así en la primera guía de la persona en sus
relaciones con sus semejantes y sólo las relaciones de fuerza respectivas o el
miedo a salir del grupo social limitan este egoísmo.
Posiblemente la consecuencia más perversa de lo anterior es que la
inteligencia humana permite, además, convertir al resto de los hombres en meros
instrumentos utilitarios. Dicho con otros términos, la obsesión humana por
obtener los máximos beneficios de los potenciales recursos de que disponga le
lleva a no reconocerse en sus semejantes, que se convierten, sin más, o en
enemigos o en herramientas para conseguir sus fines o intenciones.
El razonamiento anterior justifica
los motivos por los que, en la convivencia humana, hay una inversión del punto
de vista social en un punto de vista individual. No son los sentimientos de
solidaridad los prioritarios ni mucho menos en las relaciones humanas sino que
la persona, antes que ningún tipo de cesión, valorará ante todo las ventajas
que puede obtener. Esta actitud es, indudablemente, un mal principio para que
los hombres se inspiren confianza mutuamente.
Sin embargo, los seres humanos deben
vivir en sociedad ya que sólo dentro de ésta pueden subvenir a todas sus
necesidades y mejorar su nivel de vida. El juego de equilibrios que se
establecen entre las obligaciones mutuas que conlleva la vida en sociedad y el
instinto egoísta de las personas es el aspecto que mejor define cualquier
organización social. Sólo el temor citado anteriormente a su expulsión de la
sociedad refrena los egoísmos humanos que, no obstante, tienen que tener
reflejo en la composición de las sociedades.
- la transformación en el sentido original
de la sociedad
Aunque sea una verdad que pocos
hombres admiten públicamente, los seres humanos no aceptarían integrarse en
sociedad si no aspiraran, de un modo más o menos realista, a convertirse en un
miembro poderoso de ella. Los principios en que se basa cualquier sociedad, por
rígidos que parezcan en un primer momento, siempre dejan alguna ventana abierta
al ascenso social. Contemporáneamente, y gracias al liberalismo este dato queda
de sobra contrastado pero antiguamente también existían mecanismos al efecto:
el favor real, la carrera militar o eclesiástica, la esperanza de hacer un buen
matrimonio, etc.
Cualquier modelo de sociedad debe tener en cuenta esta aspiración humana.
Una sociedad que anula cualquier ilusión de mejora de sus miembros no tardará
en encontrarse con sublevaciones de sus clases inferiores. El dilema para los
individuos privilegiados estriba más en cómo poder engañar a la mayoría de los
pertenecientes a estos estratos sociales bajos antes que condenarles en bloque
a la desesperanza. Con la mínima puerta abierta hacia el progreso social que se
les deje a estos últimos la lucha se desenvolverá entre ellos antes que contra
las clases superiores.
Una muestra de esta forma de operar de la mente humana es el modo en que
el hombre acepta injusticias cometidas sobre su prójimo. La manera en que los
dirigentes de una sociedad o, a una escala menor, los dueños de una empresa
cualesquiera, resuelven un escándalo producto de su ineficacia a través del
sistema de derivar las culpas en un subalterno es un ejemplo evidente. El resto
de las personas, aunque vean la trampa, callan mientras no sean ellos los
perjudicados por las decisiones que
toman sus jefes. Incluso, muchos de ellos, llegan a justificar este tipo
de castigos a través de un mecanismo de identificación con los poderosos, que
es un tipo de desviación de la personalidad frecuente en una mayoría de los
seres humanos.
Este último punto del párrafo anterior también explicita muy bien la
falta de realidad con que la persona entiende su lugar en la sociedad. La
proyección mental por la que los individuos humildes participan de modo
imaginario de la vida de los más poderosos refleja en parte la inseguridad
humana en sí mismo y en parte el ansia por ser un miembro importante de la
sociedad. Esta clase de asociaciones mentales provoca que curiosamente entre los
miembros de las clases inferiores haya más sensibilidad hacia los problemas de
los ricos, por ínfimos que sean éstos, que hacia las dificultades de los de su
misma condición social.
-deseo de instrumentalización de
la sociedad
La mentalidad dominante en los seres humanos de aspirar a un ascenso
social provoca un efecto paradójico. En
efecto, se puede afirmar que el
hombre no sólo no desea una sociedad sin desigualdades sino que posiblemente y,
pese a algunas proclamas ideales, no aceptaría una nivelación total entre los
individuos del mismo cuerpo social.
Sea cual sea el motivo de fondo, el deseo de aprovecharse de los demás o
el ansia de tener el suficiente poder para impedir estos engaños, en todas las
personas se ha generado una concepción de la sociedad subordinada al propio
interés. Ya sea a través de un golpe de fortuna o resultado del esfuerzo puesto
en un empeño, todo ser humano aspira a convertirse en un privilegiado o, dicho
con palabras modernas, en alguien que tenga mucho dinero con el que satisfacer
sus sueños de grandeza.
La moderna sociedad de consumo es una buena muestra del ansia humana por
demostrar que tiene poder para satisfacer sus caprichos. En épocas pasadas, y
aunque de forma más limitada por la natural pobreza de una mayoría de personas,
el despilfarro en determinados eventos como las bodas también servía para
satisfacer esta clase de vanidades.
Aunque a lo largo de la historia ha habido muchas sociedades en que
algunos de sus miembros encarnaban la
ley de una manera absoluta y, por tanto, podían abusar de su fuerza, suele ser
la posesión de dinero quien marca las diferencias sociales entre los seres
humanos. El valor del dinero es doble: por un lado, sirve para adquirir bienes
y servicios, y, por otro y mucho más importante a los efectos de este texto,
sirve para comprar voluntades.
Este último punto sirve para introducir otra cuestión básica. El ser
humano sólo encuentra cierta seguridad de que no va a ser engañado por sus
semejantes cuando éstos se encuentran en una dependencia fuerte de él. La
vanidad humana necesita que la sociedad sea desigual ya que es la necesidad
ajena el único factor indudable que le da una seguridad de tener a los demás a
su entera disposición. Que, a pesar de todos los propósitos reformistas de las
sociedades que ha dado la historia del hombre, los desequilibrios hayan sido
una constante de todos los sistemas sociales no se puede considerar casual.
Todo ser humano aspira a tener un poder sobre el resto de las personas y,
debido a ello, admite tácitamente un estado de cosas donde predomina la
injusticia. En cierta forma, la riqueza y la pobreza son ambas requisitos
imprescindibles e igualmente válidos de cualquier organización social.
El hombre, por tanto, piensa en las instituciones de la sociedad como elementos
que en algún momento dado le pueden proveer de poder. El control de los órganos
del estado o de las asociaciones más poderosas de una sociedad es uno de los
anhelos mayores de las personas, conscientes de las ventajas que de ello se
derivan. No existe, en consecuencia, en la relación entre el hombre y su
sociedad una noción de bien común sino que los objetivos prioritarios de las
personas consisten en tener la capacidad de abusar de sus semejantes.
-
necesidad de marcar las diferencias como
descarga psicológica
Una de las derivaciones peores de todo lo afirmado en los puntos
anteriores es que el individuo sólo se encuentra a gusto con uno mismo cuando
puede demostrar algún tipo de superioridad sobre otras personas. Hay en el ser
humano una necesidad de reafirmación constante, en parte por la inseguridad que
muestra ante la percepción de la realidad exterior y en parte por el miedo a
ser animalizado. Como, además, es consciente de que la composición de las
sociedades siempre va a ser desigual, la mayoría de las maniobras que realiza
el hombre a lo largo de su vida giran en torno a marginar a los que tiene por
debajo en la escala social e intentar integrarse con los que están en un
escalafón superior.
Esta actitud humana tiene dos efectos fundamentales. Por un lado, los
individuos intentan aparentar un nivel de vida superior al que realmente
tienen. De este modo, la pretensión de rodearse de objetos de valor o atributos
que realcen su persona es una de las máximas aspiraciones humanas. También,
dentro de esta línea, el hombre pretende tener un trato de favor en sociedad al
percibir que los más ricos se suelen ver favorecidos por las leyes o por la
aplicación de éstas. El orgullo que cualquier individuo corriente tiene cuando
puede contar cualquier exención a su favor de las obligaciones impuestas al
ciudadano común es una muestra clara. La consideración de la evasión de
impuestos como un acto de inteligencia antes que como un hecho reprobable es un
comportamiento corriente entre toda clase de individuos.
Por otro lado, el ser humano se convierte en un sujeto muy crítico con
sus semejantes, esperando encontrarles el mayor número de errores o defectos
posibles. Hay, por tanto, una dialéctica en que el valor de la persona no se
establece en términos internos sino sólo en la comparación con sus semejantes.
O, dicho de otra forma, cuanto más se ensalcen unos personajes más hay que
degradar a otros para mantener el equilibrio. La vigilancia a que se someten
mutuamente los hombres es uno de los rasgos más extendidos en todas las
sociedades.
Resumiendo un poco todo lo aportado hasta ahora, son muchos los
obstáculos impuestos a una convivencia sana entre los seres humanos: el deseo
del hombre de aprovecharse de los demás, el temor a ser engañado, el miedo a
ser degradado en sociedad, su constante crítica a los demás como conducta
cotidiana, etc. Todos ellos derivan en la reclusión del ser humano en sí mismo
y la consiguiente incapacidad para relativizar su lugar en la sociedad. A este
tipo de problemas es a lo que se va a dedicar el capítulo siguiente.
CAPÍTULO
TERCERO: LA ACEPTACIÓN
DE UN DOBLE RASERO EN EL JUICIO HUMANO
-
el equilibrio entre la subjetividad y la
integración social
Hasta cierto punto parece natural que cada individuo razone únicamente
desde su punto de vista porque es de sus percepciones de las que puede estar
seguro y no de las ajenas. Sin embargo, la obviedad de esta afirmación no
oculta que el hombre está dotado de inteligencia y, como consecuencia, de
sensibilidad. Este otro rasgo debería facilitarle la comprensión de las
vivencias del resto de personas y, así, ocurre de hecho en ocasiones.
Pese a esta capacidad para ahondar en la problemática ajena, la postura
habitual del hombre es justo la contraria. Debido a lo explicado hasta ahora en
estas páginas, no pretende tanto ganarse el respeto ajeno a través una actitud
solidaria como a través de una tenencia de poder efectiva. Este segundo
objetivo lleva a que la atención del ser humano se concentre únicamente en las
posibilidades de conseguirlo y, debido a
entrar en competencia para ello con sus semejantes, no quiera dar a
éstos ningún tipo de ventajas.
El estado de guerra latente en que viven los seres humanos dentro de una
sociedad no quita que sean conscientes de aceptar unas reglas comunes que permitan
la vida en común. Así, todas las sociedades tienen unos principios más o menos
sólidos admitidos por todos sus miembros y a los que se ha hecho referencia en
el capítulo primero. Tales principios tienen su correlato en un cuerpo jurídico
y en unas normas de comportamiento que rigen las relaciones entre los
individuos.
Llegados a este punto, es donde se produce una gran paradoja. El hombre,
sin discutir el modelo de sociedad en el que se integra, busca trasladar los
aspectos más ingratos de su organización a sus otros miembros. O, dicho con
otros términos, el individuo consiente una sociedad en que gran parte de sus
componentes sean relegados a un papel secundario o sin garantías materiales
concretas. Esta aceptación se debe a que confía estar siempre en el lado de los
vencedores.
La sociedad, por tanto, sólo ofrece un marco para el camino individual
que cada persona emprende en su trayectoria vital. La forma en que los seres
humanos privilegiados ven su posición y su riqueza como algo natural y merecido
frente a las necesidades que pueden sufrir otros miembros de su misma sociedad
es una prueba clara de esta subjetividad. Pero, a pesar de ser los más
poderosos, ello no es óbice para que sean los primeros que no desean que las
relaciones entre los individuos se guíen sólo por un principio de fuerza bruta.
Distinguen de este modo entre una ética que debe impregnar a todos los miembros
de una sociedad y una interpretación de las leyes o reglas positivas de la
sociedad que deben operar a su favor.
-
la armonía entre sus individuos como meta de
las sociedades
Aprender a convivir es uno de los objetivos que tiene la vida en
sociedad. La educación que reciben todos sus miembros a través de las
instituciones creadas al efecto –el estado a través de la escuela y la familia
suelen ser las dos principales en los tiempos modernos- tiene en gran medida
este fin. Aparte de un valor de aprendizaje por repetición que no se debe
desdeñar, estas normas de coexistencia tienen que ser asumidas y creídas por
todas las personas integrantes de la sociedad.
Los diferentes modelos de sociedad siempre han pretendido abstraer las
pretensiones individuales transformándolas en esfuerzos beneficiosos para todo
el colectivo. Todos los miembros de una sociedad, en consecuencia, deben tener un
papel que cumplir al servicio de su sociedad de manera que estén situados en el
puesto donde su labor sea más eficaz. Se trata de conseguir una implicación
común de todos sus componentes para hacer una sociedad más fuerte. Desde el
momento en que cada cual asume su función, los demás miembros de la sociedad
deben respetarlo.
A grandes rasgos, estas líneas maestras se reproducen en todos los
sistemas sociales: feudalismo, comunismo, liberalismo, etc. Por poner un
ejemplo del primer caso, es conocido el reparto de papeles ideal que se daba en
las sociedades medievales: los clérigos oraban y se ocupaban de las facetas
espirituales; los nobles, como guerreros, defendían a su grupo social de las
agresiones exteriores, y los campesinos le proveían de alimentos a través de su
trabajo. El intento de los individuos de salir de estos cauces prefijados era
castigado firmemente si no era aprovechando los escasos cauces de promoción que
dejaba el feudalismo, fundamentalmente a través de escoger una vocación
religiosa.
Sea cual sea el sistema adoptado por la sociedad, y como ninguno es
completamente justo, en estas líneas interesa saber las claves para la
aceptación voluntaria del orden social por el individuo. Se incide en la
voluntariedad de esta asunción porque, si bien cuanto más injusta es la
organización de la sociedad más hay que recurrir a la fuerza bruta para
mantenerla inalterable, el sólo uso del terror no permite el mantenimiento de
las sociedades durante un periodo de tiempo prolongado.
En todo caso, el establecimiento de cualquier orden social tiene para el
individuo ventajas evidentes al ofrecerle una protección contra posibles
agresiones de los miembros de otras sociedades lo que, a su vez, contribuye a
crear en él una seguridad psicológica. Este factor es tan importante que el ser
humano aprende a pensar a escala social y, por tanto, a razonar en términos de
análisis de grupo más que de derechos individuales. De este modo, cree
firmemente que sólo la perfecta colaboración entre los componentes de una sociedad
permite el buen funcionamiento de ésta por lo que los individuos deben rehuir
provocar conflictos que puedan debilitarla.
El ser humano es educado así para evitar la confrontación con sus
semejantes, dentro de unas normas de conducta que tiene un elemento estético
más que ético, ya que el hombre va a depender mucho más de la imagen que sea
capaz de proyectar a los otros miembros de su sociedad que de su cesión de
intereses. Se establece de este modo una dicotomía entre una concepción de la
propia vida en que prima el cuidado en las apariencias públicas y una enorme
ausencia de sensibilidad ante los problemas ajenos.
La explicación al párrafo anterior se basa en que, en sintonía con lo
explicado en el capítulo primero, los gestos de protesta y rebeldía siempre van
a venir de los miembros más desfavorecidos de la sociedad a los que se les
puede por ello tanto animalizar como acusar de romper el consenso social. Por
su parte, los componentes mejor situados de una sociedad, al disponer del
poder, controlan las leyes, con lo que sus actos de fuerza se pueden disfrazar
como operaciones encaminadas al bien común. Por último, las clases medias sólo
aspiran a la imitación de estos últimos y consienten las licencias que se
toman. En este sentido, la preocupación prioritaria de estas últimas es
utilizar las normas de educación como mecanismo de censura hacia sus inferiores
en la escala social.
-
la competencia desleal entre clases medias y
bajas de una sociedad
En su vida cotidiana el individuo está mediatizado por todo lo visto
hasta el momento. Es incapaz de tener una perspectiva amplia de su sociedad y,
debido a ello, presionan sobre él una
serie de prejuicios inculcados. La panorámica en que se desenvuelve la
existencia del ser humano es muy reducida, aferrándose tanto a una serie de
verdades incuestionables sobre el tipo de sociedad que le engloba como a una
lucha diaria por mejorar su suerte contra sus vecinos.
Estos limitados horizontes, donde se junta una falta de crítica grande
hacia su sociedad con una agresividad bastante alta hacia otros seres humanos,
son característicos de la mayoría de las personas. Éstas adolecen de una
especie de ceguera, donde creen que cada enfrentamiento que ganen a su igual es
un paso importante para mejorar su estimación social.
Debido a tener tan arraigado este comportamiento, el hombre se pierde en
un montón de luchas estériles, dentro de una búsqueda del enfrentamiento que se
convierte en consustancial a su naturaleza y
adquiere un carácter claramente irracional. En efecto, el ser humano
llega a perder la referencia sobre la gravedad o levedad de los motivos que
provocan estos conflictos para dotarles a todos de un carácter absoluto en que
se pretende la negación del ser ajeno.
Todas las personas, en mayor o menor medida, entran en este tipo de
juegos llenos de belicosidad, en parte porque no tienen alternativa debido a
ser generalizados. Debido a ello, el ser humano aprende a justificar todas sus
actuaciones dentro de una dinámica de guerra en que los ataques a su prójimo
quedan disculpados por defectos de éste o se disimulan como respuestas a
agresiones previas. En líneas generales, el hombre adopta una estrategia en que
se arroga una responsabilidad debido a la cual tiene que vigilar que el
comportamiento de todos los miembros de su sociedad entre en los moldes
establecidos por la colectividad.
Esta voluntad de confrontación se extrema por la propia falta de
percepción objetiva de la realidad del ser humano. Éste, ante cualquier
incumplimiento del ser ajeno que le pueda perjudicar, automáticamente pensara
en términos de mala fe, presuponiendo una intención dañina en la otra persona.
Esta reacción es debida a la universal convicción de que mentalmente es posible
encontrar la solución a todas las dificultades y la persona, al intentar
asegurarse de que no es engañada, traslada este mundo de perfecciones a su
juicio sobre el ser ajeno.
Si no hay una confianza de partida en el otro ser humano y, además, este
recelo se justifica en la organización de nuestra mente, la tensión en las relaciones
humanas se convierte en un estado permanente. Incluso en aquellas personas cuyo
natural es más bondadoso la reserva ante los demás se convierte en un
instrumento habitual de protección ante posibles agresiones, aunque éstas se
limiten a una crítica de sus capacidades. Este distanciamiento es consecuencia
de que el hombre siempre trata de proteger su propia autoestima porque es en
ella donde encuentra sentido la diferencia que hay entre su condición humana y
la animal.
- la voluntad de autojustificación
Que las personas se hayan acostumbrado, en su comportamiento habitual, a
mostrarse como seres que buscan dañar a sus semejantes, no evita que no asuman
este papel con agrado. Una de sus mayores obsesiones va a ser siempre evitar
que los condicionantes morales, aprendidos como mínimo a través de todas las
normas de convivencia propias de las sociedades, afecten a la consideración
ideal que todos los hombres tienen de sí mismos. La asociación establecida
entre la parte animal de la naturaleza humana y la infracción de las normas de
convivencia hace que el ser humano no admita dudas sobre sí en los temas
morales.
El compromiso a adquirir, por tanto, entre una actitud de conflicto
permanente con los demás y un deseo de estar libre de culpas se convierte en una
de las metas humanas. Para ello, el hombre ha desarrollado unos modelos de
autojustificación basados en la convicción de que sus actos negativos hacia sus
semejantes pueden quedar equilibrados por sus actos positivos. Es el resultante
de la suma de ambos tipos de acciones la que da la índole verdadera de la
persona.
La consecuencia de esta elaboración de la moral desde un sistema cerrado
es que el hombre voluntariamente puede revertir los juicios negativos que se
hagan sobre su comportamiento. Cualquier hecho censurable que efectúe, a no ser
que tenga un carácter extremadamente dañino hacia otro ser humano o la
propiedad de éste, no implica una merma de su prestigio si es capaz de
compensarlo con actos de desprendimiento o generosidad.
Por supuesto, esta manera de entender la moral favorece más a los
poderosos que, de nuevo, se encuentran con el consentimiento de las clases
medias, inseguras sobre el camino a adoptar en su vida y siempre esperanzadas
en el ascenso social. La superioridad de
medios de los primeros permite que, sin tener que renunciar a ninguno de los
elementos de fuerza que permiten su continuidad dentro de su status social,
puedan conceder determinadas ayudas a los miembros menos afortunados de su
sociedad que, por ello, quedan obligados a reconocer su superioridad moral.
Con anterioridad, en estas líneas, se había adelantado la facilidad con
la que las personas privilegiadas ven normal que sus condiciones de vida sean
muy superiores a las de otros de los pertenecientes a su sociedad. La explicación
en gran medida se debe a este sistema de comprensión de la moral por el que
ésta queda reducida a una estimación cuantitativa de los actos buenos y malos
del ser humano. La moral llega, por tanto, a un punto en que pierde su
independencia y se encarna en determinados individuos que sirven de ejemplo a
los demás.
La mejor muestra de esta desviación del propósito original de las morales
de reprimir los impulsos nocivos del hombre es como éste pueden escudar muchas
de sus agresiones a sus semejantes en base a un fin noble o una causa superior.
Basta con que el prejuicio a favor del atacante sea muy superior al del
agredido para que este segundo tenga que aceptar que el daño que se le infringe
es necesario. Dentro de esta lógica, es habitual que se proceda a un
rebajamiento previo de este último en la opinión general del resto de los
hombres. Para ello, se le cataloga como un elemento peligroso para el resto de
la sociedad al que conviene castigar si se quiere defender el bien común. De
ahí la importancia que tiene en cualquier clase de enfrentamiento entre dos
partes el dominio de la información, ya que no cuenta tanto la razón que las
asiste como la percepción moral que tenga de cada contendiente el resto de la
sociedad.
CAPÍTULO
CUARTO: LA PERCEPCIÓN
DEL OTRO COMO BASE DE LA JUSTICIA
- el cierre de las vías de comunicación entre los seres humanos
Hasta el momento en este texto, los tres capítulos anteriores han
consistido en un monólogo explicativo de los motivos que llevan a que en los
hombres predomine un comportamiento egoísta aunque se vean forzados a convivir
en sociedad. Es chocante la manera en que, pese a tener que mantener una
relación constante entre sí, las personas viven en un clima permanente de
desconfianza, siempre prestas a una posible reacción ante una supuesta
provocación ajena.
En cierta forma, para desenvolverse en sociedad y contrariamente a lo que
deberían ser los principios de esta última, hay que tener un punto de mala fe.
Una institución creada para facilitar el entendimiento y la colaboración entre
los seres humanos se transforma en el entorno en que se desarrollan multitud de
rencillas personales. La sociedad, aunque necesaria para la protección del
individuo y para que éste reciba el auxilio ajeno, en el fondo interesa al ser
humano como mecanismo para alcanzar poder. La máxima aspiración íntima de todo
individuo es llegar a tener algún tipo de mando sobre los otros componentes de
su sociedad.
Esta mutua actitud recelosa entre los hombres perjudica indudablemente la
posibilidad de comprender el punto de vista ajeno aunque este último esté falto
de toda malicia. Ante el riesgo de caer en un engaño se tiende a estar alerta
ante todo comportamiento amistoso que nos muestre otro ser humano. Sólo si este
último da pruebas evidentes de su compromiso se puede bajar un poco la guardia.
Para ello, se necesita algún tipo de vínculo incuestionable, sea a través de
una declaración pública de amistad o
amor que marque una preferencia por alguien determinado, a través de alguna
clase de regalo, o, muy comúnmente, por medio de tener algún tipo de secreto
entre dos o más personas al margen del resto de la sociedad.
Una relación espontánea de cariño o afecto entre seres humanos que no se
conocen previamente queda de este modo prácticamente condenada a su
inexistencia. Las barreras que hay que superar son muchas y, aunque se puedan
franquear en algunas ocasiones, son obstáculos muy fuertes para que exista un
entendimiento saludable entre las personas. Éstas, por otro lado, han aprendido
a no reconocerse en sus defectos o limitaciones al crear modelos de sí en que
pueden disimular sus faltas. Esta ausencia de relativismo es un nuevo obstáculo
ya que nadie admite una crítica ajena, al considerarla siempre como una ofensa.
-
la recuperación de una visión más lúcida del
género humano
El hombre, en su relación con la sociedad, tiene un grave problema de
identidad.
Su integración
en el grupo social le sirve ante todo de refugio. En efecto, le provee de una
fuerza que no tendría si actuara en solitario, hecho que determina en el ser
humano una percepción engañosa de sí mismo. Tal situación responde a un impulso
interior de la persona muy acentuado como es el de intentar ocultar los
aspectos más frágiles de su condición. La inteligencia del hombre, por otro lado,
ayuda mucho a estos propósitos al generar concepciones sociales que ofrecen
respuestas a todas estas preocupaciones humanas.
Se produce con todo ello una pérdida de
comprensión de la realidad importante porque no se busca tanto afrontarla como
encontrar vías para esquivar sus inevitables imperfecciones, sobre todo si
afectan a la alta consideración que cada persona tiene de sí. El efecto
inmediato es una búsqueda de negar la naturaleza humana tanto en sus aspectos
físicos como intelectivos con lo que se cortan los cauces de comunicación
normales entre personas ya que éstas, en vez de reconocerse en el otro cuando
éste tiene un error o defecto, convierten la tacha en cuestión en un elemento
de crítica.
El individuo se convierte de esta forma en una especie de compartimento
estanco que vive en permanente tensión con el prójimo en su afán de evitar ser
marcado como un ser inferior. La prioridad que da la persona a esta defensa de
su ego hace que renuncie al que posiblemente sea el principio que debiera conducir
las relaciones entre los seres humanos y que está basado en su natural
inclinación al placer.
La aceptación del ser humano no como ente ideal sino como sujeto que
reúne una mezcla acertada de propiedades físicas y mentales debiera ser el
camino para una mejor comunicación entre los individuos. Éstos, para ello,
deben proceder a una reflexión introspectiva en que analicen si sus sueños y su
confianza en llegar a tener poder en su sociedad son posibles o, en cambio, es
una mera entelequia. La posible humanización subsiguiente ayudaría a que
renunciaran a tener unas aspiraciones tan ambiciosas y se contentaran con
asegurar una vida placentera.
Este punto hay que destacarlo porque muchas personas, en su deseo de
ascender en la escala social, prefieren renunciar a que la sociedad dé
garantías materiales a todos sus componentes por miedo a que este hecho les
prive a ellos de posibles beneficios futuros. La locura de este planteamiento
viene de que no siempre es defendido por los miembros más pudientes de una
sociedad, a los que indudablemente interesa, sino que muchos de los
pertenecientes a las clases medias e incluso bajas lo asumen como propio.
Este grado de insolidaridad tan alto entre los seres humanos al que se
hace mención en el párrafo anterior concuerda con el alto grado de autismo en
que se desenvuelve normalmente la existencia de la persona. Ésta, en su
proceder habitual, responde por medio de impulsos a los mensajes que le llegan
del exterior, intentando que estos últimos se adecúen a su forma subjetiva de
apreciar la realidad.
-
otras consecuencias positivas de la aceptación de la realidad
Aunque sin duda el mejor resultado que podría tener una mayor asunción de
la naturaleza humana es la consideración del principio del placer como un
derecho universal de los hombres, en el campo de las relaciones interpersonales
también podría tener efectos positivos. Uno de los hechos que llevan al ser
humano a buscar la confrontación con sus vecinos es el intento de probar que es
superior a éstos ya que relegar a otra persona parece presuponer que uno mismo
es mejor. Este anhelo por subir de categoría tiene su razón fundamental de ser
en la convicción de que una mayor inteligencia facilita la supervivencia.
Esta creencia en el poder de su mente tiene muy malas consecuencias para
las relaciones humanas ya que el hombre, cada vez que pierde una de las muchas
batallas en que compite cotidianamente con las otras personas, se siente
vulnerable. Al situarse en un plano superior, no tiene la suficiente
flexibilidad mental para desdramatizar estas pequeñas derrotas catalogándolas
como sucesos sin importancia. Su única salida es siempre conseguir algún tipo
de victoria compensatoria contra otro ser humano que, de nuevo, le haga
recuperar confianza en sí mismo.
Este estado de cosas ocasiona un bloqueo mental del individuo que, a cada
momento, está poniendo en duda su propio ser. Remitiéndose a lo ya comentado en
repetidas ocasiones, su máxima obsesión es evitar ser engañado por otra persona
o, a la inversa, buscar engañarla. No es fácil cambiar esta forma de proceder
ya que conecta con los miedos particulares de cada individuo que siempre es
consciente de su falta de control sobre las actuaciones ajenas.
De un modo u otro, una definición de la persona en que ésta abandone sus
aspiraciones de trascendencia y aprenda a burlarse de sí, viendo sus defectos,
fracasos o imperfecciones en un tono de normalidad, ayudaría a que los análisis
de las relaciones entre las personas se expresaran en términos objetivos. En
vez de una lucha de egos, que es lo que ahora predomina, el cumplimiento o no
de los compromisos y deberes entre los seres humanos se podrían valorar sobre una base en que las cuestiones se
analicen en función de su mayor o menor
gravedad.
-
condiciones sociales para la humanización
del individuo
El comportamiento del hombre depende en gran manera de los estímulos que
le lleguen de la sociedad a la que pertenece. Una sociedad que es capaz de
castigar la falta de capacidad de la persona para competir por los mejores
puestos de ella condiciona negativamente las reacciones del individuo. Dicho
con otras palabras, cualquier sociedad, como son la mayoría, que admite que
gran parte de sus miembros puedan vivir en la pobreza perjudica enormemente el
establecimiento de unas relaciones solidarias entre los seres humanos.
Sólo si la persona tiene una base material suficiente, estando ésta
además garantizada cara a un futuro, puede perder la inclinación a dañar al ser
ajeno. En este caso, alcanzar un bienestar propio no viene determinado por las
luchas que la persona establezca con sus semejantes sino que existen unos
mínimos vitales que aseguran la tranquilidad del espíritu humano. La sociedad
cumple así con su papel tradicional de dar protección al individuo pero añade
uno nuevo, el de darle una seguridad material y, de paso, psicológica.
En efecto, los miedos consustanciales a la natural fragilidad humana y
que provocan su ansia de poder, sólo pueden ser combatidos dando al individuo
todo tipo de seguridades de que va a ser ayudado por su sociedad cuando no
tenga capacidad de atender él mismo a sus necesidades. Éste debiera ser el
principio esencial de todo tipo de sociedades pero, sin embargo, no siempre es
así ni mucho menos, y las sociedades derivan hacia la responsabilidad
individual el estado material en el que se encuentran sus miembros.
En la mayoría de los modelos de organización social se vincula el
mantenimiento de un orden con la capacidad de exigir a los seres humanos que la
forman un compromiso tal hacia ella que ésta no quede debilitada por
comportamientos egoístas. Como consecuencia, los intereses individuales en gran
medida deben quedar sometidos al bien común. Este planteamiento suele favorecer
a los miembros más poderosos de la sociedad ya que éstos controlan la
elaboración de las leyes y las pueden adaptar a sus fines. El resto de los
componentes de la sociedad, como contrapartida, pueden verse abocados a
destinos detestables.
El estado de cosas anterior hace que la mayor aspiración humana sea subir
en el escalafón social para aprovecharse de los privilegios consiguientes. La
lucha inevitable que tal deseo provoca entre las personas hace que en las
sociedades predominen más las actitudes agresivas que las aparentemente más
lógicas de auxilio entre los diferentes seres humanos.
Por todo lo dicho, sólo una mayor vinculación de la sociedad a la suerte
material del individuo puede provocar un cambio en la actitud de éste hacia sus
semejantes, de manera que entienda sus problemas sin tratar de sacar ventaja.
También facilitará un mejor entendimiento de la libertad ajena, ya que una
mayor confianza en uno mismo proveniente de la pérdida de miedo al futuro,
reducirá la necesidad de ejercer un poder sobre el otro ser humano. Por tanto,
posiblemente, existirá un mayor grado de entendimiento hacia la manifestación
de las intenciones ajenas, aunque sean contrarias a los deseos propios.
Nada de lo dicho en los párrafos anteriores se puede afirmar con
rotundidad pero sí es importante ser consciente de que muchos de los problemas
que tiene el hombre para la convivencia con los otros hombres proviene de la
inquietud causada por la fragilidad de su naturaleza. La sociedad es la única
institución que puede paliar estos miedos pero, sin embargo, en muchas
ocasiones, contribuye a agrandarlos. Sin renunciar a exigir a los individuos
unos deberes hacia su sociedad, ésta
debe poner los medios para solucionar los problemas vitales básicos del ser
humano ya que, sino, estará renunciando a uno de sus principios básicos, el de
servir en todo momento de marco para la ayuda mutua entre todos sus miembros.
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INDICE
PREFACIO pag.
2
EL PODER DE LA IDEA DE
VOLUNTAD
INTRODUCCIÓN pag.
4
CAPÍTULO
1º: LA NATURALEZA
HUMANA COMO CONDICIONANTE
Repercusiones
del miedo como principio vital pag.
7
Diferentes
planos de conformación de la mente pag.
9
Conclusiones pag.
16
CAPÍTULO
2º: FUNDAMENTOS PARA LA
ORGANIZACIÓN SOCIAL
La idea de amor pag.
20
La idea de
imagen pag.
23
La idea de saber pag.
27
CAPÍTULO
3º: BASES DEFINITORIAS DE LA
POSICIÓN SOCIAL RESPECTIVA DE LAS PERSONAS
Consecuencias de
la integración en sociedad pag.
34
Méritos
políticos pag.
36
Méritos laborales pag.
42
Méritos
económicos pag.
44
Convergencia
entre los diferentes tipos de méritos pag.
47
CAPÍTULO
4º: JUSTIFICACIÓN MORAL A LAS DESIGUALDADES CREADAS
Justificación de
la idea de voluntad pag.
54
Concepción moral
derivada de la idea de voluntad pag.
58
Sobrevaloración
del testimonio humano pag.
61
Consolidación de
las diferencias sociales pag.
66
Recapitulación
sobre las consecuencias de la idea de voluntad pag.
70
Arbitrariedad en
el uso del poder pag.
75
CAPÍTULO
5º: PROPUESTAS DE UN NUEVO MODELO DE SOCIEDAD
Voluntad como
concepto espiritual pag.
81
Aceptación del
ser humano pag.
85
Requerimientos
de la persona pag.
90
Modificaciones
en la moral pag.
96
Reformas en la
dirección de la sociedad pag.
99
INTRODUCCIÓN pag.
107
CAPÍTULO
PRIMERO: NATURALEZA DE LA
PERSONA
Definición de
ser humano pag.
109
Importancia de
los aspectos físicos del hombre pag.
110
Los aspectos
intelectuales del hombre pag.
112
Conciencia de su
singularidad por parte del individuo pag.
113
Construcción de
una sociedad pag.
115
CAPÍTULO SEGUNDO: UNA HIPÓTESIS SOBRE LA CAUSA DE LA EXISTENCIA DEL MAL
Efectos
psicológicos de la fragilidad humana pag.
117
Causas de
conflicto entre los seres humanos pag.
118
Carácter cerrado
de la existencia humana pag.
119
Justificaciones
al temor que los hombres se tienen pag.
121
CAPÍTULO
TERCERO: INTEGRACIÓN DEL HOMBRE
EN
LAS CONVENCIONES SOCIALES
Principios
sociales que facilitan la aceptación de un orden pag. 123
Las ideas de
saber, amor e imagen pag.
124
Estrategias de
desenvolvimiento social por parte del hombre pag.
126
División de
funciones en una sociedad pag.
128
CAPÍTULO
CUARTO: FUNDAMENTOS DE LA MORAL
ACTUAL
Búsqueda de
autocontrol por parte del hombre pag.
131
Adaptaciones
contemporáneas de la moral pag.
132
El individuo
como horizonte de referencia de la moral pag.
134
La difícil
convivencia de los planos material y espiritual en la moral pag. 135
CAPÍTULO
QUINTO: LAGUNAS DE LA
MORAL CONTEMPORÁNEA
Críticas de la
construcción moral desde el interior del ser humano pag. 138
Posibilidad de
degradación del ser humano pag.
139
Diferente rasero
para la valoración del individuo pag.
141
Otros efectos
negativos de la moral pag.
142
CAPÍTULO
SEXTO: PROPOSICIONES PARA UN CAMBIO
EN LA MORAL
La importancia
de admitir la realidad del hombre pag.
144
Requisitos
básicos de la persona pag.
145
Transformaciones
en la interioridad humana pag.
147
Limitaciones de
una nueva moral pag.
149
INTRODUCCIÓN Pag.
151
CAPÍTULO
PRIMERO: LA
INSEGURIDAD ANTE LA
VIDA
La desconfianza
ante la realidad exterior Pag.
151
El miedo a la
marginación Pag.
153
La amenaza de
animalizar al ser humano Pag.
154
El temor a ser
engañado Pag.
156
CAPÍTULO
SEGUNDO: EL ANSIA DE PODER DE LOS SERES
HUMANOS
La reducción de
la percepción a un punto de vista unipersonal Pag.
160
La
transformación en el sentido original de la sociedad Pag. 161
Deseo de
instrumentalización de la sociedad Pag.
162
Necesidad de
marcar las diferencias como descarga psicológica pag. 164
CAPÍTULO TERCERO: LA ACEPTACIÓN DE UN DOBLE
RASERO EN EL JUICIO HUMANO
El equilibrio
entre la subjetividad y la integración social Pag.
166
La armonía entre
sus individuos como meta de las sociedades Pag.
167
La competencia
desleal entre las clases medias y bajas Pag.
169
La voluntad de
autojustificación Pag.
171
CAPÍTULO CUARTO: LA PERCEPCIÓN DEL OTRO COMO
BASE DE LA
JUSTICIA
El cierre de las vías de
comunicación entre los seres humanos Pag.
174
La recuperación
de una visión más lúcida del género humano Pag.
175
Otras consecuencias
positivas de la aceptación de la realidad Pag.
177
Condiciones
sociales para la humanización del individuo Pag.
178
BIBLIOGRAFÍA Pag.
180
[1] Las
películas basadas en el héroe americano, por ejemplo, como muchas de las que
protagonizan actores como Silvester Stallone o Arnold Schwarzenegger.
Es una triste paradoja del género humano que el actor que interpretó a Supermán
en el cine haya sufrido un accidente a resultas del cual quedó tretapléjico.
[2]
Aunque es un ejemplo un tanto cogido por los pelos, el contraste entre un
argumento de película porno en el que todos los apetitos sexuales de los
hombres se sacian con facilidad frente a la imposibilidad para en la vida
normal conseguir satisfacer esos deseos también revela la distancia que existe
entre los procesos mentales y la realidad.
[3]
Marino Busto García, Manzanas, sidras y
lagares, en José Antonio Fidalgo (dir.), Sidra y manzana de Asturias, La Nueva España , Oviedo,
Editorial Prensa Asturiana, 1993, pag. 114.
[4]
Antonio Fernández Luzón, Visionarios y
místicos, en Herejes. Los olvidados
de la historia, Barcelona, Círculo de Lectores, 2004, pag. 408.
[5] Peter
Laurie, Las drogas, Madrid, Alianza
Editorial, 1984, pág., 64.
[6] Peter Laurie, opus. cit., pag. 194.
[7]
Aunque es un ejemplo extremo, hay que recordar aquí la aversión de los hidalgos
españoles de la Edad
Moderna por los trabajos físicos. Aunque sea una parodia, el
episodio del Lazarillo de Tormes en que el hidalgo, pese a su pobreza, quería
tener un criado, es una demostración evidente de esta mentalidad. Sea la época
histórica que sea, no hay atributo más asociado a una persona adinerada o rica
que la tenencia de servidores domésticos. La diferencia de consideración social
entre los estudios de bachillerato y los de Formación Profesional posiblemente
tengan su explicación en este deseo de derivar los trabajos pesados en otras
personas. Posiblemente haya pocos habitantes de las clases medias urbanas que
no muestren cierto desdén hacia las actividades propias del campo como el
ordeño de una vaca o el abonado con excrementos animales de unas tierras de
labor.
[8] En
diciembre de 2004 se produjo una comparecencia en el Congreso, ante la Comisión de investigación
del atentado del 11 de marzo de 2004, de la presidente de la asociación de
víctimas producidas en ese día. Esta mujer, Pilar Manjón, que hizo fuertes
críticas a los políticos y a los medios de comunicación españoles por el
tratamiento que dieron a la tragedia, recibió fuertes críticas por la
teatralidad en algunas de sus acusaciones. Sin embargo, este efectismo
posiblemente sea necesario por ser la única manera de conectar directamente con
la sensibilidad de la opinión pública que, ante una exposición menos sentida de
los problemas de las víctimas, hubiera quedado indiferente.
[9] Para
algunos estudiosos en la sociedad occidental las drogas se atacan con más
pasión que razón, veáse Peter Laurie, Las
drogas, opus cit, , pág. 174.
[10] La
hipocresía de los gobernantes ingleses en este sentido es bien conocida. Basta
recordar el caso de John Major, que hizo dimitir a varios de sus ministros por
aventuras extramatrimoniales en su etapa al frente del gobierno, descubriéndose
con posterioridad que también él mantenía una relación irregular de ese tipo.
Volviendo al caso entre Mónica Lewinski y Bill Clinton, hay que citar la
postura crítica que mantuvo un congresista americano hacia el asunto, Gary
Condit, lo que no quitó, que, a su vez, tuviera una relación amorosa con otra
becaria, Chandra Levy, que, en un episodio bastante turbio, apareció asesinada
un tiempo después.
[11] El
desacuerdo de Oskar Lafontaine, líder del partido socialdemócrata con el
proceso de reunificación le costó el puesto y un intento de asesinato, Ricardo
M. Martín de la Guardia ,
La Reunificación alemana, Cuadernos del mundo actual, Madrid, Historia 16, 1995.
[12]
Celebrado en Basilea, en el año 1912. Una de las diferencias que existen entre
los partidos denominados de izquierdas y los de derechas estriba en que estos
segundos buscan el apoyo de la población desarrollando programas nacionalistas
ya que el ideario social suele estar encarnado por los primeros.
[13] En
este sentido, es reveladora la presión que posteriormente hubo hacia los
obreros en el curso de la guerra por parte de las clases privilegiadas de los
países enfrentados. Bajo el chantaje de que eran unos privilegiados con
respecto a los combatientes tuvieron que admitir retrocesos en sus condiciones
de trabajo, Gabriel Cardona, Los horrores
de la guerra, en La gran guerra,
Historia Universal, Siglo XX, Madrid, Historia 16, 1997, pág., 86.
[14] En
el lado opuesto, el carácter provocador de un personaje como Torrente consiste
en que rompe con todos los convencionalismos relativos a la corrección social
en público.
[15] Que
en los años treinta del siglo XX muchos intelectuales occidentales pensaran que
la sociedad rusa era perfecta indica claramente el influjo y la irrealidad de
estos modelos globales de sociedad. Para la imagen que tenía Lorca de la URSS , ver Javier Tusell, El directorio y la Segunda República ,
en Historia de España, Tomo XVI, Madrid, España Calpe, 2004, pag. 676; para el
tema en general, veáse Francisco Calvo Serraller, Una cultura de desolación y combate, en La Cultura de Entreguerras, Madrid, Historia
Universal del siglo XX, Historia 16, 1998, págs., 36 y ss. Aún es más demencial
que en los años sesenta y setenta se repitiera el error con la China de Mao, que de nuevo
fue un espejo para parte de la intelectualidad occidental. Como ejemplos se
pueden citar Juan Rastrilla, Dos
versiones del sistema socialista: URSS y China, en Geografía Humana y Económica, Madrid, Ediciones SM, 1978, págs. 263
y ss. así como J. de Otto, Los Regímenes
Políticos, Barcelona, Biblioteca Salvat de Grandes Temas, 1973, págs. 138 y
139.
[16] Un
ejemplo claro es la sobredimensión que tiene en la sociedad actual un elemento
como el reloj, que regula todos los ritmos vitales del hombre moderno.
[17] En
este sentido, hay que recordar, dentro de su empeño por modernizar las
sociedades de sus respectivos países, la lucha de los ilustrados europeos del
siglo XVIII contra todo tipo de supersticiones y manifestaciones populares.
[18] Hay
estudios realizados sobre los niños en que a éstos no los altera la
contemplación de la violencia y la muerte si lo bueno y lo malo están
claramente delimitados, Anthony Storr, La
agresividad humana, Madrid, Alianza Editorial, 1985, pág. 76. Las personas
adultas tampoco se diferencian tanto de estos comportamientos como se ve en los
Telediarios, donde se emita las noticias más trágicas y las más frívolas sin
solución de continuidad, sin que tal hecho afecte a ningún espectador.
[19] Con
respecto a esto último, un dogma contemporáneo, la forma en que se presenta la
necesidad de la movilidad laboral como la evolución natural de los mercados de
trabajo, hace olvidar que sólo dentro de una familia en que sus miembros tengan
estabilidad se pueden acometer determinados cuidados a personas enfermas o
mayores. La opinión pública queda conmovida cuando se denuncia la situación de
los ancianos que viven y mueren solos en las grandes ciudades pero tal
sentimiento no hace que se profundice en las causas económicas que llevan a la
disolución de la protección familiar a las personas mayores.
[20] En
el campo de la agricultura se aprecia claramente esta tendencia a la
especialización con la desaparición de muchas de las plantas y animales
tradicionales en una comarca o región determinada, cuyo mantenimiento era poco
rentable desde el punto de vista del mercado.
[21] En esta deshumanización se
conjugan dos factores: un punto de vista privilegiado para quien detenta algún
poder, que puede disponer racionalmente de parte de sus semejantes como meros
instrumentos de sus objetivos, generalmente de tipo económico en un mundo tan
competitivo como el actual, y una tendencia en el hombre a creer que hay formas perfectas de ejecutar un trabajo o una
actividad, con lo que se elimina cualquier juicio crítico más comprensivo con
las verdaderas posibilidades y capacidades humanas. Este segundo factor se
relaciona con la necesidad de la persona de controlar la realidad exterior a
ella a través del saber.
[22]
Relacionadas con la moral anteriormente citada basada en la contención de los
deseos naturales del hombre, otras aseveraciones a las que se da un formato
científico y que también adolecen de una falta de rigor intelectual son
aquellas en que se cifran los años de vida que pierde una persona según el
consumo que tenga de alcohol o tabaco.
[23] Por
contraste, una circunstancia que favoreció que no hubiera represalias tras la Guerra Civil que se
produjo en Estados Unidos entre 1861 y 1865 fue que no había enfrentamientos
ideológicos por el medio, veáse Vicente Villacampa, Historia Universal, Colección Crisol, Barcelona, Carrogio
Ediciones, 1999, pág. 119. Uno de los conflictos recientemente resuelto donde
con mayor claridad se podía ver la perversión que introducía una mentalidad
basada en principios absolutos en la ordenación de una sociedad era el
Apartheid sudafricano. La fuerza de una ideología se ve sobre todo cuando
perjudica económicamente a quienes la defienden: la expulsión de los moriscos
de España afectó de modo muy negativo a las finanzas de la Inquisición , Antoni
Simón Tarres, Los Austrias Menores
(1598-1700), en La España de los Autrias I. Auge y decadencia del
imperio español (siglos XVI-XVII), Madrid, Historia de España, Tomo VI,
Espasa Calpe, 2004, pag. 410.
[24] Se
trata del arquetipo del humanista, en éste deber ir asociados la erudición con
la sabiduría moral, Ricardo García Cárcel, El
concepto de España en el Siglo XVIII en Los
Borbón. Fin de los Austrias y llegada de los Borbón (Siglo XVIII), Madrid,
Historia de España, Tomo VIII, Espasa Calpe, 2004, pag. 22. Es curioso en este
sentido que, debido a la diferencia en sus actitudes públicas, un futbolista
como Jorge Valdano pretenda pasar por un intelectual y un Premio Nóbel de
Literatura como era Camilo José Cela pareciera en muchas ocasiones un paleto.
[25] La
importancia que tiene éste se ve en casos como cuando hay un vacío de poder los
saqueos o matanzas que se pueden llegar a producir: basta pensar en lo ocurrido
en la India en
el año 1947 cuando los británicos abandonaron el país. El desorden
consiguiente, con enfrentamientos entre comunidades religiosas, provocó cientos
de miles de muertos. En las guerras, que suponen la ruptura de las reglas
sociales, siempre afloran los peores instintos del hombre, incluido el de
anular el miedo consustancial a la propia existencia a través del abuso sobre
el ser ajeno. Las imágenes que llegan desde Irak, pese a la censura, son un
buen muestrario de brutalidades por ambas partes.
[26] Una
de las proclamas que tenía el último gobierno del Partido Popular era el famoso
“España va bien”. Este triunfalismo despertaba una lectura crítica o irónica
entre gran parte de los españoles porque el crecimiento español se hacía
fundamentalmente a través de un empleo de baja calidad. De la misma manera el mito del déficit 0, tan
necesario para la prosperidad económica española en estos últimos años, ha
venido acompañado de una notable reducción en los gastos sociales. En cierta
forma, la anteriormente citada actitud contestataria que suele tener la
juventud deriva de la percepción de que la aceptación del orden impuesto por
sus mayores los condena a una posición secundaria mientras no hagan notar su
presencia.
[27] Es
el mito del gobierno fuerte. Antiguamente los conflictos entre sociedades se
resolvían por medio de guerras a través de las cuales los miembros de la parte
perdedora podían incluso llegar a ser esclavizados. Esta necesidad de
adscripción a un grupo fuerte como mecanismo de defensa impregna la forma de
pensar humana hasta el punto de que en política se suele dar una polarización
en las potenciales filiaciones de los miembros de una sociedad que se reducen a
dos o tres opciones. Aunque hay otras causas, este factor posiblemente
favorezca el bipartidismo común a la mayoría de los sistemas democráticos.
Piénsese en las acusaciones de traidor que un dirigente moderado del PP como
Ruiz Gallardón recibe de medios como la
COPE , defensores de una línea dura en ese partido político.
Haciendo la analogía con el fútbol, en un país como España, si no se es del
Real Madrid parece que obligatoriamente hay que simpatizar con el F.C.
Barcelona. En caso de conflicto fuerte entre grupos humanos opuestos las
personas que intentan permanecer neutrales acaban siendo perseguidas por los
dos bandos que están en confrontación. En la Guerra Civil hubo
bastantes ejemplos de españoles asesinados por no tomar partido por uno de los
lados en pugna.
[28] Lo
peor de esta precedencia es cuando se interioriza por parte del dirigente
político y éste, debido a su valentía anterior y a su exposición a las
represalias de sus enemigos, cree que el resto de la sociedad debe admitir todo
tipo de ventajas por su parte. En el Tercer Mundo, por desgracia, es frecuente,
la corrupción de sus líderes políticos, muchos de ellos salidos de la lucha
contra el colonialismo occidental. Sólo hay que pensar en personas como Sekú
Turé de Guinea o Houphouët Boigny en Costa de Marfil, por citar dos casos
destacados de lucha contra la explotación colonial. Es triste pensar que una
persona que causó tanta admiración en su época como fue Patrice Lumumba podría
haberse convertido en un dirigente corrupto si se hubiera asentado en el poder.
[29] De
la forma en que la gratitud contribuye a anular la manifestación libre de las
personas basta recordar la política filantrópica de las empresas mineras de
primeros del siglo XX. Estas empresas establecían poblados modelos para sus
trabajadores, que reunían condiciones dignas de vida, a cambio de que esta mano
de obra tuviera una completa docilidad. A la menor señal de protesta, estos
obreros perdían todas las ventajas adquiridas. Los anuncios de la empresa
Trapa, de la familia Ruiz Mateos, en que los miembros del comité de empresa
salen afirmando el buen trato que reciben mantiene la actualidad de este tipo
de comportamientos empresariales paternales. En otro plano, recuerdo una Carta
al Director dirigida al periódico La Nueva España , en que un ciudadano solicitaba que
España defendiera un Sahara independiente para que el nuevo estado, agradecido,
no pusiera ninguna pega a que la flota pesquera española faenase en los
caladeros de la zona.
[30] Sólo
así se entiende que los propulsores de una ley de educación como es la Logse , de la que el autor de
estas páginas tiene conocimiento por preparar oposiciones a enseñanza, estén
orgullosos de su carácter utópico o que en el año 2004 se haya organizado en
Barcelona el llamado Forum de las Culturas, que justifica un gasto económico
desorbitado basándose en propuestas de unión de todos los pueblos del planeta.
Siempre me acuerdo de una entrevista a Duhalde, expresidente argentino, en que,
por un lado, afirmaba que Argentina está como está por culpa de sus dirigentes
y, por otro lado, reconocía que no podía pagar el salario a los funcionarios
pero justificaba su propia subida de sueldo en las mismas fechas. Tales
contradicciones las asumía en un mismo discurso de manera completamente
natural.
[31] Por
dar una breve muestra de cómo actúan los sindicatos en este campo, una de las
maneras de conseguir puntos en las oposiciones citadas es hacer cursos que
mejorar la formación docente del candidato. La mayoría de tales cursos de
formación los ofertan los sindicatos que, sin son gratuitos, los limitan a los
profesores interinos y, si no, les ponen un precio muy alto. Son muchos los
grupos que actualmente pueden entrar en este campo de personas sin derechos:
gran cantidad de trabajadores temporales, parados, bastantes autónomos
modestos, opositores, etc. En las sociedades tradiciones, hasta el inicio de la Revolución Industrial ,
solían ser los campesinos los seres que peor podían hacer valer sus
reivindicaciones.
[32] De
la percepción de esta cuestión se desprende que políticos socialistas tan
íntegros en otros terrenos como Jean Jaurés hayan apoyado el colonialismo
europeo de primeros del siglo XX, Carlos Forcadell Alvarez, La Segunda Internacional , en La Europa de la paz armada, Historia Universal,
Siglo XX, Madrid, Historia 16, 1997, pág. 90.
[33] En
parte también porque, como se ha visto al hablar de los méritos laborales,
puede significar una completa pérdida de calidad de vida. Una de las pruebas
más evidentes de la falta de reconocimiento de determinadas labores es que el
trabajo doméstico no se considera generalmente un trabajo productivo y, por tanto,
aparte de su nula retribución, tiene menor estimación social.
[34] Generalmente relacionada
con alguna faceta del ocio: arte, cine, canción, deporte, etc.
[35]
Veáse, AA.VV, Francia, Colección
Pueblos y Naciones, Madrid, Editorial Planeta, 1989, págs. 83 y 84 y, para el
caso inglés, Wilfried Rörhrich, Los
sistemas políticos en el mundo, Madrid, Alianza Editorial, 2001, pág. 19.
Referido a España, siempre me acuerdo de una noticia de periódico en que se
citaba el nombramiento de un gijonés, Domingo Menéndez Menéndez, para el cargo
de Subdirector General de Obras, Suministros e Instalaciones del Insalud. En
esta noticia se hacía repaso a su familia, bastante numerosa, y prácticamente
todos ellos eran o habían sido altos cargos en la administración del estado. Es
de suponer que no coincida que todos los miembros de esta familia tienen una
capacidad especial para estos cargos que no está al alcance del resto de los
españoles. También recuerdo, como complemento de lo anterior, una entrevista a
Antonio Ortiz García, director adjunto de la Escuela Diplomática
de Madrid, en que decía con toda seriedad que, frente a la creencia común, el
cuerpo diplomático no es elitista sino una modesta profesión con muchas
desventajas. Para Pierre Bordieu, intelectual francés ya desaparecido, la
educación sigue siendo una cosa propia de élites en las que se apoyan los
gobiernos. Fue revelador el caso de aquel semianalfabeto brasileño, Severino da
Silva, que se infiltró en un examen para acceso a la más prestigiosa
universidad brasileña, la
Estación de Sá, y aprobó con muy buena nota, pese a que ni
siquiera realizó una de las pruebas (era escrita y para él suponía una evidente
dificultad).
[36] De
cómo la moral es flexible según la calidad de la persona a la que se aplica, no
hay comparación mejor que ver el trato benigno a Mickel Jackson en contraste
con el rigor que el gobierno nicaragüense abordó el caso aquel de una niña de
nueve años violada, Rosa, a la que no se le daba la oportunidad de abortar. Al
primero se le disculpa y a la segunda se la envilece.
[37] Para
el filósofo francés Helvetius la gran desigualdad de fortunas da a los
distintos grupos sociales diferentes
intereses que los del Estado con lo que la lucha de clases sustituye al
civismo, veáse André Jardín, Historia del
liberalismo político. De la crisis del absolutismo a la Constitución de 1875,
México, Fondo de Cultura Económica, 1989, pág. 58.
[38] En
origen, dentro del ideario liberal se oponía el principio de la soberanía
popular a la monarquía absolutista, lo que dio lugar en diferentes países
europeos primero a la democracia censitaria y, posteriormente, a la democracia
universal. Hoy día, el desarrollo económico de varios de los países del Extremo
Oriente, los llamados cuatro dragones y especialmente el caso chino, demuestran
que tampoco se puede establecer el binomio capitalismo-democracia como las dos
caras de un mismo sistema.
[39] Sólo
se da el caso de una lucha frontal cuando las ideologías son excluyentes como
ocurrió un tiempo con el comunismo o parece pasar ahora con el fundamentalismo
islámico. Esta última sirve para movilizar contra un occidente expoliador a
muchos miembros de una determinada religión pero de momento no afecta a todo el
conjunto de pobres del planeta. Hay que confiar, por el bien de los países
occidentales, que en los más atrasados no prenda algún día un sistema de
pensamiento violento y hostil que abarque a todos ellos. Hay que recordar que
uno de los motivos del éxito del fundamentalismo es que tiene un componente
asistencial que hace justificable para la gente más pobre los componentes más
nocivos de esta doctrina.
[40]
Muchas veces el partido en el poder hace la política que teóricamente defiende
el partido opositor, J. Kenneth Galbraith, El
dinero, Barcelona, Ediciones Orbis, 1983, pags. 148 y 232.
[41] Es un
caso similar al de aquel niño hondureño, Edwin Daniel Sabillion, que cuando
adujo que había ido andando hasta Nueva York desde su país para buscar a su
padre, provocó la admiración popular, y tras descubrirse que su padre había
muerto, perdió el aprecio del público. En España, recientemente se desarrolló
una polémica similar, al buscar por parte de un programa de televisión dañar la
memoria de uno de los naturalistas más importantes del país, Félix Rodríguez de
la Fuente , a
base de desvelar algunas de las trampas que hacía este último para dar mayor
efectismo a sus documentales.
[42] José
Sánchez Jiménez, La sociedad tecnocrática,
en La España
del desarrollo, Madrid, Historia Universal, Siglo XX, Historia 16, 1998,
pág., 52.
[43] Por
citar un caso cualesquiera, en la ley de educación del año 2003, la LOCE , uno de sus principios
recogidos en el artículo 1 º se basa en fomentar la iniciativa personal y el
espíritu emprendedor del alumno. El escaso castigo que tienen los delitos
económicos también se puede incluir en este apartado ya que se trata de
proteger los valores empresariales. O, por poner un caso de otro tipo de
aplicación, si un trabajador deja su empleo voluntariamente se le castiga no dejándole hacer valer de
modo inmediato sus derechos al subsidio del paro.
[44] Esta
mentalidad, que pone el énfasis en el progreso, hace que se valore a la
sociedad sólo por sus aspectos más encomiables y no por el estado global de sus
miembros. Así, se considera una muestra de la salud económica de un país ante
todo la tabla de resultados de sus grandes empresas o se puede poner como
ejemplo de mujer trabajadora a la hija de Emilio Botín, el principal banquero
de España. O remitiéndose a la historia, se puede hablar de los felices años 20, cuando es muy
discutible que la mayoría de los estadounidenses vivieran en la prosperidad a
lo largo de esta década. Las Exposiciones Universales también son una
consecuencia de esta forma de apreciar la realidad: en ellas se muestra
sobremanera los logros de un país, como si fueran un reflejo del estado de
salud de éste.
[45]
Curiosamente es la alteración del orden público lo que generalmente consigue
dar notoriedad a un conflicto social. En Asturias, con motivo de la extracción
de una gran cantidad de arena de un banco de pesca situado en el cabo Vidio,
cuyo objeto era regenerar una playa, los pescadores asturianos se movilizaron
pacíficamente con una concentración para manifestar su oposición a tal
operación. Esta concentración no mereció ni una reseña en el principal
periódico de la región; sin embargo, cuando los pescadores empezaron a cortar
carreteras y emplear otro tipo de manifestaciones de protesta más violentas,
fueron portada de ese mismo periódico durante una semana.
[46] A
finales de agosto de 2004, Radio Nacional informó de una noticia de un intento
de este tipo por parte de dos marroquíes. El paso de David Meca fue realizado
en 1999.
[47] Es
un proceso muy similar al modo en cómo las actitudes rebeldes acaban siendo
asumidas con naturalidad por la sociedad actual. Por ejemplo, la búsqueda de la
diferencia de las generaciones más jóvenes en el vestir acaba generalmente
convirtiéndose en una moda más por la sociedad de consumo.
[48] En
Asturias, ante las acusaciones por la oposición a su presidente autonómico,
Vicente Álvarez Areces, de tener tendencias autoritarias, con motivo de una
propuesta de crear un cuerpo de seguridad a su servicio directo, el citado
respondía a través de un artículo de opinión en el periódico en que repasaba
toda su lucha por la democracia en los últimos años del régimen de Franco. Es
de creer que Areces encuentra una relación entre ambos aspectos pero quien
escribe estas líneas sigue sin ver claro qué tiene que ver lo ocurrido hace
treinta años con un problema actual completamente distinto. El descrédito que
le trajo a Víctor Manuel su apoyo al impuesto de la Sociedad de Autores a los
CDs también evidencia esta falta de concordancia entre ideales pasados e
intereses presentes.
[49] Es
la duda que despiertan determinadas campañas ejemplarizantes como aquellas que
defienden el consumo de productos ecológicos. El propósito seguramente es bueno
pero muchas veces esconden notas elitistas porque, como es este caso, su precio
es excesivamente elevado para muchas economías domésticas. Recuerda en cierta
forma a los intentos del XIX por parte de autores como el inglés John Ruskin de
volver a recuperar los productos artesanos en detrimento de los males que
traían los industrializados o el carácter amateur de los inicios del olimpismo
moderno. Del mismo modo, se puede aludir a las tasas que se están poniendo en
algunas grandes ciudades para dejar circular a los coches por ellas: en el caso
concreto de Londres se elevaba a ocho euros diarios, lo que disuade de coger el
coche sobre todo a las clases bajas. La valoración del voluntariado en la
sociedad moderna también ofrece dudas en este sentido porque una aportación en
trabajo de una persona sin cobrar por ello es, sin duda, un acto de generosidad
pero que sólo las personas acomodadas pueden permitirse con regularidad.
[50] De
personalidades que reciben premios con muy poco fundamento quizá uno de los más
famosos sea el Premio Nóbel de la
Paz que recibió un personaje como Henry Kissinger, de tintes
más siniestros que bondadosos. La verdad es que, los premios Nóbel de la paz
los han recibido personajes muy poco recomendables como Yaser Arafat, Theodore
Roosvelt o Menachem Begin.
[51] Un
caso clarísimo de que hasta qué punto muchas veces las autoridades no están
comprometidas en la defensa de un trato fiscal igualitario para todos fue la
denuncia que se hizo al IVEX (Instituto Valenciano de la Exportación ),
organismo que funciona con dinero público, cuando contrató a Julio Iglesias
para una serie de actuaciones. Gran parte de los pagos correspondientes, al
parecer, se hicieron en paraísos fiscales, en concreto, el estado de Las
Bahamas. En el terreno fiscal, prácticamente todos los millonarios hacen
trampas evidentes: un cantante como Mick Jagger, millonario y ennoblecido por
la reina inglesa, se ha acogido a la figura de trabajador en el extranjero para
eludir pagar impuestos.
[52]
Aunque la situación del Tercer Mundo es suficiente muestra de esta afirmación,
en la historia del siglo XX hay ejemplos sangrantes, como la entrega de los
ciudadanos huidos de los países del Este a las autoridades rusas por las
potencias occidentales tras acabar la Segunda Guerra Mundial, o el rechazo de Suiza a
admitir a los judíos alemanes en el curso de este conflicto. De modo similar se
pueden mencionar a los harkas, soldados argelinos que lucharon a favor de
Francia entre 1954 y 1962 y que, tras la pérdida de la guerra se les abandonó a
su suerte por el gobierno francés.
[53]
Aunque no es un ejemplo tan evidente como los casos anteriores, el proceso de
construcción de la unidad europea que afecta a tantos millones de personas está
completamente al margen de la voluntad de los ciudadanos europeos que
prácticamente no tienen ningún tipo de control sobre las instituciones de tipo
supranacional que se están creando, Marcelino Oreja, Las instituciones europeas, Le Monde, Barcelona, Salvat, 1995, pág.
IX. Son mucho más eficaces a la hora de determinar la política de la Unión Europea , los
lobbies de presión, del tipo de UNICE o European Round Table, que defienden los
intereses de las grandes empresas.
[54] Aparecida en el periódico
La Nueva España ,
en el número correspondiente al 25 de enero de 2001.
[55]
Areces, en concreto, se apoya en un informe sobre la cuestión de un catedrático
de economía de la universidad de Oviedo apellidado Lorences. Siempre me viene a
la memoria un artículo de opinión de un periódico de Valencia, El Mercantil
Valenciano, firmado por Isidro Guardia, en que revelaba que en una comunidad
autónoma como la valenciana, en que teóricamente se roza el pleno empleo, se
habían presentado 11409 aspirantes, incluidos 4000 licenciados, para 373 plazas
de unas oposiciones a funcionarios de la escala más baja en el año 2001. El
hecho de que tanta gente llame en busca de trabajo a las líneas 906, a sabiendas de su
precio y de que puede ser una estafa, también demuestra tanto la desesperación
de estas personas como la poca fiabilidad de las lecturas oficiales sobre el
paro. En este sentido es curioso el dato de que, a pesar de la inmigración
magrebí a Europa, desde un punto de vista técnico a estas personas en sus
países de origen no les falta trabajo, Javier Espiago, Migraciones Exteriores, Barcelona, Colección Temas Clave Salvat,
1985, pags. 46 y 47.
[56] No
es que a lo largo de la historia de la humanidad no haya ocurrido siempre así,
lo que pasa que hoy día es más sangrante porque existe un mayor desarrollo de
los derechos humanos y del sentido original de igualdad que debe caracterizar a
todos los miembros de una sociedad.
[57] El
objetivo proclamado por los revolucionarios era liberar a los pueblos de sus
tiranos, Jean-Pierre Bois, La Revolución Francesa ,
Madrid, Historia 16, 1999, pág. 77.
[58] La
defensa de Milosevic, juzgado por el Tribunal Penal Internacional, se basa en
justificar sus actos de fuerza con las mismas razones que las hacen los
dirigentes occidentales. Así, uno de sus argumentos es que lo único que hizo
fue defender a Yugoslavia del terrorismo. En este sentido, reclama la
comparecencia ante el mismo tribunal que lo juzga a él de políticos como
Clinton, Blair, Chirac, Schroeder o Annan.
[59]
Prosiguiendo con un tema deportivo, en una carrera como el Tour de Francia,
hace cinco o seis años empezó una campaña por la limpieza deportiva por parte
de Jean Marie Leblanc, director de tal competición ciclista. Para ello, se
propusieron medidas ejemplarizantes contra el eslabón más débil, los ciclistas,
sin reparar en que quienes se rasgaban las vestiduras, como el propio Leblanc,
también tenían su grado de responsabilidad en la situación de dopaje masivo que
se había generado que, indudablemente, no era desconocida con anterioridad. Es
un caso similar a las justificaciones para atacar Irak por los EEUU, basadas en
el carácter dictatorial del régimen de Saddam Hussein, cuando los propios
norteamericanos habían apoyado esta dictadura hasta el año 1990.
[60] En
referencia a esta identificación de la persona corriente con los triunfadores
se da una característica de las sociedades modernas, como es que parte de sus
clases medias inviertan en bolsa. Es verdad que de este modo se puede conseguir
en ocasiones algún beneficio económico pero también es cierto que así se contribuye a financiar a empresas poderosas
que, en un momento dado, no dudarán en despedir a muchos de sus empleados o
presionar para conseguir leyes que perjudiquen derechos del trabajador, dificultando
sus medios de vida.
[61] Veáse,
por ejemplo, Jaime Izquierdo, Manual para
Agentes de Desarrollo Rural, Mundi-Prensa Libros, Madrid, 2001, pág. 202.
El autor cita una frase de Churchill en que este último afirmaba que el éxito
residía en la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.
[62] Me
acuerdo de una anécdota sobre un episodio ocurrido en Cuba cuando Fidel Castro,
en el año 1960, hablaba ante la
Televisión cubana de la ayuda de la embajada española a los
contrarrevolucionarios. El embajador español acudió rápido al estudio para
contestar a los ataques y fue expulsado. Al llegarle a Franco comentarios sobre
la actitud de su embajador, la elogió, pero a la vez preguntó que si no se
había parado a pensar qué hubiera ocurrido, si al acudir con tanto
apresuramiento, hubiera tropezado con los cables de las cámaras y caído,
haciendo el ridículo en directo, Manuel Leguineche, Revoluciones en La
Habana y el Vaticano, en Protagonistas del siglo XX, El País, Madrid, 1999, pag. 460.
[63] Hay
muchos casos similares: las diferencias entre aquella persona contratada con un
contrato de formación, sin derecho a paro, y un cargo público, con derecho a
sueldo vitalicio en muchas ocasiones, saltan a la vista. Otro ejemplo análogo,
las diferencias que existen a la hora de quedarse de baja por depresión, entre
un funcionario y un trabajador de la mayoría de las empresas privadas. En estas
últimas también es frecuente que no hagan caso de las sentencias judiciales a
favor de los trabajadores en caso de que contengan la obligación de readmitirlos
a su puesto de trabajo: en Asturias, en estos años, ha habido dos casos
relacionados con las empresas CLAS e IBERDROLA.
[64] Se
pueden poner diferentes ejemplos: la pasividad del presidente español Casares
Quiroga ante la preparación del
alzamiento militar de 1936 pensando que se iba a repetir el fracaso de 1932,
Javier Tusell, Guerra y dictadura. La Guerra Civil , la
postguerra y el fin del aislamiento internacional, en Historia de España, Madrid, Espasa Calpe, 2004, pag. 34; la actitud
de Bruning, canciller alemán de los primeros años treinta, que promovía la
ruina económica de su país para poder así evitar pagar las reparaciones de la Primera Guerra
Mundial, Charles P. Kindleberger, El
orden económico internacional, Barcelona, Editorial Crítica, 1992, pág.,
107; la propuesta de Henry Morgenthau, el secretario del Tesoro de Estados
Unidos, de convertir Alemania en seis pequeños estados agrícolas tras la Segunda Guerra
Mundial, Rosario de la Torre ,
De la paz virtual a la guerra fría,
en La paz virtual, Historia
Universal, Siglo XX, Madrid, Historia 16, 1998, pág., 39; este mismo secretario
del Tesoro fijaba de forma completamente aleatoria el precio a que compraba el
oro el gobierno al que pertenecía durante la crisis económica de los años
treinta, J. Kenneth Galbraith, El dinero,
Barcelona, Ediciones Orbis, 1983, pág., 250. Sobre la falta de criterio en la
toma de decisiones en el gobierno norteamericano actual existen libros, como el
del exsecretario del Tesoro norteamericano Paul O´Neil. En España, un caso
sonado reciente de sinrazón de un personaje importante, fueron unas
declaraciones del Presidente del Tribunal Constitucional, Jiménez de Parga, en
las que se remitía a la época del Andalus para mostrar una supuesta
superioridad de los andaluces sobre los catalanes o cuando el fiscal jefe de la Audiencia Nacional ,
Fungariño, dijo que no conocía detalles
que eran del dominio público sobre los atentados del 11 de Marzo. Muy
famosa fue la propuesta de George Bush de que para eliminar los incendios
forestales, lo mejor era talar los bosques.
[65] La
falta de separación entre los poderes legislativo y ejecutivo es un aspecto
conocido de los sistemas parlamentarios. Como, además, los partidos políticos
suelen tener una falta de democracia interna evidente, obedeciendo sin
rechistar a su máximo dirigente, éste acumula en la práctica un gran poder. Se
debe recordar, al respecto, el intento que hubo en el PSOE de renovar su
liderazgo apelando a la celebración de unas elecciones primarias; como triunfó
el candidato que no era el deseado por el aparato del partido, Borrell, no
contó con los apoyos suficientes y, con posterioridad, se vio obligado a
dimitir, cuando se le sacó uno de los variados asuntos sucios en que se ven
envueltos quienes pertenecen a la clase política. Todo ello no fue óbice para
que más adelante fuera el cabeza de lista socialista al Parlamento europeo, que
ahora preside.
[66] La
fragilidad de los derechos materiales de los españoles de clase baja se ve
claro en casos tales como que la llegada de inmigrantes, en vez de provocar un
aumento del dinero destinado a becas de estudio, provoca que los criterios
económicos para conceder éstas se vuelvan mucho más exigentes. Quien escribe
estas líneas, pese a los muchos años que lleva al paro, como vive bien puede
relativizar sus problemas. Sin embargo, para quien sufre problemas económicos
serios, no es tan fácil convencerle para que acepte una reducción de sus
condiciones de vida. En estas situaciones de necesidad, es más fácil que los
individuos deriven o secunden comportamientos de franca irracionalidad y
xenofobia que, como ya se ha visto a lo largo de todas estas páginas, van
implícitos en la propia condición humana.
[67] Hay
una frase de John Stuar Mill que, refiriéndose a las masas trabajadoras, decía
que “si se conforman con disfrutar de un mayor nivel de vida mientras dure,
pero no aprenden a reclamarlo, retrocederán a su viejo nivel de vida”. Está
tomada del libro de E. A. Wrigley, Cambio,
continuidad y azar. Carácter de la Revolución Industrial
inglesa, Barcelona, Editorial Crítica, 1992, pag. 37. En el mundo
occidental parece difícil un retroceso generalizado del status de las clases
medias por la importancia que tiene el factor consumo para la vitalidad de las
economías de estos países; sin embargo, esta razón no elimina la posibilidad de
que significativos contingentes de personas que alguna vez hayan disfrutado de
un bienestar aceptable puedan volver a la pobreza.
[68]
Algunas de las declaraciones que hacen determinados profesores de universidad
demuestran fehacientemente este espíritu desigual. El que era vicerrector de la
universidad de Oviedo, Javier Pulgar, dijo en una entrevista, preguntado sobre
la dificultad para integrar a los universitarios en el mercado laboral, que el
subempleo no es un fracaso del sistema ya que es preferible que alguien que
pique zanjas tenga un elevado nivel cultural. Es de confiar que no esté
hablando en primera persona y que, si tiene hijos, les desee un futuro mejor.
[69] Aparte, como está
dirigida a las mujeres trabajadoras, excluye a las paradas.
[70] De
este tipo de trampas o medias verdades hacen mucho uso los gobiernos. La
propaganda oficial incide, por ejemplo, en las ventajas de los contratos a
tiempo parcial para estudiantes o madres con hijos, pero no suele mostrar el
lado malo de estos contratos, su uso para asegurar a los trabajadores menos
horas de las que realmente están empleados.
[71] Un
episodio que cuenta Darwin en su viaje a bordo del Beagle ilustra hasta qué
punto la idealización de una cultura hace perder de vista el respeto al ser
humano. Dentro de un experimento en sí reprobable, los ingleses habían recogido
a cuatro habitantes de la
Tierra de Fuego, para posteriormente trasladarles a Gran
Bretaña y darles una educación. Tras unos años y pese a la oposición de los indígenas
decidieron devolverlos a su tierra, uno de los lugares más pobres e inhóspitos
del planeta. AAVV, Las otras Américas,
Madrid, Ediciones Arlanza, 2000, pág., 41.
[72] Me
recuerda, con respecto a una polémica reciente, la próxima puesta en libertad de
un etarra sanguinario, De Juana Chaos, que sólo cumplirá dieciocho años de
cárcel por haberse beneficiado de unas
reducciones penitenciarias consistentes en apuntarse a la universidad y
que son válidas aunque no se apruebe ninguna asignatura como es el caso.
[73]
Robert Brenner, Estructura de clases
agraria y desarrollo económico en la
Europa preindustrial, en El debate Brenner, Barcelona, Editorial Crítica, 1988, págs., 28 y
29. El autor alude a la obra de dos historiadores, D. C. North y R. P. Thomas, The Rise and Fallo f the Manorial System: A
Theoretical Model.
[74] Julio Mangas, La agricultura romana, Cuadernos
Historia 16, Madrid, Historia 16, 1997, págs 23 y ss.
[75] A. A. Zvorikine y S. V.
Chukardin, La Revolución Industrial ,
en Historia de la Humanidad , tomo XII,
UNESCO, Barcelona, Editorial Planeta, 1977, pág., 304.
[76] Nelson Martínez Díaz, La independencia hispanoamericana,
Madrid, Historia 16, 1999, pag., 178.
[77]
Recuerda, en cierto modo a las campañas contra el tabaquismo de los gobiernos
actuales o los controles del consumo alcohólico cara a conducir un vehículo. No
es sencillo saber si aquí también se puede hacer una doble lectura pero, por
ejemplo, parece que la mayor causa de accidentes al volante se debe al
cansancio de los conductores. Por ello, resulta muy triste que aquel trabajador
inmigrante ecuatoriano implicado en aquel terrible accidente en que conducía
una furgoneta en que murieron doce de sus compatriotas, tuviera que hacer
frente a un juicio como responsable de este desastre, en el que tanto
influyeron sus condiciones deplorables de trabajo. Por otro lado, frente a las
duras campañas contra el consumo de alcohol en los conductores por parte de la Dirección General
de Tráfico, ésta toma otras medidas que parecen irresponsables como dejar conducir
motocicletas de hasta 125
centímetros cúbicos y que, por tanto, superan los cien
kilómetros por hora, a personas que no han hecho un examen específico de
conducción de estos vehículos.
[78]
Aunque sean un tanto reiterativas las alusiones a la Logse , dentro de esta ley de
educación hay un capítulo dedicado a las enseñanzas morales, lo que no impide
que constantemente se destapen casos en las aulas escolares de discriminaciones
a algunos alumnos por parte de sus compañeros que, en ocasiones, llevan al suicidio
a los primeros. El asunto más claro en que se ve la necesidad de diferenciar
entre la moral y una protección efectiva de los derechos humanos se ve en el
caso de la explotación sexual a menores que pervivirá mientras convivan
impunidad y pobreza en cualquier parte del mundo.
[79] En
parte por la inclinación del hombre hacia el placer y en parte para evitar
hacer actos que pongan al descubierto sus limitaciones o lo sitúen bajo la
dependencia de otros hombres.
[80] Un
ejemplo del primer caso pueden ser las acusaciones que reciben los funcionarios
de falta de profesionalidad por parte de una opinión muy extendida entre los
ciudadanos y un ejemplo del segundo el problema del mobing. Fue famosa una
frase de un fiscal, con motivo del juicio por acoso sexual del alcalde de
Ponferrada a una exconcejal de este ayuntamiento, Nevenka Fernández, en que
aquel le espetó a la denunciante que porque no había dimitido en cuanto comenzó
el acoso, ya que ella no era una empleada de Hipercor que debe aguantar que el
jefe le toque el trasero porque se juega el pan de sus hijos.
[81] El
caso de los anuncios que hubo una temporada en las diferentes cadenas de la Televisión Española
en que se vinculaba la lucha contra el hambre en el Tercer Mundo a comprar un
producto de limpieza, en concreto Fairy, ilustra bien la frivolidad con la que
se tratan desde los países ricos los problemas de los estados más pobres.
También son significativas aquellas declaraciones de un directivo de Inditex,
recogidas por el periodista José Manuel Ponte, en que decía que si su empresa
mantiene fábricas en Marruecos donde se permite el trabajo de niños de doce
años es para que éstos no se queden en la calle, cojan pateras o se dediquen a
la prostitución.
[82] Las
soluciones que se dan en la actualidad a los problemas del Tercer Mundo ya se
esgrimían en los años sesenta y, desde entonces, varias generaciones de seres
humanos han pasado toda su vida en la miseria. Recuerdo aquí un reportaje de El
Mundo del 1 de septiembre de 2002, que trataba de la cumbre de Johannesburgo
sobre el medio ambiente, en que se consideraban estas reuniones globales una
mascarada porque, desde que se celebró el encuentro de Río de Janeiro, la
situación del planeta no había hecho más que empeorar. Que se haya encargado
Luciano Pavarotti de protagonizar una de las campañas organizadas por la FAO contra el hambre demuestra
hasta qué punto el primer mundo y el tercer mundo están desligados. Lo mismo se
puede decir para el hecho de que los partidos contra la pobreza los organicen
futbolistas como Ronaldo.
[83] Una
medida, como la recientemente aprobada por el gobierno asturiano, consistente
en crear un salario social destinado a los más pobres de la sociedad parece un
caso claro de justicia social. Sin embargo, que este salario esté sujeto a que
el número de beneficiarios venga condicionado por el presupuesto autonómico de
cada año ofrece dudas sobre su verdadero espíritu ya que su concesión puede
transformarse en algo arbitrario. Hay que confiar, al menos, que su gestión la
lleve directamente la administración autonómica y no se creen organismos, como
los que reparten las ayudas europeas, que sirven básicamente para generar redes
de clientelismo, con los sueldos de sus trabajadores vinculados al favor
político y no al mérito.
[84] En
este campo, los códigos de conducta son voluntarios cuando una vulneración de
derechos humanos siempre debe ser reprobada.
[85]
Estos aspectos de la globalización actual provocan el rechazo de personas que,
por su tradición política, tenían que estar claramente a favor de una lectura
capitalista de la sociedad. En una entrevista a Herrero de Miñón, preguntado
por el periodista de cómo se definiría políticamente, contestó que conservador,
explicando que no se podía sentir liberal por no estar de acuerdo con la falta
de reglas que existe en el concierto económico actual.
[86] Como
es conocido que lleva ocurriendo muchos años en Sudamérica, siendo uno de los
principales males de los países que conforman esta extensa región. La falta de
compromiso fiscal por parte de las personas más ricas de un país es, con
diferencia, el mayor mal que puede afectar a éste. Recientemente, con motivo
del procesamiento de Emilio Botín por un delito fiscal de finales de los años
ochenta, salió en un periódico asturiano, La Nueva España , un
artículo firmado por un periodista llamado Javier Neira, que justificaba la
defraudación a Hacienda de este banquero basándose de que en esos años los
impuestos eran muy altos. Personalmente, me cuesta mucho entender este tipo de
razonamientos tan egoístas. La solidaridad con el resto de los miembros de la
sociedad debe poder ser exigida jurídicamente porque sino se queda en una mera
mentalidad benéfica.
[87] El
liberalismo contemporáneo abusa de la llamada precariedad laboral, lo que
impide una mínima concentración de recursos a título individual para poder
efectuar una inversión productiva. Un ejemplo claro es la situación en la que
se encuentran muchos becarios que, tras varios años vinculados a la Universidad realizando
estudios de investigación, se encuentran sin perspectivas de futuro y sin poder
aprovechar sus conocimientos. Por otra parte, la actual extensión del discurso
de fomento de la empresa individual como solución vital de la persona es en
buena parte irreal por el poder que tienen las grandes empresas para absorber o
eliminar a la mayoría de las pequeñas.
[88] Es
en este periodo cuando empieza a existir en la conciencia occidental una
valoración más positiva del hombre así como de su derecho a ver recompensados
sus esfuerzos para mejorar su suerte. Es el inicio del llamado capitalismo
comercial, momento a partir del cual va a ir desapareciendo el desdén por el
comercio propio del mundo medieval y se empieza a aceptar moralmente el
préstamo con interés a la vez que el ahorro pasa a ser considerado una de las
principales virtudes que deben adornar a la persona, Francisco Morales Padrón, Los conquistadores de América, Colección
Austral, Madrid, Ediciones Espasa Calpe, 1974, pág., 63.
[89]
Casos como que todavía muchos de los afectados por el síndrome tóxico del
aceite de colza adulterado no hayan cobrado la indemnización, cuando han pasado
tantos años, evidencian este proceso codificador de las reclamaciones
ciudadanas. Cuando ocurrió el desastre del Prestige, los afectados por la
anterior marea negra, la del Mar Egeo, todavía no habían empezado a cobrar las
reparaciones pertinentes, pese a que ya habían transcurrido diez años. A nivel
internacional, posiblemente el caso más sangrante ocurre con los afectados por
el terrible vertido tóxico en la ciudad india de Bhopal que tantos años después
nunca han recibido una indemnización económica de la empresa responsable de
este desastre, la Unión
Carbide. Un asunto reciente ocurrido en España y que
demuestra lo difícil que es delimitar los responsables de un desastre es lo
sucedido en el barrio barcelonés del Carmel con el derrumbamiento de varios
edificios a causa de las obras de construcción de un metro. Este tipo de
sucesos causan un gran impacto en la opinión pública pero no suelen tener mayor
relevancia en la carrera de los políticos implicados si éstos consiguen
aguantar la reprobación inicial.
[90] Con
el cambio de moneda, el paso de peseta a euro, fueron constantes las
informaciones de la prensa del modo en que estaba aflorando el dinero negro que
circulaba soterradamente en España, en gran parte relacionado con el sector de
la construcción. Hubo un informe del Banco de España, en que esta institución
reconocía que había tenido que reducir en un 10% la emisión de billetes de euro
prevista para no provocar inflación.
[91]
Sobre esta cuestión, recuerdo una entrevista a una catedrática de ética de la
universidad autónoma de Barcelona, Victoria Camps, en que ésta decía que la
moral actual sirve más para descalificar a otro que para juzgarse a sí mismo.
Siempre es chocante que personajes como los asesinos de Trujillo, dictador
dominicano, hayan quedado por héroes cuando hasta ese momento eran cómplices de
sus brutalidades o, de modo parecido, que los miembros de la vieja guardia
bolchevique, por el hecho de haber sido represaliados por Stalin en los años
treinta, hayan salvado su imagen cara a la historia.
[92]
Dinero, por otra parte, que sirvió para seguir alimentando el poder de los que
seguramente tendrían que haber dimitido por el desastre. Una muestra es la
polémica generada con aquella empresa, Trasga, a la que la Xunta adjudicó a dedo las
labores de limpieza.
[93]
Personalmente, me gusta leer las Cartas al Director de los periódicos porque en
ellas se suelen reflejar notas de verdad sobre la sociedad que faltan en la
información habitual. Una Carta al Director que me chocó fue una en que, con
toda la ingenuidad del mundo y considerándose una ciudadana con ese derecho,
una parada que había tenido un problema en la oficina del INEM que le
correspondía, solicitaba ser recibida por el consejero de trabajo de Asturias
para poder explicarle sus dificultades.
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